Aprendizaje
Esto de tener una relación era complicado, y aún más mantenerla.
No tenía experiencia, ni en lo más mínimo. ¿Cómo asegurarme de que estaba haciendo lo correcto con Hipo?
Él era perfecfo. En muchos sentidos, cuidaba de mi como nadie lo había hecho, incluso de mi misma. También se preocupaba por mi. Me hacía reír, me protegía, me alegraba y lograba que me diera cuenta de mis errores.
Yo apenas estaba aprendiendo a amar.
No sabía como reaccionar.
Al primer roce yo me ponía a la defensiva. Lo alejaba y me quedaba una sensación amarga después.
Incluso en nuestro primer beso yo había sido muy torpe. No tenía idea de como pensar y había huído las primeras veces de la idea.
Él siempre había respetado mis inseguridades, y había esperado por mi.
Y cuando menos lo esperaba, los besos comenzaró a tener el mejor sabor, el mejor dulce de la vida.
Tampoco sabía enfrentar los celos. Sabía que Astrid formaba parte de su pasado, pero siempre había una espinita que carcomía mi interior.
Mis reacciones no eran las mejores y mis dudas eran enormes.
Hipo me había enseñado a confiar en él. A creer.
Y al final, había entendido que yo era una persona irremplazable en su vida.
A veces me cuestionaba si realmente merecía un chico tan lindo como él.
Pero cuando me sonreía sabía que haría cualquier cosa para mantenerlo cerca de mi, para quedarme en su corazón.
— ¿En qué piensas princesa? —preguntó mi querido jinete después de besarme en la frente.
Estábamos acurrucados en su cama, piel con piel, disfrutando del calor mutuo.
—En lo dichosa que soy de tenerte a mi lado —respondí con seguridad besando sus labios suavemente.
—Oh mi lady, ¿empezarás de cursi? —bromeó con cariño.
—Tú me hiciste así, chico dragón. Ahora te aguantas —dije picando su pecho con mi dedo.
Él rio estrechándome aún más contra su cuerpo.
Le observé durante un largo rato trazando con mis dedos algunos detalles de su rostro.
Cuando nuestras miradas se cruzaron por un largo rato Hipo aún tenía su sonrisa en los labios.
— ¿Qué tanto me ves, Haddock? —dije de manera retadora alzando una ceja.
— ¿Yo? Sólo admiro la belleza de mi futura esposa —dijo con superioridad.
— ¿Y acaso es muy bella tu futura esposa? —hablé mientras me acercaba más a su rostro.
—No tiene comparación.
—Bien... —ronronié lanzándole una mirada coqueta—. Espero que aprenda a amarte como te mereces.
Hipo me tomó sorpresivamente de la cintura acomodándome sobre su cuerpo, dejando nuestros rostros a escasos centímetros de distancia.
—Está aprendiendo... y muy bien —respondió antes de unir nuestros labios en un apasionante beso.
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