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Primera vez (II)

Le encantaría poder echarle la culpa al alcohol pero sabía que no había bebido suficiente para estar borracho, es más, el alcohol solo lo había inhibido lo que en verdad y para su gran pesar significa que aceptar la propuesta había sido lo que realmente quería y sinceramente, deseaba ignorar ese pensamiento. Intentar buscar una excusa no era lo que quería pensar en ese exacto momento.

Definitivamente no.

Kuroo descolgó a Oikawa mucho más rápido de lo que Shirabu se desnudó. Cuando estuvo solo en calzoncillos, miró el suelo muy nervioso.

¿Cómo demonios había terminado en una situación como esa? ¡Él solo había ido a mirar por pura curiosidad! Sería la primera vez que se desnudaba delante de alguien estando tan sobrio y eso teniendo en cuenta que se había bebido casi media botella de licor. Además tampoco lo había hecho nunca delante de dos personas a la vez.

El estómago se le retorcía de los nervios. Su sentido de la vergüenza peleando con las ganas de probar.

Entonces Kuroo apoya su mano en su hombro y con voz reconfortante le asegura que estaba bien si se quedaba en ropa interior. También le dice que no se sintiera en ningún momento obligado a seguir, que no había problema si necesitaba parar y que simplemente lo dijera.

Asiente aún nervioso pero más seguro y ambos mayores empiezan a trenzar cuerdas, uno por la espalda y otro por los muslos. Rápidamente se da cuenta de que los nudos y las formas son distintas a las que Kuroo le hizo momentos atrás a Oikawa.

Shirabu obedece a sus indicaciones para facilitarles el trabajo, pone sus muñecas juntas detrás de la espalda cuando se lo piden y también se arrodilla para que puedan inmovilizar sus piernas atando cada muslo contra su respectiva pantorrilla. Hay un momento en que la cuerda pasa por su boca tensando sus comisuras, amordazándole e impidiendo que pueda hablar con claridad. Nota la presión en la parte trasera de su cabeza y mientras hace el nudo Kuroo le mira preguntando si está cómodo a lo que Shirabu asiente. También pregunta si quiere parar, para asegurarse y Shirabu niega.

Oikawa termina de atar su parte y vuelve hacia los cajones de dónde habían sacado las cuerdas, pero abriendo el de abajo. El contenido de ese sí que era completamente desconocido para Shirabu y desde el suelo no puede visualizar nada, simplemente el objeto que ha sacado el propietario del piso.

Con una sonrisa que mezcla deseo y diversión Oikawa se acuclilla delante suyo. Alza el objeto desde uno de los extremos poniéndoselo delante de la cara.

— Es una mordaza de bola, espero que estuvieras atento en la conversación y que sepas para qué sirve~ —Oikawa sonríe divertido cogiendo el otro extremo y presionando la bola contra los labios de Shirabu con hambre en la mirada— porque quiero usarlo en ti, ¿puedo? —Shirabu asiente a su pregunta y abre la boca. Oikawa sonríe, mordiéndose el labio inferior y le coloca la mordaza, que ahora sí, impide que cualquier palabra pueda salir de los labios de Shirabu. Solo ruidos incomprensibles.

Completamente inmovilizado, las cuerdas tiran y Shirabu suelta un sonido de sorpresa cuando pasa del suelo al aire. Cada cuerda estira y aprieta, pero lejos de ser molesto, hay algo agradable en sentir el cuerpo sujeto, en sentirlo compacto.

Si fue caliente ver las cuerdas presionando y comprimiendo la carne de Oikawa, para Shirabu sentirlo en carnes propias era muchísimo mejor. Oikawa le quita la cuerda a Kuroo y le enseña a Shirabu como tirando de la cuerda puede mover su cuerpo. Notar su postura cambiar a gusto de Oikawa es bastante impactante y de primeras excitante, hasta que el estúpido que tiene por titiritero lo deja inmóvil en una posición incómoda y muy vergonzosa.

Frunce el ceño porque la sonrisa de completa diversión de Oikawa le deja bien claro que el bastardo lo ha hecho adrede y eso hace que le fastidie todavía más que se sienta tan bien estar en esa postura. Si pudiera hablar le habría encantado decirle unas cuantas cosas, pero no puede, y en vez de un insulto lo que se resbala de sus labios y barbilla es saliva.

Supone que es inevitable teniendo en cuenta la cuerda y la bola que amordazan su boca, pero no puede evitar sentir algo de incomodidad al principio cuando la saliva se derrama de su boca al suelo, pero al parecer sus compañeros de juego debían estar acostumbrados a eso y más, porque no pareció que le dieran importancia.

Kuroo se acerca a él y ante la mirada de Shirabu pasa su mano por detrás de su cuello y acaricia su nuca con la yema de sus dedos erizándole el pelo. Frunce más el ceño, pero no por sentirse molesto, sino por todo lo contrario.

— ¿Puedo... podemos tocarte? —la pregunta la hace casi en un susurro cerca de su oído, contra su cuello. Más escalofríos recorren de cabeza a pies el cuerpo del más pequeño. Shirabu asiente preguntándose mentalmente cómo podría siquiera pasarle por la cabeza negarse a esa propuesta.

Las manos de Kuroo pasan de acariciar su nuca a hacer un recorrido desde sus hombros hasta su trasero, habiendo hecho antes paradas por la parte delantera de su torso, siendo más específicos en su pecho y abdomen. Cuando llegan al culo de Shirabu se quedan acariciándolo por encima de los calzoncillos y jugando con el borde de la tela.

Oikawa se acerca echando a un lado a Kuroo haciéndose sitio. Toma de la cadera a Shirabu, presionando el cuerpo atado y semidesnudo de Shirabu contra el suyo que está completamente desnudo. Mientras, con su mano libre enreda sus largos dedos entre las hebras del cabello de Shirabu, empieza a besar la clavícula y a lamer su cuello, haciendo un recorrido hacia su oreja. Muerde el lóbulo y tira del pelo hacia el lado contrario dándose más espacio para los besos húmedos en el cuello de Shirabu.

Centrándose solo en el cosquilleo que las acciones de ambos causan en todo su cuerpo y concentran en su entrepierna deja salir inconscientemente suspiros de placer y jadeos bajos.

— Bubu-chan~ —Oikawa llama divertido dándole un tirón a su pelo como un niño pequeño queriendo llamar su atención. Shirabu abre los ojos mirándole con el ceño fruncido, molesto porque ha parado con los besos y las lamidas, además para llamarle por un horrible mote del nivel de los de Tendou— estás tan duro Bubu-chan~ —sonríe burlón mientras pasa su índice por el torso de Shirabu bajando en línea recta hasta su entrepierna y acariciando por encima de la ropa interior. Shirabu jadea y Oikawa ensancha su sonrisa—. Incluso si te pregunto si quieres continuar y me contestaras que no, se nota que tu polla lo está deseando... —Oikawa mira divertido a Shirabu— aunque nadie te culpa por ponerte así de caliente por mi —dice con arrogancia y se ríe para la desgracia de los oídos de Shirabu, que con las manos atadas y la boca amordazada su única opción para asesinarlo es usar la mirada.

Desafortunadamente para Shirabu sus miradas todavía no sirven como armas homicidas reales, pero al menos Kuroo agarra a Oikawa de la parte de atrás de su bonito y cuidado pelo castaño y estira con fuerza interrumpiendo su monólogo.

— Oika'a-kun —llama cerca de su oído sin soltarle del pelo haciendo que la escena entre ambos mayores se vea ruda, pero por otro lado llamando a Oikawa en tono dulce con ese mote cariñoso—. Calla y concéntrate —ordena en tono autoritario— si tu lengua está tan desocupada como para poder hablar a lo mejor necesitas que le de algo con lo que estar ocupada —sonríe divertido y en respuesta Oikawa alza una ceja, también divertido por la sucia sugerencia.

Sin separar sus labios pero manteniendo la sonrisa y la mirada fija en Kuroo lleva las manos al trasero de Shirabu y lo apretuja. Shirabu enrojece porque Oikawa es un maldito descarado y Kuroo sonríe divertido pasando su mirada de Oikawa a Shirabu entendiendo el mensaje.

— Entonces —Kuroo mira a Shirabu fijamente a los ojos antes de preguntar— ¿te gustaría continuar en la cama? —ambos se lo quedan mirando pacientemente.

Shirabu gira su cara todo lo que puede hacia la cama de Oikawa y asiente.

Realmente le encantaría poder decir que al menos la decisión le había costado o que había dudado pensando en los pros y los contras... pero no. La verdad es que el imbécil de Oikawa tenía razón, está tan jodidamente caliente que su erección duele. Quiere tanto que uno de esos dos se lo follen tan duro como puedan contra la superficie más cercana que puede que está babeando de más el suelo.

Y mierda. Mierda, mierda, mierda, ¡mierda! Esos dos gilipollas lo tienen bien pillado y no sabe cómo no ha podido anticiparse a su plan, si porque son unos malditos estúpidos genios o si es porque son unos malditos estúpidos muy estúpidos. Lo único que sabe Shirabu es que ha caído dentro en lo que sea que esté pasando hasta el fondo y que no quiere parar.

Kuroo y Oikawa le bajan con cuidado y aunque son rápidos, los ojos de Shirabu lo son más. Le da tiempo a fijarse en que no es el único que está muy caliente, en que Oikawa la tiene tan dura, que es molesto como se ha mofado de la erección de Shirabu cuando él estaba igual o peor, y en cómo los pantalones ajustados de Kuroo no esconden su gran erección, y aunque no hay que tener mucha imaginación Shirabu quiere que se los baje ya. No, lo que quiere es que se lo follen de una maldita vez. La palabra paciencia no está en el diccionario de Shirabu y se niega a hacer una excepción en ese momento de la noche.

Kuroo lo sube en su hombro como un saco, obviamente alardeando de su fuerza y dejándole encima de la cama.

— Veamos cómo nos ocupamos de esto~ —Kuroo estira del elástico de los calzoncillos granates de Shirabu, jugando con este, pensando en una forma de sacarlos.

— Yo tengo una idea genial, pero primero tienes que ser justo Kuro-chan —su tono es inocente, también lo es la forma en la que Oikawa gatea decidido por la cama hasta Kuroo desabrochándole los pantalones y bajándoselos junto a la ropa interior, impaciente, dejando al descubierto tanto la erección de Kuroo como el hecho de que Shirabu no era el único que quería que Kuroo se bajase los pantalones ya. Oikawa se muerde el labio inferior y sonríe, la falsa inocencia siendo sustituida por deseo— ahora sí —se sienta al lado del cuerpo inmovilizado de Shirabu y Kuroo se sienta al otro lado, pasando sus dedos por las zonas más sensibles del, a comparación, cuerpo del más pequeño.

Oikawa admira las vistas eróticas que el menor le estaba dando, atado y amordazado, dando una falsa sensación de ser alguien tranquilo e indefenso (en el sentido más sensual de la palabra obviamente) y que si no fuera por sus miradas asesinas tan recurrentes parecería un buen chico, cuando en realidad, en el fondo era un pequeño bastardo al que Oikawa iba a hacer perder la cabeza. Le llevaría del mismísimo infierno al cielo y luego de vuelta al infierno. Hará que ese enano tan lindo como molesto y desagradable le mirara rogando por más mientras entre gritos de placer gemía incoherencias incomprensibles por la mordaza de bola.

Y Oikawa iba a disfrutar cada segundo de volver a Shirabu un desastre.

Así que decidido coge las tijeras que siempre tiene a mano por si necesitara cortar las cuerdas y en vez de estas, empieza a cortar la pequeña prenda de ropa que interrumpe con sus vistas y lo que era peor, con sus fantasías sexuales más sádicas.

Shirabu y Kuroo miran como Oikawa convierte en pocos tijeretazos la ropa interior del menor en harapos, que lanza bien lejos hacía una de las esquinas de la habitación.

Shirabu frunce el ceño mirando mal a Oikawa porque ahora sus calzoncillos son un trozo de tela inservible y Oikawa le sonríe con burla de vuelta.

— ¿Todo bien Bubu-chan? —el tono inocente y tan falso que usa solo irrita más a Shirabu. Oikawa complacido por ello, continúa con su plan de molestar a Shirabu, pellizcando sus pezones con la yema de los dedos, frotando y dando pequeños tirones a estos, consiguiendo que las mejillas de Shirabu se pongan rojas, que cierre sus ojos con fuerza avergonzado incapaz de mantener el contacto visual con Oikawa y que ruidos vergonzosos que la mordaza no es capaz de silenciar se empiecen a oír otra vez en la habitación.

Kuroo se mantiene de momento como espectador, investigando como un gato los gustos de sus futuras presas. Anotando mentalmente que les hacía sonreír, sonrojarse, jadear, gemir, gotear, retorcerse en sus sitios del placer ansiosos de pasar de los estiramientos al verdadero entrenamiento, deleitando su vista con el espectáculo que esa especie de pelea estúpida estaba causando y es que el lado molesto que Kuroo y Oikawa comparten llevado al contexto sexual por Oikawa es algo que Kuroo disfruta al encontrarlo tan divertido como excitante y que gracias a las respuestas físicas de Shirabu, se volvía todavía más caliente.

Cuando se aburre de solo mirar se desnuda del todo y se une a ellos. Haciendo uso de su lengua se apropia de uno de los pezones de Shirabu que el rudo trato de Oikawa ha dejado ligeramente más rosas e hinchados. Succiona y pellizca sin fuerza con los dientes aumentando la cantidad de sonidos lascivos por parte de Shirabu, y mientras también acaricia la espalda y trasero de Oikawa.

Oikawa en respuesta sonríe y le besa corto agradecido por las caricias y la atención pero guiado por la impaciencia se levanta y va a coger el lubricante y unos cuantos condones. Mientras, Kuroo no desatiende a Shirabu y continúa jugando con sus pezones y besando su mandíbula en lo que Oikawa vuelve a su sitio de la cama al lado del menor.

Kuroo le quita el pequeño bote a Oikawa y unta sus propios dedos en lubricante, manteniendo una sonrisa coqueta y el contacto visual con Shirabu hasta que Oikawa lo rompe tomando la pequeña cintura de Shirabu entre sus manos, girándolo y posicionándole de cara contra la cama, contra su mejilla y sien siendo más específicos. Con el trasero alzado haciendo todo más accesible y a la vez quitándole visibilidad a Shirabu de lo que sea que los dos mayores estén haciendo con el bote de lubricante y los condones.

Los nervios y el deseo se mezclaron en su estómago en anticipación. Se relamería los labios de la excitación e inquietud si pudiera, pero en vez de eso, de sus labios sale un gemido cuando un dedo intruso, largo y fino, se hace paso en su interior.

— Relajate Bubu-Chan~ seré bueno —Oikawa mueve el dedo en círculos a la vez que se inclina para susurrarle eso al oído— por un rato —dice sumándole otros dos dedos a la penetración— uno muy corto —admite divertido retorciendo sus húmedos dedos en el interior de Shirabu, quien se retuerce de placer entre las cuerdas. Lo sigue preparando con los dedos simulando embestidas y moviéndolos con movimientos irregulares en su interior por un rato buscando con sus largos dedos la próstata del menor.

Un quejido molesto nace de la garganta de Shirabu cuando Oikawa considera que además de conseguir suficiente información sobre los puntos más sensibles del menor ha preparado suficiente su entrada y sin aviso saca los dedos de su interior de golpe. El sonido de descontento muere en el mismo sitio y tan rápido como se origina cuando el miembro de Kuroo se introduce de golpe en su interior sustituyendo los dedos de Oikawa y el quejido de Shirabu por un gemido ligeramente adolorido.

Aprieta sus puños, cierra los ojos y muerde la bola con fuerza respirando agitado por el nuevo intruso que ocupa más espacio que los finos dedos de Oikawa. Bastante más. Así que es de agradecer que aún con esa forma tan ruda de entrar Kuroo sea más paciente, esperando a que el trasero de Shirabu se acostumbre a tenerlo dentro antes de empezar a moverse.

Cuando nota a Shirabu más tranquilo Kuroo se inclina sobre él y aparta su flequillo para mirar a Shirabu a los ojos, sonríe complacido al ver de nuevo la impaciente mirada del menor.

Sus manos tienen las caderas de Shirabu agarradas con firmeza listo para empezar, pero para sorpresa e intriga de Shirabu la expresión de Kuroo cambia totalmente. Pasa de su sonrisa tonta a estar con el ceño fruncido de concentración y mordiéndose el labio inferior mientras sus puños cerrados a cada lado de la cabeza de Shirabu se enredan entre las sábanas y jadea grave, casi como un gruñido.

— Como siempre, tan... ah~ impaciente —Kuroo se mofa y su llamativa risa se mezcla con sus jadeos. Oikawa sonríe ignorándole y toma a Kuroo del pelo estirando hacia atrás haciendo que se incorpore de nuevo, dando a entender quien manda. Acaricia los abdominales de Kuroo y deja besos húmedos y chupetones por su cuello en un gesto más cariñoso, contrastando con las pocas pero rudas embestidas que da Oikawa antes de dejar temporalmente el cuello de Kuroo en paz para hablar.

— Es que tardas mucho~ —se queja entrelazando sus dedos con las manos de Kuroo, poniéndolas de vuelta sobre las caderas de Shirabu. Kuroo entierra sus dedos en la piel del menor de forma autoritaria— así que he decidido que te voy a follar a ti tan duro que hasta Bubu-chan me va a notar —dice divertido embistiendo con fuerza a Kuroo y de paso obligando al miembro de Kuroo a entrar más profundo en Shirabu, tomando desprevenido al menor y haciendo gemir a ambos.

Aunque inicialmente Oikawa marca un ritmo rápido y tosco para los dos, Kuroo intenta imponer su propio ritmo al embestir a Shirabu. Un vaivén más pausado y lento que está volviendo loco al menor y cuando cruza miradas con Kuroo y ve cómo se muerde el labio inferior con una sonrisa burlona, Shirabu sabe que lo está haciendo adrede para llevarlo a su límite.

Para empeorar su situación Oikawa se une a Kuroo en llevar el cuerpo del menor hasta el límite y toma entre sus suaves dedos el pene de Shirabu y tapando con el pulgar la punta acaricia muy placenteramente su falo. Shirabu gime sin pausa mientras su saliva y sudor mojan las sábanas debajo de ellos. El calor aumentando entre los tres. Oikawa, como haciéndole competencia incluso en eso, gime alto a la par que él, moviendo su mano y cadera más rápido y preciso dentro de Kuroo, hasta que en un gemido que supera en volumen a Shirabu se corre, siendo una especie de interruptor para que Kuroo, con un gruñido placentero, presione sus dedos con fuerza en la cadera de Shirabu y ayudándose de las cuerdas que atan al menor, vuelve con sus estocadas rudas e inclinándose sobre su cuerpo, lame y mordisquea su nuca.

Olas de placer recorren todo su cuerpo, desde la parte baja de su abdomen hasta sus extremidades a cada estocada que da. Y cuando de repente el pene de Kuroo golpea en lo más profundo del interior de Shirabu y preciso contra su punto sensible, provoca que su cuerpo entero abrumado por el tsunami de placer tiemble entre las ataduras que lo inmovilizan. Entierra las uñas en las palmas de sus manos, muerde la cuerda y bola que lo amordazan, tan deseoso como desesperado por correrse.

Encontrándose al borde del más puro éxtasis, las embestidas cada vez más rápidas pero igual de precisas de Kuroo se mezclan con las manos de Oikawa, que juega tortuosamente con el pene del menor rozando juguetón el escroto con una mano a la vez que con movimientos circulares acaricia la punta, sin dejar de taparla e impidiéndole eyacular.

Oikawa admira complacido el desastre que es Shirabu por culpa de Kuroo y (claramente más relevante) suya, y relamiéndose los labios estando satisfecho al menos por esa primera ronda, se apiada y aparta el pulgar para gran sorpresa de Shirabu, que con un largo gemido llega a su momento culmen y se corre en la mano de Oikawa.

Kuroo continúa con las embestidas, muy cerca de correrse también. A cada embestida leves y lindos jadeos por parte de un cansado y extasiado Shirabu, mientras Oikawa besa su cuello y hombros, pellizcando con su mano limpia los pezones de Kuroo a la vez que lleva su mano sucia con el semen de Shirabu a los labios de Kuroo.

— Límpialos —ordena Oikawa con una voz grave y autoritaria. Kuroo abre la boca obediente lamiéndolos y succionándolos sin parar de embestir. Oikawa le da un nalgazo fuerte que pinta de rojo la piel de Kuroo y poco después este se corre en Shirabu.

Kuroo sale del menor con la respiración agitada y este cierra los ojos cansado, su cuerpo se relaja entre las cuerdas por la sensación de éxtasis que le recorre desde los dedos de los pies hasta los pelos de la cabeza, aunque solo le dura unos momentos antes de que el dedo índice de Oikawa (mojado con la saliva de Kuroo) golpeé la mejilla de Shirabu e interrumpa su intento de descanso. Shirabu frunce el ceño levemente con los ojos todavía cerrados.

"Que asco" se le pasa por la cabeza al menor por un momento mientras Oikawa sigue con su labor de ser lo equivalente a un grano en el culo, tocando repetidamente y de forma molesta la mejilla de Shirabu. Aunque siendo justo, él acaba de babear las sabanas de Oikawa. "Y el suelo" recuerda abriendo los ojos y fulminando con la mirada a Oikawa deseando que se resbale con su saliva en la caída más tonta y seguramente asquerosa de la historia.

Con la mirada llena de molestia que le dedica Shirabu, Oikawa ríe complacido.

— ¿Con solo esto estás cansado Bubu-chan? —pregunta burlesco aún sabiendo que Shirabu no le puede contestar.

Las ganas de Shirabu de empujar a esa cara bonita fuera de la cama se multiplican, y por eso cuando Kuroo rueda los ojos y empuja a Oikawa cuando este se había empezado a reír tirándole de la cama, Shirabu no puede estar más sorpresivamente complacido.

Kuroo desata la mordaza de bola y el resto de cuerdas mientras ambos escuchan con diversión silenciosa dramatizar a Oikawa desde el suelo quejándose.

— No —Shirabu interrumpe las quejas de Oikawa, las cuales se habían convertido en ruido de fondo mientras miraba fijamente sus muñecas desatadas y acariciaba las marcas que había dejado la cuerda sobre su piel. Oikawa se había incorporado del suelo y ambos mayores le miraban con confusión—. No estoy cansado todavía —responde Shirabu a las miradas confundidas— necesitaréis más que eso para cansarme —añade mirando a ambos mayores fijamente, con tanta seriedad como confianza, retándolos a intentarlo.

Intercambian entre los tres miradas llenas de complicidad y lujuria, conscientes de la larga pero placentera velada que les espera. Su aventura nocturna no había hecho nada más que comenzar.


...


La luz de la mañana se filtra entre las cortinas blancas que cubren el largo de toda la ventana, el estampado de hojas cosido a la tela deja sombras sobre las superficies con la silueta del estampado y la luz del sol calienta ligeramente estas superficies a la vez que las ilumina con la luz de un nuevo día.

El ceño de Shirabu se frunce levemente cuando la luz "de un nuevo día" ilumina sus párpados con tanta intensidad que interrumpe su sueño. Su cuerpo se siente cansado, muy cansado. Pero cuando abre los ojos, el pensamiento de que su cuerpo no tenía tantas agujetas desde sus años como jugador de Shiraotrizawa pasa a segundo plano ante la confusión de darse cuenta de que no está en su habitación, sino en la bonita habitación de un desconocido.

Cuando su vista se acostumbra a la mañana, lo primero que ve es este juego de luces y sombras entre los grises casi transparentes que emite la sombra de la cortina y los grises más oscuros que las hojas de hilo dejan, adornando las superficies contrarias a la ventana con la silueta de hojas. La sábana que lo cubre gentilmente a él y a las dos personas con las que está compartiendo cama también está cubierta de las sombras de las hojas.

Shirabu pestañea de forma reiterada mientras sus neuronas hacen cortocircuito por un momento y en lo que su cerebro vuelve a ser útil, su mente se llena de los recuerdos de lo que había estado haciendo tan solo unas horas atrás, en compañía de estos dos hombres dormidos que tenía a cada lado y entre los que estaba acorralado.

Como sin terminar de creérselo, se incorpora con cuidado de no interrumpir el sueño de nadie más en esa cama y levanta las sábanas para mirar debajo de estas.

Desnudos.

Los tres están totalmente desnudos.

El calor sube lentamente desde su cuello hasta colorear sus mejillas y orejas de un intenso rojo. Su expresión estoica es solo una máscara ocultando el vaivén de emociones que fluctúan en su interior que varían entre la más absoluta vergüenza que se siente como los chillidos de un adolescente asimilando su primera vez emocionado y avergonzado por partes iguales, dando paso a la seria voz adulta llena de confusión consigo mismo ante su inexplicable toma de decisiones, buscando una respuesta lógica entre murmullos que vuelven a ser opacados por su adolescente interno.

Joder, no lo reconocería en voz alta jamás, pero realmente se lo había pasado bien. Tan bien que le hacía sentir molesto.

Vuelve a dejar la sábana en su sitio porque después de esa noche no necesita mirar más sus culos y penes. Había tenido suficiente, estaba seguro que hasta le podría costar olvidarlo después de esas posturas donde había tenido tan buenas vistas de estos, y cuando no, sin duda se habían hecho notar de otras formas.

Aún avergonzado y con la cara roja por los recuerdos, Shirabu sale de debajo de las sabanas y se desliza lento y con cuidado entre Oikawa y Kuroo hasta que es capaz de llegar al borde de la cama y levantarse.

Todos los músculos se tensan y se queda inmóvil cuando siente el cuerpo de Oikawa removerse debajo de las sabanas. Pero después de un momento de silencio donde solo escucha a su corazón martillear contra sus oídos, se atreve a girar su cuello aún con movimientos rígidos. Libera el aire que no sabía que había estado aguantando dentro de sus pulmones y permite que su cuerpo se relaje al ritmo del suspiro. Ambos siguen dormidos, con la pequeña diferencia de que ahora Oikawa está acurrucado al lado de Kuroo, llenando el hueco vacío donde había estado durmiendo Shirabu momentos atrás.

Con pasos silenciosos y el cuerpo aún adolorido empieza a buscar su ropa por el suelo de la habitación, con el objetivo de vestirse e irse lo antes posible porque antes muerto que mantener ni siquiera contacto visual con alguno de esos dos después de la noche y madrugada que acababan de compartir. Más recuerdos de Oikawa y Kuroo acariciando con manos delicadas el cuerpo de Shirabu.

Su vista clavada en el suelo donde acababa de ver uno de sus calcetines y el rojo volviendo a adornar sus mejillas mientras se pasa la mano por la cara. ¿Qué había sido una velada genial e inolvidable? Muy a su pesar la respuesta era un rotundo sí. Mierda, había sido tan buena que dudaba que pudiera tener sexo que lo superara o siquiera igualara en un tiempo y mucho menos si ese sexo era sin implicaciones BDSM.

Frunce el ceño siendo consciente de que ha cruzado un puente que va a ser difícil de descruzar por mucho que quisiera. Se atreve a mirar al par durmiente y su entrecejo se junta más, sintiendo rabia.

Pasa su cabeza por el cuello de la camiseta cubriendo su piel llena de las marcas lascivas de todo tipo de las que son responsables en su mayoría las cuerdas y dos pares de labios. Tiene que ser sincero consigo mismo, y aunque le encantaría poder echarles la culpa de alguna forma, esos dos estúpidos se habían comportado muy bien con él, siendo pacientes y siguiendo el ritmo que había necesitado como el novato que era.

Y eso era, en parte, la razón por la que le daba tanta rabia. Esos idiotas con sus risas molestas y sus inaguantables sonrisas burlescas se habían lucido, y no solo durante el sexo, también cuando amablemente habían respondido a todas sus preguntas altruistamente y que luego sin ningún tipo de presión lo habían invitado a lo que ahora era el mejor sexo de su vida.

¡Y uggggh! Que ni siquiera pudiera usar de excusa para su conducta el alcohol porque esos malditos bastardos habían estado lejos de emborracharlo cuando le habían invitado a beber solo le hacía hervir en rabia más, porque eso significaba que el único culpable de sus decisiones habían sido él y su calentón. Por primera vez lo que había nublado su juicio no habían sido altas dosis de alcohol recorriendo su sangre, ¡sino su pene!

¡Malditos bastardos estúpidos y sexis que habían sido más listos que él haciéndole caer tan fácil y tontamente entre sus cuerdas! ¡Maldita sea él mismo porque no cambiaría nada de lo sucedido esa noche! ¡Y maldito calcetín donde sea que estuviera escondido!

El ronquido de Kuroo cortó abruptamente su discurso de maldiciones mental y con el corazón en la garganta del susto, Shirabu también lo maldijo por eso. De paso volvió a maldecir mentalmente a Oikawa mientras se ponía los pantalones por poner tan poco esfuerzo en no arruinar sus calzoncillos.

Poniéndose la chaqueta se detuvo para mirar al par por unos momentos, que podrían haber sido tanto minutos como segundos, y con una pequeña reverencia se despide. En silencio abandona el edificio de Oikawa, y cuando entra por la puerta de su habitación en la Universidad, lo hace con un calcetín y un par de calzoncillos menos a cuando salió.  

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