001. returning to forks
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↯ CAPÍTULO UNO
▬ ❝ volviendo a forks ❞ ▬
[+45 comentarios y +120 votos en este y el anterior apartado para el cap 002.]
LOS RECUERDOS ERAN, PARA MI, LA COSA MÁS PRECIADA QUE NOS QUEDABA CUANDO UNA PERSONA SE IBA DE NUESTRA VIDA, su sonrisa, sus ojos, los movimientos recurrentes que hacía de manera involuntaria, más que nada su forma de ver la vida más allá de la muerte misma. Así era mamá, aún con la enfermedad encima nunca dejó su sonrisa y ser feliz.
Pero aquello no fue suficiente para que se quedara aquí, con nosotros.
La tía Helena, hermana menor de mi madre, nos llevó al aeropuerto para ayudarle a nuestro padre con todo el equipaje y con Hilary quien estaba algo insoportable con el calor que comenzaba a hacer.
En Los Ángeles, la temperatura era de veinticuatro grados y el cielo de un azul perfecto y despejado. Me había puesto mi blusa favorita, sin mangas y con cierres a presión blancos; la llevaba como gesto de despedida.
Iba a extrañar todo de aquí: mis amigos y sobretodo a mi tía, quien fue un gran apoyo cuando mamá falleció.
En la península de Olympic, al noroeste del Estado de Washington, existe un pueblecito llamado Forks cuyo cielo casi siempre permanece encapotado. En esta insignificante localidad llueve más que en cualquier otro sitio de los Estados Unidos. Mi padre había huido de ahí apenas paso el funeral de mi madre junto a Hilary y junto a mi: no aguantaba estar en un lugar rodeado de recuerdos y supongo que creía que sería lo mejor para nosotras, aún más cuando comencé a hacerle preguntas acerca del paradero de mamá.
Lo comprendí al cumplir los diez y por mi bien y por el de papá dejé de hacer preguntas y entendí que mamá había muerto de cancer, igual que su madre lo había hecho al ella tener poco más de veinte años.
Hereditario, supongo.
Volver a Forks había dejado de ser una opción años atrás, pero al parecer mi padre encontró una buena oferta de trabajo como oficial del pueblo y no pudo rechazarla, o quizás ya comenzaba a hartarse de las reglas que la tía imponía, en ese aspecto era bastante rígida y estricta.
Aparte del hecho de que ahora estaba saliendo con alguien y papá se sentía extraño viviendo en un lugar que pronto se haría más pequeño gracias al hombre con él que la tía Helena se había comprometido recientemente.
Helian era encantador, pero solo para ella: era un hombre, literalmente, muy aburrido pero a la vez hacía unas muy malas bromas que te hacían reír por lo mismo que resultaban malas.
—Sami —mire a mi tía antes de subir al avión, sabiendo que a pesar de haber sido pequeña en aquel tiempo, los recuerdos de mi madre volverían—, no tienes por qué hacerlo. Puedo hablar con tu padre y decirle que...
—Es que quiero ir —le mentí. Siempre se me ha dado muy mal eso de mentir, pero había dicho esa mentira con tanta frecuencia en los últimos meses que ahora casi sonaba convincente—. Hilary necesitará a alguien que la cuide, papá trabajará todo el tiempo y lo menos que quiero es que ella esté sola.
Eso era cierto: me resignaba a volver solo por mi hermanita.
—Iré a visitarlos cada vez que pueda —dijo con resignación—. Te veré pronto, espero y vengan a mi boda —insistió—. Puedes regresar a casa cuando quieras, ya sea como visita o para instalarte de nuevo.
—No intentes robarme a mi hija, Helena —intervino papá divertido.
—No te preocupes por mí —le pedí, mientras Hilary le daba un pequeño abrazo—. Todo irá estupendamente. Te quiero, tía.
Sabía perfectamente que le recordaba a mi madre y era eso lo que la hacía tenerme más aprecio que a mi padre o a mi hermanita.
Me abrazó con fuerza durante un minuto; luego, subimos al avión y ella se marchó.
Para llegar a Forks teníamos por delante un vuelo de tres horas de Los Ángeles a Seattle, y desde allí a Port Angeles, una hora más en avioneta y otra más en coche. No me desagrada volar, pero el llegar a casa era lo que me preocupaba: sin duda no estaba lista para volver y ver todo tal cual ella lo había dejado.
Estaba lloviendo cuando el avión aterrizó en Port Angeles. No lo consideré un presagio, simplemente era inevitable. Ya me había despedido del sol.
Papá no tardó en recuperar nuestro viejo auto que también dejamos atrás cuando nos fuimos de Forks. Rezaba por que este se convirtiese en mio cuando papá comenzase a utilizar el auto de policía que llevaría a su trabajo.
No me veía llegando a la escuela en la que papá me matriculó en un auto de policía.
Traía pocas maletas. La mayoría de mi ropa de Arizona era demasiado ligera para llevarla en Washington. Mi tía, papá y yo habíamos hecho un fondo común con nuestros recursos para complementar mi vestuario de invierno y el de Hilary, pero, a pesar de todo, era escaso, había decidió comprarle más ropa a mi hermana que a mi misma: no soportaría que pasara frío. Todas nuestras maletas cupieron fácilmente en el maletero de nuestra vieja camioneta.
—Sabrás, Sam, que este auto será tuyo, ¿no? —anunció una vez que nos abrochamos los cinturones de seguridad y yo sonreí, mientras que Hilary, quien iba sentada en los asientos traseros, hizo un ademán de felicidad—. Tuyo y de Hilary, claro está.
—¿Quién te lo a cuidado todo este tiempo? —cuestione, frunciendo el ceño—. Se ve que te lo han dejado aquí hace unas horas con las llaves en un sobre.
—¿Recuerdas a Billy Black, el que vivía en La Push?
La Push es una pequeña reserva india situada en la costa, iba ahí con toda la familia: la última vez que fui a la playa fue para tirarme de una gran roca junto a mi padre.
—Me acuerdo de La Push, no de Billy Black —confesé—. Pero tiene un apellido padre, me gusta. Es como Sirius Black.
—Yo no he ido a La Push, es más, era un bebé cuando estuve aquí —reí al oír la queja de Hilary.
—La cosa es que nos guardo el auto todo el tiempo que estuvimos en Los Ángeles —respondió papá mi duda.
Intercambiamos unos pocos comentarios más sobre el tiempo, que era húmedo, y básicamente ésa fue toda la conversación. Miramos a través de las ventanillas en silencio, oyendo la respiración relajada de Hilary quien ya estaba dormida.
El paisaje era hermoso, por supuesto, no podía negarlo. Todo era de color
verde: los árboles, los troncos cubiertos de musgo, el dosel de ramas que colgaba de los mismos, el suelo cubierto de helechos. Incluso el aire que se filtraba entre las hojas tenía un matiz de verdor.
Finalmente llegamos a nuestro viejo hogar. Vivíamos en una casa pequeña de cuatro dormitorios que compró con mi madre durante los primeros días de su matrimonio. Una extraña nostalgia me invadió al ver el exterior, con la misma textura de los ladrillos rojos y su techo negro, el patio estaba algo descuidado pero eso no le quitaba lo hermoso.
—Bienvenidas a casa, niñas —en la mirada de mi padre podía verse el revuelo de emociones que estaba sufriendo internamente—. Entremos.
TOME UNA DE LAS MALETAS QUE QUEDABAN Y LA CARGUE, BAJÁNDOLA DEL AUTO PARA LLEVARLA DENTRO DE LA CASA. Suspire al patear un poquito la puerta para poder entrar y ver como estaba con los viejos muebles repletos de tierra. Exceptuando, claro, a mi familia.
—Sami, dame eso cielo, no tenías que bajarla —papá llego a mi rescate, tomando la maleta con más facilidad que yo, para dejarla en el suelo—. ¿Falta algo más?
Asentí un poco—. Creo que la maleta de Hilary.
Papá asintió y dejando un apretón con cariño en mi hombro salió de casa en dirección al auto, mientras yo me quedaba en medio de la sala, abrazándome a mi misma.
—¡Mira, mira lo que encontré entre las cajas! —salí de mis pensamientos al oír la voz de Hilary bajando a chillidos de la escalera.
Me quede ahí parada esperando a que llegara hasta mi y en cuanto lo hizo, mire la cosa que llevaba entre sus brazos.
Pestañee un par de veces intentando que las lágrimas acumuladas en mis ojos no se notasen, claro que para mi hermanita era muy obvio, pero quería hacerme creer otra cosa.
—¡Eres súper parecida a mamá, Mara! —alce mi mirada de la fotografía y mire a mi hermanita, quien sonreía maravillada.
Sonreí sin mostrar los dientes y acaricie con cariño su cabello, acomodándole un poco su flequillo. Me gustaba que me llamasen Mara, ese era el nombre de mamá.
—¿Donde la encontraste, Ly? —pregunte, curiosa.
En realidad hace años que no miraba una foto de mamá, y no podía culparme, muchas de las cosas las habíamos dejado aquí tras su muerte.
El cancer se la llevó muy rápido. Yo fui una ilusa que llegó a creer que en un par de meses mamá volvería a ser la de antes, a la de antes en el concepto de irradiar luz y salud. Aún era feliz, eso es un consuelo pequeño que tengo, sus últimos meses fueron felices para ella.
—En la habitación vieja de nuestros padres —susurro, poniendo una pequeña sonrisa triste.
Hilary nunca la conoció, ella era tan solo una bebé cuando todo ocurrió y no la recuerda. Eso le duele, a pesar de que no decida decirlo.
—Ly... —suspire, colocándome de cuclillas frente a ella—. ¿Sabes qué? Quédatela, no importa, ¿bien? Vamos, sube a dejarla en tu cuarto.
Sonrió emocionada y sin decir nada más salió corriendo escaleras arriba con la foto abrazada a su pecho.
Ahora en lugar de alguna cuna tendría que haber una cama, supongo que mi padre se había encargado de ello.
—Ultima maleta —canturreo papá al dejar la maleta en el suelo junto al que era el comedor—. Oficialmente nos hemos convertido en familia de Forks, de nuevo.
Me abrazo por los hombros y lo oí suspirar. Sabía que esta casa le recordaba mucho a mi madre, en realidad a mi también; todo aquí era un recuerdo vivo de ella.
Las pinturas de las paredes ella las había elegido tras casarse con papá, al igual que los muebles. En realidad, esta era su casa del sueño, con la cual había soñado siempre.
—Todo sigue como lo dejamos, pa' —solté, recargando mi cabeza en su hombro—. Exactamente igual.
—Si... —suspiro, besando mi cabeza—. Volvimos solo por mi trabajo. Charlie me ofreció un puesto aquí y dijo que necesitaba ayuda, no pude negarme.
—Es difícil volver pero nos acoplaremos —afirme, en un intento de ser positiva—. Además, el ambiente es lindo y ayudará más a Ly, ya sabes cómo es de creativa.
El rió y asintió, masajeando su barbilla con diversión—. Ella es la más feliz con todo esto, ¿verdad?
Reí y asentí—. Sip.
—Era de esperarse.
—¡No estoy sorda, puedo oírlos!
Papá y yo chocamos los cinco y seguimos riéndonos por un rato más.
EL AROMA A BOSQUE Y HUMEDAD LLEGÓ A MIS FOSAS NASALES TAN RÁPIDO COMO ME PARÉ EN EL PATIO DE NUESTRA VIEJA CASA. No tenía muchos recuerdos de Forks en mi niñez, lo maximo que lograba recordar era el enorme bosque al cual tenía prohibido ir, aún que más de una vez me escabullía e iba hacia allá sin que mis padres se diesen cuenta de ello.
Un claro ejemplo es el campo repleto de flores que encontré aquel día, uno de los pocos días soleados que había al año en el lugar. También recordaba muy bien a ese muchacho brilloso, me pensé muchos años el porqué brillaba bajo los rayos del sol, pero intuí con el tiempo que debía de ser algo así como maquillaje. El chico guapo, supongo que debía tener alrededor de diecisiete años más o menos, lo que ahora lo haría un hombre de treinta y tantos años, tal vez cuarenta.
Ladee la cabeza ligeramente al sentir como una pequeña ráfaga de viento cruzaba por mi espalda causándome un ligero escalofrío. Si bien Forks era realmente deprimente visualmente hablando, había algo especial en el que no mucha gente podía descubrir, ni yo misma sabía que era aquello tan especial pero siempre e tenido un sexto sentido perfectamente desarrollado.
Estuve ajena a todo el ruido a mis costados por largos minutos, hasta que un par de pisadas detrás mío hicieron que reaccionase.
—Mara —mire sobre mi hombro a mi hermana, mientras metía mis manos dentro de las bolsas de mi chaqueta.
—¿Qué sucede, Ly? —pregunte, dándome media vuelta, dándole la espalda al bosque para mirar a mi hermana.
Hilary pasó sus manos por su cabello, en un intento de alisarlo—. Tocaron a la puerta, papá abrió, y ahora quiere que vayas a saludar a la gente.
—¿Gente? —fruncí el ceño—. Ósea, ¿mas de una persona?
Mi hermana asintió—. Son dos nada más, dos hombres: uno mayor y uno de tu edad probablemente.
—Debe ser algún viejo amigo de mi padre —quite importancia—. ¿Te dijo para que me quería allá?
—Para que saludes, ya te lo había dicho —volvió a hablar Hilary con notable irritación ante mi falta de retención de información.
Rodee los ojos, divertida—. Ya voy para allá.
—¡No, no, no! Vine por ti, me voy contigo —tomó mi mano y comenzó a hablar de ella, apenas y podía moverme con sus pocas fuerzas, cosa que resultaba divertida al verla intentar jalarme con todas sus fuerzas.
—Ya vamos pues.
Me rendí y esta vez la jale yo a ella para caminar dentro de la casa con Hilary de la mano.
Apenas nos adentramos por la puerta de la cocina a la casa las voces de los hombres se dejaron oír, unas mucho más graves que las otras, pero al parecer ninguno había notado el sonido de la puerta cerrándose.
—¡Mírate! ¿Hiciste pesas? Esa barba larga se te ve muy bien, eh —sabia que se refería a la barba de mi padre por lo que sonreí divertida.
La risa de papá se escuchó hasta acá.
—Es barba de meses apenas y...
—Es como de casi dos años, pa', no seas modesto —informe de mi presencia, quitándome la gran chamarra que me había puesto para evitar resfriarme y dejándome solo en mi camisa térmica negra larga—. Aunque si, te queda muy bien.
Note que, efectivamente, habían dos personas más en casa de visita. Uno de ellos, el mayor visiblemente, iba en silla de ruedas. Tenía el cabello largo azabache y sus pocas arrugas me daban a entender que tenía poco más de... ¿cuarenta? Quizás unos cincuenta años, más o menos.
A su lado de pie estaba el muchacho joven del que Hilary había hablado. Al igual que su padre llevaba su cabello largo, negro. Podía afirmar que tenía el cabello mucho más sedoso que el mío. Sus facciones eran lindas, era guapo si soy sincera. Tenía una preciosa piel sedosa de color rojizo y ojos oscuros sobre los pómulos pronunciados.
El chico me sonrió al mirarme al igual que su padre.
—¡Pero mira nada más! Que grande estás, Sami —alce mis cejas, ¿era normal que me conociera pero yo no a ellos?—. Billy Black, ¿me recuerdas?
Hice una mueca y lleve mi mano hacia la parte trasera de mi cuello, nerviosa.
—Eh, no —negué, sacándole una risa al tal Billy Black. Ahora que papá lo había mencionado me sonó pero nada más.
—Al menos eres honesta, cariño —alegó Billy, una vez dejó de reír—. Entonces un gusto, Sami, soy Billy Black y él es mi hijo Jacob.
Jacob alzó su mano en mi dirección y la movió de lado a lado—. Hola.
Repetí su acto—. Holis.
—¿Se quedan a comer? —inquirió mi padre, poniéndose de pie para pasar un brazo por los hombros de mi hermanita.
Billy negó—. No queremos molestar, además debemos volver a La Reserva, Jacob tiene cosas que hacer para su escuela.
—¿Vas a ir a la misma que yo? —inquirí, sintiendo que mi voz salía con súplica.
No quiero ser la nueva, demonios, es incómodo.
Jacob negó, tímido—. No... voy a la escuela en la reservación.
—Oh... —fue lo único que dije, antes de equilibrar de nuevo mis pensamientos y sonreírle ligeramente—. ¿Quieren algo? ¿Agua?
Billy miró a su hijo y asintió, Jacob dudoso igualmente lo hizo, solo que este ultimo alegó que me ayudaría.
Y así fue como me siguió hasta la cocina.
—Quizás recuerdes más a mis hermanas mayores.
—Rachel y Rebecca —recordé de pronto, mientras él me tendía un par de vasos de la parte de arriba de la alacena que papá se había encargado de acomodar.
Charlie, mi padre y Billy nos habían abandonado juntas muchas veces para
mantenernos ocupadas mientras pescaban. Todas éramos demasiado tímidas para hacer muchos progresos como amigas.
—También deberías recordar a las chicas Swan: Bella y Alessia.
Parpadeé un par de veces, pensativa. Me sonaban sus nombres, pero tenía pésima retención de memoria.
—Me suenan de algo, si —asentí, tomando la manija del tarro con agua para servirla en los vasos.
—Solíamos jugar a hacer pasteles de lodo —recordó Jacob, tomando el vaso que le tendía con una sonrisa para después beber de él.
—Papá me comentó que las hijas de Charlie también volvían a Forks, así que asumo que ya están aquí. ¿Cómo están tus hermanas? ¿Están aquí? —inquirí mientras tomaba el otro vaso sobrante para Billy.
—No —Jacob negó con la cabeza—. Rachel tiene una beca del Estado de Washington y Rebecca se casó con un surfista samoano. Ahora vive en Hawai.
—¿Está casada? Vaya —estaba atónita. Las gemelas apenas tenían un año más que yo.
—¿Te gusto la noticia de manejar esa camioneta? —preguntó.
—Me encanto.
—Es muy lento —se rió—. Respiré aliviado cuando Sam dijo que volvían. Papá no me hubiera dejado ponerme a trabajar en la construcción de otro coche mientras tuviéramos uno en perfectas condiciones que tuviera que mover todos los días para evitar que se descompusiera.
—No es tan lento —objeté, recargándome en la barda de la cocina.
—¿En el viaje hacia acá tu padre intentó pasar de sesenta?
—No.
—Bien. No lo hagas cuando vayas a conducir.
Esbozó una amplia sonrisa y no pude evitar devolvérsela.
—Eso lo mejora en caso de accidente —alegué en defensa de mi camioneta.
—Dudo que un tanque pudiera con ese viejo dinosaurio —admitió entre risas.
—Así que fabricas coches... —comenté, impresionada.
—Cuando dispongo de tiempo libre y de piezas. ¿No sabrás por un casual
dónde puedo adquirir un cilindro maestro para un Volkswagen Rabbit del ochenta y seis? —añadió jocosamente. Tenía una voz amable y ronca.
—Lo siento —me eché a reír—. No he visto ninguno últimamente, pero estaré ojo avizor para avisarte.
Como si yo supiera qué era eso. Era muy fácil conversar con él. Exhibió una sonrisa radiante y me contempló en señal de apreciación, de una forma que había aprendido a reconocer.
Tome el vaso de Billy y salí junto a él de la cocina, llegando de nuevo a la sala de estar en donde Hilary le mostraba su colección de juegos de mesa a Billy.
Sonreí sin poder evitarlo.
Pasaron en casa un largo rato hasta que la noche comenzó a caer en un abrir y cerrar de ojos.
Estábamos afuera de la casa, despidiéndonos de ambos Black.
—Ha sido un placer volver a verte —dijo Jacob, acercándose a mi.
—La verdad es que sí. Cuando papá vaya a visitar a Billy prometo ir junto con él —prometí.
Su sonrisa se ensanchó—. Eso sería estupendo.
—Y gracias —añadí de corazón.
Les sonreí a ambos Black una última vez antes de verlos desaparecer por entre la oscuridad.
[+10 comentarios y +20 votos en este y el anterior apartado para el cap 003.]
———AUTHOR'S NOTE. holiwis chicuelas y chicuelos, ¿como están? ¿qué tal su fin de semana? no me quejo del mío, pero no quiero que mis vacaciones terminen, basta.
hasta este momento (que no es tan largo) ¿qué les parece sam ahorita? basta, lo que no quiero es que odien a mi niña, ok? ok sjkfjsf.
recuerden, voten, comenten y compartan la historia para que así crezca esta pequeña gran familia💕
eso es todo travesuritas, soooooo
-✨Travesura Realizada✨-
Majo P.
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