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Capítulo 1: Muspelheim

A salvo.

Las seis gemas del infinito están a salvo y resguardadas. Thor y yo nos habíamos asegurado, durante un largo tiempo, de que así fuera.

La gema del espacio estaba en Asgard resguardada y protegida por el poder de "el padre de todo" y sus legiones de einherjar.

Las gemas del tiempo y la mente estaban en Midgard. La primera estaba resguardada con recelo por un grupo de fanáticos que se dedicaban a proteger el orden natural de las cosas, los detalles eran bastante ambiguos, pero los escritos que habíamos encontrado aseguraban la protección de dicha piedra. La segunda gema estaba con Visón o, mejor dicho, era parte de él.

La gema de la realidad estaba guardada en los confines del Universo con el Coleccionista, según Sif.

La gema del poder había sido entregada hace un par de años a los Nova.

La ultima gema, la del alma, su ubicación se había perdido hace muchos siglos atrás y nadie sabía dónde se encontraba. Había rumores de un mapa, pero este se desapareció de una manera misteriosa.

El Universo estaba a salvo de las garras de Thanos, pero sabíamos que él no pararía hasta encontrar las gemas y más nos valía hallarle a él mientras no tuviera ningún poder. Así que ambos no paramos de recorrer galaxias y planetas buscando, sobornando y amenazando a cualquiera que tuviera información sobre la ubicación del titán loco, pero nadie parecía saber nada. Muchos sospechaban que él se encontraba en su planeta, Titán, pero hace varias generaciones atrás que nadie sabía cómo llegar a tan olvidado lugar.

A pesar de todo esto, seguía sin saber cómo toda nuestra búsqueda nos había traído hasta Muspelheim. Peor aún, no recordaba cómo era que nos habían encerrado, pero apostaría mi vida que había sido culpa de Thor y su gran boca.

No importaba cuanto recordara nuestro recorrido, no tenía ni idea de cómo era que habíamos llegado hasta acá y como había dejado al dios del trueno que me arrastrara hasta acá, el mundo más peligro para un Gler. Nuestros poderes eran inútiles ante el fuego de este planeta, por lo que me encontraba tan inofensiva como cualquier mortal si no fuera por mis habilidades en el campo de batalla. ¿Cómo era que me había dejado arrastrar por Thor hasta este mundo? ¡Muspelheim tenía que ser!

Comencé a sentir un fuerte dolor en mi cuello que me recorría hasta la columna y provocaba que comenzara a dolerme la cabeza. Intenté moverme para acomodarme mejor pero las estúpidas cadenas no me daban demasiada libertad. Mis brazos estaban pegados a mi cuerpo y no podía separar las piernas, era como un gusano inservible. En otras circunstancias habría congelado en un segundo las cadenas, pero... ¡no tenía mis poderes! ¡Gracias, Thor! No tengo ni la menor idea de cómo vamos a salir ahora de este embrollo.

En realidad, ¿cuándo tendríamos por fin una vida pacifica? ¿Cuándo sería el día en que mis amigos o yo no tuviéramos que enfrentar a la muerte cara a cara? ¿Cuándo sería el maldito día que dejaría de ver a los que amo morir? Tanto Thor como yo habíamos estado caminando por un largo tiempo este camino de muerte y destrucción, la pérdida formaba parte de nosotros. Cada vez había más huecos y resquebrajaduras en mi corazón, no sabía cuánto más sería capaz de soportar. ¿Cuál sería la herida que terminaría por romperme hasta el punto de hacerme decir: "¡Basta!"? O tal vez nunca llegaría a ese punto debido a que yo podría estar muerta. Uno nunca sabe y más en este trayecto tan incierto.

Thor y yo nos habíamos dedicado por completo a dar nuestras vidas por salvar la de millones y millones, no solo seres humanos sino también de criaturas que tal vez podríamos hasta ignorar su existencia. ¿Sabrían el sacrificio que estábamos haciendo por ellos? Hemos perdido tanto y ¿todo para qué? ¿Salvar el Universo?

En los últimos días no paraba de preguntarme porque era que yo hacía todo esto. Tenía un hogar, tenía un trono y una corona que me esperaban, tenía una familia a la cual podría regresar. Recordaba cómo era que todo esto había empezado y... creía que había sido en Asgard con todas esas batallas y guerras, pero con el tiempo pude darme cuenta que no fue así. Todo esto empezó en Midgard, con S.H.I.E.L.D. Me había unido a ellos cuando creía que mi vida no tenía un propósito. Salvar vidas, sin que ellos se dieran cuenta de que lo hacía, le había dado un sentido a mi propia existencia vacía. Aunque ahora en lugar de darle sentido a mi vida, sentía que la estaba succionando o tal vez era que... había piezas en mi corazón que aún faltaban y no podía darme el lujo de reacomodar o volver a poner esas piezas faltantes.

Después de toda esta encrucijada voy a tener que tomar un respiro y pensar en todo lo que he pasado en este último tiempo.

La pérdida de Loki.

La pérdida de Pietro.

Thor... ¿qué está pasando?

El sudor me recorría las sienes y no sabía cuánto más tiempo iba a poder soportar estar aquí. Entre más estuviera en Muspelheim podía sentir como mi helada esencia se evaporaba de mí. Donde antes había una brisa fresca ahora habitaba un agobiante calor que comenzaba a asfixiarme.

Escuché un crujido y rápidamente me puse alerta, aun cuando no fuera capaz de responder al ataque. De la nada el suelo de la jaula se abrió y caí.

Caí y caí al precipicio. No pude evitar gritar al ver que estaba tan cerca del suelo, pero me detuve de golpe. Gruñí al sentir el tirón de las cadenas las cuales habían parado mi caída. Cerré los ojos un momento intentando controlar el terrible mareo que había dado y que empeoraba al sentir las cadenas que me hacían girar y me mantenían suspendida en el aire.

Abrí los ojos para ver donde estaba y un alivio enorme se apodero de mí al encontrarme con los cabellos rubios del dios del trueno. Thor también estaba encadenado y suspendido en el aire como yo.

—Thor—gemí ante el terrible mareo que me atacó.

— ¡Jemma! ¿Estás bien?

—Yo...

Antes de poder responderle algo a mi amigo me vi interrumpida por una carcajada maliciosa que retumbó en todo el lugar. Un estremecimiento me recorrió la columna al ver que ante nosotros estaba Surtur, gobernante de Muspelheim, sentado en su enorme trono de roca.

—Thor, hijo de Odín.

Para él yo era la criatura más insignificante de todo el cosmos, una rata podría ser más importante para Surtur, por tal motivo solo se dirigía al rubio a mi lado.

—Surtur, hijo de... de perra—apreté los labios para no comenzar a reír ante lo que había dicho Thor—, aun sigues con vida. Creí que mi padre te había eliminado hace como medio millón de años.

—No puedo morir. No hasta que cumpla mi destino y deje a tu hogar en ruinas.

—Es gracioso que menciones eso, porque estos días he sufrido terribles pesadillas—Oh, sí. Las pesadillas de Thor. Después de lo ocurrido en Sokovia el despertaba cada cierto tiempo con pesadillas y cada día eran peor. Me partía el corazón no poder hacer nada por él—. Asgard ardiendo en llamas y cayendo en ruinas. Y tú, Surtur, eres el centro de las pesadillas.

—Entonces has visto el Ragnarök, la caída de Asgard. ¡La gran profecía se...!

El discurso apocalíptico de Surtur se vio interrumpido por Thor.

—Espera, espera—las cadenas de Thor había comenzado a hacerle girar de nuevo en el aire haciendo que perdiera el contacto visual con el gran demonio—. Vuelvo en unos momentos. De verdad sentí una conexión entre los dos—no pude evitar poner los ojos en blanco ante las tonterías del dios del trueno. Las cadenas del asgardiano pararon de girar y volvió a estar cara a cara con el gobernante de Muspelheim—. Con que el... el Ragnarök. Háblame sobre eso, explícame.

Sentía que minuto a minuto el calor comenzaba a aumentar, no solo en el exterior sino dentro de mí y... ¡un Gler jamás debía sentir calor en su interior! Esto estaba poniéndose mal, muy mal.

—Mi tiempo ha llegado. Cuando mi corona se reúna con la llama eterna mi poder se restaurará al máximo. ¡Seré más alto que las montañas y enterraré mi espada en el corazón de Asgard!

—Espera, dame un segundo—miré a Thor y bufé al notar que de nuevo estaba girando como una clase de... piñata—. Te juro que no me estoy moviendo, está girando solo. Cuanto lo siento—de nuevo se detuvo y en ese momento comencé a sentir mis pulmones pesados y que comenzaban a arder—. Entonces, déjame ver si entendí bien. ¿Tú vas a colocar tu corona dentro de la llama eterna y de pronto crecerás del tamaño de una casa?

— ¡Una montaña!

Mi vista comenzó a tornarse borrosa y a la cabeza me pesaba demasiado. La mera presencia de Surtur intensificaba mi lenta agonía. Estaba muriendo de la manera más cruel posible. Vamos, Thor... para.

— ¿La llama eterna que Odín conserva encerrada en Asgard?

—Odín no se encuentra en Asgard—aquellas simples palabras trajeron un poco de consciencia en mí e hicieron que mi corazón se acelerara. ¡Eso no podía ser verdad! La última vez que lo vimos fue...—y tu ausencia ha dejado el trono sin defensas.

—Entiendo, ¿y dónde está la corona?

—Esta es mi corona—señaló sus cuernos— ¡La fuente de mi poder!

—Ah, eso es una corona, creí que era una ceja enorme.

— ¡Es una corona!

—En fin, entonces ¿todo lo que tengo que hacer para evitar el Ragnarök es arrancarte esa cejota?

Surtur se rió de forma burlesca mientras mis fuerzas comenzaban a desfallecer.

—Pero el Ragnarök ya ha comenzado. Tú no puedes detenerlo.

Surtur se levantó, cuando alto y ancho era, de su enorme trono y con él trajo su espada arrastrándola. Con cada paso que el gran demonio daba su arma chirriaba al ser arrastrada por el suelo y echaba chispas. Tomó las cadenas de Thor y a pesar de estar a unos metros de mí pude sentir el calor sofocante que emanaba el cuerpo de Surtur. Su mera presencia me ahogaba y sentía como si una mano estuviera alrededor de mi cuello impidiéndome respirar.

—Soy la perdición de Asgard al igual que tú. Todos sufrirán. Todos van a morir.

—Ah, que intenso eres y siendo honestos ver así aumentar tu tamaño y que incendies un planeta sería todo un espectáculo, pero creo que tendré que escoger la opción b: en la que me libero de estas cadenas, te arranco de la frente esa tiara y la guardo en la bóveda de Asgard.

Sentí los parpados pesados, pero luché por mantenerme consciente.

—No puedes detener el Ragnarök, ¿por qué combatirlo?

—Por qué es lo que hace los héroes—Thor se quedó en silencio y hubo silencio un tanto incomodo, pero entendí cuál era todo el propósito de su pausa dramática. El dios del trueno podría ser excelente manejando el martillo, pero calculando la distancia que lo separaba de este... bueno, digamos que nunca fue algo que se le dieran bien—. Espera, lo siento, los cálculos fallaron—un constante golpeteo comenzó a oírse y cada vez era más cerca y reconocí el ruido de Mjölnir al romper paredes. Surtur giró el rostro al escuchar ese sonido—Y... ahora.

Mjölnir pasó volando a toda velocidad y Thor separó con fuerza sus brazos para librarse de las cadenas. Ahora podía recordar un poco como era que habíamos terminado enjaulados, lo había hecho a propósito.

El poderoso martillo pasó volando frente a su dueño y este lo tomó para salir volando y alejarse de Surtur.

—Has cometido un terrible error, hijo de Odín.

—En efecto, los cometo todo el tiempo—una bestia rugió desde su cueva—. Al final, todo parece arreglarse.

Más rugidos y gruñidos acompañaron al de la bestia y pude ver alrededor como era que criaturas infernales y demonios salían de todos los rincones y corrían directamente hasta el dios del trueno. La primera criatura le dio alcance, pero Thor lo destrozó de un solo puñetazo y sin más comenzó a pelear con todos aquellos seres abominables.

Mi conciencia iba y venía, desfallecía por momentos mientras me preocupaba por Thor, él estaba solo con su martillo, pero se defendía bastante bien. Siempre había pensado que lo que el dios del trueno hacía con su arma era como una clase de danza sincronizada. Él y su martillo eran uno, como una extensión de su cuerpo y de su poder.

Mi conciencia regresó y la horda de criaturas ya no estaba, ahora eran Thor contra Surtur. El gobernante de Muspelheim blandió su espada y de esta salió una enorme lengua de fuego que amenazó con consumir al príncipe de Asgard, pero este hizo girar su martillo usándolo como protección para evadir el fuego.

El nórdico usó toda su fuerza y logró llegar hasta la cara de Surtur para golpearle con Mjölnir sin piedad alguna. Golpeo una y otra vez, lazó su martillo cargado de rayos contra el gigantesco ser demoniaco hasta que la corona de Surtur cayó al suelo con un enorme estrepito y pude sentir como podía volver a respirar.

Mi respiración se normalizó, pero aun sentía la sequía de mis poderes y como mi cuerpo estaba débil. Necesitaba salir con urgencia de Muspelheim o, a pesar de la muerte de Surtur, yo iba a acabar por extinguirme también.

— ¡Thor! —jadeé sin fuerza.

— ¿Qué haces ahí colgada aun? ¡No me ayudaste!

— ¡Idiota! —Gruñí— ¡Te dije que me quedaría sin poderes!

—Maldita sea, Jemma. No creí que fuera en serio—cuando volviera a tener fuerzas lo iba a golpear hasta cansarme. Thor lanzó su martillo rompiendo mis cadenas. Caí de nuevo pero él me atrapo entre sus firmes y fuertes brazos—. De haber creído que era en serio—murmuró con la respiración agitada y cerca de mi rostro—no habría insistido en que vinieras.

—No te iba a dejar venir solo, tonto.

Sus ojos azules me inspeccionaron y no pude evitar estremecerme ante su mirada tan clara y azul, a pesar de estar cubierto de hollín sus ojos eran unos dulces luceros que no paraban de decirme: "Todo estará bien", y últimamente, yo le creía.

—Espera un momento—me bajó con cuidado y me dejó recargada contra un muro. Tomó mis cadenas y la corona de Surtur para sujetársela a la espalda. Volvió a por mí para sujetarme por la cintura y yo le abracé por el cuello. Gruñidos comenzaron a oírse por la caverna y una nueva horda de demonios comenzó a llegar—. Heimdall, sé que ha pasado tiempo, pero necesito una salida rápida—Thor alzó su brazo junto con su martillo, pero... nada pasó—. ¿Heimdall?

Mi corazón se aceleró lleno de preocupación al ver que no había respuesta por parte del guardián del Bifröst.

— ¿Crees que habrá ido al baño?

Las criaturas llegaron hasta nosotros, pero Thor les mantuvo a raya golpeándolos con su martillo o enviando rayos. No sabíamos cuanto más íbamos a soportar estando a aquí.

La bestia dragón se liberó de sus cadenas y corrió para atacarnos. Thor no esperó más y me alzó de forma que pude enredar mis piernas en sus caderas o al menos eso intenté debido a mi falta de fuerza, él fue quien me sostuvo para no caer.

Rápidamente el rubio hizo girar su martillo y ambos salimos volando de la guarida subterránea de Surtur. Thor rompió el techo y caímos en la superficie del planeta, donde el calor era más sofocante. El dios del trueno tropezó y ambos caímos de bruces contra el suelo. El nórdico se levantó para después ayudarme a mí a ponerme en pie y volvió a llamar al guardián del puente.

—Heimdall, responde.

—Thor—murmuré sintiendo un enorme dolor creciente en mí—, no creo soportar más.

La tierra crujió bajo nuestros pies y salimos expulsados cuando esta se abrió cuando el dragón brotó como una margarita. Tomó a Thor entre sus fauces y grité horrorizada. Ambos pelearon y al dios del trueno solo le bastó con poner a Mjölnir en el hocico de la bestia para inmovilizarlo.

—Quieto—señaló al monstruo advirtiéndole para después mirar hacia el cielo—. ¡Heimdall! ¡Se me agotan las opciones! ¡Heimdall!

El mundo entero se estremeció ante el gruñido de las criaturas demoniacas que subían y venían por nosotros. Thor me tomó entre sus brazos de nuevo y empezó a correr. Al estar a una distancia prudente llamó a su martillo para tomarlo y salir volando, lo cual implicaba que la bestia estuviera libre.

Volamos y el dios del trueno intentó ir lo más rápido que podía, pero la bestia nos estaba dándonos alcance. Estaba tan cerca que sentía su aliento de fuego.

— ¡Thor! —grité con horror.

Este era el fin.

Un estruendo irrumpió en todo Muspelheim y de golpe fuimos tragados por el Bifröst. Los colores del puente nos envolvieron llevándonos hasta nuestro antiguo hogar: Asgard.

Mientras más lejos estaba de Muspelheim mejor comenzaba a sentirme. Un aire fresco y helado comenzó a enfriar mis venas poco a poco sintiendo como mi poder y mi vitalidad eran restaurados.

Al fin íbamos a volver a casa. Tal vez podríamos tomarnos un descanso de toda esta locura y masacre que había estado rondándonos. Podríamos tener un poco de paz.

Pero no tenía idea de lo retorcidas y dolorosasque estaban por ponerse las cosas.

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