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Epílogos

Epilogo #1

Con su rey muerto y la espada del crepusculo perdida, el caos se apodero de Muspelheim, al menos por un tiempo. Luchas por el trono tuvieron lugar a lo largo y ancho del reino, sangre se derramo y cadáveres se esparcieron por todo el territorio, pero gracias a eso, ahora alguien reclama el trono del reino de fuego. 

—Surtur gobernó por tanto tiempo que nadie aquí recuerda si al menos hubo un rey antes que el— expreso una voz femenina desde lo alto —Nos llevo por una senda maldita, nos volvió guerreros, alimento nuestras ansias de sangre y nos limito a buscarla en los parajes de Asgard. Eso se acabo, ¡Hoy comienza una nueva era! ¡¡Muspelheim se extenderá desde las frías raíces de Yggdrasil hasta lo alto de su copa!! ¡¡El fuego lo cubrirá todo!!— grito con pasión la nueva reina, recibiendo la ovación de su pueblo. 

—¡¡Los ocho reinos serán nuestros!!—

—¡¡Fuego y cenizas hasta donde alcance la vista!!— 

—¡¡Larga vida a la reina Sindr!!—


Epilogo #2

Thor jamás volvió a por su hermano y en consecuencia, este permaneció al servicio de Hella, fungiendo como su sirviente personal y su consorte ocasional. Hell, a diferencia del resto de reinos, floreció como nunca antes gracias a la muerte que se extendió por el Yggdrasil debido a las bajas durante el Ragnarok y los desastres provocado por la sacudida del árbol del mundo y las posteriores plagas que se desataron en los ocho reinos. 

Ahora, Hella se encuentra de pie en uno de los balcones de su blanco palacio, observando su cada vez más vasto reino y sintiendo el aire rebosante de las almas recién llegadas y los lamentos de estas. A sus espaldas reposa su querido hermano, condenado por el padre de todo a un destino similar al suyo, estando ahora vivo y muerto a la vez. 

El gran lobo descansa, dormitando más siempre atento a cualquier peligro que amenace su nuevo hogar y a su familia. 

Por su parte, Hella sostiene entre sus brazos un pequeño bulto cubierto en mantas, el cual se mueve a la par que emite ligeros quejidos molestos. 

—¿Que pasa pequeño? ¿Ansioso por conocer tu hogar?— hablo de forma maternal aquella diosa de la muerte, apartando las mantas para descubrir a un pequeño niño varón, de apenas unos días de nacido. Nada más ver el cielo, un destello eléctrico ilumino los ojos del infante y en respuesta un relámpago surco las nubes. El pequeño rio juguetón y su madre sonrió. Fenrir se aleto por el rayo, levantando la cabeza y empezando a gruñir —Tranquilo hermano, ya no hay un Thor del que preocuparse. Ahora el rayo es nuestro para comandar— dijo con soberbia la reina, acercando al bebe para que el lobo lo viera y olfateara. 

—¿Bebe? ¿Relámpago?— atado cual animal por Asgard, Fenrir nunca desarrollo su mente. Odín ciertamente lo intento, pero el odio que el animal sentía por el padre de todo le impedía pensar en otra cosa más que matar cuando estaba en su presencia y su padre nunca mostro interés en educarlo, pero ahora bajo el cuidado de su hermana, Fenrir rápidamente desarrollaba su lengua. 

—Así es hermano, tu sobrino— el bebe, curioso y carente de temor, extendió su pequeña manita, alcanzando el morro del lobo. Y contra todo pronostico, el hijo de Loki cerro sus ojos y se relajo, sintiendo por primera vez el calor de otro ser —El hijo maldito del rayo y la muerte misma— sentenció Hella, con una mezcla de emociones en su voz. 


Epilogo #3

Pese a todo, Asgard había sobrevivido. Pero ahora separado a la fuerza del árbol del mundo y mantenido en pie gracias a la magia y poderes blasfemos del padre de todo, el reino estaba en su estado más deplorable desde la muerte de Bor. Costara mucho tiempo y esfuerzo hacerlo grande y brillante de nuevo, pero aquello tomara tiempo y Odín tiene asuntos que atender.

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En los fuegos del averno, los demonios rugen y blasfeman en contra de un dios pagano. Murmuran y confabulan mientras el padre de todo marcha firme hacía el centro del infierno, hacía el gran palacio de magma y roca volcánica, ignorando las suplicas de los pecadores a su paso. 

Al llegar a las puertas, dos demonios le cortan el paso.

—He venido para hablar con su señor criaturas— afirmo el dios. 

—Ningún dios es bienvenido en el infierno Odín— dijo sin pizca de respeto el primero de los demonios.

—Pero por favor, intenta entrar, nos divertiremos jugando con tu cadáver— pidió el segundo con una horrenda sonrisa, que dejaba a la vista sus desiguales colmillos. Odín no respondió, solo apretó los puños y se preparo para una confrontación. Los estúpidos demonios ya saboreaban la sangre del dios e imaginaban lo que sería poseer el poder del padre de todo, pero antes de ser masacrados, las puertas se abrieron a sus espaldas, dando paso a una atractiva mujer de tez morena y armadura plateada, quién tenía la mitad del rostro putrefacta. 

—Lucifer vera a nuestro visitante ahora— dijo, sorprendiendo e irritando a los demonios guardianes. Estaban tentados a desobedecer la orden y atacar, pero su lealtad al señor de los infiernos era mayor, por lo que le permitieron el paso al hijo de Bor. 

Algunos minutos después, Odín llegaba al trono del infierno, en el cual reposaba el primero de los caídos, con una expresión bastante seria. El padre de todo no era alguien al que el ángel quisiera como enemigo. 

—Vayamos al grano Odín, si vienes por las almas que llegaron a mi reino durante la confusión...— comenzó directo el demonio, más fue interrumpido. 

—Quédatelas, no me interesa— dijo con total desinterés, sorprendiendo al contrario. 

—En ese caso, ¿Que te trae a los infiernos? No es un lugar muy digno para un dios— sorprendiendo de nueva cuenta al demonio mismo, Odín extendió su mano y manifestó en su palma un intenso fuego que tomo la forma de una espada.

—La espada crepuscular— sentencio con un atisbo de emoción la demonio de doble cara. 

—Es tuya— dijo Odín. Al instante, Lucifer se puso a la defensiva. 

—¿Cuál es el truco en esto?—

—No hay truco—

—No te creo, no hay forma de que le entregues un arma capaz de destruir reinos enteros a alguien con tan mala fama entre los dioses—

—Los asuntos entre tu padre y tu no me interesan. No quiero esta cosa en Asgard y eres mi mejor opción, no eres un crédulo que se corromperá al poseer el poder de la espada y eres lo bastante listo como para saber lo que te pasara si intentas usarla en mi contra o en contra de Midgard— desconfiado, Lucifer descendió de su trono al nivel de Odín, tomando la espada con cuidado. 

—¿Qué quieres que haga con ella?—

—Mientras no atentes contra Asgard o Midgard no me interesa el para que la uses. Solo mantenla a salvo— exigió, dando media vuelta sin más palabras para largarse del lugar. 

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Una visita bastante menos amena fue la que hizo el padre de todo al mundo exterior. Las puertas del palacio real reventaron y varios guardias -de diversas especies cabe aclarar- salieron volando en distintas direcciones para dar paso al hijo de Bor, quién se encamino hacía el máximo conquistador que los nueve reinos conocían. 

Allí, sentado en su trono hecho de huesos y con la armadura puesta, reposaba el Kahn del mundo exterior.

—Shao— menciono Odín.

—Es Shao Kahn para ti asgardiano, muestra más respeto si no quieres que tu cabeza adorne una de mis lanzas—

Ante la amenaza, Odín invoco su lanza y manifestó parte de su poder en un aura dorada que lo envolvió. Ante el desafío, el Kahn se puso de pie, sujeto su martillo e hizo lo propio, siendo rodeado por un aura de enfermiza magia verde, la magia de almas. Sumando a lo anterior, una docena de guerreros rodearon al padre de todo, poniendo las cartas a favor del emperador. 

—Sabes perfectamente que tu magia y tus soldados no te salvarán—

—Muchos dioses en muchos mundos dijeron lo mismo antes que tu— dijo Shao, extendiendo su brazo a un costado para señalar múltiples trofeos de victorias pasadas, trofeos que aún desprendían cierta aura divina —Puedo hacer un lugar ahí para tu pequeña lanza— cansado de aquellas demostraciones de poder e intentos de intimidación, Odín gruño y volvió al motivo de su visita. 

—Te atreviste a atacarme aún cuando es gracias a mi que tienes ese trono y el insulso título de Kahn. Una ofensa así no quedara sin castigo— afirmo el dios.

—Yo no te ataque— respondió el emperador. 

—Los engendros de tu mundo atacaron mi reino— dijo entre dientes el dios.

—Un movimiento militar llevado a cabo sin mi conocimiento ni autorización. Todo por obra de él— dijo apuntando a una puerta a su derecha, de la que emergieron dos centauros llevando a rastras a un maltratado y ensangrentado rey Gorbak —Un general con ambiciones más allá de sus capacidades. Ya le he asignado un castigo pero como muestra de buena fe, puedes llevártelo si lo deseas— sugirió, sabiendo que tras tal gran ataque en su contra, lo último que Odín querría sería un prisionero más del que preocuparse. Molesto y sabiendo que era una vil mentira pero a la vez cansado sin el deseo de llevar a su pueblo a otra guerra, el dios solo suspiro molesto, dando media vuelta.

—Aléjate de Asgard, a menos que quieras conocer la ira de un padre de todo— amenazo por última vez el dios, antes de abandonar aquel asqueroso reino. 

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Una corriente que se supone debería ser arcoíris pero que ahora solo reflejaba vomitivos tonos de los colores que debería ostentar golpea los verdes prados de la isla paraíso, depositando a una pequeña legión de einherjar con un agotado Odín al frente. Desprendidos del Yggdrasil, el Bifrost ya no era una opción y transportarse entre reinos resultaba agotador incluso para el padre de todo. 

En respuesta, la reina Hypolita acudió al lugar con su propia legión de amazonas, acompañada también por sus dos hijas. 

—Odín—

—Hyppolyta— se saludaron mutuamente, con respeto y frialdad. Ambos conocían el destino de Thor así como sabían que no estaban el uno para el otro para consolarse, por lo que el motivo de aquella visita provocaba cierto temor en la reina. 

—¿Que trae al padre de todo de vuelta a Themyscira?—

—Asgard ya no forma parte de Yggdrasil, por lo que el viaje a Midgard se vera limitado. La distancia no me permitirá actuar adecuadamente, por lo que me llevare a mis nietas a Asgard para mantenerlas a salvo— lo que la reina temía se hizo realidad. Ya estando preparada para aquello y habiendo informado a sus guerreras, estas se posicionaron frente a las princesas, dispuestas a luchar por ellas. 

—No te las llevaras de mi lado—

—Son el último vestigio de mi hijo, no las dejare bajo la constante amenaza de Zeus y sus olímpicos—

—Yo no las abandonare con alguien tan inestable como para matar a golpes a su propio hijo— afirmo, desenvainando su espada. 

—Considera muy bien tu próximo movimiento mujer— amenazo el dios, a lo que sus guerreros se posicionaron para la confrontación. 

—No te las llevaras— ambos regentes estaban dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias, sin pensar en lo que el resultado significaría para las jóvenes a quienes se supone debían proteger. Increíblemente, la paz vino de la mano más inesperada. 

—¡Alto!—

El abuelo materno de las hijas de Thor hacía acto de presencia para poner orden en la situación, colocándose entre ambos reyes. 

—Nuestras nietas estarán bajo mi protección Odín—

—¿Se supone que esas palabras deben relajarme? ¿Viniendo de un hijo de Zeus?—

—Compartimos el odio hacía mi padre. Ya antes enfrente a los dioses en favor de las amazonas, y no estoy solo— agrego, dejando ver como a sus espaldas se encontraban algunas de las diosas del Olimpo —Torunn y Diana estarán a salvo, tienes mi palabra— Odín lo considero y tras un gruñido bestial añadio. 

—Si algo llega a pasarles, el Olimpo ardera—

—Si mi familia atenta contra las amazonas, ambos marcharemos sobre los restos ardientes del Olimpo— Ares ofreció su mano y Odín le dio un firme apretón, dando inicio a una extraña alianza. 

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Ya estaba todo resuelto, los restos de Surtur esparcidos lejos para que nunca se reformara, la amenaza del mundo exterior no era latente y sus nietas estaban a salvo. Por fin, luego de tanto tiempo, Odín podía descansar. Completamente solo en su salón del trono, el padre de todo pensaba en todo lo ocurrido, pues la culpa lo carcomía y la impotencia lo dominaba. Ese día, por primera vez en años, el padre de todo derramo una única lagrima. Sus pensamientos iban y venían, pero uno que se aferraba era el que le daba vueltas a aquella inscripción en Mjolnir:

"Aquel que empuñe este martillo, si es digno de él, poseerá el poder de Thor" ¿Significaban aquellas palabras que su hijo conocía su lúgubre destino y se preparo para el?

Su pensar se vería interrumpido, cuando un portal multicolor diera paso a una extraña figura humanoide de piel anaranjada y cabello pelirrojo, vestido con ropas de muchos colores, de los cuales predominaban el rojo y el azul. 

—Odín Borson del universo 1, se te acusa de crímenes en contra de la estabilidad del espacio-tiempo y en contra de la vida tal y como la conocemos. Vendrás conmigo bajo custodia— informo aquel ser con total seguridad. Ante aquellas palabras, Odín se levanto y avanzo usando a Gungnir como bastón. 

—Conozco tu tarea, heraldo del multiverso, y respeto tu rol en el balance del todo. Pero aquí, en mi universo, en mi reino, tu no tienes autoridad y careces del poder para someterme—

—Soy consciente, por eso traje refuerzos— más portales, esta vez de colores específicos, se abrieron para dar paso a los aliados de este agente multiversal. 

Los nombrados refuerzos eran diferentes entre si, algunos eran completamente nuevos para Odín mientras que otros lucían familiares, podía jurar incluso que aquella mujer con las navajas provenía de su mismo universo. Pero algo tenían en común y es que todos tenían porte divino, no importaba si eran dioses completos o semidioses, todos en la habitación iban más allá que cualquier mortal.

Y la gota que derramo el vaso, fue aquel individuo que emergió de un ultimo portal, uno rojo. 

—Tiene que ser una broma— expreso con molestia el regente. 

Un reflejo más joven de si mismo, una variante de sus tiempos como héroe, un niño iluso con aspiraciones heroicas. 

—Hagámoslo divertido anciano, no hay muchas en el multiverso que soporten un golpe de Mjolnir— expreso aquel Odín joven, como preludio a la casi inevitable batalla que estaba por acontecer. 

Para empeorar las cosas, lo que ninguna de las deidades y avatares ahí presentes sabía, es que algo más los observaba desde un plano distinto. Atento a lo que sucedía, el responsable de introducir al padre en todo en aquellas blasfemas artes observaba extasiado aquel desenlace, sabiendo que sin el Aesir, sus planes podrían continuar. 

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