Capítulo 9: La condena de los dioses
Algún tiempo atrás, una recamara tenía el honor (o la desdicha) de albergar a los mayores males que los nueve reinos conocían. Aquel gran salón era dividido en nueve partes, las cuales si bien medían exactamente lo mismo y no había muro alguno que las separara eran bastante diferentes entre si, sus colores y arquitectura provenían cada uno de reinos diferentes: construcciones de hielo y estalactitas colgando del techo para Jötunheim, columnas de roca volcánica y lava por todo el suelo para Muspelheim, grandes enredaderas bioluminiscentes y tierra fangosa donde Alfheim, vegetación abundante en la parte de Vanaheim, construcciones de metal y oro donde iba Niðavellir , Niflheim era adornada por huesos y yacía cubierta por una fina capa de escarcha, arquitecturas mixtas conformaban la parte del OutWorld, la cámara de Midgard permanecía como el día en que fue excavada de la piedra, totalmente abandonada, y Asgard parecía la escena de un crimen, repleta de marcas de quemaduras, grietas por las paredes y marcas de arañazos.
Y al centro de todo, donde las distintas zonas convergían, un altar dorado unido por su base a las raíces del mismo Yggdrasil, lleno de agua cristalina y con una gran gema verde en el centro. Es junto a este altar del Bifrost, donde los líderes de las diferentes facciones ahí reunidas se observaban entre ellos, retadores, algunos más amenazantes que otros.
—Y bien ¿Por qué estamos aquí?— pregunto el gran Surtur, harto de aquel tenso silencio.
—Los Jotun llamaron a una reunión— explico, sin mucho interés, Svartáljqfurr el rey de los elfos oscuros.
—Usualmente, mi señor no habría atendido en persona al llamado de los gigantes de escarcha, pero nuestros adivinos presienten que el Ragnarok se ha puesto en marcha— añadió Malekith, consejero del rey y el mayor hechicero en las filas de los elfos oscuros.
—Para todos es sabido, que las profecías del Ragnarok ponen a los de su clase como los mayores responsables del suceso— hablo el rey de los ogros de Vanaheim, cuyo nombre nadie en aquella sala conocía ni se tomaría la molestia en conocer, dado que la corona de aquella especie tan salvaje y bruta poco duraba en la misma cabeza.
—Pronto, no quedaran muchos de nosotros para poder marchar hacía Asgard— afirmo quién fuera el máximo Jotun, con gran desgano en su voz.
—Si, puede que eso sea en parte mi culpa...— una voz fue escuchada. Tras segundos de búsqueda, los presentes hallaron su origen en las sombras de la abandonada Midgard.
—...¿Serviría de algo una disculpa?—
—¡Tu! ¡Maldita rata traidora!— grito el rey gigante, levantándose de golpe y tomando el hacha que hasta entonces reposaba sobre el altar. Ante eso, el resto de los presentes hicieron lo propio, alzando sus armas listos para la confrontación.
—No me gusta lo de rata, aunque lo de traidor parece adecuado. Pero son los asgardianos quienes deberían llamarme así, no ustedes— afirmo en alarmante calma el dios de las mentiras.
—Nos traicionaste al unirte a ellos, deshonras la sangre de corre por tus venas al llamarte hijo de Odín, hermano de Thor— dijo con gran desprecio, en especial aquel último nombre, el rey gigante.
—¿Traicionar? Yo los salve, por mi es que Odín fue en contra de Ve, por mi es que nuestro pueblo sigue con vida. Tu te escondiste aterrado mientras mis padres luchaban contra el azote divino para, solo reclamar el trono una vez todo acabo ¿O me equivoco tío?—
El rey gigante, furioso por tal insolencia, estuvo a punto de abalanzarse en contra del pequeño ser que lo insultaba y al que se negaba a aceptar como familiar, pero se detuvo cuando el más poderoso en aquella sala hablo.
—¿Para eso nos has reunido pequeño Jotun? Para reclamar el trono del reino helado con testigos de los nueve reinos— pregunto sereno Surt.
—Quizá en otro momento, ahora lo importante es planificar el Ragnarok— hablo con gran soberbia el divino embustero.
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De vuelta al presente, nos internamos en las entrañas de Asgard, los calabozos donde el padre de todo encierra a los enemigos del reino, usualmente luego de que Thor los haya derribado.
Las consecuencias de la batalla en la superficie se resienten incluso en estos fríos y oscuros pasillos cuando un temblor sacude las celdas y a los prisioneros dentro de ellas. Allí, ogros, trolls, elfos, hechiceros y toda clase de criaturas comienzan con un coro maldito, gritando de emoción al sentir como el reino al que tanto desprecian comienza a derrumbarse, importándoles poco el hecho de que lo haga sobre sus cabezas.
Solo un individuo se mantiene en calma, un anciano de largos cabellos blancos y piel ya marchita por el paso de los años, vestido por pieles harapientas, el caído en desgracia observa el techo de su prisión, notando como tras cada temblor grietas se forman en el para luego dirigir su atención a la pared de magia pura que lo mantiene encerrado misma que vibra ante cada golpe.
—Tu tiempo como rey ha llegado a su fin hijo de Bor. Es hora de que el verdadero rey reclame su lugar en el trono de Asgard— hablo con voz ronca pero con gran decisión el autoproclamado rey.
Un rugido fue el presagio de la pesadilla, cuando el fuego emergió desde la garganta de la bestia para bañar a las fuerzas de Asgard. Los einherjar que estaban en la línea de fuego fueron carbonizados en el acto, mientras que sus compañeros más lejanos resistieron lo suficiente para morir en agonía en muchos casos o para lanzarse a la batalla con sus cuerpos cubiertos por las llamas.
El filos de las lanzas y las espadas atravesaban las escamas del colosal dragón, pero tan minúsculas eran en comparación a este, que poco daño lograban hacer. Y pese a eso, los guerreros se lanzaban a su muerte, morirían luchando, no revolcándose sobre el suelo en un vano intento de apagar sus cuerpos.
Pronto llegaron las valquirias, revoloteando alrededor de la cabeza del reptil para atacar sus puntos más vulnerables: el cuello y sus muchos ojos. Aquellos cortes fueron más certeros que los destinados a las patas del animales y pronto la sangre draconiana baño los suelos. Pero la bestia no caería tan fácil y abanicando sus enormes alas creo vientos más veloces que los de un huracán, alejando a sus atacantes previo a volver a disparar, rompiendo las filas enemigas.
Luego de aquello arremetió contra los muros de Asgard, embistiéndolos de lleno en un golpe tan brutal, que toda la estructura se sacudió. Los arqueros y las valquirias atacaron con gran fiereza, pero no lograron evitar que el dragón usara su cola para dar un nuevo golpe, generando una grieta prominente en la construcción.
Para finalizar, gas se acumulo en su garganta y una chispa lo encendió, pero antes de disparar un majestuoso halcón voló directamente contra una de sus ojos, logrando arrancarlo con sus afiladas garras. El dolor hizo que la bestia fallara su ataque, volteando hacía arriba y disparando su letal llamarada hacía las nubes, eliminando a algunos jinetes elfos que no esperaban aquello. Con sus ojos sanos, el dragón vio al halcón convertirse en una bella mujer, la cual, al son de un grito guerrero, le clavo su espada hasta el mango en el cuello.
La muerte roja rugió por el dolor, dejando ver como sangre escapaba por su mandíbula. La deidad gruñe al tener que sostenerse de su arma para evitar salir despedida entre los bruscos movimientos del monstruo, en un afán de este por quitársela de encima. Freya puede ver a diversos jinetes volar en su dirección, era obvio que pensaban acabarlo o cuanto menos distraerla para que la bestia terminara su trabajo pero ella no lo permitiría. Conjurando entre dientes logra disparar un hechizo que derriba a uno de los elfos para posteriormente tomar algo brillante de entre su ropa para lanzarlo a otro que se aproximaba, resultando ser semillas que se vuelven enredaderas al tocar el cuerpo del dragón, envolviendo sus alas para hacerlo caer.
Los ataques de la diosa continuaron, más la distracción de los elfos se mostro efectiva cuando la diosa, concentrada en ellos, no vio las garras del inmenso dragón ir en su dirección, logrando golpearla de lleno y arrojándola lejos.
Tras unos momentos de aturdimiento, Freya logro volver en si y antes de tocar el suelo se convirtió en halcón para retomar su misión pero fue interceptada en el aire por aquellos jinetes oscuros. Por su parte, aún con gran dolor, el dragón cargo y lanzo su aliento ardiente directamente a la grieta de la muralla, provocando que esta se fuera agravando progresivamente. Para cuando el fuego se le termino, el muro ya estaba lo bastante dañado, por lo que se paro sobre sus patas traseras para arremeter contra el con todo su peso.
Un golpe y rocas cayeron al otro lado, otro golpe y la parte superior se desmorono. El dragón se alzo para un último impacto, sin ver como, corriendo entre las grietas y rocas sueltas que ahora eran el muro de Asgard, (al menos la parte que aún seguía en pie) la gigante Skadi se dirigía hacía el, dando un gran salto en el último momento para alcanzar la espada de Freya que aún seguía clavada en su cuello y de un movimiento rajarle la garganta.
Pero ya era tarde, estaba hecho, el muro estaba lo bastante desgastado y el cuerpo de aquel gigante abatido fue todo lo que se necesito. El cadáver de la criatura se desplomo sobre la agrietada muralla, terminando por derribarla y con ello, abrir un camino para que los invasores atacaran al pueblo de Asgard.
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Las risas estallaron ante el comentario de Loki, ¿Planificar el Ragnarok? ¿Se había vuelto loco aquel gigante divinizado?
—No hay que planear, tan solo esperar. Llegado el momento, el peso de Asgard será demasiado para los hombros de Odín y cuando el reino dorado se le derrumbe encima, yo estaré ahí para clavar mi espada directo en su núcleo— hablo con total soberbia el rey de Muspelheim, cruzando los brazos frente a su pecho.
—Y es un gran plan, si me permite decirlo, gran señor del fuego. Pero demasiado tardado para mi gusto y, realmente, me gustaría estar involucrado en la caída de Asgard— hablo con fingida inocencia.
—El destino no obedece a tus caprichos, Odínson...— dijo Malekith.
—Farbautison— corrigió, con verdadera molestia, el dios del engaño, más pronto cambio su semblante, a aquel ser despreocupado —Pero es cierto consejero, el destino no obedece los caprichos de nadie, ni siquiera los del todopoderoso padre de todo. Y aún así, el se ha esforzado en ocultarles, los verdaderos detalles de la profecía...— una sonrisa se dibujo en los labios del embustero, al ver la confusión y la creciente furia en los presentes.
—Eso es imposible— menciono Svartáljqfurr.
—¿Lo es? Entonces ¿Como explican la desaparición de Groa?— añadió, para sorpresa de los Jotun.
—¡¿Qué sabes sobre Groa?!— pregunto con ira uno de los gigantes de hielo, cercano al rey.
—¿Sobre la única vidente cuyo saber va más allá que el del propio Odín?— pregunto con malicia —Se que el padre de todo la secuestro al enterarse de sus visiones sobre el Ragnarok y que la mato en un arranque de furia al ver el destino de su gente— aclaro sin prestarle mucha importancia —¿Desean saber cuál fue la información que le costo la vida?—
—¿Porqué hacer esto? ¿Porque traicionar a quien te lo ha dado todo?— pregunto el rey de los ogros.
—Por que como ustedes, odio a Odín y todo lo que representa. Odínme ha usado en más de una ocasión, me ha humillado y no conforme con eso lanzo a Jormungandr a los asquerosos mares de Midgard, condeno a Hella a vivir entre los muertos, encadeno a mi hijo Fenrir como un sucio animal y encerró a Vali en las fosas de Asgard. No se ustedes, pero yo ya estoy harto. Ninguno aquí tiene la fuerza para enfrentarlo, pero juntos, podemos quemar Asgard hasta sus cimientos— tras unos segundos de silencio, su discurso fue respondido, aunque no de la forma esperada.
Grito aquel que respondía al nombre de Alviss, señor de los marginados de Niðavellir —... Esto no es más que otro de tus engaños, buscas servirnos en bandeja de plata para ganarte el favor de Odín, buscas el perdón por una de tus estúpidas bromas—
—Oh mi querido Alviss, no hay perdón que valga para quién asesino al hijo preferido de Odín— dicto Hella, ante lo cual, Loki sonrió con orgullo mientras que los gigantes de hielo se vieron genuinamente sorprendidos. El ver la incredulidad en los ojos de los Jotuns, provoco la duda en el resto de reyes.
—¿Algo que deban compartir?— pregunto uno de los seres más extraños de aquella reunión, uno que los mitos del norte jamás llegarían a conocer. Ante la pregunta y la falta de respuesta por los gigantes, el elfo de rostro bicolor mostro una sonrisa de satisfacción ante la cuál, su rey le permitió hablar, manteniendo un gesto estoico para ocultar la emoción de su ser.
—Seguramente Groa informo a los gigantes -antes de su trágico destino- lo mismo que nuestros místicos descubrieron. Aquel que asesine a Baldur, dará inicio al fin y comandara las fuerzas del Ragnarok en su lucha contra Asgard—
Ante aquella afirmación, aquel ser extraño, de rostro vagamente humano y cuatro brazos, se sentó en un trono, uno que resultaba ser demasiado grande para el, y hablo:
—El Outworld escuchara lo que tengas que decir—
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