Capítulo 11: El resonar del trueno
Usando su lanza para protegerse del ígneo filo enemigo, Odín no podía hacer nada más que mantenerse con una rodilla apoyada en el suelo, sudando a cantaros por el monumental esfuerzo -tal era la fuerza de Surtur, que la tierra bajo los pies Odín se agrietaba y se hundía más con cada segundo- y el calor de aquella espada, que por momentos era comparable al de la superficie del sol.
Con gran esfuerzo, en medio de un rugido bestial, Odín desvía la espada contraria, consiguiendo que esta golpeara con fuerza el suelo y liberara una llamarada que se expendio por kilómetros. El rey gigante intento otra estocada, pero símbolos rúnicos se manifestaron alrededor del cuerpo del padre de todo antes de que este desapareciera en medio de un destello. Furioso, el gigante de fuego golpeo el suelo con su puño, provocando un terremoto y la erupción de varios volcanes dormidos alrededor del planeta.
Lejos de la imagen poderosa que el dios transmitía normalmente, al reaparecer ahora lejos de su enemigo Odín cayo de rodillas sobre el suelo, apoyando sus manos sobre la nieve para evitar una caída total mientras su mente continuaba al borde del colapso por la múltiples visiones que ahora la azotaban. Una en particular, fue la que lo llevo algunos años al pasado.
Un ya tuerto Odín caminaba entre las raíces más antiguas del glorioso Yggdrasil, pudiendo discernir con cada vez mayor claridad un brillo particular. El reflejo de un estanque cristalino rodeado por raíces y hojas del árbol del mundo, en cuya orilla meditaba un hombre delgado ya entrado en años, sin un solo pelo sobre la cabeza pero de prominente barba canosa, cuyos ojos brillaban y que portaba dos pequeños cuernos en la frente. Este era Mimir, guardián del poso de la sabiduría y en más de una ocasión consejero de Odín.
—Mimir— hablo el poderoso Aesir, sacando al guardián del trance en el que estaba.
—¡Odín!— exclamo con gran sorpresa —Vaya sorpresa, no te esperaba— hablo el consejero, levantándose para alcanzar al padre de todo —Imagino que tu viaje por el cosmos finalmente ha terminado—
—Es correcto— respondió Odín, mientras parecía buscar algo en el suelo.
—¿Has conseguido lo que buscabas?— pregunto con bien disimulados nervios, a sabiendas de que los objetivos del rey no siempre eran convenientes para él, o para nadie que no fuera el propio rey.
—Eso y mucho más— afirmo con gran soberbia mientras ralentizaba su andar. Ante aquello, Mimir suspiro por lo bajo y dio una leve negativa por la cabeza, buscando ocultar su decepción por mero instinto de supervivencia aún sabiendo que Odín no necesitaba verlo fijamente para conocer sus movimientos.
—Esas palabras suenan a un mal presagio— insinuó.
—Todo lo contrario mi querido amigo— afirmo Odín, finalmente encontrando lo que buscaba. Con magia manipulo una raíz para que esta se elevara hasta posarse en su mano derecha, en cuya palma reposaba una runa tan negra como el abismo —Representan el fin de todos nuestros problemas—
—Realmente dudo que sea el caso— afirmo el sabio ser, acercándose para observar lo que Odín hacía con una de sus raíces. Ahí, mientras usaba conjuros desconocidos para el propio Mimir, el padre de todo comenzó a deshilachar la raíz, extendiendo los hilos en diferentes direcciones.
—¿Recuerdas a aquella criatura que moraba entre las sombras? ¿La que sembró la locura en las mentes de los mortales mientras estos aún vivían en cuevas?—
—¿Hablas de aquella a la que tu y tu banda de héroes primitivos vencieron y encarcelaron?— pregunto el sabio —Si, la recuerdo bien—
—Pues finalmente he descubierto lo que era, pese a tus esfuerzos por ocultármelo— dijo el dios con desinterés mientras manipulaba algunos hilos en particular, provocándole un hoyo en el estomago a su contrario.
—Yo jamás...—
—Ahórratelo. Entiendo por que me lo ocultaste— aclaro el dios —Aunque no significa que no este molesto—
—¿Puedes culparme? Ya con el poder que posees era impredecible, hablando de un futuro mejor, que el fin justifica los medios, cuando la gran mayoría de veces los resultados de tus acciones terminan empeorando las cosas— dijo, liberando algo que por mucho se había guardado.
—Muchos males han sido necesarios, en ocasiones lo resultados que vez son solo parte del proceso que llevara a la meta final. Más no espero que lo entiendas, ni tu, ni nadie, pues ninguno puede ver las cosas desde mi perspectiva—
—Hablas como un demente— expreso Mimir.
—Viendo lo que estoy a punto de hacer, quizá tengas razón— con esas últimas palabras, Odín alcanzo uno de los muchos hilos, de brillante dorado, y lo extendió frente a ambos.
—El poder de los primigenios es aberrante, blasfemo ¡No importa cuanto creas que puedes usarlo para el bien, te corromperá!—
—Con gusto condenare mi alma al vacío si con eso protejo a mi familia del Ragnarok— afirmo Odín, mientras extrañas runas se materializaban alrededor de el, unas de infinito negro, otras de color nunca antes vistos ni siquiera por los mismos dioses; algunas incluso pareciendo palpitar.
—No solo tu pagaras las consecuencias, Midgard, Asgard, Yggdrasil y toda la existencia como la conocemos se vera afectada por lo que estas por hacer— dijo con temor y gran desaprobación Mimir, más nada podía hacer para impedir lo que estaba por suceder.
Recitando hechizos y conjuros en una lengua maldita y prohibida, Odín marco un antes y un después en la historia de su universo, al haber logrado comprender el incomprensible poder de los primigenios y usarlo para su beneficio, uno que, yendo en contra de la naturaleza intrínseca de estas fuerzas, traería seguridad al universo.
Así, manipulando las mismas fuerzas de aquellos que estuvieron antes, esos que ahora se esconden entre las sombras y reptan por las penumbras esparciendo el horror a su paso, el hijo de Bor uso la raíz del Yggdrasil como un amplificador, para así ser capaz de alterar el espacio y el tiempo. Por mucho tiempo considero alterar la memoria colectiva de todos los posibles involucrados en el Ragnarok más tras mucha prueba y error, se percato de que ello no sería posible. Entonces, se decidió a crear los cambios que quería suscitar en las mentes en las mentes ajenas, lograr lo imposible, en lugar de hacerle creer a los demás que algo paso de una forma, alterar el pasado para que aquello verdaderamente pasara de esa forma.
Más aquello tendría un precio, pues mientras el vórtice de cambio se expandió alrededor del dios y abarcaba el estanque, las runas que había conjurado para su misión comenzaban a afectarlo, traspasando los escudos colocados para llegar hasta su piel y fusionarse con ella, actuando como tatuajes que no hacían más que crecer, contaminando e infectando a la divinidad. Odín apretó los dientes cuando un dolor nunca antes sentidos por nadie se apodero de su cuerpo, pero como el mismo había dicho, su alma era un precio que estaba dispuesto a pagar para cumplir con su meta.
El pasado cambio, los Aesir se volvieron humanos ascendidos por la gracia de Odín y Vili, los mismísimos Buri y Bor se convirtieron en extraviados perseguidos por lobos que llegaron a un oasis mágico, Asgard paso de ser un remanente de la f҉u҉e҉n҉t҉e҉, a un mundo con alta concentración mística y el ojo se Odín fue perdido por obra de Ve. Y con ello, el futuro tomo forma a conveniencia del padre de todo, pero aún con eso, algunos eventos no pudieron ser cambiados al no haber mejor alternativa y por ende unas cuantas memorias tuvieron que se alteradas, siendo la última de estas, la del propio Mimir, quién como espectador de toda aquella atrocidad, quedo desmayado cuando una fuerte punzada ataco su mente.
Al despertar, sus ojos somnolientos les jugaron una broma, pues por un instante creyó ver a Odín malherido y cansado, cubiertos de cicatrices, negrura extendiéndose por distintas partes de su piel y una marca carnosa palpitante sobre su pecho. Solo fue eso, un efecto óptico, pues al despertar finalmente, Odín se mantenía firme frente a el, con una sonrisa de camaradería.
—¿Odín? ¿Qué ha pasado? ¿Porque llevas un parche en el ojo?— pregunto mientras sus ojos terminaban de ajustarse a la luz.
—¿Un parche?— pregunto el dios. Al verlo de nuevo noto su error, no había parche, además ¿Porque el todopoderoso Odín llevaría un parche sobre su ojo? Que ridículo.
—Discúlpame mi amigo, mis ojos mi engañan por momentos. Debo seguir ebrio luego de la fiesta en el Valhalla—
—Mimir, eso fue hace tres días— aclaro el dios.
—Puede que haya seguido la fiesta por mi cuenta— comento el consejero, provocando las risas de Odín.
De vuelta en el presente, Odín terminaba de recordar, notando con suma extrañeza, que por alguna razón el mismo había olvidado que todo eso había pasado. En ese momento, fue sorprendido por un corte en vertical de la espada crepuscular, que además de arrojarlo varios metros al costado -haciéndolo atravesar rocas y grandes trozos de hielo- le partió la pechera y le provoco un gran corte que quedo cauterizado en el acto por el calor del arma.
Odín se puso de pie con dificultad, viendo como su enemigo jurado avanzaba con gran soberbia.
—No esta vez Odín, no hay a donde huir. Esta vez, uno de nosotros morirá—
—Cometiste un grave error— ante una llamarada, Odín alzo su mano para crear un mando invisible el cual, al estas atravesarlo, convirtió las llamas en agua cristalina. Surtur dio un paso atrás por la impresión, hundiendo su pie en un charco de brea que no estaba ahí antes y que se volvió cristal tan pronto intento retirarlo, clavándose afiladas puntas al romper el material. Con una furia que ocultaba su confusión, y atisbos de miedo, creo una explosión de fuego que destruyo todos los hechizos a su alrededor, pero que no afecto en lo absoluto a Odín —Me has hecho recordar, poderes que yo mismo había olvidado— Surtur afirmo el agarre sobre su arma al notar una especie de cicatriz palpitante en el pecho del padre de todo, la cual de forma grotesca se extendió para consumir los restos de la pechera calcinada, formando con estos una nueva y horrida armadura hecha de carne y metal —Enfrentaras fuerzas a las que la misma realidad teme— afirmo, con su ojo negro y mientras su parche se moldeaba hasta crear lo que parecía una especie de boca llena de colmillos desiguales. Ante aquello, Surtur dio un grito de guerra y corrió al ataque, mientras que Odín dio un rugido aterrador, compuesto por millones de gritos de terror al unísono.
De nuevo en Asgard, la guerra continuaba sin señales de pronto acabar.
—¡Sucia traidora!— sentencio un gigante abatido, teniendo encima a la diosa de la caza Skadi. Esta, sin palabra alguna, le acabo atravesándole la cabeza con su espada de hielo.
Bragi, dios de la poesía, rara vez se inmiscuía en las luchas, pero esta ocasión lo ameritaba, de una manera más torpe que el resto de dioses, pero con una destreza digna de cualquier gran guerrero, el dios luchaba y se defendía, hasta que algo le embistió por el costado. Bragi se retorcio y lucho, pero su rival se antepuso fácilmente, logrando ponerse de pie para sacarle el aire de un fuerte pisotón en el estómago, el dios observo impotente como Svartaljofurr alzaba su maso, nada pudiendo hacer cuando este descendió en contra de su cabeza, destrozándola en un festival de sangre y materia gris.
—¡Tu miserable!— grito fúrico Heimdall, blandiendo su espada en contra de Loki.
—Si sirve de consuelo amigo mío, fue realmente difícil ocultar mis planes a tus ojos— respondió el gigante traidor, bloqueando una estocada con helada espada para después alzarla y descenderla en contra del dios vigilante, siendo ahora este el que se protegió con su arma.
—Asgard te lo dio todo, el padre de todo salvo a tu reino, perdiendo a sus hermanos en el proceso, ¡¿Y así se lo agradeces?!— con gran esfuerzo logro romper el arma de su enemigo, atinándole una patada en el abdomen, fallando un corte que le abría decapitado a causa de un escudo mágico pero conectando en respuesta un golpe con el mango de la espada directo en las sienes del dios de las mentiras, que se tambaleo a un costado.
—Odín me uso en más de una ocasión, me humillo y no contento con menospreciar a mis hijos me arrebato a uno de ellos— con un hilo de sangre escurriéndole de la frente, Loki lanzo una ventisca en contra del bravo guerrero, el cual quedo a medio congelar tan solo unos instantes, antes de romper todo el hielo en su cuerpo, más usando su espada a modo de bastón para recuperar el aliento.
—¿Tus hijos? ¿Te refieres a las bestias por las cuales nunca te hiciste responsable? ¿A las que nunca te molestaste en criar? ¿A las que permitiste vagar en Midgard a sus anchas aún sabiendo el aprecio que Odín y Thor tienen a los mortales?— pregunto con sarcasmo el dios, levantándose para con firmeza poder decirle a la cara al villano su siguiente frase —No fue Odín quien mato a tu hijo, lo hiciste tu—
Loki grito furioso, conjurando heladas cuchillas para arrojar a su rival, quién las esquivo o destrozo con su espada, para luego crear una pequeña espada dorada bañada en fuego, corriendo, evitando una estocada de la espada enemiga e infligiendo un severo corte en las costillas del dios, corte del cual su armadura no pudo protegerlo.
Ambos combatientes, separados por poco más de dos metros, se tomaron un segundo para mirarse con profundo odio, arremetiendo al instante para acabar con la vida de su rival.
Lejos, muy lejos, en un oscuro y olvidado rincón de Midgard, un enorme dragón masticaba los huesos de su última comida. Fue entonces que una luz se abrió paso entre la oscuridad, cegando al reptil ya acostumbrado, a falta de opciones, a la oscuridad.
—El día finalmente llego bestia— una voz de presencia imponente y con la potencia del trueno se escuchó. Aquella voz pertenecía a alguien que recibía adoración y temor por parte de los mortales, pero que al dragón no causaba más que furia, pues era el responsable de su cautiverio —Debo decir que tu estadía aquí ha sido... poco placentera, pero por fin podre librarme de dos molestias con un solo movimiento—
Rayos recorrieron la habitación y, para sorpresa del devorador, su jaula se abrió. Fue la confusión lo que en un primer momento le impidió atacar a su captor, luego un rayo cayo frente a él, pero a diferencia de lo común, este no se consumió, se mantuvo constante y se dividió, actuando cual puerta para mostrar un escenario completamente diferente. Un árbol gigantesco, su árbol. Entonces lo entendió, era libre de volver a su hogar, para cumplir su tarea, evitar que el árbol creciera de más y sabía perfectamente cual rama era la que iba a podar primero. Y el ser que lo mantuvo prisionero, contaba con ello.
Las calles de Asgard se abrieron bajo los pies de los aterrados habitantes del reino dorado, dando paso a un gigantesco lobo que llevaba entre los dientes a un individuo que podría cambiar las tornas de aquella batalla. Cull hacía fuerza en el hocico del animal, sosteniendo los colmillos del lobo para evitar que estos se cerraran sobre el. Tras unos minutos sin conseguir resultado, Fenrir termino por arrojar al Aesir en contra de un edificio cercano, que para suerte del guerrero resulto ser la armería.
El lobo pronto desquito su furia contra los ciudadanos de Asgard, devorando a cuanto individuo que fuera capaz de alcanzar y derribando las casas a su paso gracias a sus enormes garras. Pero aquella recreación se terminaría al son de un grito:
—¡Oye bestia!...—
—...Ven por mi—
El lobo comenzó la carrera en busca de clavar sus dientes en la carne del, hasta hace poco, prisionero, sin esperar que desde una torre cercana, otro dios saltara hacía él y le clavara una espada en el lomo, derribándolo. El reincorporarse, vio aterrizar a su atacante, el único ser al que odiaba casi tanto como a Odín.
—Tu y yo, tenemos cuentas pendientes maldita bestia— afirmo el poderoso Tyr.
—Tal vez mi hermana no sea capaz de rodear al mundo como la profecía lo dicta, pero mi padre decidió que aquello podría tener otra interpretación— decía Hella en su propio reino, acercando sus labios al oído de Thor —Tal vez no sea tan grande como para rodear todo Midgard, pero si lo suficiente para rodear tu mundo— dijo con malicia, disfrutando como el en otras cosas imponente e invencible Thor observaba impotente el cuerpo de aquel monstruo rodear la isla donde su esposa e hijas vivían. Nuevamente hizo un esfuerzo abismal para liberarse, pero sin lograr nada, cerrando los ojos por la impotencia, para que al abrirlos nuevamente, algunas lagrimas lucharan por salir.
Hela disfrutaba de aquello, riendo por lo bajo, cuando fue interrumpida por una tercera presencia.
—Por favor Hella, ya nos tienes a nosotros para hacer lo que desees, ¿Por que tienes que hacer esto? ¿Por que lastimar a las amazonas? ¿Por que atormentas a mi hermano de esta forma?— cuestiono un hombre de porte divino, pero que estaban encadenado de manos y cuello y llevaba una bandeja repleta de frutas y una copa de vino.
—Yo no soy responsable de lo que sucede en Midgard, eso es todo obra y gracia de mi padre, solo lo estoy aprovechando. Hellheim castiga a sus habitantes con recuerdos dolorosos y visiones desgarradoras, pero nada sería suficiente para el imbatible dios del trueno, hermano del dios de las mentiras, ninguna falacia podría atormentarlo. Pero el sufrimiento verdadero de quienes más ama, eso rompe hasta a los más fuertes— explico la diosa con bastante indiferencia, regresando inmediatamente después a su dios cautivo —Pero puedes estar tranquilo Baldur, tu hermano te acompañara en la muerte, una vez su cuerpo físico haya dejado de serme útil— dio, mirando con gran lascivia el cuerpo del Aesir. Pero a Thor aquello no podría importarle menos, pues sus ojos estaban centrados en la gran silueta que rodeaba los alrededores de isla paraíso.
Ante la vista impotente del dios del trueno, las amazonas se encomendarían por última vez a sus dioses, los cuales no querían o no tenían permitido ayudarlas por ordenes de Zeus, y a aquel bravo dios del norte, tomando entonces sus armas para enfrentar al colosal monstruo que amenazaba su hogar.
La bestia noto como las guerreras se movilizaron a las costas, más se mantuvo al margen, esperando a ver como planeaban defenderse antes de verdaderamente atacar. Y pese a no atacar directamente, tan solo el movimiento de su masivo cuerpo provocara que enormes olas azotaran la isla, obligando a las amazonas a tomar una distancia segura del mar.
Desde distintas torres ubicadas a lo largo del perímetro de la isla de forma estratégica, las dieron el primer golpe, disparando una oleada de flechas cuyas puntas fueron capaces de atravesar las escamas de la serpiente. Flechas reforzadas por magia, entre las cuales se encontraban algunas bañadas en poder divino, cortesía de las distintas dioses que solían visitar el lugar.
El masivo reptil rugió y se agito de dolor al sentir las decenas de puntas incrustarse en su piel, desatando finalmente su furia. La poca luz de sol que las nubes de tormenta dejaran llegar al suelo sería totalmente cubierta al Jormungandr alzar la parte superior de su cuerpo, logrando alzar su cabeza varios cientos de metros sobre el nivel del mar.
Y pese a que más flechas le fueron disparadas, nada impidió que la gran serpiente lanzara un rugido atronador, antes de disparar dos corrientes de veneno corrosivo desde su boca, mermando en un instante a las tropas amazonas y cubriendo la isla con putrefacción.
Pero no todo estaría perdido, pues más flechas atravesarían el grosor de sus escamas, esta vez atadas a cuerdas que las amazonas usarían para escalar al cuerpo del reptil y así atacar de manera directa. Lanzar, espadas, mazos y una que otra hacha hicieron que la sangre de la bestia se mezclara con el agua salada, pero poco lograban hacer más que enfurecer a la hija de Loki, pues el enorme cuerpo de esta impedía que los filos alcanzaran el hueso o algún órgano vital.
Entre sacudidas y dentelladas, la serpiente lograba librarse de aquellas molestas pestes, pero por más que lo intentara algunas se aferraban a su cuerpo y con cada minuto, más y más llegaban. Y con conformes con aquello, más flechas surcaron los aires con objetivo a la cabeza de la criatura, logrando incrustarse algunas entre los dientes de la serpiente al tener esta la boca abierta y llegando un par al ojo indefenso de la criatura, la cual rugió con tal fuerza que ensordeció los truenos de la tormenta.
Fue entonces que lo impensable paso y Jormungandr disparo veneno en contra de su propio cuerpo para liberarse de las amazonas, afectándose a si misma pues, aunque sus escamas resistían el efecto ácido, tenida ahora heridas abiertas que no hicieron más que agravarse por la corrosión.
El dolor en gran parte autoprovocado llevaría a un próximo ataque rabioso, donde la serpiente finalmente avanzaría, destruyendo una pequeña porsión de las construcciones de la isla con su cuerpo antes de disparar por tercera vez sus chorros ácidos. Pero como un rayo de esperanza, bastante literal, un relámpago golpearía la nuca del reptil, haciéndolo mirar arriba con odio y a la vez emoción, pensando que podría enfrentar a su mayor enemigo.
Fuera de su rango de visión, dos figuras avanzaban a toda velocidad por el aire, una propulsada por rayos mientras la otra se sostenía de esta. La joven Diana fue arrojada por su hermana cual proyectil, al tiempo que la propia Torunn se impulsaba con un relámpago, para así ambas golpear a la par la cabeza del reptil, logrando derribarlo y devolverlo al agua.
Ver a sus hijas enfrentando a quién en sueños era la responsable de su muerte, encendió una llama dentro de Thor, ante la cual el dios logro sacudirse con violencia, provocando que los rayos azotaran Hellheim. Hella miro aquello incrédula, nadie podría romper por su cuenta un hechizo como el que sujetaba a Thor, y sin embargo, este lo estaba logrando.
Un rayo golpeo la cabeza de la serpiente apenas emergió del agua, pero no detuvo su impulso y las jóvenes apenas pudieron evitar los dientes del horrible ser. Diana desplego su lazo y con el sujeto uno de los dientes del reptil, halando para ser llevada hasta la criatura y así propinarle una poderosa patada que el tumbo aquel diente sujetado. Entre tanto, Torunn voló para golpear lo que sería el cuello de Jormungandr, haciendo que esta volcara su atención sobre ella.
Con el gran diente en una mano, Diana arrojo su lazo para sujetar una de las escamas del reptil, logrando así regresar a su cuerpo para usar el diente como espada, provocando profundos cortes en el reptil. La hija de Loki noto aquello y, aunque su intención quiso ser llamada de vuelta a la diosa del trueno cuando esta le lanzo dos rayos consecutivos, la serpiente se dio la vuelta para observar a la pequeña semidiosa enterrarle su propio diente una y otra vez.
Jormungandr alzo su cuerpo nuevamente y una vez alcanzada una gran altura, escupió su veneno para obligar a la chica a saltar al vacío.
—¡Diana!— los cielos se iluminaron ante el grito de la heredera de dos panteones, quién trato de alcanzar a su hermana. Para su desgracia, no noto como la cola del reptil se había desplazado hasta su posición, golpeándola cual gigantesco látigo. La guerrera fue disparada contra la isla ante el golpe.
Mientras tanto, el caída libre, la primera hija de Hypolita trataba de alcanzar el cuerpo de su enemiga con el lazo para frenar su caída, pero esta ya se había alejado para ir en busca de la hija biológica de su rival.
—"Padre, por favor, necesito tu ayuda"— pensó la joven, en desesperación ante su inminente final. Pero toda oración es escuchada por los dioses, incluso aquellas hechas por otro dios.
En medio de un grito animal, Thor logro liberar su brazo derecho, provocando que la tormenta se desatara sobre el palacio de Hella, que los relámpagos derribaran los muros y los vientos arrastraran a las pobres almas que ahí vagaban. Y en Midgard, rayos diferentes surcaron las nubes, rayos dorados.
Aquello dio una idea a la joven amazona por lo que, estando a poco de llegar al suelo, logro atrapar uno de aquellos relámpagos con su lazo, impulsándose con este y absorbiendo parte de su energía, energía con la cual pudo volar en auxilio de su hermana.
En el reino de los muertos, Hella caída sobre su espalda luego de que Mjolnir llegara a la mano extendida de Thor y, en consecuencia, este provocara una explosión eléctrica para romper finalmente su prisión. Los fúricos ojos del dios se posaron sobre la monarca de los muertos, evocando un miedo hace tiempo olvidado por la diosa al escuchar las palabras del hijo de Odín.
—Volveré por ti— dijo Thor en una voz tan profunda y aterradora como la de su padre, mientras con su martillo apuntaba a Hella. Luego hizo girar su arma predilecta, mirando sobre su hombro para observar a su hermano —También por ti— dijo, esta vez con una voz más pacifica y melancólica, ante de desaparecer en medio de un estruendo.
En Themyscira, Jormungandr avanzaba con lentitud, disfrutando el momento mientras se aproximaba al derribado cuerpo de Torunn con las mandíbulas abiertas. Poco le importo cuando Diana aterrizo justo entre ambas, disparando un leve rayo al morro del reptil.
—¡¡Jormungandr!!— llamo una voz desde las alturas, una que provoco alivio y felicidad en Diana, mientras que encendió el odio de la gran víbora —Ha llegado el día, hoy finalmente pondré fin a tu miserable existencia— la serpiente rugió a los cielos, mientras desde las nubes, el poderoso dios descendía con su martillo en alto.
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