Capítulo 10: ̶V̶i̶e̶j̶o̶s̶ ̶A̶m̶i̶g̶o̶s̶
S̷̡̗͆̌͠e҉̡̫̟̆̏̌͝c҈̢̛͙̠̔r̷̥̳̽̀͐̕͢e̶̫҇̋́͢ẗ̷̢̫͝ọ̵̧͙͖̒̅͝ş̴̜͉̬͊͌̕
El reino dorado estaba sumido en un completo caos. Las fuerzas invasoras superaban en numero a los guerreros asgardianos y aunque su entrenamiento los hiciera más que capaces de pelear en desventaja, aquello se les escapaba de las manos, pues sus enemigos seguían un plan diseñado por alguien que conocía el reino a la perfección.
Los elfos se valían de su agilidad y las bestias bajo su dominio para atacar, sin contar que una cantidad considerable tenía conocimientos en las artes místicas. Los pocos enanos en batalla eran guerreros casi tan fieros como los propios einherjer y sus armas, si bien no llegaban a la maestría de obras como Mjolnir o Gungnir, eran por mucho superiores a las hachas, lanzas, espadas y mazos que los vikingos portaban, incluso si las mismas estaban encantadas; algunos enanos incluso llevaban versiones rudimentarias, pero poderosas, de lo que en algunos siglos la humanidad llamaría armas de fuego. Los trolls eran la fuerza bruta del ejercito de Nidavellir, siendo bestias en su mayoría brutas y apenas más altos que los Aesir, pero con una resistencia que los hacía difíciles de derribar. Los gigantes se valían de su gran tamaño, pudiendo romper las filas enemigas y usando sus naturalezas para quemar o congelar a sus oponentes, respectivamente. Los ogros... los ogros no resaltaban mucho en particular, de todos los involucrados en la invasión eran los menos organizados y a quienes ni siquiera se les había asignado una función especial, básicamente servían como carne de cañón. Y por último, una de las mayores ventajas para las filas del Ragnarok eran las fuerzas del Outworld, un ejercito sumamente variado, compuesto por diferentes especies cada una con sus habilidades y que llevaba consigo toda una armada de criaturas entrenadas para la guerra.
Un guerrero de Valhalla bloquea un alargado mazo de guerra bañado en fuego con el filo de su espada, pateando el abdomen del enano que lo poseía para así poder desarmarlo con mayor facilidad, decapitándolo entonces de un solo tajo. Dos guerreros, de apariencia humana, cubiertos con cota de malla y con sus rostros pintados dan un grito de guerra al unisonó, lanzando sus lanzas en un intento de acabar con el guerrero. Más el Aesir se protege de aquellas armas con su escudo, corriendo para embestir y derribar a uno de aquellos hombres, logrando sujetar la muñeca del otro antes de que lo apuñalara para entonces atinarle un cabezazo, desmayándolo gracias a su casco. Soltando un momento su espada toma una de las lanzas clavadas en su escudo, empalando con esta al segundo guerrero que corría en vuelta en aras de atacar.
Luego de aquello, arranco la segunda lanza clavada en su escudo para lanzarla lejos y después acomodarse bien el casco, observando el caos que era aquella batalla. Entonces, un gruñido a sus espaldas llamo su atención, girando para observar a un guerrero con los brazos cubiertos de pequeños pinchos, vendas ensangrentadas en sus antebrazos y un casco marrón con detalles en su rostro que dejaba ver sus gigantescos colmillos. Aquel ser lo desafiaba y no iba a negarle el gusto de morir de matarlo. Aceptando el desafío, ajusto las correas de su escudo y levanto su espada, apuntando con ella al guerrero mientras sonría. Grande fue su sorpresa, cuando el Tarkatan desplego las cuchillas retractiles de sus antebrazos.
En los cielos, mientras sus hábiles guerreras luchaban contra elfos alados o, en su defecto, sobre monturas voladoras, Sigrun chocaba su espada contra el centro de Svartáljqfurr, el rey de los elfos oscuros.
—¿Que les prometió Loki? ¿Qué les dio el coraje o los hizo tan estúpidos como para atacar Asgard?— pregunto la reina mientras forcejeaba, tratando de empujar y hacer caer a su rival.
—Loki consiguió lo único que necesitábamos— dijo el rey, antes de hacer un esfuerzo gigante para empujar a la valquiria y así conseguir golpearla en el rostro, casi y derribándola, de no ser porque la mujer logro estabilizar su vuelo —Apoyo. Elfos, gigantes y trolls hemos deseado la caída de Asgard por más tiempo del que podemos recordar, por separado ninguno tenía los medios para lograrlo, pero juntos somos...— en ese momento, una decena de elfos alados se lanzo sobre la valquiria, logrando derribarla. Ya en el suelo, la reina alada logro asesinar a los elfos rápidamente, viendo aterrizar al poco tiempo al rey oscuro frente a ella.
Ya en el suelo, la reina alada logro asesinar a los elfos rápidamente, viendo aterrizar al poco tiempo al rey oscuro frente a ella
—¡El Ragnarok!—
—Victorio o derrota, tu no vivirás para conocer el desenlace de esta batalla Svartáljqfurr. Así lo jura la reina de las Valquirias— el rey elfo gruño ante aquella declaración, batiendo sus alas para así volar a toda velocidad, planeando golpear a la guerrera de lleno con su maso. Aquello pudo haber infligido un golpe letal, de no ser porque la Valquiria uso su ala de metal para protegerse, resistiendo el golpe hasta poder extender el ala, alejando a su rival y de paso cortándolo levemente gracias al filo de sus nuevas plumas.
Mientras tanto, los carros de Manni y Sunna seguían por lo alto, derribando a cuanto enemigo se les cruzara mientras intentaban dar apoyo a sus aliados en tierra, disparando llamaradas de fuego y rayos de luz blanca concentrada para dispersar a los enemigos. Algo que pocos sabían pero que resultaba lógico tras pensarlo detenidamente, era que los poderes de Manni dependían de su hermana Sunna, pues al igual que la luna reflejando la luz del sol, el varón solo reflejaba una fracción del poder de la mujer. Y para desgracia de ambos, alguien había deducido aquello y ya estaba en camino a matar dos pájaros de un tiro.
—Debemos concéntranos en los gigantes, mantenerlos ocupados para que los einherjer puedan concentrarse en avanzar y recuperar terreno— comunico la diosa del sol una vez su carruaje y el de su hermano se encontraban al mismo nivel. Manni asintió a aquellas instrucciones, pero antes de que alguno pudiera ejecutarlas, una sombra se manifestó sobre la diosa solar.
—Un gran plan desde luego. Pero me temo, estarán demasiado ocupados ¡Conmigo!—
La fiera alada embistió el carruaje de Sunna, logrando derribarlo y permitiendo que su jinete arrojara su negra lanza contra el abdomen de la diosa, atravesándolo de lado a lado. Un grito gemelo fue dado por los hermanos, antes de que más de aquellos elfos oscuros y sus bestias se arrojaran contra el dios de la luna.
Y todo aquello, toda la barbaridad cometida en contra del pueblo dorado, era observada por múltiples ojos desde diferentes planos. Desde las propias sombras de Asgard, un jaguar solitario observaba la masacre. En otros tiempos, habría saltado a la batalla sin dudarlo y aún ahora deseaba hacerlo, pues su deseo de sangre era grande y la deuda con los nórdicos seguía fresca en su mente. Pero tras la gran guerra, con el trueno silenciado y su hermano indispuesto, el jaguar y el colibrí eran todo lo que quedaba para proteger a su pueblo de los males que lo acechaban. Los ojos del sol observaban con gran amargura como es que sus aliados se veían superados, Asgard era un aliado valioso, pero luego de casi haber encarado su propia versión del Ragnarok, simplemente no podía arriesgar a lo que quedaba de su panteón, no cuando los mismos dioses de la guerra se veían abrumados. Desde el monte derribado y reconstruido, los dioses se recuperaban de su propia catástrofe mientras su rey, recién renombrado, observaba con innegable satisfacción como los barbaros caían presas de las bestias, callando ante su familia para impedir que sus hijos rebeldes fueran en auxilio de los nórdicos y esperando el momento perfecto para dar el golpe definitivo; el Ragnarok no tenía simpatizantes en la tierra, una frase totalmente falsa. Y finalmente, desde la gélida tierra de los muertos, una reina observaba con deleite mientras dos herederos eran obligados a contemplar.
Mientras ambos ejércitos se alistaban, Hella observaba el espectáculo gracias a una proyección mágica. A su lado se encontraba Thor, frustrado, deseoso de ayudar a los suyos, pero incapaz de hacerlo, incapaz siquiera de maldecirlos a ellos o a su captora. Lo intentaba, por el padre de todo, claro que lo intentaba, pero por más fuerza que usara para liberarse de aquel maleficio, este no cedía. Lo más que pudo hacer, fue emitir un pequeño gruñido.
Un gruñido fue todo lo que pudo conseguir, un gruñido, que la reina de Hell pudo escuchar.
—Oh, tranquilo hijo de Odín, pronto tus amigos vendrán a hacerte compañía— dijo mientras se levantaba de su trono, caminando alrededor de inmovilizado dios, divertida ante la desesperación de este. Fue entonces, que buscando más de esa desesperanza, decidió contarle más a fondo los planes de su padre —Y no creas que mi padre se ha olvidado de ti, no, no, no, el tiene algo especial preparado para tu adorada Midgard, y para la pequeña familia que ahí has formado— Thor abrió los ojos como platos, respirando con fuerza y mirando con furia a la diosa —Recuerdas a mi hermana, ¿Cierto?—
La proyección cambio, mostrando así un mar agitado, azotado por una tormenta. De pronto, algo masivo emergió de entre las olas, rugiendo al cielo al tiempo que varios relámpagos lo iluminaban
—Mi padre le dio una visita a los alumnos de Agamotto, eran fuertes, hábiles en la magia, pero no fueron rivales para él. Loki se abrió paso en su fortaleza, tomo el tesoro que con tanto esfuerzo resguardaban y se lo regalo a mi ya no tan pequeña hermana— explico, señalando a la frente de la serpiente. Allí, reposando incrustada en una de sus escamas, se encontraba una gema verde.
De vuelta en Asgard, el rey Gorbak observa desde la cima de una pequeña colina como sus tropas juegan un rol importante en el avance de la alianza del Ragnarok. Los sanguinarios Tarkatan nada tienen que envidiar a los berserkers, atacando cual animales rabiosos sin importan el daño que se les cause, capaces de seguir luchan aún teniendo el abdomen atravesado por una lanza o espada, el cuerpo cubierto de flechas o uno, incluso ambos brazos cercenados, avanzando a bases de mordidas hasta que toda la sangre escape de sus cuerpos o hasta recibir un golpe fulminante. Enormes criaturas con torso humano y cuerpo de caballo, más comúnmente relacionadas a los mitos griegos, atacan usando su gran velocidad, actuando en muchos casos como kamikazes al correr directamente en contra de enemigos armados, embistiendo a estos con la fuerza para romper las filas más resultando inevitablemente heridos al ser recibidos por lanzar y espadas. Seres de aberrante aspecto insectoide también forman parte del ejercito del Outworld, siendo estos los Kyttin, individuos formados por toda una colonia de organismos más pequeños que comparten una mente colmena, lo que lleva a actuar a muchos como un único ser; capaces de escupir un veneno corrosivo, formar casi al instante garras y aguijones para atacar desde prácticamente cualquier parte de su cuerpo, regenerarse del daño a gran velocidad y liberar pequeñas porciones de si mismos para atacar a sus enemigos, pudiendo incluso entrar por heridas abiertas o cualquier otro orificio corporal para atacar a un individuo desde dentro. Pero quienes más orgullo generaban al rey, eran su pueblo, los poderosos Shokan, enormes seres de cuatro brazos poseyentes de una increíble fuerza destructiva.
—Un espectáculo impresionante ¿No lo cree?— pregunto al rey, aquel responsable de que todo aquello fuera posible. Ante el comentario, el monarca se mantuvo en silencio, reflejando apenas una leve sonrisa, por lo que, el embustero continuo —El apoyo del mundo exterior es sin duda invaluable, más no puedo evitar preguntarme ¿Nos acompañara el Kahn en esta campaña?— pregunto con intenciones ocultas, siéndole gratificante el notar la molestia en su contrario.
—El emperador dirige el imperio más extenso de los nueve reinos, tiene rebeliones que aplastar y nuevos reinos que conquistar. Ante eso la caída de un reino, cuyos recursos son limitados y sabe serán altamente reñidos entre todos los involucrados en esta invasión, sencillamente no es su prioridad. Yo estoy aquí en su nombre— aclaro con molestia, más es difícil mentir al dios de las mentiras.
—Claro, lo entiendo. Pero me sigue resultando curioso...— añadió, creando una pausa para molestar a su contrario. En aquel momento, un proyectil fue disparado en su dirección, más Gorbak atrapo la flecha antes de que alcanzara el cuello del dios mentiroso, rompiéndola en dos al aplicar un poco de presión.
—¿Qué te parece tan interesante?—
—El hecho, de que es ampliamente sabido que Shao le debe el trono a Asgard. Después de todo, fue mi pa... fue Odín, quién asesino al gran rey dragón, permitiendo el ascenso de su segundo al mando. En lo que a mi respecta, el Kahn, tu emperador, parece más inclinado a apoyar a Asgard en lugar de atacarlo— ante aquello, Gorbak giro para encarar al pequeño dios, con furia reflejada en sus ojos, gruñendo y con los músculos de su cuerpo tensos, listos para destrozar algo. Pero Loki no se mostro asustado en lo absoluto, manteniendo la compostura mientras su cara demostraba una gran satisfacción. En ese instante, un grupo de guerreros terminaron de abrirse paso hasta su posición, con Heimdall al frente —Ahora, si me disculpas, tengo cuentas que saldar— el gigante de hielo disparo un hechizo que el dios guardián pudo bloquear con su espada pero que termino por empujarlo varios cientos de metros, dejando a su paso dos marcas sobre la tierra al mantener los pies firmes en todo momento. Luego de eso, Loki desapareció para ir a la batalla, dejando al Shokan solo para enfrentar a los guerreros del Valhalla. Ante la furia provocada por el dios de las mentiras, Gorbak lanzo su frustración en un monstruoso rugido.
Muy dentro, en las catacumbas de Asgard, unos de los pocos guerreros que no salieron a proteger su hogar yacen ahora en los suelos, guardias, carceleros, encargados de que los prisioneros no escaparan sin importar lo que pasara afuera, fueron tomados por sorpresa por un pequeño escuadrón de elfos oscuros, los cuales tienen una misión en particular, encomendada por el mismo Loki. Con todos los guardias abatidos, un último obstáculo les impide llegar a su meta, una gran puerta metálica.
Mientras los oscuros entes buscan como derribar la puerta, el único guardia sobreviviente recupera el conocimiento, al parecer, alguien no se ocupo de rematarlo. Confundido, pronto se percata de la situación pero pese a su juventud y con las posibilidades en su contra, se dispone a vengar a sus camaradas y cumplir su propósito o morir en el intento.
—Te mataran— una voz nunca antes escuchada por sus oídos llama su atención. Era aquel anciano, el único preso que nuca hablaba, que jamás amenaza ni lanzaba improperios.
—Quizá— respondió, recogiendo su hacha.
—Hay otra forma, una más inteligente— dijo el mayor, deteniendo al chico antes de que este corriera contra los elfos, mismos que ahora se concentraban en romper las defensas mágicas de aquella puerta.
—¿Y esa sería?—
—Libérame y juntos pelearemos— ante aquello, el chico rio por lo bajo, negando con la cabeza —No podrás por tu cuenta—
—¿Y contigo me ira mejor? Eres un prisionero—
—Pero antes que eso soy un asgardiano, justo como tu. Tus y tus compañeros no hacen preguntas, están aquí por lealtad al padre de todo, ni siquiera saben que es lo que la mitad de estos seres hicieron para llegar aquí, Odín nunca les dio explicación—
—Ninguna explicación es requerida, si el padre de todo te llama culpable, lo eres—
—Y lo soy, pero ahora mismo, Asgard, nuestro pueblo, se derrumba sobre nuestras cabezas. Y sabes lo que hay tras esa puerta, sabes lo que esa cosa le hará a Asgard si es liberada— el joven guerrero dudo por un segundo, debatiendo que era lo mejor por hacer mientras los intrusos comenzaban a generar grietas en la gran puerta —Soy tu mejor oportunidad, y lo sabes—
En ese momento, ante el grito del anciano, los elfos notaron lo que pasaba y tres de ellos tomaron sus dagas para hacerse cargo del último guardia. Sin más opción, el joven guerrero coloco su mano en el panel dorado al lado de la celda, intentando liberar al prisionero. Más el panel le dio una descarga en consecuencia, no estaba autorizado a liberarlo. En desesperación, golpeo el panel con el filo de su hacha, destruyéndolo y con el, a la barrera mágica que mantenía cautivo al anciano. El de mayor edad cayo del rodillas al verse en libertad, retorciéndose y gritando de dolor.
El guardia uso su hacha para bloquear y alejar a uno de los elfos, recibiendo un tajo en la pierna de otro al que respondió con un puñetazo al rostro. El tercer elfo se subió a su espalda, apuñalándolo repetidas veces hasta que el joven logro tomarlo del cuello y arrojarlo cerca de la celda ahora abierta. De un tajo logro cortarle la mano a otro elfo, desarmándolo pero recibiendo otra puñalada en la espalda baja por parte del primero.
Aquel que fue lanzado se disponía a atacar de nuevo, pero fue sujetado del cuello y arrojado con gran fuerza en contra de los otros dos elfos. Cuando los atacantes y el propio guardián voltearon para ver de que se trataba, encontraron a aquel anciano ahora rejuvenecido, envuelto en una aura mágica que no hacía más que fortalecerse. Por primera vez fuera de su prisión en siglos, aquel sujeto dio un grito al aire.
Cull estaba de vuelta.
Pero entonces, la gran puerta se desquebrajo finalmente, derrumbándose para mostrar a los presentes lo que contenía en su interior. Un gigantesco lobo de pelaje naturalmente blanco, ahora enrojecido en su parte inferior por la sangre de sus antiguas víctimas. Aquel monstruo estaba encadenado, pero con la puerta rota y el responsable de todos los conjuros de contención en otro reino, las cadenas no durarían mucho.
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Un campo antes helado, cubierto de nieve y hielo, ahora se encuentra totalmente carbonizado, con el fuego expandiéndose e incluso algunos ríos de lava recorriendo la superficie.
En aquel escenario, dos viejos enemigos se encontraban agotados, brutalmente heridos por la obra de su contrario, pero aún en pie. Odín se mantenía en pie en voz alta, recitando conjuros en voz baja para recuperarse. Pero no era solo su cuerpo, su mente estaba nublada, confusa, visiones se presentaban ante su ojo sin que el pudiera controlarlo.
—No, no puede ser. Yo... este escenario... ya lo había prevenido... ¿Como?— se preguntaba.
—Recuerdo nuestras primeras batallas. Luchando en el reino de uno o del otro, te ataque en Asgard, donde tu poder era mayor, te mostraste superior y tuve que huir. Me perseguiste hasta Muspelheim, donde mi poder era superior y te obligue a retirarte. Un ciclo que no tendría fin, así que nos rendimos y esperamos nuestro último encuentro durante el Ragnarok. Oh eso creí entonces, ahora me doy cuenta, que me manipulaste...— ante aquello, Odín puso su único ojo sobre el gigante de fuego, atento a lo que diría —Lo que no recuerdo, es el inicio, el porque te ataque en un primer lugar—
—Esta en tu naturaleza demoniaca, buscas hundir a todos los reinos en la miseria del fuego eterno— dijo en insulto, más realmente, buscaba responder la pregunta, para que su enemigo no pensara demasiado en ello.
—Si, por mucho tiempo lo creí. Creí que mis ansias por destruir Asgard e incendiar su corazón nacían de mi naturaleza. Nunca busque una mejor explicación, con ello bastaba, pero ahora me doy cuenta, de que faltaba algo más—
—Tantos años en ese reino de fuego, tu cerebro se ha derretido Surtur— a pesar de sus visiones, Odín logro erguirse y recuperar su aspecto imponente —Por eso, en verdad crees que el plan de Loki funcionara, crees que las murallas caerán y que tu podrás avanzar para clavar tu espada en el centro de Asgard. Pero eso pasara, ni hoy, ni nunca—
—¿Como puedes estar tan seguro? En especial cuando tus aliados en Midgard están tan temerosos de la llegada de su propio Ragnarok y tus amigos de las estrellas no vendrán— aquella frase estremeció al padre de todo. Ya era raro que Surtur supiera de sus alianzas en la tierra, pero no tenía forma de saber de aquellos provenientes de más allá de Yggdrasil —Me encanta esa expresión de confusión, por primera vez en la historia, Odín no es quién lo sabe todo—
—¿De que estás hablando bestia?—
—Por mucho tiempo mi memoria me traiciono, pero ahora, lo recuerdo todo. Recuerdo como aquellos dioses de tierras más cálidas llegaron en auxilio de tu gente, como aquellos seres de auras verdes bajaron del cielo para inclinar la balanza a tu favor, recuerdo que los tuyos existieron mucho antes de que los hombres bajaran de los árboles, recuerdo como era todo antes de que cambiaras la misma realidad a tu conveniencia...—
—I-im-imposible, es imposible. Lo que dices es imposible, alguien ha jugado con tu mente—
—Lo que dices ya no funciona, pues recuerdo como alteraste mi mente para que olvidara mi origen, mi verdadero origen, y recuerdo de donde nacieron mis ansias de abrir Asgard para llegar a su núcleo. Tu abuelo lo encerró en el centro de Asgard hace siglos y hoy, yo lo liberare— en ese momento, Surtur recupero su gigantesco tamaño y su flameante espada brillo como nunca lo había hecho, derritiendo glaciares a kilómetros de distancia —Y si, estoy seguro de que alguien altero mi mente, para que pudiera recordar, así como altero tus poderes, para arrancar la realidad de tus manos y que el Ragnarok se lleve a cabo sin inconvenientes— Odín esta vez grito al sentir un terrible dolor en su cabeza, como si algo reptara, se retorciera dentro de su cerebro, escarbando en el. Ahí tuvo sentido, no eran visiones del futuro, eran líneas de tiempo, todas las que había creado en sus intentos de impedir el Ragnarok, colisionando en su cabeza.
—¿Como puedes aceptarlo? Alguien con un poder equiparable al mío, entro a tu mente e hizo lo que quiso y no te importa—
—En lo más mínimo. Porque quién quiera que sea, te quiere muerto tanto como yo— afirmo el gigante, antes de descender el filo de su espada en contra del aturdido dios.
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