¿Amor? ¿Qué es amor? Esto no lo es.

A la mierda este amor, a la mierda, ya da igual las veces que diga mi nombre.

Trato de mirar mi espalda en el espejo del baño mientras me quito las vendas, hace una semana de aquellos cortes y siguen un tanto frescos, pero solo los cortes más profundos, aunque no quisiera, Azusa me los estaba curando.

-Te odio- dije mirando los cortes a medio sanar- Te odio- me dije- Cobarde- me insulté a mí misma comenzando a llorar.- Cobarde.- me volví a decir mientras me hacía bolita en el suelo.

Las baldosas estaban frías, justo como yo, y el ambiente comenzaba a humedecerse por el agua caliente, yo estaba desnuda tumbada en el suelo del baño de mi habitación llorando mientras me insultaba. Traté de tocarme las cicatrices, pero no llegaba, a penas las rozaba con mis uñas.

-Salte de mis putas venas- dije tratando de arañar la costra de una de las heridas a las que si llegaba- ¡Lárgate!- exclamé- ¡Fuera!- volví a rascar con insistencia.

La herida se abrió, y con esta otras dos cercanas, pero me daba igual, quería drenarme de suciedad, de las pomadas de Azusa, quitar la sensación de su lengua paseándose por el interior de los cortes y de su erección tratando de entrar en mí.

-A la mierda las cartas- lloré- A la mierda todo, sabes como joderme- miré mis manos ensangrentadas- Luego haces que sienta bien, aunque no sea así- El olor a sangre se mezcló con la humedad del ambiente y la bañera caliente comenzó a desbordarse, pero no pasa nada, el desagüe del suelo se lo llevaría todo- Todo es un puto juego, y supongo que yo soy con quién juegas- me desahogué en el suelo, abrazándome a mí misma por un rato.

Cuando me recompuse me levanté, cerré la llave del agua que estaba más que caliente y me metí.

Sentí como las heridas ardían con el contacto, pero me daba igual, quería marcharme, ahogarme en este agua llena de mi propia sangre, en soledad.