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this life

SethAvanT
no sé si te amo o te odio por
hacerme escribir esto
(Ծ Ծ)
...

El tiempo se detuvo un segundo que a Jihyo le pareció eterno.

Cerró sus ojos sin poderlo evitar, esperando lo mejor o lo peor. Fue hasta que el maestro de ceremonias habló y la multitud alrededor enloqueció cuando se permitió mirar al frente para encontrarse con su fotografía en la pantalla grande acompañada de los gritos emocionados de sus fans.

¿Había ganado?

Sus ojos instintivamente viajaron hasta Nayeon, temerosa. La mayor tardó un momento en devolverle la mirada antes de levantarse y aplaudirle.

Jihyo se congeló.

—¿Te ayudo a pararte? —le susurró Seungcheol, su manager, a su costado.

Ella negó, pero aún así Seungcheol le ofreció su mano para apoyarse. Se levantó del asiento y mordió su labio tratando de aguantarse la sonrisa que amenazaba con dibujarse en su rostro. Era su primer premio desde que debutó. Un logro así solo podía significar que su esfuerzo estaba dando frutos victoriosos por fin.

Caminó lentamente hasta el escenario. Nayeon estaba ahí, bajo las escaleras, con su usual rostro sereno y su cabello rubio ondeando por algún motivo. Jihyo recogió su vestido antes de comenzar a subir las escaleras del escenario, permitiendo que su mano rozara la de Nayeon una milésima de segundo antes de que la contraria se alejara con disimulo. Jihyo no pensó mucho en eso.

No tenía tiempo para pensarlo.

Recogió su premio junto a un bonito arreglo floral antes de enfrentarse al micrófono en soledad. Era su primera vez dando un discurso de agradecimiento, ¿que se supone debería decir? Estaba tan nerviosa que olvidó todos los ensayos que tuvo con Seungcheol para una situación así.

Dio un paso hacia adelante y chocó contra el micrófono.

Sus mejillas enrojecieron cuando la multitud rió. Buscó desesperadamente entre todos los rostros al de Nayeon y suspiró cuando la encontró mirándola fijamente. Porque Nayeon era la única persona que podía calmarla incluso sin decir una palabra, y Jihyo simplemente la amaba tanto que a veces dolía.

...

La conversación que mantenía con Momo y Seungkwan pasó a segundo plano cuando Nayeon entró en su campo de visión.

Jihyo se permitió admirar a la mujer que amaba. Su rostro estaba adornado con gemas rojas brillantes y su vestido se arrastraba por la alfombra con gracia digna de una actriz famosa. Su bolso, discreto y elegante, rompía su personaje por culpa del tonto pin de conejito que Jihyo le había regalado y había insistido en que pegara a un lugar visible.

Sintió su rostro arder ante el pensamiento de que Nayeon en realidad si había mantenido el obsequio cerca de ella.

—¿Estás bien?

—¿Eh? —preguntó confundida, volviendo su atención a sus amigos.

Seungkwan alzó una ceja antes de darle un trago a su café, permitiendo que Momo hablara.

—Parece que estás en otro mundo —se burló la chica.

Jihyo vaciló. Ella no estaba... ¿o si? En realidad ella solo quería regresar a Nayeon, sentir sus brazos rodeándola y olvidarse de todo el escándalo de la ceremonia de la mañana.

—Estaba pensando —se excusó, aclarando su garganta y regresando su vista de manera disimulada a Nayeon, quien ahora hablaba con un hombre que Jihyo no conocía.

—¿En tu premio? —indagó Seungkwan con una sonrisa—. De verdad es un gran logro, Jihyo.

Momo también sonrió. —Cuando seas famosa no te olvides de nosotros tus amigos humildes.

Jihyo se aguantó una carcajada.

—Pero ustedes dos son más famosos que yo.

El brazo del hombre viajó hasta la cintura de Nayeon y de pronto Jihyo ya no estaba interesada en Momo ni en Seungkwan.

—Me tengo que ir.

—¿Nos vemos después? —alcanzó a escuchar, pero no le interesó lo suficiente como para voltear y responder.

Se dirigió hasta Nayeon con paso seguro, ignorando a todos los reporteros a su paso que rogaban por una entrevista, demasiado ocupada pensando en la forma en la que Nayeon no se alejó del hombre cuando la tocó.

Cuando llegó no supo que hacer. Ella estaba de espaldas y Jihyo se sintió pequeña e invisible. ¿En verdad estaba pensando en ignorar las miles de cámaras rodeándola y capturando cada segundo de su vida simplemente por un hombre que no conocía? Tragó duro mientras sentía su corazón acelerarse, tenía que hacer algo para que los murmullos no comenzaran.

Nayeon volteó en ese momento. Dio un paso a un costado y empujó al hombre con ella, dejándole el camino libre a Jihyo sin siquiera dignarse a mirarla.

Jihyo no sabía si debía estar agradecida.

Caminó recto hasta la mesa de bebidas y tomó una copa de vino entre sus dedos.

...

Las cosas que Nayeon eran algo complicadas. Siempre lo habían sido, en realidad.

Jihyo sabía que en el mundo de la fama no había lugar para nadie como ella, y aún así, de algún modo, había logrado hacerse un espacio ahí dentro con todo su esfuerzo y ayuda de sus seres queridos.

Recuerda haber conocido a Nayeon poco después de debutar. Jihyo siempre la había admirado; Nayeon se mantenía serena y firme frente a las cámaras, amable y decidida. Jihyo había aprendido todo lo que sabía de ella (de ella y de Seungcheol), y había pasado tanto tiempo a su lado, estudiando sus comportamientos frente a la prensa, que sin notarlo había terminado enamorándose de la bonita mujer.

Nayeon era divertida, tenía un carácter fuerte, y cuidaba a sus amigos como si fueran sus hijos. Nayeon era el mar que Jihyo siempre había deseado conocer de pequeña, cuando sus sueños parecían estrellas inalcanzables y se refugiaba entre la arena de la playa.

Jihyo de verdad la amaba. La amaba tanto.

Nayeon, por supuesto, solía repetirle que también la amaba. Antes las palabras eran suficientes para Jihyo, palabras dulces y cortas acompañadas de besos castos y caricias sutiles.

Había sido más sencillo creerle al comienzo. Jihyo sabía que era ingenua, una novata como ella, recién debutaba y sin fama, persiguiendo a la mujer más famosa y hermosa que hubiera pisado la tierra. Nayeon nunca le dio falsas esperanzas, nunca sobrepasó ningún límite. Y, cuando Jihyo la besó por primera vez dentro de un estudio de grabación, lejos de las cámaras y miradas penetrantes, Nayeon la besó de regreso.

Había sido difícil convencerla de salir con ella. Nayeon siempre le recordaba la diferencia de edad entre las dos. Cinco años eran poco para Jihyo, pero por algún motivo eran un mundo entero para Nayeon. Quizá, de todo, lo más complicado había sido esconderse.

Nayeon amaba la fama. Amaba a las cámaras y a los reporteros que la seguían a cualquier parte. Era obvio que no permitiría que su relación saliera a la luz.

Para Jihyo había estado bien.

Hasta que no lo estuvo. Hasta que hombres sin rostro tomaban la cintura de Nayeon. Hasta que la mayor evadía su mirada y se alejaba de sus roces "accidéntales" en público.

Jihyo dejó de pensar cuando el caminó frente a ella se vio interrumpido de manera abrupta por una sombra delicada. Nayeon estaba frente a ella. Pensó que quizá estaba alucinado o algo así, el alcohol jugándole una mala pasada o parecido. Pero no. Era real, y estaba ahí.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó suave, en un susurro que se perdió con el aire frío.

Nayeon suspiró. Se deshizo del abrigo que envolvía su cuerpo y lo pasó por la espalda de Jihyo.

—Podría preguntarte lo mismo a ti —recriminó la rubia en un tono severo—. Desapareciste de la nada y ahora te encuentro aquí, en un parque a mitad de la noche. Seungcheol moriría si te viera aquí. Si todos los camarógrafos no estuvieran ocupados con el evento serias la comida de las televisoras mañana por la mañana.

Jihyo juntó sus cejas, enfadada. Ah, realmente la fama era todo lo que a Nayeon le interesaba, ¿no?

—¿Es en todo lo que piensas? —dijo indignada mirándola directo a los ojos obscuros que hace mucho habían perdido el brillo de verla—. ¿En cómo la prensa me destrozará eventualmente?

—Me preocupo por ti, Jihyo.

Jihyo se aferró al abrigo de Nayeon. Era cálido y olía a ella; a ella junto a un muy sutil aroma del acondicionador que Jihyo solía utilizar.

—Te preocupas por lo que dirán de mi. —Nayeon guardó silencio y Jihyo no necesitó una respuesta para confirmar su deducción—. No puedo seguir haciendo esto.

—¿De qué hablas? —preguntó Nayeon.

Jihyo acarició la suave tela. Tratando de mantener sus manos ocupadas y su atención divida.

—No puedo... —Jihyo pensó la palabra mejor. Tenía que ser clara. Tenía que serlo si quería aferrarse a la única oportunidad que tenía de ser más importante para Nayeon que su reputación—. No quiero seguir así.

Nayeon estrujó su vestido un poco. No tenía bolsas para resguardar sus manos y Jihyo supo que tendría frío. Resistió el impulso de devolverle el abrigo. Si las cosas terminaban mal al menos quería guardar una parte de Nayeon consigo.

—No podemos hacer pública nuestra relación. No nosotras.

Jihyo sintió sus ojos aguarse un poco y Nayeon desvió la mirada, quizá incómoda.

—¿Por qué no?

—Jihyo...

—Al menos podrías dejar de fingir que no existo cuando estemos en público, ¿sabes?

La primera gota cayó en la mejilla de Jihyo. De pronto la lluvia escondió sus lágrimas mientras caía sin restricciones sobre las dos. Jihyo la sintió como una caricia sutil advirtiendo una tormenta inevitable.

—Lo hago por nuestra...

—No digas reputación —exigió Jihyo, cortando a Nayeon de inmediato—. Maldita sea, Nayeon. ¡Deja de pensar en tu estúpida reputación y tu fama un segundo y piensa en nosotras! —un trueno resonó y su voz se quebró en fragmentos al hablar—. Piensa en mi, por favor.

—Solamente quiero protegerte de un mundo que aún no conoces, Jihyo —dice Nayeon, y por un segundo suena sincera—. De un mundo cruel y despiadado, donde si te atreves a ser diferente acabas exiliado y repudiado.

—¿Me amas?

—¿Qué?

Jihyo sabía lo que estaba haciendo. Nunca había sido más egoísta en su vida, jamás se lo permitiría ni se lo perdonaría. Pero la noche y el alcohol en su sistema abrumaban sus pensamientos.

—¿Me amas más que a tu carrera? Tú has dicho que me amas, pero nunca me has dicho cuánto lo haces.

Nayeon la miró escandalizada. Aunque duró sólo un segundo, Jihyo sintió a su corazón latir con fuerza dentro de su pecho, esperanza creciendo en ella.

—Estás siendo inmadura, Jihyo.

—¡Solo dímelo!

Nayeon guardó silencio. Desvió la mirada antes de responder:

—No.

Fue ahí cuando Jihyo lo escuchó. Sutil y desgarrador. Su corazón se quebró tan rápido que no le dio tiempo de asimilarlo.

A pesar de todo, Nayeon aún se miraba radiante incluso bajo la lluvia mientras destrozaba a Jihyo y su vestido se empapaba.

—¿En verdad? —se atrevió a preguntar incrédula, con las lágrimas desbordándose y ahogándola cada vez más—. ¿Sabes lo que estás diciendo? ¿No puedes amarme aunque sea un poco más? Solo un poco —rogó, y sintió de pronto que los papeles se comenzaban a invertir.

Jihyo siempre supo que daría todo por Nayeon, incluso si eso significara abandonar sus sueños y destrozar la carrera que ella misma se había creado. Y sí, quizá siempre supo que Nayeon jamás abandonaría algo tan banal como su tonta carrera por ella, pero aún así escucharlo en voz alta, tener la certeza de que sus especulaciones siempre habían sido reales sencillamente rompía su corazón.

—No, Jihyo.

Jihyo sintió que temblaba bajo el abrigo que de pronto no se sentía tan cálido ni tan acogedor. El perfume de Nayeon se desvanecería por la lluvia de cualquier manera, así que se deshizo de la tela y se la entregó a Nayeon de regreso, una parte de ella esperando que Nayeon conserve el aroma de su acondicionador por un poco más.

—Solo no me llames cuando me necesites —dijo con la cabeza gacha a pesar de que Nayeon jamás la necesitó como Jihyo lo hizo.

Nayeon tomó el abrigo de vuelta y ni siquiera se lo puso. Jihyo comenzó a llorar cuando Nayeon se alejó.

...

—Park Jihyo, si no abres la puerta en este momento la voy a tirar —dijo Seungcheol, pero Jihyo estaba demasiado ocupada sintiéndose una basura y tomando helado como para preocuparse por su manager—. ¡No estoy bromeando!

Cuando la puerta de madera en realidad tembló, Jihyo se vio obligada a abrir su apartamento. Seungcheol se abalanzó contra ella de inmediato, envolviéndola entre sus brazos y acariciando su cabellera como un padre protector.

—Estaba tan preocupado. No me contestabas las llamadas y todos decían que ayer desapareciste del evento de la nada con demasiadas copas encima.

Jihyo hizo una mueca. A pesar de no haberle devuelto el abrazo a Seungcheol, cuando el hombre hizo el amago de soltarse, Jihyo se aferró a él. Solo un poco más.

—Lo siento —dijo, y apenas ahí notó su voz quebrada y la manera en la que su cuerpo temblaba.

Seungcheol le permitió aferrarse un rato más sin decir palabra alguna. Cuando Jihyo rompió el abrazo, Seungcheol se aseguró de llevarle un par de pañuelos de la cocina junto a un vaso de agua, a lo que Jihyo rió.

—Se supone que eres mi invitado.

Seungcheol negó con suavidad.

—¿Estás bien?

Jihyo había esperado muchas cosas: un regaño, una mirada enojada, incluso la ley del hielo. No había esperado que Seungcheol le preguntara cómo se encontraba. ¿Lo sabía? Quizá Nayeon le había contado acerca de su tonta pelea o algo así.

—Si —mintió entonces.

Seungcheol alzó una ceja, sin creer nada lo que ella dice.

—No me mientas. Soy tu manager, estoy a un paso más de evolucionar y convertirme en tu hermano mayor.

Ah, Jihyo quería a Seungcheol más de lo que hubiera querido a sus hermanos si hubiera tenido. El hombre daría todo por ella sin quiera pensarlo.

De pronto Jihyo otra vez tenía ganas de soltarse a llorar.

—Creo que terminé con Nayeon. Ella... —lloriqueó sin poder enviarlo—. Yo... No sé qué hice, Cheol.

Seungcheol la miró comprensivo y escuchó cuidadosamente lo que Jihyo le contó, acariciando sus manos y pasando los mechones de cabello rebeldes de Jihyo detrás de su oreja de vez en cuando.

—Quizá fue demasiada presión —admitió por fin Jihyo—. Siempre supe sus prioridades y aún así tuve el coraje de hacerla elegir entre la carrera que ha forjado por años y yo. Soy una tonta.

Seungcheol se fue al atardecer, prometiendo una cena lujosa pronto y no sin antes llenarle la cara de besos babosos a Jihyo para hacerla sentir mejor.

Cuando dio la noche Momo y Seungkwan aparecieron en su apartamento. Jihyo al menos no se debía preocupar por abrir la puerta ni de que nadie la destroce porque sus amigos en realidad tenían la copia de las llaves que le habían robado a Seungcheol.

—¿Por qué parece que te atropelló un camión? —preguntó Seungkwan acercándose a Jihyo y apresando sus mejillas para examinar su rostro hinchado y enrojecido.

—Eres un grosero —lo regañó Momo—. No sé cómo Mingyu y Vernon te soportan.

—Porque soy bonito —se defendió Seungkwan, soltando la cara de Jihyo y sacándole la lengua a Momo.

Jihyo sonrió un poco. A veces envidiaba a Seungkwan y la manera en la que no temía por su reputación a pesar de salir no solo con un chico, sino con dos.

—Estaba viendo un drama —interrumpió tratando de olvidar cualquier cosa que estuviera pensando—. Lloré un poco por eso.

—Oh —dijo Momo, viendo directamente al bote de helado vacío y los pañuelos sucios alrededor—. Eso explica muchas cosas.

Algunas veces, muy raras ocasiones, Jihyo deseaba poder contarles a sus amigos sobre la persona que amaba, Nayeon. Pero el único que sabía de ellas era Seungcheol. Por petición de la mayor, Jihyo jamás le había contado a nadie. 

Al menos ahora no tendría que preocuparse por querer hablarle a nadie sobre Nayeon, porque ellas...

—¿Por qué lloras? —preguntó Seungkwan rápidamente, pasando su brazo sobre los hombros de Jihyo.

Momo se apresuró a abrazarla desde el otro lado vacío.

—¿Segura que estás bien?

Jihyo medio asintió, sintiendo la calidez que le brindaba estar entre los brazos de sus amigos.

—Creo que necesito un poco de aire.

...

Al parecer un poco de aire no había sido suficiente, porque de algún modo Jihyo terminó dentro de un club sin vista de sus amigos por ninguna parte.

Ah, ¿cómo había llegado hasta esa situación?

Recordaba solo un par de botellas de Soju, una película de Disney y a Seungkwan respondiendo una llamada de Mingyu en la madrugada.

Se concentró en su alrededor. Las luces coloridas la cegaban un poco, la música bombardeaba sus tímpanos y no sabía de dónde había sacado un vestido tan bonito.

Nayeon. Claro. Era el vestido que Nayeon le había regalado en su primer aniversario.

Jihyo mordió su labio. Seguramente si estaba ahí no era para pensar en Im Nayeon y en su bonito gusto para elegir vestidos.

—¿Bailas?

Jihyo miró la mano extendida frente a ella. Era una mujer que jamás había visto la que se la ofrecía. Era rubia, como Nayeon.

—Si.

La pista de baile estaba llena. La mujer de vez en cuando acariciaba a Jihyo y tomaba su cintura. Jihyo no se molestó en detenerla, demasiado concentrada en la música que destrozaba sus oídos.

Era una guionista, eso fue lo que le dijo e, inevitablemente, Jihyo pensó si esa mujer alguna vez habría escrito algún guión para Nayeon.

Terminó fuera del club. La mujer sobre ella besaba su cuello y deslizaba sus manos, antes cuidadosas, bruscamente sobre la piel de Jihyo. Cuando sus labios atacaron su boca, Jihyo fue consciente de que detestaba la sensación. Trató de zafarse del agarrare, pero la mujer la encerró entre su cuerpo y la pared de ladrillos detrás de ella. Un segundo después la mujer amenazaba con romper el tirante del vestido. Al otro Jihyo ya tenía su puño en su cara.

Trastabilló hacia un costado sin poder evitarlo. Jihyo jamás había golpeado a nadie y el miedo de haber arruinado todo no tarda en esparcirse en ella.

Un familiar destello la cegó por un segundo.

Paparazzis.

Oh.

La camioneta de Seungcheol apareció frente a ella antes de que se echara a correr. Jihyo no sabía cuánto tiempo había pasado, y si era sincera jamás había estado tan agradecida por saber que sería reprendida. Se apresuró a entrar y la camioneta arrancó de inmediato.

—Íbamos a cenar juntos, Jihyo —dijo Seungcheol a su costado con la voz sorprendentemente más suave de lo que Jihyo había esperado—. Pero decidiste que sería mejor idea ir a un club a liarte con una mujer antes de que la golpearas. ¡¿Sabes en cuántos problemas estás?!

—No se cómo llegué aquí —admitió abatida.

Seungcheol exhaló con fuerza antes de sonarse las cienes, exasperado.

—Claro que no —suspiró más para si que para Jihyo—. Vayamos a tu departamento y hablemos ahí. ¿Está bien?

Aparentemente Jihyo no puede mantenerse quita ni un segundo, porque en cuanto Seungcheol la dejó en su apartamento y ella le prometió que podrían hablar de lo sucedido al día siguiente, salió de ahí de inmediato.

Todo pasó tan rápido que no notó el momento en el que llegó frente a la puerta de madera frente a ella, ignorando todas las llamadas perdidas de Seungcheol y de sus amigos.

Le tomó un rato, pero al final, cuando se armó de todo el valor que no había tenido en su vida, tocó la puerta.

Y Nayeon le abrió. Porque Nayeon siempre le abría a pesar de todo.

—Sé que dije que... que yo... —trató de detener su llanto, que había comenzado repentinamente, para poder hablar, siendo el intento en vano—. Realmente lo siento.

—Entra. Te resfriarás.

Jihyo obedeció. La casa de Nayeon siempre había sido cálida y cuando Jihyo se acercó a la sala y notó el abrigo que se mojó hace poco en la lluvia sintió a su corazón encogerse en su pecho. La tela permanecía arrugada, casi como si Nayeon hubiera estado aferrada al abrigo hace poco.

—Siéntate. Te traeré un chocolate caliente y galletas.

Jihyo esta vez decidió no hacer caso. Siguió silenciosamente a Nayeon hasta la cocina y se mantuvo detrás de ella en todo momento, esperando el momento oportuno para hablar.

El momento no llegó pronto. De hecho, tardó en llegar una hora en la que Jihyo bebió todo su chocolate y se terminó las galletas que Nayeon le ofreció. De cualquier forma las galletas eran las favoritas de Jihyo, a Nayeon ni siquiera le gustaba esa marca.

—¿Estás mejor?

Jihyo asintió  lentamente, tímida.

—Lamento molestarte.

Una pequeña sonrisa apareció en los labios de Nayeon, una que tardó más en formarse que en desaparecer de su rostro.

—¿Sucedió algo?

Jihyo mordió su labio con fuerza antes de responder.

—Lo arruiné —soltó por fin mientras las lágrimas comenzaron a inundar su visión—. Esta vez realmente lo arruiné solo por mis caprichos —chilla—. Tenías razón. Solo estoy siendo inmadura y...

—¿Qué pasó?

—Me fotografiaron —respondió en un susurro cortado—. Estaba besando a una chica, y ella quería sobrepasarse así que terminé por golpearla porque no supe qué hacer y... —su voz se quebró de nuevo— no me había dado cuenta de las cámaras.

Jihyo mantuvo la mirada sobre sus manos en sus muslos, demasiado apenada por la declaración y por la reacción que Nayeon tendría. ¿Estaría molesta? ¿La odiaría por haber besado a alguien más? Quizá incluso la miraría con asco después de saber lo que Jihyo le dijo.

Sin embargo, Nayeon no habló por un rato. Jihyo no se atrevió a desviar la mirada de sus manos en ningún momento, por lo que cuando sintió el tacto en su hombro dio un brinquito de sorpresa sobre el sillón.

—Vamos a darte un baño, ¿está bien? —dijo Nayeon, tan suave y sutil que Jihyo casi se soltó a llorar una vez más.

Nayeon, a pesar de todo, no parecía molesta.

Jihyo se dejó guiar hasta el baño de la habitación de Nayeon. Esperó pacientemente a que la mayor le preparara la bañera y, cuando estuvo sola, se permitió sacar las lágrimas que le quedaban.

Cuando salió, encontró sobre la cama una pijama rosada y no dudó en usarla, aspirando en sus pulmones el aroma de Nayeon en la tela.

—¿Puedo pasar? —preguntó Nayeon en ese momento, a través de la puerta de la habitación después de dar tres golpecitos. Jihyo no respondió, solamente asintió; y de algún modo Nayeon lo supo, porque abrió de inmediato—. Descansa esta noche aquí, ¿si? Vendré a verte en la mañana.

Y con eso Nayeon desapareció.

...

No la encontró por ningún lado. Ella le había dicho que la vería por la mañana, y cerca ya era media tarde y Jihyo aún no podía encontrar a Nayeon.

Se dejó caer rendida sobre el sillón. El televisor frente a ella la tentó un segundo, pero no. Jihyo sabía que sería mala idea encenderlo. Seguramente las noticias estarían llenas de su rostro.

No le quedaba más remedio que posponer lo inevitable. Al menos no hasta que Seungcheol la llamó, exigiéndole que viera las noticias.

Las imágenes borrosas del incidente de la noche pasada la recibieron con la peor de las bienvenidas.

—... se especulaba que nuestra chica misteriosamente fuera Park Jihyo, pero esta misma mañana han dado declaraciones al respecto —dijo la mujer en la pantalla antes de mirar al hombre a su lado invitándolo a hablar.

—Así es. Im Nayeon y su empresa han dado sus declaraciones, asegurando que la actriz es la mujer captada en las cámaras agrediendo, y no sólo eso, mostrando muestras de afecto públicas con otra mujer. Han asegurado que la actriz...

Jihyo dejó de respirar un segundo. Su corazón latió tan fuerte y rápido que le dolió dentro de su pecho.

¿Qué?

¿Nayeon había hecho qué?

La puerta principal se abrió, dejando entrar a Nayeon a su apartamento. Se veía cansada.

Jihyo hizo un puchero antes de abalanzarse contra ella con fuerza.

—¡Eres una tonta! ¿Por qué hiciste eso? —chilló, golpeando el pecho de la mayor con la poca fuerza que aún conservaba—. Debiste dejar que me arruinaran.

Nayeon detuvo sus puños con poco esfuerzo.

—No podía dejar que hablaran mal de ti.

—¡¿Y pensaste que era mejor que hablaran mal de ti?! Nayeon... Sé que amas tu carrera, tú no debiste...

Jihyo dejó la oración morir en el aire. Nayeon la atrapó en un abrazo y acarició sus cabellos con delicadeza.

—La otra noche te mentí —admitió Nayeon en voz baja—. Nada me importa más que tú, ni siquiera mi tonta fama ni mi tonta carrera.

Jihyo vaciló.

—Perdón.

Incluso sin verla, podía saber que Nayeon asentía con una sonrisa.

—No te disculpes. De cualquier forma ya estoy acostumbrada a los cuchicheos de la prensa —bromeó antes de reír.

Hace tanto que Jihyo no escuchaba a Nayeon reír que por un momento deseo haber grabado el sonido para la eternidad.

—Gracias por salvarme de la tonta prensa, entonces. De verdad.

—Así es la vida. Quizá en algún momento ya no te podré ayudar —admitió Nayeon, mirando a Jihyo a los ojos después de romper el abrazo—, pero mientras esté en mis manos voy a hacer lo imposible por estar a tu lado.

Jihyo sonrío, apenada y arrepentida de sus acciones.

—¿Significa que podemos volver a salir?

Nayeon fingió pensarlo un segundo.

—No. Tendrás que ganarme de nuevo, Park Jihyo —insinuó sonriendo.

—Quizá pueda dedicarte una canción —trató de bromear Jihyo.

Nayeon acunó su mejilla con ternura. —Hará falta más que eso.

Jihyo se acercó a su rostro. Mantuvo la cercanía por un segundo.

Y la besó.

Y Nayeon también la besó.

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