Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5 - "Lo siento" (Parte 2)

Por la puerta exterior entraba un numeroso grupo de infectados, y, en el interior del porche, algunos de ellos devoraban el cuerpo inerte de Aria.

—¡Cerrad las malditas puertas! —ordenó Hiraeth mientras corría hacia el cuerpo de su amiga.

Leila, aún petrificada, no se movió. Olivia volvió al interior del edificio y salió poco después con una pistola en la mano; decidida, con paso firme, dio hasta ocho tiros directos a la cabeza de los infectados. No falló ni una. Se notaba su maestría con las armas.

Sin embargo, ya era demasiado tarde, Aria había muerto.

—No, no, no, no, no. —Hiraeth estaba arrodillada en el suelo, junto al cuerpo sin vida de la que había sido su amiga desde hacía cinco años. La impotencia recorrió todo su cuerpo; no pudo evitar estallar en llanto. Su amiga acababa de morir y nadie había estado allí para evitarlo—. ¡¿Por qué cojones no había nadie con ella?! —exclamó con las lágrimas a flor de piel.

El resto del grupo acababa de salir al porche. Todos estaban en estado en shock.

—Me… dijo que iba a salir a dar una vuelta por el campus para despejarse y tomar el aire; no pensé que… no pensé que fuese a pasarle nada, yo… lo siento… —Magus no pudo decir nada más antes de que unas finas lágrimas comenzasen a brotar de sus ojos.

Todos se mantuvieron en silencio durante un par de minutos, hasta que Kourtney se aventuró a hablar.

—Nadie sabía que iba a pasar esto —dijo aún entre lágrimas—, pero no deberíamos dejar que nadie fuese solo por ahí, sabiendo los peligros que ello conlleva. —Kourtney se giró hacia Magus, este agachó la cabeza— Para Aria ya no hay nada que hacer, ha muerto, y no hay vuelta atrás. Sólo podemos hacerle justicia y no dejar que haya muerto en vano, consiguiendo esa puta cura.

Nadie dijo nada. Aún estaban tratando de procesar lo que acababa de suceder. Una de sus amigas había muerto, y nadie había estado allí para ayudarla. Sólo de pensarlo la angustia se apoderaba de sus cuerpos, era una sensación horrible; acababan de ver morir a Aria justo frente a ellos, devorada por una panda de malditos zombies. Se hizo un eterno silencio.

Hiraeth se secó las lágrimas con la manga de su sudadera y se puso en pie. No le dirigió la mirada a nadie, simplemente comenzó a arrastrar hasta la carretera los cuerpos inertes de los infectados que estaban en el suelo. Hera fue a acompañarla.

Segundos más tarde, Leila y Olivia también se unieron a la labor. Sacaron todos los cuerpos, excepto el de Aria; cuando Hera se dispuso a cogerlo, Hiraeth la paró.

—No —la interrumpió—. A ella no. No se merece que la tiremos a la basura al igual que a esos desgraciados que le han arrebatado la vida. Deberíamos enterrarla.

El resto del grupo, que estaba pendiente de la conversación, estuvieron de acuerdo con la idea. Aria merecía una muerte digna dentro de lo que fuese posible. Entre varios recogieron su cuerpo del suelo y lo trasladaron hasta el campus; posteriormente, con un par de palas que sacaron del cuarto del jardinero, encargado del campus, cavaron la que sería la tumba de su difunta amiga. El sol pegaba fuerte y el sudor conseguía disimular parcialmente los ríos de lágrimas que aún recorrían sus mejillas.

Una vez finalizado el trabajo, la enterraron y se colocaron todos a su alrededor. Magus, aún con un nudo en la garganta, fue el primero en hablar.

—Lo siento —dijo una vez más—, no debería haber dejado que saliese sola. Quizás podría haber hecho algo por ella, quizás podría haber evitado su muerte.

—No, la culpa es mía —le interrumpió Jennifer con la voz temblorosa—. A mí fue a la que se me olvidó cerrar la puerta exterior anoche cuando Hades y yo regresamos —confesó dándose cuenta de su terrible error—. Ha muerto por mi culpa…

Hiraeth la miró apenada. Era cierto que, si ninguno de ellos hubiese cometido aquellos «aparentemente insignificantes» fallos, Aria probablemente seguiría viva. Pero era imposible actuar de forma perfecta en medio de la situación en la que estaban envueltos, y eso ella lo entendía, era casi imposible tratar de evitar la muerte casi segura que les esperaba a todos y cada uno de ellos. Sí, tenían algo de culpa, pero en parte todos la tenían.

—No es cuestión de discutir de quién es o no la culpa —intervino lentamente en la conversación—, los dos habéis cometido un fallo que ha desencadenado que esto pasase, pero no os machaquéis por ello, ya no merece la pena. Lo hecho, hecho está, y sólo nos puede servir para rectificar y que algo así no vuelva a pasar. Que al menos su muerte haya servido para algo.
»Descansa en paz, Aria —dijo al tiempo que volvía al interior del hall. Hera, Kourtney, Chloe y los hermanastros la siguieron.

Diez minutos más tarde, Universidad de Whitebridge Creek.
—Deberíamos de ir yendo a la sala de generadores —le susurró Chloe a Kourtney—, si no, el tiempo se nos va a echar encima.

Sin decir nada, su amiga asintió, y ambas se dirigieron hacia la sala mencionada. Cuanto antes se sacasen de la mente aquel tema y la inquietante imagen de Aria desfallecida en el suelo, mejor. Todos sentían cómo una pequeña parte de culpa recaía sobre sus espaldas.

—En un rato volvemos —se pronunció Kourtney.

Hiraeth asintió con la cabeza.

—¿Estás bien? —le preguntó Hera girándose hacia ella, colocando una mano sobre su hombro.

Los ojos de Hiraeth se humedecieron. Hera automáticamente la abrazó.

Exterior de la Universidad, 11:30, 2 de noviembre.
—¡Ah! —gritó Kourtney de repente. Había tropezado con una de las piedras del camino.

Chloe se llevó una mano a la cara.

—Esa piedra no estaba ahí antes.

—Ya… —dijo su amiga dejando escapar un leve intento de sonrisa.

Kourtney frunció el ceño y volvió a mirar hacia adelante.

—Oye… En cuanto a lo que ha pasado con Aria… —tanteó.

—Creo que eso de ahí es la sala de generadores —dijo Chloe tratando de cambiar de tema, al tiempo que se acercaba para inspeccionar la puerta. Kourtney entendió que su amiga no quería hablar sobre aquello.

Originalmente, la puerta de la sala parecía ser de metal, de un tono verde quizás, pero por el tiempo y la suciedad se había ennegrecido. Estaba llena de mugre y moho.

—Esto no lo han abierto en siglos, ¡qué asco! —exclamó Kourtney.

—Encima huele a muerto —añadió Chloe tapándose la nariz.

Kourtney fue la primera en entrar.

—Aquí no se ve nada —dijo mientras tanteaba con la mano la pared.

Pulsó un interruptor que había justo a la entrada y se encendió una pequeña bombilla en el centro de la sala.
Se adentraron en aquel cuarto poco a poco, sumiéndose en un entorno oscuro y deprimente. Era una sensación muy extraña. A ambas les entraron escalofríos.

Del techo colgaban decenas, por no decir cientos, de telarañas enormes. Las paredes estaban repletas de grietas y habían algunas señas de humedad; por otra parte, el suelo, formado por baldosas rojas, estaba tan sucio o incluso más que la puerta por la que habían entrado. Y justo al fondo, un enorme generador que funcionaba a duras penas.

—¿Pero cómo se supone que va a ponerse esto en marcha si está lleno de mierda? —preguntó la más baja de las amigas, indignada.

—Esa es una buena pregunta —contestó Kourtney mientras buscaba algún botón de reinicio—. ¡Voila!

Automáticamente se escuchó cómo el generador se ponía nuevamente en marcha, devolviendo energía a la Universidad. Pan comido. Aún así, no creían que tardase mucho en volver a apagarse, estaba realmente dañado.
Kourtney había girado sobre sí misma, para dirigirse hacia el exterior nuevamente, cuando escuchó un pequeño crujido tras ella. No tuvo el tiempo suficiente de reaccionar; cuando se dio cuenta, un infectado le acababa de agarrar el pie. Demasiado tarde, ya le había mordido.

Mientras tanto, en el aparcamiento de la Universidad.
—Esto… ya está —dijo Hiraeth acabando de cargar los últimos suministros en el maletero de su coche—. ¿Cómo vais por ahí?

Jennifer y Hades estaban realizando la misma tarea en el coche de al lado.

—Bien —respondió su amiga agitada, cerrando el maletero de un portazo—. Uy, perdón.

Hades sacudió la cabeza y se rió.

Por otra parte, en el hall de la Universidad, estaba el resto del grupo recogiendo sus últimas pertenencias y guardándolas en sus respectivas mochilas. Partirían hacia Ottawa en cuanto Kourtney y Chloe regresasen.

Al cabo de no mucho tiempo, las dos amigas regresaron, pero no como ellos esperaban.

—¡Ayuda! —exclamó Chloe, desesperada. Llevaba a cuestas a Kourtney, esta se estaba desangrando por la pierna.

«Otra vez no, otra vez no, por favor», suplicó Hiraeth en sus pensamientos. No quería ver muerta a otra de sus amigas.

Rápida como el rayo, entró corriendo al hall de la Universidad y rebuscó entre las herramientas que Leila y Olivia habían conseguido el día anterior. Allí estaba, la sierra de mano. Salió nuevamente a toda velocidad del edificio, seguida del resto del grupo que aún quedaba en el interior, y exigió que colocasen a Kourtney tumbada en el suelo.

—Hay que amputarle ya la pierna o se convertirá en una de esas cosas —dijo entregándole la sierra a Leila—. Tú eres la médica.

Leila se puso blanca. Nunca había hecho nada parecido y ni siquiera tenía forma de anestesiar a Kourtney para que no sintiese dolor alguno. Sin embargo, el tiempo corría.

«No me jodas», dijo para sí misma al tiempo que se agachaba al lado de la accidentada. No era la persona a la que más ilusión le hiciese salvar, pero tampoco quería dejarla morir de aquella forma. Leila cerró los ojos, suspiró, y trató de concentrarse en la tarea que estaba a punto de realizar.

Todo estaba lleno de sangre y la sierra sólo contribuía a que Kourtney sangrase aún más. Tras un incontable número de gritos y sollozos, la pierna estaba completamente amputada. Leila cubrió rápidamente la zona amputada con su propia sudadera para tratar de evitar que la hemorragia fuera a más.

—Hay que cauterizar la herida o morirá desangrada —dijo temblando.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro