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Capítulo 4 - "La hemos cagado" (Parte 1)

Hacía aproximadamente una media hora desde que habían llegado al Walmart de Whitebridge Creek, en uno de los coches que encontraron aparcados en el puesto de policía el día anterior junto a la Universidad. Simplemente tuvieron que romper la ventanilla para colarse, y posteriormente, hacerle un puente al vehículo para conseguir arrancarlo. Pan comido para Chloe, a la cual su padre le había inculcado conocimientos de mecánica desde bien pequeñita.

Pusieron rumbo al supermercado más cercano y llegaron hasta el Walmart. Saquearon toda la comida que pudieron de las estanterías, aunque la mayoría estaban ya vacías, seguramente alguien más se les habría adelantado.

En el supermercado no consiguieron ver gran cosa en lo que se refiere a supervivientes o infectados, únicamente había algunos cuerpos tirados en el suelo, desangrados y con las tripas desperdigadas por el suelo. Desde luego no era una escena muy agradable de ver, pero al fin y al cabo, era el apocalipsis.

Por otra parte, en el fondo, había algún que otro infectado, de los cuales se pudieron deshacer fácilmente con las armas que llevaban encima. Optaron por utilizar armas blancas ya que el sonido de los disparos podría atraer a más de ellos.

Tras acabar de registrar el Walmart volvieron al aparcamiento subterráneo para cargar las cosas y volver de regreso a la Universidad; todo parecía despejado. Había algún que otro coche mal aparcado, e incluso uno completamente volcado, sin embargo, prefirieron no revisarlos, por si aún quedaba “alguien” dentro de ellos.

Finalmente, Chloe y Aria subieron al coche.

—Vale pues… —dijo Chloe sin poder acabar la frase. El aparcamiento se había llenado con el eco de una alarma, probablemente de uno de los coches que quedaban estacionados a lo largo del aparcamiento.

—¿Qué cojones…? —dijo Aria sin entender lo que estaba pasando—. ¿De dónde viene esa alarma?

Ambas se giraron sobre su asiento para ver si conseguían identificar de qué coche provenía la alarma, era de un seat blanco. No veían nada alrededor, ¿acaso había saltado sola?

A los pocos segundos se oyó un fuerte golpe. La puerta del almacén del aparcamiento, la cual había estado anteriormente cerrada bajo cadenas y un candado, se había abierto de par en par; de la oscuridad salía una horda de infectados. El que iba en cabeza, como si fuese el líder de los demás, no se parecía a ningún infectado que hubiesen visto antes; iba a cuatro patas y tenía la cara completamente desfigurada, este comenzó a correr hacia el seat mientras que los demás se dispersaban por el aparcamiento.

—Jo-der —dijo Aria mientras se recostaba en el asiento del copiloto—. La hemos cagado.

Aria se había puesto en lo peor, parecía que ya veía la luz al final del túnel y asumía que estaba preparada para mudarse al otro barrio. Sin embargo, Chloe, no tenía pensado morir hoy.

En un acto reflejo, arrancó el coche lo más rápido que pudo. Pisó el acelerador y trató de salir a toda prisa del aparcamiento. El infectado que iba en cabeza de la horda percibió su intento de huir y salió corriendo tras el coche de policía. Era demasiado rápido y las alcanzó fácilmente; se abalanzó contra el maletero del vehículo y cayó rodando por el suelo.

—Joder, joder, joder, joder, ¡joder! —exclamó Aria sobresaltada—. ¡Pisa más el puto acelerador!

—¡No puedo ir más rápido!

Chloe miró por el retrovisor y vio al infectado tirado en el suelo, pensaba que se habían conseguido librar de él. Sin embargo, en ese instante, se escuchó como una de las ruedas del coche resbalaba. Ese hijo de puta les acababa de chocar nuevamente, esta vez por el lateral, con tanta fuerza que incluso había abollado la puerta trasera del coche. Parecía que ya no tenían escapatoria.

«Vamos a morir», pensaron ambas aceptando su cercana muerte.

Chloe se intentó zafar de él, esquivarle, o incluso despistarle, pero no pudo. Pocos segundos después, otro golpe. Hubo un resbalón nuevamente, pero esta vez más fuerte. Chloe perdió por un momento el control del coche y este dio hasta tres vueltas de campana. El infectado quedó completamente aplastado bajo el vehículo.

Universidad de Whitebridge Creek, Toronto.
Acababan de llegar de nuevo a la Universidad; por una parte, Hiraeth, Kourtney y Hera estaban acabando de descargar la mercancía que habían saqueado de la farmacia; y por otra, Jennifer, Hades, Leila y Olivia ya habían entrado dentro junto con los demás.

—Bueno, esto ya está —dijo Hiraeth sacando la última mochila del maletero del coche.

En total, y entre los dos coches, habían conseguido llenar varias mochilas y algunas bolsas de material. Ciertamente se notaba que Jennifer y sus amigos habían venido bien preparados para el apocalipsis.

—Deberíamos entrar todo esto y descansar un poco —dijo Kourtney con las manos llenas de bolsas—. Estoy muerta.

Hera y Hiraeth se miraron entre sí. Estaban de acuerdo con la idea de descansar un poco, llevaban sin parar desde primera hora de la mañana y necesitaban reponer fuerzas.

—Estoy cansadísima —dijo Hera en un suspiro—, necesito dormir. Hiraeth se paró un instante a mirarla, realmente se notaba que estaba agotada.

Siguieron andando y llegaron hasta el hall de la Universidad. Una vez todo recogido y dentro del edificio, Hiraeth y Kourtney se tiraron redondas al suelo. Estaban derrotadas. Allí también estaban Leila y Olivia, que habían llegado previamente junto con Magus. Jennifer y Hades deberían de haber ido a dar una vuelta por la Universidad.

Hiraeth se paró a analizar a las dos chicas nuevas.

Leila era morena, de estatura media, con los ojos color café y con un peinado que le caía sobre la altura de los hombros; todo lo contrario de Olivia, que, por su parte, era pelirroja, tenía los ojos azules, y una estatura algo mayor que la de Leila. Ambas eran bastante atractivas. En lo que a su personalidad respecta, parecían agradables.

—¿Dónde están Chloe y Aria? —preguntó Hiraeth al par de minutos, vagamente.

—Ah, sí, se me olvidó decíroslo —respondió Magus haciendo una mueca—, han salido por ahí para saquear supermercados o qué se yo qué historias. La verdad es que no me he enterado muy bien.

Hiraeth entornó los ojos.

—Creo que han ido al Walmart —añadió—, no creo que tarden mucho más en llegar.

—Mhmmm. Deberían estar ya al caer entonces —dijo Kourtney—, el Walmart no queda muy lejos de aquí.

Salida del Walmart, 11:11 de la mañana del 1 de noviembre.
Aria estaba desorientada, todo le daba vueltas. Se llevó la mano a la frente y notó que estaba sangrando. ¿Qué había pasado? Miró a su izquierda, el airbag del conductor había saltado y gracias a ello Chloe no parecía estar herida. Aria la sacudió, pero no se inmutó, la sacudió de nuevo pero esta vez con más brusquedad. Su amiga reaccionó.

—¿Aria? —preguntó con la voz ahogada.

—¿Te encuentras bien? ¿Te has hecho daño?

—¿Qué? Creo que no… ¿Qué ha pasado? No me acuerdo de nada —dijo Chloe tratando de incorporarse. El coche había quedado boca abajo tras el accidente y apenas podían moverse.

Entonces, recordó brevemente cómo habían volcado. Había perdido el control por culpa de aquel maldito infectado mutante.

—Hemos tenido un accidente —contestó Aria, aún desorientada. El corazón aún le iba a mil, creía estar a punto de desmayarse.

Chloe, aún consternada, trató de abrir la puerta del coche para poder salir, pero alguien se le adelantó.

—¡Dios mío! ¿Estáis bien? —exclamó una chica pelirroja.

—¿Quién…? —Antes de poder acabar la frase, Chloe se desmayó.

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