8. This is me trying.
Hi~ Hoy por estos lares es feriado para la gente normal pero, pero, pero a mí me dijeron que "quedaba a mi criterio tomarmelo" y como en las pasantias solo se lucra aparentemente ni modo, se trabajó feo, hay días en que creo que elegí muy bien mi carrera y hay otros donde siento que tome la ruta muerta en un juego. Aun así, me dio mucho confort terminar el epilogo para el día que quería porque pucha, de verdad lo siento muy bonito, gol es un tema que me deja bien ambivalente, creo que daba para más de un capítulo o me hubiera gustado ver más en el canon y sin duda este fic es reflejo de eso y de mi gusto culposo por el SingEiji. Agradezco mucho a las personas que apoyaron esta pequeña dínamica, recordé que iba a sacar este fic (que originalmente era all too well por cierto) justo el día que me robaron y yo cacho que en cierto nivel inconsciente por eso tampoco lo reescribí hasta más de un año despúes, así que gracias por todo el apoyo, cariño y ternura que siempre le dan a su servidora ¿qué sería de mí sin ustedes?
Los quiero mucho y espero que les guste, la última palabra es de Eiji.
«Ash.
Estoy muy preocupado porque no he podido verte estando bien.
Dijiste que vivimos en mundos diferentes. Pero, ¿es eso cierto? Tenemos piel y ojos de diferente color. Nacimos en países diferentes, pero somos amigos, ¿no es eso lo que cuenta? Estoy muy contento de haber venido a Estados Unidos, he conocido a mucha gente y lo más importante, te he conocido a ti.
Me preguntaste una y otra vez si te tenía miedo. Pero nunca te tuve miedo, ni una vez. En realidad, siempre creí que estabas herido, mucho más que yo. No podía evitar sentirme así. Gracioso ¿no? Tú eres mucho más inteligente, grande y fuerte que yo, pero siempre sentí que tenía que protegerte. Me pregunto de qué quería protegerte. Creo que quería protegerte de tu futuro, porque tu destino te estaba arrastrando, como una inundación.
Una vez me hablaste de un leopardo sobre el que leíste en un libro. Cómo creías que ese leopardo sabía que no podía regresar. Y yo te dije que no eras un leopardo, que tú podías cambiar tu destino.
No estás solo, Ash.
Estoy a tu lado.
Mi alma siempre estará contigo».
Arruga la carta entre sus palmas y clava sus codos en el escritorio, incluso después de tanto aun logra recordar palabra por palabra de lo que escribió y lo que quiso transmitirle con esta, es impresionante cómo las lágrimas quedaron secas por siempre en la tinta junto a las gotas de sangre, de repente, su mirada arde porque no puede evitar transportarse a la biblioteca, le gustaba verlo ahí leyendo alguna novela sumamente aburrida y llena de términos complejos, usando unos anteojos que lo hacían lucir injustamente guapo con la luz dorada de la lámpara besando sus pestañas, enmarcando los ojos más verdes que jamás vislumbró en su vida, le encantaba verlo ahí, sentado en silencio. Sereno. Apartado del mundo de la violencia y la lucha, pero solitario, con una soledad indescriptible y sublime. Fue ahí cuando se prometió que creería en Ash sin importar qué.
Pasara lo que pasara.
Que al menos Eiji podría...
Hay lágrimas cayendo otra vez hacia la carta, Eiji la deja y presiona con sus dedos su entrecejo porque hasta hoy en día no puede entenderlo ni perdonarse del todo.
—Siempre supe que mi carta te había matado ¿sabes? —Dice para sí mismo, Buddy está echado con pesadumbre a los pies, le sirve de cable a tierra—. Sabía que Sing la tenía pero no le dije hasta ahora.
No podía decirle.
No tenía la fortaleza para afrontar en ese entonces que su amor por Aslan lo dejó lo suficientemente vulnerable para que lo asesinaran, se sentía responsable y culpable ¿con qué derecho vivía si Shorter y Ash habían muerto por sus acciones? Se castigó de varias maneras, fue abusivo consigo mismo, se intentó liquidar con supresores pero la muerte sería fácil así que se resignó a deteriorarse y extender dicha agonía lo más posible, lo merecía, se dañó físicamente, se marcó, quería dejarse cicatrices feas e irreparables cosa de que nadie nunca pudiera volverlo a amar, nada aplacaba la culpa y al contrario de lo que anhelaba esta aumentaba. Sing. Dios. Sing siempre se quedó a su lado. Lo estaba ahogando al arrastrarlo en su mierda. Veía a Sing morir cada día que compartían. Quería que lo dejara. Que se rindiera. Eiji ya se había rendido consigo mismo. Todos lo habían hecho. Max. Ibe. Jessica. La pandilla y su familia. Forjó muros tan altos que nadie se atrevió a cruzarlos.
Pero eso no espantó a Sing.
Ni una sola vez.
Claro que Sing tenía sus propias luchas y Eiji las veía, a diferencia del omega, Sing parecía guardar un rencor desmesurado a Ash casi como si hubiera muerto adrede sin embargo sabía que Sing no odiaba en realidad al alfa, sino que era una manera de no ahogarse en su propia culpa porque Lao lo apuñaló y de cierta forma se juzgaba responsable del dolor de Eiji. Gracioso ¿no? Los dos se responsabilizaban de acciones ajenas. Al final, Lao fue quién le clavó el cuchillo a Ash. Y Ash fue quién fue a la biblioteca.
Ash murió por su propia mano.
—El otro día Sing me preguntó qué pensaba sobre tener crías. —Sonríe quitándose los anteojos para poder secar sus lágrimas—. Y no pude evitar recordar cuándo lo hablamos en Cape Cod, si cierro los ojos y me concentro lo suficiente aún puedo sentir a tus manos acariciándome el cabello, tenías una sonrisa infantil y un brillo amoroso en tus ojitos, me acababas de morder y lucías contrariado porque siempre decías que no me merecías.
Las lágrimas caen hacia su sonrisa.
Plic. Plic. Plic.
Plac.
—Me merecías, Ash. —Sus dedos penden a su nuca—. Nos merecíamos. —Su boca tiembla—. Dijiste que te gustaría ser padre de una niña entonces porque los niños eran problemáticos y yo te dije que serías un grandioso padre independiente de lo que fuera, entonces te reíste y usaste ese tonillo para llamarme "onii-chan", me prometiste que podríamos intentarlo en Japón. Lo prometiste. Prometiste que envejeceríamos juntos.
Suspira.
—Y yo tengo 28 ahora, sigo con tu mordida, sigo siendo tu omega, pero no hay cachorritos y supongo que ya no puedes seguir siendo mi alfa o quizás...nunca lo fuiste. Nunca lo dijiste explícitamente, no creí que hiciera falta, al menos espero que mi carta haya dejado en claro que yo fui tuyo. Aun lo soy.
Eiji deja de lado la carta.
—Pero también he aprendido a amar otra vez y creo que eso está bien.
¿Estarías bien con eso?
¿Me perdonarías si soy feliz sin ti?
—Eiji. —No tiene tiempo para ahogarse en esos pensamientos, los fuertes brazos de Sing lo amparan por la espalda—. ¿Qué estás haciendo? —Su omega interior ronronea al sentir sus feromonas, desde siempre le ha gustado su esencia, lo hace sentir protegido, seguro, estable y amado. Gracias, gracias por verme a pesar de todo, gracias por mantenerte acá, gracias por guiarme cuando ni siquiera logré verme a mí mismo.
—Estaba leyendo la carta.
—Oh. —Siente la rigidez en cada músculo del alfa, todavía es un tema difícil de explicitar en voz alta por toda la connotación que arrastra—. ¿Estás buscando inspiración para tu discurso?
—Lo hago. —Eiji arroja la nuca hacia atrás hasta quedar colgando en el respaldo de la silla, no precisa esforzarse mucho para sostenerse porque Sing se acerca y le permite usar su pecho como almohada.
—¿Te está funcionando?
—No, escribir discursos es difícil, mejor no daré ninguno.
—No digas eso. —Regaña tirándole una mejilla—. El gran Eiji Okumura luego de tantos años preparó una nueva exhibición en la galería, date la importancia que mereces.
—Ahora suenas como las personas del grupo de ayuda. —Bufa.
—Las personas del grupo de ayuda saben que poseo razón. —Eiji ríe, es ridículo haberse aventurado a esa clase de instancia y más considerando su personalidad introvertida, más ir con Sing no solo los ha unido más que nunca, sino que ha resultado catártico, sanador—. Me quieren más, soy el favorito de la relación.
—No lo eres. —Chista—. Las chicas siempre me insisten que si no me das un anillo eres una red flag.
—¡No lo soy! —Gimotea—. Además un anillo es caro. —Como no pueden tener una marca su opción más cercana es un símbolo físico que exprese su compromiso—. Y Yut-Lung no me paga.
—No ha cambiado. —Sonríe con los hombros ligeros—. Pero no necesitas preocuparte por eso, Sing.
—¿Por qué?
—Porque no.
—¿Acaso no me estabas reprochando por el matrimonio?
—No necesitamos casarnos, recién estamos saliendo. —Suspira—. Y en todo caso si algún día deseas hacerlo, creo que me casaría contigo hasta con anillos de papel.
—Joder. —Sing se desmorona sobre el hombro de Eiji—. Deja de decir esas cosas injustas, yo vine a coquetearte antes de la exhibición, no al revés.
—¿Viniste a coquetearme? —El omega se levanta de la silla entretenido—. Porque no pareces haber hecho un buen trabajo a juzgar por tu sonrojo.
—Ven acá y bésame.
Eiji lo hace.
Creyó que había perdido el interés en esas cosas el día que parte de su alma murió irreparablemente en el asiento de una biblioteca, no le entusiasmaba tener relaciones y de hecho, teme que hasta fue un poco ermitaño, más, existe una sensación primeriza en alzarse en la punta de sus pies e intentarlo abrazar del cuello porque Sing es alto, es realmente alto, le da una sonrisa galante inclinándose para que así sea más fácil besarlo, Eiji se toma su tiempo para vislumbrar al alfa: su mandíbula fuerte, sus ojos inocentes pese a su indiferencia inicial, su sonrisa suave, la desesperanza de la pérdida haciendo de un niño un adulto. Mierda. Sin duda ha madurado y aun así...
—Cuando me quedas mirando así, con tanta emoción acumulada en los ojos sigo pensando que esto es un sueño ¿sabes?
—Sing.
—Gracias por seguir acá conmigo. —Musita con timidez—. Gracias por no rendirte.
Aun así...
—Te amo, Eiji.
Es el mismo Sing que conoció.
Eiji cierra los ojos y lo besa, Sing no desaprovecha para enredarse a su cintura con dureza, no resulta bruto el toque, sino más bien sólido, casi como si Sing temiera que al soltarlo Eiji se fuera a vaporizar entre sus dedos, no lo hará y se lo hace saber profundizando el beso, Sing tiene experiencia, por eso es fácil arrebatarle el control de las caricias y hacer que se derrita. Sabe dónde tocarlo. Dónde lamer. Dónde morder. Dónde estrechar. Y se siente bien. Sus dedos navegan alrededor de su cabello, hunde sus yemas sin ser violento, más dando cuenta del anhelo. Le gusta besar a Sing y le gusta que lo sepa para que no quede espacio para las dudas. Apasionado. Hambriento. Dulce. Hay jadeos, risas, manos temblorosas, bocas hinchadas y latidos errantes.
Se besan hasta que el cuarto yace tan cargado de feromonas que Buddy empieza a arañar para salir.
—Debería terminarme de arreglar. —Eiji jadea al apartarse, no quiere soltarlo, es extraordinario que su cuerpo se haya acostumbrado al toque físico de este alfa, pensó que lo rechazaría ya que hay una marca en su nuca, sin embargo, impresionan ser compatibles.
—Déjame ayudarte con el peinado. —El alfa se ofrece.
—¿Sabes hacerlo? —Eiji se sienta en la cama.
—Te he visto hacerlo. —Sing se sienta detrás, toma un cepillo del velador junto a un elástico—. Creo que te ves bonito con el pelo largo.
—G-Gracias. —Aun no se acostumbra a que sea tan directo. Desvergonzado. Descarado.
—Y el pelo corto te queda adorable. —No es necesario que lo vea para que sienta su sonrisa—. Haga lo que haga pierdo ante tus encantos, deberías compadecerme.
—Mira quién habla. —El omega relaja los párpados y se deja arrastrar por los mimos, es raro mostrar tanta vulnerabilidad ante otra persona y mucho más a nivel físico pero ¿cómo decirlo? Las cosas con Sing siempre han sido distintas dada su dinámica—. Creciste injustamente guapo.
—Me gusta que lo digas. —Su aliento quema contra su oreja y se estremece—. Dilo otra vez, aunque mi corazón apenas lo puede soportar.
—¿Acaso eres un niño? —Ríe, más no se niega—. Eres guapo, Sing. —Y casi puede imaginarse al alfa meneando la cola de un lado para otro al igual que Buddy que los mira con curiosidad.
—¿Lo suficientemente guapo como para ser tu acompañante en tu exposición? —Sing suelta su pelo en una coleta armónica y fluida.
—Sabes que sí. —Eiji se da vueltas y alisa con sus palmas los hombros del traje de Sing, nunca lo dirá en voz alta, sin embargo, le fascina cómo le queda la ropa formal—. Estoy nervioso.
—Puedes estar nervioso. —Sing se levanta sin soltarle la mano—. Para eso me tienes a tu lado, estoy para protegerte pase lo que pase.
—Mi héroe. —Ríe.
—Siempre quise escucharte decir eso. —Confiesa con las mejillas rojas—. Intentaré serlo esta tarde.
—Acá vamos.
Van a la galería.
Siendo honesto no se esperaba gran concurrencia para la exposición, el tema es ambiguo pero sólido al mismo tiempo, Eiji quería plasmar una belleza genuina, ¿cómo podría decirlo? Ciertamente Nueva York y su gente son lo más agresivo que ha conocido (tanto en el buen como en el mal sentido) y Eiji no es quién para juzgar eso, así que ama ambos lados: la luz y la oscuridad. Ash y Aslan. Y tal vez por eso los críticos se refieren a su fotografía como algo que irradia ternura, pese a ser el autor no estuvo de acuerdo con esta idea hasta verla terminada. Sí. Existe algo especial en vislumbrar a cada una de sus creaciones en elegantes marcos plateados apoyados uno al lado del otro hasta crear una historia coherente, la historia de su propia vida, es bonito ver al público y a los periodistas atiborrados afuera a la espera de una entrevista, pensó que nadie vendría.
Hubo un punto en dónde Eiji dejó de crear, porque crear arte a través de las fotografías es su manera de canalizar y hacer real el dolor que guarda en su corazón, por eso transmite tanto, pasó por mucho.
Pasó por Griffin. Por Shorter. Por Lao. Por Dino. Por Ash.
Por Aslan.
Su dulce Aslan.
Y durante siete años ni siquiera pudo ver las páginas de su historia, prefería jugar a la casita feliz con Sing aun sabiendo que estaban bailando alrededor de lo inevitable, prolongando la agonía, ¿afrontar la muerte de Ash?, ¿aceptar que murió leyendo su carta? No. Por esto escondió todas sus fotografías y rogó que hiciera una diferencia. No la hizo. No lo ayudó a olvidarlo. Al contrario hizo que no pudiera asociar alguna emoción más que sufrimiento al alfa. No podía decir su nombre. Su nombre es bonito. Es demasiado bonito como para que se vuelva un nombre muerto. Prohibido. Tabú. Olvidable. Duro.
Aslan Jade Callenreese.
Tú madre pensó mucho para llamarte así. Deseó que tu vida fuera tan hermosa como un jade al amanecer.
Y yo también lo deseé.
—Pero pude sacar tus fotos gracias a Sing. —Musita frente a las puertas de su galería—. Si estuvieras acá de seguro me dirías algo como: "eres tan cursi, onii-chan", probablemente tendrías razón puesto que es cursi, pero, volver a ver esas fotografías me hace sentir que finalmente estoy listo para recibir esos recuerdos en mi vida, estoy listo para recibirte a ti otra vez, Aslan.
Eiji clava la mirada en el piso, sus manos siguen pegadas a las manecillas de plástico sin empujar aun para darles la bienvenida, está nervioso y el aroma lo delata, de seguro Sing no tardará en percatarse de dicho estado y vendrá a consolarlo, está bien, ha empezado a aceptar que merece que alguien lo reconforte, que lo ame, que se preocupe, que lo guíe, que lo acompañe. Eiji merece que esa mordida no lapide su futuro, ¿cómo le dijo a Sing? Nunca olvidará a Ash porque no quiere olvidarlo, pero eso no significa que nunca volverá a ser feliz de nuevo. Paso a paso. Ya sacó sus fotografías. Debe aceptar al fin que Ash murió, murió pero no se ha ido. Vive en Eiji. En Sing. En Max. En Jessica. Todos los que amó. A través de sus fotografías. Las tenía escondidas.
Tenía tan escondido a Ash.
—Y exhibirlas hoy... —Se aprieta el pecho—. Estoy listo para mostrárselas al mundo, para mostrarte.
—¿Necesitas ayuda con eso? —Sing entrelaza sus dedos sobre la puerta—. Me han dicho que suelen atorarse estas puertas porque las bisagras son viejas.
—Sí. —Lo acepta—. Estoy listo.
Los deja a todos entrar.
Bienvenidos.
Bienvenidos a casa.
—Eiji. —No esperaba que la pandilla efectivamente se presentara—. ¡Estamos orgullosos de ti! —El corazón se le hunde como una piedra en el estómago al observar el regalo que Bones tiene en mano.
—Un peluche. —Sonríe viéndolo—. Me trajiste un peluche.
—No cualquier peluche, es un cocodrilo chimuelo.
—¿Por qué no solo admites que le cortaste el diente para que se pareciera a ti? —Kong chasquea la lengua con falso desagrado—. Hasta le pusiste un moño rosado porque dijiste que era el color de tu cabello.
—¿Es mi culpa querer que Eiji piense en mí? —Jadea ofendido—. Es una forma de hacerle compañía.
—Lo más probable es que Buddy lo use para fornicar.
—¡Ah!
—¿Podrían dejar de asfixiar a Eiji por dos segundos? —Eiji conoce esa voz.
—¡Alex! —El nombrado extiende un ramo de flores como felicitaciones y lo rompe un poco que sean girasoles, más, lo sobrelleva, su mirada se posa en su amigo y en lo bien que el tiempo le ha sentado.
—Lo lamento por no haberte venido a visitar antes. —Su voz se quiebra, sus ojos azules resaltan por un brillo culposo y denso—. Quería pero...
—Lo entiendo. —Eiji se acurruca inconscientemente hacia Sing, supone que se ha convertido en una zona segura, no, no se ha "convertido" siempre lo ha sido, ahora lo acepta—. Siendo justos, tampoco era fácil hablar o lidiar conmigo.
—No es cierto. —Sing lo defiende—. Siempre es agradable lidiar contigo.
—No dices eso cuando te regaño.
—No es agradable lidiar contigo cuando peleamos, es verdad, es jodidamente sexy.
—Sing. —Le pega un codazo en las costillas—. Solo me quieres avergonzar.
—¿Yo? —El alfa finge inocencia—. Nunca haría eso. —Y le presiona una serie de besos sobre el cuello que lo hacen retorcerse por las cosquillas y aferrarse aún más al ramo de girasoles, son flores que le dan nostalgia, se regalan para desear una vida feliz, por eso, Eiji cree que a su relación le sientan más las margaritas blancas.
Pureza. Inocencia. Incondicionalidad.
«Solo tengo ojos para ti».
—Ya basta. —Ríe—. Hace cosquillas, me estás despeinando además. —Y no solo eso, los lentes están a punto de caerse por su nariz.
—Intento controlarme, pero hueles delicioso.
—¿Acaso eres un animal?
—¿Nunca te dije que mi nombre también significa "león"?
—Ustedes en serio son una cosa ahora. —Bones suspira con resignación—. Pensé que era mentira o que estabas exagerando cuando lo dijiste en la fiesta, tu enamoramiento por Eiji era doloroso de ver.
—¡Hey! No era tan evidente.
—¿No lo era? —Alex se ofende—. Cada vez que nos juntábamos a emborracharnos solo balbuceabas sobre lo lindo que era Eiji, lo mucho que te gustaban sus feromonas y su piel y sus ojos o las inmensas ganas que tenías de plantarle un beso o manosearlo.
—Y cada vez que elegías a una chica siempre era alguien que te recordaba a Eiji. —Kong añade—. Ya era extraño que insistieras en llamarlo amigo, yo no pienso en Bones o Alex de esa manera.
—Más te vale, bastardo.
—Ya quisieras.
—Los voy a matar. —Amenaza con saña—. ¡Era un secreto entre amigos!
—Siempre quisimos más a Eiji en nuestra defensa.
Sing lloriquea y los chicos lo fastidian, la interacción le trae tanta morriña que de pronto es apropiado estar en la galería más que nunca, durante ese tiempo de duelo aprendió que se aisló dado que sabía que el mundo seguía avanzando y poco a poco, todos iban aceptando la muerte de Ash, todos menos él que no podía, juntarse con los demás implicaba renunciar a la esperanza, por eso se encerró, elevó sus muros para que nunca nadie pudiera atravesarlos y así podía fingir que Ash estaba en otra misión y sino se comunicaba era para mantenerlo a salvo, así podía seguirlo buscando en cada hombre rubio sin que nadie lo reprochara, así podía seguir manteniendo su ropa en su closet, así podía llamarlo lo que necesitara rogando para que volviera. No volverá. Está bien. Ash no volverá pero a pesar de todo su esfuerzo por aislarse ellos volvieron y Sing se enamoró aun si era un hombre roto.
—Felicidades por la exhibición, Eiji. —Hablando de personas que sí se quedaron Max se lo ha robado para poder charlar en privado—. Es deslumbrante.
—Gracias. —Ambos están bebiendo copas de champaña, ya ha lidiado con la prensa y está agotado.
—Me sorprende que hayas elegido esas fotografías de temática.
—Sí. —Sus ojos perecen en las burbujas de alcohol—. Lo sé.
—Eiji... —Max deja su copa sobre una de las mesas cerca de los pilares, las luces doradas le confieren una apariencia aún más avejentada, de pronto, hay arrugas en su frente, canas en su flequillo, bolsas debajo de sus ojos, es un viejito de verdad—. No te sientas culpable por amar a Sing.
—No. —Sus pestañas revolotean desde el líquido ambarino hacia sus ojos azules, una capa los opaca igual que le ha pasado a Buddy con el transcurso de los años—. Ya no más.
—Ya no. —Abre una conversación.
—Cuando descubrí que me estaba enamorando de Sing fue horrible. —Es la primera vez que lo habla en voz alta—. Sentí que estaba traicionando a Ash ¿con qué derecho me atrevía a amarlo? Tenía tan metido en la cabeza que mi carta lo había matado y que en serio pensaba que mi amor...Sing merecía a alguien menos quebrado, no podía darle eso, lo veía sufrir tanto.
—Eiji.
—Muchas veces pensé que las cosas serían mejores si solo desaparecía. —Se aprieta la muñeca bajo el traje—. Muchas veces intenté desaparecer, pero Ash se sacrificó para que estuviera a salvo, nunca le faltaría el respeto así a su sacrificio, así que me quedé.
—Eiji. —Max frena la catástrofe con un agarrón en el hombro—. Está bien, también me tomó tiempo permitirme amar a Jessica, eso no significa que dejara de amar a Griffin, aun lo hago.
—¿No lo resientes de vez en cuando?
—Los resiento a los dos. —Arruga el ceño—. Desde Irak perseguí al banana fish esperando que fuera capaz de devolverme a Griffin, no lo hizo, pero me dio un hijo y perderlos a los dos, ni siquiera quería decir el apellido, estaba enfadado con Ash sobre todo, me había mandado un mensaje de texto hace solo un par de horas y morir así...me tomó tiempo pensarlos y ponerlos en orden.
—¿Pudiste hacerlo?
—No estoy seguro. —Suspira—. Pero espero estar viviendo una vida al máximo por Griff, él siempre soñó con esa libertad, con amar mucho, con hacer mucho, con vivir mucho, así que intento serle fiel a ese deseo, él no me perdonaría si me quedo en un estado lamentable, creo que por eso me postulé en la política, para tratar de que las cosas se volvieran un poco más como él lo hubiera deseado y la otra parte fue para cabrear al mocoso, le habría molestado.
—Lo hubiera hecho.
—Él hubiera sido feliz de verte con Sing. —Sus dedos penden a su nuca, a su marca.
—¿Tú crees?
—Puede que Sing haya sido un niño en ese entonces, pero Ash nunca lo subestimó, confiaba en Sing y mira en quién se ha convertido. —Sus ojos cafés se suavizan a través de la galería, no le lleva ni un minuto encontrarlo puesto que es alto, muy alto, tan alto como Ash y Shorter habrían sido, la sonrisa inconsciente aparece sin su consentimiento junto a un rubor tímido—. Sing es un grandioso hombre.
—Lo es. —Musita—. ¿Puedo confesarte algo, Max?
—Puedes.
—A menudo pienso que Sing y Ash se parecen en varios sentidos pero nunca comparé a Sing ni quise que fuera alguien más, no me lo imagino, llevo la mitad de mi vida a su lado, es irremplazable, asumo que por eso me dio tanto terror ponerle nombre a mis sentimientos, no quería perderlo tampoco ni quería obligarlo a corresponderme porque veía lo mucho que él quería verme feliz.
—No lo estás obligando a corresponderte. —Max lo abraza de los hombros—. A los jóvenes les gusta complicarse la vida por dramas amorosos ¿verdad?
—No es verdad.
—Mocoso. —Max lo calma—. Vive una vida sin arrepentimientos, eso es lo importante.
—Pero...
—Está bien ser egoísta de vez en cuando.
—Sí. —Se encoge contra el más grande—. Tienes razón.
¿Quién le dijo esas palabras por primera vez?
Ten en cuenta que desde el principio quería tomarte fotos, a ti y no a ese tal Mizuno ¡era a ti! ¿por qué? Porque vuelas por el cielo, más que nadie. Deberías creer más en ti mismo. Sé egoísta.
Sonríe, sin duda Ibe ha sido el punto crucial a lo largo de su historia incluso antes de traerlo a Estados Unidos cambió su vida haciéndolo sentir especial desde los 17 años, nunca fue esencialmente bueno ni destacable en nada (a diferencia de Ash), solo podía aspirar a una vida genérica, aun siendo omega no era bonito ni tenía un aroma irresistible y su cara era tan simplona que lo confundían con un beta bastante seguido. Una vida calma y normal. Ni siquiera le gustaba el salto de pértiga pero lo ayudaba a distraerlo de lo que pasaba en casa. Con Ibe fue diferente. Ibe se tomó la molestia de viajar a pesar de que era el segundo lugar solo porque quería fotografiarlo. Fue lindo. Le empezó a dar importancia a la fotografía y no solo eso, se vio a sí mismo por primera vez.
Fly boy in the sky, lo llamó.
¿Y qué le dijo antes de irse de Izumo?
Que fuera más egoísta, que viviera su vida para él y no para los demás y más que nada le pidió nunca olvidar la sensación de volar. ¿Por qué los humanos anhelan volar por el cielo?
—¿Te trae recuerdos?
—Ah. —Eiji sale de su trance, más, queda boquiabierto—. ¿Ibe-san?
—Hola. —Sonríe—. Ha pasado un tiempo, Ei-chan.
—¿Qué haces acá?
—Max me contó sobre la inauguración de la exposición y no podía perdérmela... —El tono que utiliza es áspero, debe estar sentido de que lo haya cortado de su vida, aunque Eiji se aisló a sí mismo como si el tiempo pudiera congelarse de esa manera, una parte de sí mismo quería que no se rindieran ya que él nunca se había rendido con nadie—. Estaba preocupado.
—Lo siento. —Baja la cabeza—. Debí responder tus llamadas o dar alguna señal de vida.
—Debiste, sí. —Ambos fingen mirar uno de los cuadros, es un callejón de Nueva York y no cualquiera sino el callejón dónde voló por última vez, el inicio—. Pero Sing me mantuvo informado, me dejó un poco más tranquilo eso, saber que él estaba ahí.
—No sabía qué Sing también hacía eso. —Musita para sí mismo buscando instintivamente al aludido y a juzgar por su sonrisa relumbrante, genuina y bonita, también extrañaba a estas personas, por fin están volviendo paulatinamente—. Aunque no debería sorprenderme, siempre me ha cuidado.
—Los chicos dicen que hueles a él.
—Ah. —Su cara quema—. No me había dado cuenta.
—Ei-chan. —La voz de Ibe se torna suave, mansa—. Está bien, no eres el mismo chico que llegó aquí.
—No. —Traga duro—. Soy la mitad.
—No creo que seas la mitad, creo que eres diferente nada más. —No deja que se menosprecie—. Y que si bien, las pérdidas te han dejado cicatrices irreparables, cicatrices que yo mismo he visto y que tampoco pude ayudarte a sanar. —Lo siento—. Te hacen quién eres hoy: extraordinario.
—No sé si me gusta quién soy hoy.
—Eso también está bien. —Sus ojos yacen clavados al cuadro—. Tienes tiempo, aún puedes gustarte o convertirte en alguien que te guste.
—Ibe-san...
—Lo pusiste en la exhibición. —Es directo—. No esperaba ver a Ash acá. —Y aunque de a poco trata de que su nombre deje de punzar, escucharlo sigue siendo una puñalada en su corazón ¿qué estabas pensando al dejarte morir así?—. Pero lo pusiste a pesar de todo.
—Porque quiero seguir adelante.
—¿Cómo esto te ayuda a seguir adelante? —No es una pregunta agresiva, sino que lo está ayudando a que ponga en palabras lo no dicho—. ¿Puedes explicarme?
—Porque finalmente estoy listo para mostrarle al mundo a Ash, me gusta verlo como un nuevo inicio sea para mi luto o para mi propia vida, Ash ya no está encerrado para que el mundo no lo vea, pienso que yo también estoy listo para verlo de nuevo.
—Así que era eso. —Ibe lo abraza por los hombros, sigue siendo más alto aun si los años parecen ya haberle empezado a jugar una mala pasada—. ¿Quién lo diría?
—Estoy pensando en publicar más adelante un libro dedicado a él...es solo una idea por el momento.
—Ei-chan. —Ibe suaviza su mirada tomándolo de los hombros—. Estoy tan orgulloso de ti. —Aprecia lo mucho que esto le afecta cuando sus ojos arden y el llanto contenido amenaza con hacerlo mierda pero no quiere llorar durante su regreso, no ahora—. Lo has hecho bien, buen trabajo.
—Ibe-san. —Su voz se rompe.
—Ven acá.
Aun si Ibe no es de piel le extiende sus brazos y Eiji regresa y ni siquiera le dio la chance de despedirse cuando volvió a Nueva York, inclusive si nunca volverán a ser los mismos se siente un poco como un Eiji de diecinueve años llegando por primera vez a América creyendo que el cuartel de policía parecía un set de CSI y escuchando su nombre por primera vez. Ash. Como las cenizas. Ash Lynx.
Significa "gato salvaje" nadie puede domesticarlo, es completamente libre.
Pero de todas maneras se lo permitió.
Vaya.
—Siempre me gustó más tu nombre real.
Finalmente llega hasta esa fotografía.
Amanecer.
Eiji se da el coraje para mirarla y de repente, la presión en su pecho es abrumadora, sin duda es muy diferente al dolor punzante de cuando ni siquiera podía decir su nombre, este es un dolor nostálgico de te-extraño y te-amo-todavía y probablemente nunca deje de hacer esas cosas, incluso si consigue procesar su duelo a cabalidad una parte de sí mismo seguirá buscando a cabellos de trigo, ojos jades, sonrisas encantadoras, susto a las calabazas, carácter insufrible, un alma deslumbrante, no superará a Ash ¿por qué debería superarlo? En su lugar, lo recordará y hará de ese recuerdo parte de su hogar junto a sus seres amados. Está bien. Realmente está bien.
Te amo.
Te necesito.
Te extraño para siempre.
—Si te di mi alma no fue por nada ¿sabes?
Así que se queda ahí plantado enfrente de la imagen donde Ash está contra el marco de una ventana y todavía recuerda ese día, pensó que evocaba un aura angelical con la espalda pegada a la pared y la cadera arriba del alfeizar, su rostro lucía sublimemente pacífico contra su rodilla, algunos cabellos dorados caían hacia sus nudillos también, tenía los ojos cerrados, daba la impresión de estar rezando o tal vez durmiendo, el sol mañanero lo empapaba como si pudiera limpiarlo, hermoso, fue su primer pensamiento porque Eiji siempre admiró la belleza de Ash, más nunca fue una belleza terrenal como lo cosificaba Dino, siempre fue una belleza de alma. De corazón. De ojos.
De Aslan.
Su Aslan.
—Ha sido realmente duro vivir sin ti. —Eiji se abraza a sí mismo sin dejar de mirar al cuadro—. Estaba tan enojado con tu decisión que pensé en vengarme y llegar contigo antes pero no pude...sentía que eso sería faltarte el respeto, solo...es duro pensar en ti todavía porque te amo mucho y te extraño y te necesito, eras mi mejor amigo, eras mi alma gemela y te largaste, me dejaste marcado y no podía perdonarte o perdonarme por eso.
Respira. Respira. Respira.
Sácalo.
—Estoy saliendo con Sing hoy en día. —Se arranca el puñal—. Se parece a ti, al mismo tiempo no se parece en nada. —Ríe al sacarlo—. Lo amo en serio, Aslan. Lo amo de una manera diferente a la que te amo a ti, pero una manera igualmente importante y estoy tratando de transmitirle esto, de decirle con mis acciones que lo amo porque es Sing y que no podría amarlo si no fuera él.
Nadie nunca podría reemplazar o usar el lugar de Sing.
Así como nadie podría reemplazar a Ash.
Está bien.
—Estoy intentándolo. —Finalmente dice—. Este soy yo, intentándolo y espero estar haciéndolo bien para que así cuando nos volvamos a ver estés orgulloso.
Eiji da un paso hacia la fotografía, apoya su palma sobre el marco y repasa con los dedos letra a letra de la placa dorada.
—Hasta luego, Aslan. —Lo suelta—. Prometo seguir tratando cada día un poco más.
Eiji se da la vuelta y se va.
—Te he estado buscando por todas partes. —No sabe si lo encuentra a causa del instinto, si lo llamó a través de sus feromonas o si él buscó las de Sing, más lo tiene enfrente, de pronto está la necesidad casi visceral de acurrucarse contra su pecho y envolverle la cintura—. ¿Eiji?
—Sing. —Lo hace, su corazón late desesperado en el proceso, su piel quema como si una llama fatua se hubiera prendido por encima de su pecho y se estuviera expandiendo por dentro, se pregunta si así se sienten las mariposas en el estómago y se ríe ¿no está muy viejo para tenerlas?
No.
No está muy viejo para iniciar su vida.
—¿Pasa algo?
—No. —Eiji entierra su nariz contra el cuello de su alfa, aspira sus feromonas, relajándose y cerrando poco a poco los párpados, permitiéndose inundar por Sing—. Solo estoy recargando energía, casi se acaba la inauguración pero muero por ir a casa y tumbarme contigo.
—¿Acaso debo tomar eso como una invitación? —Su tono es pícaro. Coqueto. Juvenil.
—Tal vez. —Eiji se la paga con la misma moneda.
—Diablos. —No hace falta alzar el mentón para saber que Sing está rojo, lo siente en cada latido de corazón a través de su camisa—. Nunca puedo mantenerme genial cuando dices esas cosas.
—Está bien. —Musita—. Nunca he pensado que eres genial.
—¡Ah! —Hirió su orgullo.
—¿Qué? Es la verdad.
—Se supone que debes subirme el ego como novio.
—¿Debo hacer eso? Porque no recuerdo haber firmado ningún contrato.
—Lo hiciste. —Sing acuna sus mejillas para entablar contacto visual—. Así como yo también prometí inflarte el ego.
—Pero tú no...
—Me siento orgulloso de tu exhibición, Eiji Okumura. —Los ojos de Sing son malditamente cariñosos cuando dice eso, lo hace con una voz firme y con una sonrisa suave que lo hace sentirse tan adorado que apenas puede soportarlo sin llorar—. No tienes idea de lo orgulloso que estoy de ti, no solo por la galería, sino por los avances que has tenido acá, te amo, te tengo, acá estoy.
—Sing.
—Acá estoy mientras dure nuestro para siempre.
¿Qué otra cosa puede hacer además de llorar de felicidad?
Mierda.
Es afortunado de que la vida le haya dado una segunda oportunidad.
Apenas vuelven a casa Sing le pone las manos encima, parten con besos suaves, Eiji ni siquiera puede quitarse los zapatos con tranquilidad cuando las palmas del alfa están estrechando su cintura, siente el deseo contenido y le sigue el juego enredando sus brazos alrededor de su cuello y dejando que el beso se profundice al alzarse en la punta de sus pies, le fascina esta sensación de urgencia que parte como una chispa inocente y acaba desencadenando un incendio irrefrenable. Pronto, sus feromonas delatan sus sentimientos al igual que las de su amante. Hay anhelo. Pasión. Urgencia.
—E-Eiji. —El alfa gruñe, se ha separado solo para darle una orden—. ¿Puedes enredar tus piernas a mi cadera? Quiero llevarte al cuarto.
Eiji obedece.
La solidez con la que Sing lo levanta, acomodando sus manos con tanto descaro en su trasero con la excusa de poderlo arrastrar más rápido a la cama le resulta excitante y no lo oculta, al contrario deja que esos impulsos lo devoren vivo, bebe de los labios de Sing mientras flota entre sus brazos, aprecia la embriaguez de sus labios, el aroma que inunda la habitación, la calidez de su cuerpo, esos gemidos que quedan aplacados bajo su lengua. Eiji. Repite su nombre. Eiji. Te amo. Te amo. Muere debido a la estimulación, se siente bien, más bien que cualquier celo o encuentro que se haya imaginado y es adictivo, mientras más lo besa, más lo necesita.
Sing lo deja caer sobre el colchón, parte del nido se desarma, al carajo, lo único que le importa ahora es poder estar más cerca de Sing, sus manos se mueven sobre su camisa, aprietan, rasgan y tiran, el alfa impresiona disfrutar de su impaciencia y lo nota por la sonrisa que se curva entre los besos, más sabe que no es el más urgido y no solo por el aroma de su pareja, si no por la erección en su pantalón.
—Quiero tocarte más. —La voz de Sing es dominante pero amorosa—. ¿Puedo?
—Ya me estás tocando. —Eiji ríe sobre la cama, sus lentes se han caído al piso, la coleta se desarmó.
—¿A qué te refieres? —Entonces apunta hacia abajo, Sing está encima.
—Tus manos están dentro de mi camisa.
—¡Oh! —Sing las quita—. Perdón, no me di cuenta.
—¿Por qué estás tan nervioso? —Eiji intenta regularizar su respiración, sin embargo es imposible ya que cada instante lejos de Sing se siente como una tortura, sus dedos se entrelazan casi como si Sing sintiera lo mismo en estos momentos—. Hemos pasado un celo juntos.
—Porque... —Sus ojos se cristalizan, Eiji tiene la necesidad de acariciarle el rostro. Acá estoy. Te veo.
—Porque... —Lo invita.
—Porque esta vez sé que me estás viendo a mí. —La inocencia de esa confesión es mortal—. Alguna parte de mí aun tiene miedo de que esto...de que yo esté haciendo algo que...quiero estar a la altura.
—Estás a la altura, solo soy yo.
—Justamente porque eres tú. —Musita—. Porque eres tú quiero que sea especial. —La ternura bajo su voz es irreal, el omega traza caminos para relajarlo, el rostro del alfa ha adquirido una estructura masculina y firme, aún así, ve los vestigios de la inocencia, hola, tú.
—Justamente porque eres tú será especial. —Le promete—. Te amo y quiero hacer esto contigo ¿tú quieres hacer esto conmigo?
—Más que nada.
—Entonces ven, alfa.
Sing sonríe antes de volverlo a besar, estos besos son diferentes a los anteriores, son calmos y dulces en un intento por transmitir todo el amor del mundo en un simple roce, los espasmos de electricidad no tardan en hacerse presentes cuando las manos de Sing se aventuran debajo de la ropa, le encanta que lo toque porque se siente bien y creyó que no merecía sentir esto jamás, lo está sintiendo y aun si le falta trabajo acepta que lo merece. Merece ser amado. Merece que le pasen cosas buenas. Y se merece a Sing. El uno al otro. Sus palmas también empiezan a quitarle la ropa al alfa, juegan ojal por ojal hasta que la ropa cae al piso. Es precioso. Sus músculos firmes. Su mirada meliflua. Su expresión malditamente excitada.
—S-Sing.
Eiji deja escapar un gemido suave cuando el nombrado empieza a prepararlo, sus pies se crispan en la cama mientras sus piernas tiritan totalmente abiertas y desnudas enfrente del alfa, la cara le arde, se siente obsceno y extraño por permanecer consciente de cada toque. Mordida. Lamida. Su cabeza se hunde en la almohada al apenas soportar la estimulación, es una sensación de adicción, es irreal.
—No tienes que hacer eso. —Suplica—. Estoy listo, ya estoy lubricado.
—Estás mojado. —Repite descarado abriendo aún más sus piernas, acomodándose ahí, bajando sus labios para morder su muslo interno y arrancarle un gemido—. Estás todo mojado por mí.
—¿Tienes que decirlo así?
—Me deseas. —Declara con orgullo—. Tus feromonas me piden a gritos.
—Entonces no me hagas esperar.
No lo hace.
Cegado por el placer y envenenado por sus caricias Sing entra en su interior, la intromisión no resulta dolorosa gracias al lubricante natural, no obstante, el alfa es tan grande que debe apoyar su espalda contra el respaldo para que quepa entero. Se siente caliente. Palpitante. Grande. Duro. Eiji se siente tan lleno de Sing, enreda sus piernas alrededor de su cadera en busca de cercanía, está tiritando por la sobreestimulación, su sangre bombardea como si hirviera y su corazón palpita hasta en sus orejas, necesita de sus besos, necesita perecer en sus labios, Sing sonríe y lo satisface.
Empieza a moverse.
Una y otra vez.
Eiji lo abraza con fuerza ahogado en el goce mortificante, Sing sabe exactamente dónde está su lugar dulce y no se contiene, el placer es desbordante y una experiencia casi extracorpórea, Sing se vuelve una adicción para su cuerpo, su aroma, sus feromonas, su sabor, su temperatura, sus toques, anhela todo sobre este alfa. Absolutamente todo.
La cama rechina, la habitación se llena de sonidos húmedos, las uñas de Eiji están incrustadas encima de la espalda de su amante quien arremete una y otra vez mientras gime su nombre, la presión cada segundo se hace más grande en su interior. Caliente. Agobiante. Es demasiado. Se siente repleto, su cuerpo no puede soportar tanto placer, su piel se hace fuego, su sangre es magma, los besos parecen impregnados de un veneno mortificante. Está siendo arrastrado por la adicción. Es delirante. Es muy magnético. Es físico. Es corporal. Es mucho más allá. Esta es una conexión real, es diferente a lo que pasaron en el celo.
—Te amo, te amo, te amo, Eiji. —Sing repite y no teme jadearlo desvergonzado.
—Sing. —Eiji aprieta su mano—. También te amo.
La presión se vuelve insoportable.
Ambos jadean al unísono.
La sensación es exquisita, abrumadora y ardiente, las piernas le tiemblan, sus muslos se contraen al seguir apretando al alfa, deja escapar un último jadeo antes de que Sing presione un beso en la marca de su nuca, no dicen nada, no hablan de lo significativo que fue el gesto o que no mordiera sin su consentimiento, lo besó, lo aceptó, lo amó. Ambos se corren y caen agotados.
—Sing. —Pero el nombrado no sale de su interior, sino que parece... hinchado—. ¿Estás anudando?
—Mierda. —No puede salir—. ¿Duele mucho?
—Se siente extraño. —Eiji se desmorona encima del alfa—. Nunca antes me habían anudado, tengo la impresión de que no me soltarás un rato. —Ríe.
—Debí emocionarme demasiado. —Sing está totalmente avergonzado—. Lo siento.
—Está bien. —El alfa lo abraza como si estuviera sosteniendo su misma vida en esa caricia, le transmite tanta protección y amor que solo puede devolvérsela igualmente enamorado—. Tenemos tiempo para acostumbrarnos a esto.
—Es cierto. —Sing sonríe y su sonrisa es hermosa—. Tenemos tiempo.
—Sí.
—Eiji... —El nombrado se acurruca sobre el pecho de Sing porque le gusta escuchar sus latidos y por eso alza con pereza su rostro para mirarlo—. Gracias.
—¿Gracias?
—Gracias por seguir tratando conmigo para que me diera cuenta de lo que estaba pasando, te amo.
—Yo igual te amo, Sing. —Se acurruca encima—. Y seguimos tratando.
Cada día.
Estos somos nosotros, intentándolo.
Intentándolo y siempre recordándolos.
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