7. Forced proximity.
Hi~ Un poco tarde pero tuve demasiados problemas con mi computador, como que es medio temperamental y fue un poco estresante, pero acá estamos a pesar de todo, este es el capítulo final, es muy dulce dentro de todo.
Espero que les guste~
Te he dicho que te tranquilices, yo te ayudaré. Por ahora, debes descansar. Me has salvado muchas veces. Cuida de él, Eiji. Se te da bien hacerlo.
Bueno, gracias a cierta persona.
El momento sigue ardiendo detrás de sus párpados como si hubiera pasado ayer, no hace años, Yut-Lung acababa de tomar a su pandilla de rehén tras el incidente del museo natural, si bien Sing nunca se validaba como jefe puesto que había observado en primera fila al invencible Ash Lynx enfrentando a Arthur en las vigas de Coney Island esa vez se sintió especialmente inútil, los iba a matar, si aparecía el omega descargaría la frustración de seguro asesinándolo, lo merecía, seguía teniendo obligaciones con el clan independiente de lo que dictara la moral. Aun así eligió a Eiji. Una y otra vez. Los traicionó.
Por eso no esperaba que Ash se ofreciera a apoyarlo no solo como agradecimiento por ayudarlo para que escapara de la mansión de Golzine, sino por todo sin embargo esa interacción se sintió casi como si los jades pétreos estuvieran mirando a un viejo amigo. A Shorter quizás.
Ash es realmente genial, entonces se dijo a sí mismo.
Valiente. Salvaje. Indomable.
De pronto, conoció al Ash que Shorter tanto presumía pero de una manera mucho más paternal, fue raro para todos verlos actuar en esta dinámica de trío en donde Eiji era el conciliador y el único capaz de enfrentar y apaciguar a los dos temibles líderes de pandilla. Debería haber odiado a Ash. La lealtad debía tenerla con los Lee y los Lee odiaban a Ash, su pandilla pensaba que Ash había matado a Wong, desde donde se mirara no tenía excusa para ponerse de su lado ¿entonces por qué lo admiraba tanto siendo "enemigos"? Simple. Porque Ash era admirable. Y Ash hacía a Eiji feliz. Y Ash gobernaba a sus subordinados como si fueran sus amigos, no sus perros. Ash era inteligente. Y habilidoso. Le salvó su vida en más de una ocasión. Si Sing sigue vivo es por Ash. Y Ash murió.
Durante años se obligó a sí mismo a odiar a Ash por haber dejado a Eiji, por haberlo hecho reconocer su cadáver sonriendo en la morgue, por no pedir ayuda, por morir con la carta, por no estar y dejarlos para hacerse cargo del desastre, por poco olvida lo mucho que lo admiraba. Héroe. Protector. Amigo.
Ash es alguien muy amado para Sing.
—¿Te duele mucho? —Y tal vez nunca se trató de usar el lugar de Ash sino de querer convertirse en alguien tan noble como susodicho—. ¿Sing?
—No. —Musita—. Estoy bien.
—Cielos. —Más, Eiji no impresiona convencido—. ¿En qué estabas pensando? Esta es la primera vez que te distraes en una pelea.
—Lo sé. —Sus mejillas se sienten calientes y muy calientes en el camarín, la calefacción está apagada y por eso, sus alientos se transparentan en ese bricolaje de baldosas perladas, bolsos desarmados y guantes de boxeo colgados—. Fue un error de novato, estoy consciente.
—¿Entonces, qué pasó? —Eiji le está vendando los nudillos.
—Me distraje. —Aunque sus feromonas dan cuenta de preocupación Sing no disimula lo agradecido que se siente por semejantes cuidados—. Había alguien muy bonito en el público.
—Ajá. —Eiji no despega sus grandes ojos de ciervo de su labor, procura vendar su palma con cuidado y preocupación, el toque arde y despierta sensaciones eléctricas de lo más profundo de las entrañas.
—Un omega muy bonito. —Insiste—. Me distraje totalmente con su belleza.
—Ya veo.
—¿Acaso estás celoso de ti mismo?
—¿Eh? —Solo entonces el rollo de vendas cae al piso y el nipón impresiona genuinamente apenado.
—Estaba hablando de ti. —Sing disfruta en demasía de estos momentos—. Me embelesaste durante la pelea y fue imposible quitarte los ojos de encima.
—¡En serio eres...! —Sus dedos se entrelazan, aprecia su intención de esconderse y no lo consentirá, ha aprendido a disfrutar incluso de las cosas incómodas—. Me estás molestando.
—No te estoy molestando, te estoy coqueteando.
—Vaya manera más extraña de coquetear mordiendo el polvo en el ring.
—Tch. —Ríe entre dientes—. Quería verme genial antes de nuestra cita. —"Cita", la palabra provoca una sonrisa, ha descubierto que le gusta mucho usar esa clase de términos románticos—. ¿Fue cool?
—Lo fue. —Eiji le da en el gusto presionándole un beso sobre la mejilla, un gesto no debería significar tanto, no obstante, es lo suficiente para que su corazón estalle—. Eres el más cool de todos.
Mierda.
¿Está bien ser así de feliz con Eiji?
Una parte de sí mismo teme estar arrastrando a Eiji en sus sentimientos ¿le corresponde porque en realidad lo ama?, ¿siente que se lo debe?, ¿efectivamente es un reemplazo de Ash? No porque ansíe desestimar los avances de Eiji en relación a su duelo, más, sus ojos todavía se quedan congelados al ver a un chico con cabellera rubia, sus manos sudan frente a la biblioteca de Nueva York, escucha el nombre entre sus pesadillas, lo huele en las feromonas, aun lo busca, aun lo llama, nunca renunciará a la esperanza de que Ash aparezca en su puerta y le diga: «hola Eiji, lo siento por mentirte pero sigo vivo y estoy listo para ir a Japón», la cosa es que a Sing ha dejado de molestarle eso. Eiji lo amó. Ama en presente. Lo amará en futuro. Su alma está con Ash. Siempre. Sing no le pide eso pero ansía amor.
¿Es amor lo que hay entre ellos? El propio omega dijo que no sabía cómo se sentía el amor romántico y aunque Sing tampoco lo ha experimentado per ce, no le caben dudas en relación a Eiji, quizás están en una relación por amabilidad. Compasión. Amistad. Costumbre.
Clic.
—¿Qué haces?
—Saco una fotografía para conmemorar el momento. —Eiji agita la instantánea en el aire, su cámara aún apunta en dirección a Sing y lo ha dejado tan pasmado que puede escuchar a su corazón taladrar en sus tímpanos—. Esta es mi primera cita ¿sabes?
—Tu primera... —Se le hace un nudo en el estómago—. Tu primera cita soy yo.
—¿Te sorprende? —El omega tararea encantado con su trabajo.
—Sí.
—Debo confesarte que era popular en Japón por el salto de pértiga pero las chicas no eran lo mío y luego acá me cerré ante toda posibilidad, no quise volver a sentir nada tan doloroso nunca. —Sonríe.
—¿Qué cambió?
—Yo cambié. —Le extiende la fotografía—. Tú me cambiaste.
No.
Sing cambió por Eiji.
La imagen es simple, no tiene absolutamente nada especial, es Sing en su ropa deportiva, los guantes en el piso, sus nudillos ensangrentados, la cara un poco moreteada. Una imagen cualquiera. Mentira. Porque la clase de mirada que Sing está dándole a la cámara, ni siquiera se dio cuenta ¿siempre mira así a Eiji? Asume que sí, que sus ojos se suavizan, sus mejillas se sonrojan, su ceño se relaja y se pinta una sonrisa inconscientemente enamorada. Este soy yo a través de los ojos de Eiji.
—Te amo. —Entonces solo se le sale, las inseguridades se calman, es normal que continúen llegando considerando el tiempo patológico en el que normalizaron el silencio—. Te amo mucho. —Eiji sonríe.
—También te amo, Sing. —Mierda. Mierda. Mierda—. Ahora báñate o llegaremos tarde.
—Quizás tú me podrías acompañar. —Enrolla sus manos alrededor de su cintura y lo levanta con un solo movimiento.
—¡Sing! —Eiji se queja—. ¡No traje ropa de cambio! ¡Ya!
—Necesito motivación para la cita ¿no crees?
—¡No te comportes como un niño!
Al final ambos acaban empapados por la pelea y ha valido totalmente la pena porque los ojos de Eiji brillan más que nunca a pesar de la molestia fingida, acepta que le preste un cambio de su vieja ropa guardada en su casillero antes de agarrar su bolso y encaminarse a un café. El local es agradable. No queda muy apartado del centro de la ciudad y aún así parece un jardín escondido a raíz de la inmensa variedad de plantas, la mayoría son rosadas y delicadas, le gusta el contraste que hacen con Eiji y su piel de caramelo tragada por un polerón que usaba de niño.
—Esto es lindo. —Sing se permite decirlo, se han sentado afuera, están cerca de una estufa exterior porque prometió cuidar a Eiji ¿y qué clase de alfa sería sino? Y no obstante la atmósfera es hogareña.
—Hace mucho no salía a lugares bonitos. —Recuerda para sí mismo—. Creo que la última vez fue el tiempo que Ibe-san estuvo acá y me forzó a verlo.
—Eso fue hace años.
—Sí. —Sonríe con tristeza—. Me ha tomado tiempo avanzar ¿no es verdad? Sé que ni siquiera conocí a Ash durante tanto tiempo, a Shorter aún menos y aun así actúo como la persona más dolida, siento que es injusto contigo, Sing.
—¿Conmigo? —Parpadea procesándolo, sus palmas se clavan en la mesita de madera, ya dieron sus pedidos y no deben tardar en llegar—. ¿Por qué conmigo?
—Tú conociste a Shorter y a Lao durante más tiempo.
—Oh. —Escuchar el nombre de su hermano es extraño—. No creo que funcione así, el tiempo no es lo que mide el impacto que una persona tiene en tu vida o al menos, eso creo, así que deberías dejar de ser tan duro contigo mismo y permitirte estar tan dolido como necesites sin sentirte culpable por eso.
—Vaya. —Eiji apoya su mentón sobre su mano—. Si que has crecido. —Odia cómo el reconocimiento lo sigue poniendo nervioso al punto de que necesita anclar sus zapatos contra el soporte de la mesa.
—He crecido bastante. —Reafirma—. Lo suficiente para ser un alfa hecho y derecho.
—¿Te gusta tu casta?
—Me gusta porque me permite tener una vida contigo. —La expresión del omega es tan inocente y adorable que resulta contagiosa la vergüenza, no sabe de dónde ha sacado el coraje para decirlo tan sincero, más, no teme repetirlo para dejarlo en claro—. Quiero tener una vida contigo.
—La tienes. —Eiji estira su mano por encima de las servilletas—. Acá.
—La tengo. —Se repite—. Es cierto.
—Y por eso... —Las feromonas de Eiji se enturbian por un instante—. Me da un poco de miedo, estás metido en temas peligrosos en relación a la mafia china. —Las palabras de Cain vuelven—. ¿Durante cuánto más vas a seguir haciendo esto? —Y tiene la impresión de que el omega ha tenido esta charla.
—Quiero dejarlo. —Y tiene la impresión de que Ash no fue capaz de darle una respuesta—. Yut-Lung es mi amigo a pesar de todo y no lo abandonaré, pero tampoco me expondré al punto de que sientas terror a perderme cada vez que salgo, debiste estarla pasando muy mal hasta ahora.
—Sí. —Algo se rompe en Eiji al escucharlo, como si poco a poco una ola de entendimiento empezara a sumergirlo para mostrarle lo profundo que es su mar—. Creo que sí. —Procesa—. Lo lamento pero no me había dado cuenta de por qué me ponía tan ansioso que desaparecieras hasta oírte decir eso.
—Eiji.
—En serio me ponía ansioso, vaya, me gustabas desde hace mucho.
—¿Por qué no me dijiste algo?
—No quería sonar controlador, tú eras un alfa libre y joven, tenías una vida aparte, sabía que habían muchas chicas detrás de ti por tu aroma ¿con qué derecho te reclamaría algo? Probablemente desde ahí me empezaron a comer mis propios sentimientos por ti, lo negué y Dios sabe cómo lo negué, no estaba preparado para que te ofrecieras a pasar el celo conmigo.
—Y acá estamos. —Entrelaza su mano de vuelta—. No tengo intenciones de arriesgarnos, nunca me iré de tu lado.
—No puedes saberlo.
—Tal vez no pueda saberlo con total certeza. —Lo calma—. Pero me he quedado a tu lado todo este tiempo ¿no es así?
—Cierto. —Dice regresando a sí mismo—. No tiene que ser para siempre, aunque sea solo por ahora.
—Para siempre. —Promete—. Nuestro para siempre.
—Eso es mucho tiempo, Sing.
—Lo es. —Sing besa su palma—. Más, deseo pasarlo contigo. —Aunque Eiji ríe puede jurar que tiene ganas de llorar.
Llegan sus pedidos, hace bastante no veía a Eiji con apetito, si bien al inicio no tenía planificado estar tan apegado a Eiji al punto de tener un cuarto en su casa aceptó la responsabilidad cuando notó que Eiji estaba esquelético, nunca supo si fue a raíz del abuso de supresores o si simplemente quería que la inanición lo matara, fue duro cuidarlo ¿cómo obligas a vivir a quien no quiere vivir? Se cuestionaba constantemente si hacía lo correcto, si quizás se estaba aferrando a Eiji por su deseo egoísta en lugar de dejarlo ir con quien quería ir. Verlo otra vez comer. Reír. Brillar. Levantarse. Tomar fotos. Hablarse con sus amigos. Hacer las labores domésticas. Sacar a Buddy. Ver a Eiji brillar otra vez. Eso. Eso es lo único que quería y tal vez lo está sobrepensando demasiado, más, se merece disfrutarlo.
—No sabía que te gustaban tanto los postres, nunca los cocinas. —Eiji se quita la crema batida de la cara con vergüenza.
—Que no sepa cocinarlos no significa que no me gusten. —Se defiende—. Además mi comida parece gustarte como para recibir quejas ahora.
—Lo hace. —Tararea—. Sin duda eres una esposa excelente.
—Ah. —La taza tiembla y por solo un segundo sus ojos buscan los ojos de alguien más—. Sing, quiero proponerte algo.
—¿Qué cosa?
—No tienes que aceptar sino quieres, pero me he dado cuenta de que siempre que vas a visitar a tu hermano lo haces solo y es... triste ir solo a esas cosas.
—Oh. —Definitivamente no se esperaba eso—. Pensé que odiabas a Lao.
—Lo odié un tiempo, sí, así como odié a muchas otras personas. —La taza de plata queda sobre uno de los platillos—. Pero Lao es tu hermano y fue la persona que te crio, creo que es importante recibir su bendición, ¿no crees? Probablemente no le agrade mucho, pero espero que con el tiempo acepte.
—¿Quieres la bendición de mi hermano? —Repite anonadado—. ¿En serio?
—Sí. —Sing parpadea una. Dos. Tres veces—. Lo siento, no lo dije para ponerte mal. —Es dulce cómo a pesar de las pérdidas Eiji sigue siendo tan transparente.
—Estoy bien. —Miente.
—Sing. —Eiji se inclina—. No llores.
—No estoy... —Lo está, está llorando—. Joder, qué vergonzoso.
—Está bien. —Eiji arrastra su silla para quedar al lado de Sing, extiende sus brazos, de alguna manera él siempre es consolado—. Hemos pasado mucho tiempo sin mencionarlo, ¿cierto? Perdón si te hice sentir que no podías recordar a quienes amabas.
—No. —Sing se desmorona sobre el nipón—. Fui yo quién se lo prohibió, fui yo quién lo olvidó. —El toque sobre su espalda es cálido, tan cálido que todo su ser hierve, la sensación no es violenta—. Lo siento si también te forcé a guardar a Ash, ni siquiera te dejaba pronunciar su nombre, debió dolerte.
—Pero los estamos pronunciando ¿verdad? —Hunde su nariz contra el cuello del nipón, aspira suave y lentamente su aroma, huele a hogar, huele a Eiji—. No solo eso, quiero usar sus fotos en mi galería.
—¿En serio? —Alza su mirada pasmado.
—En serio. —Sonríe—. Lo bueno y lo malo de Nueva York, la luz y la oscuridad, deseo mostrar ambos lados, creo que por esto a la gente le gustan tanto mis fotografías, canalizo lo que he pasado a través de ellas.
—La foto que me tomaste a mí recién. —Recuerda.
—¿Qué hay con ella?
—Parece que fotografiaste a alguien muy amado.
—¿Por qué crees tú? —Le coquetea—. No dejaría a cualquiera ser mi alfa.
"Mi alfa" vaya.
—Ese debería ser Ash... —Mira la mordida—. Lo siento, sigo trayéndolo cuando debes estar tratando de olvidarlo. —Eiji niega.
—Nunca olvidaré a Ash, no quiero olvidarlo nunca. —Los dedos de Eiji presionan su nuca con cautela e invita a Sing a hacer lo mismo debajo de su coleta, lo hace—. Pero eso no significa que no soy feliz o que nunca volveré a ser feliz de nuevo. Ash vivió con todo al 100%, tú y yo sabemos eso mejor que nadie, me siento agradecido y orgulloso de haber pasado al menos un corto tiempo en compañía de esa brillante y milagrosa fuerza vital.
—Sé que nunca podría reemplazar a Ash en ese sentido.
—Por supuesto que nunca podrías reemplazar a Ash. —Sing delinea la mordida en la nuca—. Al igual que nadie podrá jamás reemplazarte a ti, Sing.
—Eiji.
—Te amo, Sing Soo-Ling.
—Eiji.
—Te amo porque eres tú, punto.
Es injusto cómo Sing acaba más enamorado, sería fácil para Eiji obsequiarle una ficción meliflua dada la idea de que así Sing dejará de sentirse culpable o cargado, no obstante, frena su autosabotaje por lo que ha visto estos meses, no soltó esas palabras porque sí, es genuino y se lo ha demostrado cada maldito día intentando superarse a sí mismo y poniendo en acciones para que Sing comprenda aquel lugar tan especial y exclusivo que tiene en su corazón, le ha costado, Dios sabe que en serio le cuesta sentirse merecedor de Eiji aun cargando con el pasado. Pero trata. Estos son Sing y Eiji. Intentándolo.
Espero que estés orgulloso de nosotros, tú nos enseñaste.
—Estoy agotado. —Eiji se tumba encima de la cama, Sing permanece de pie, expectante, a pesar del vínculo que tienen no transgredirá su espacio a menos que se lo pida—. ¿No quieres entrar?
—No es eso. —Sing se sienta en la cama, más, sigue sin traspasar al nido.
—Lo siento, no tengo experiencia anidando y probablemente sea feo.
—¿Qué?
—Antes solo tenía dos camisas de... y tú eres grande y tienes mucha ropa con tu olor así que todavía no sé bien cómo acomodarlas, haré un nido bonito para la próxima.
—¡No! No es lo que quise decir. —Su corazón se hunde ante la simple posibilidad de que Eiji estipule que lo está rechazando—. Pero necesito una invitación explícita, los nidos son íntimos.
—¿Por qué? Es nuestro nido. —"Nuestro" joder cómo le gusta esa palabra—. No te sientas obligado.
—No me siento obligado, mi omega construyó un nido reconfortante para los dos y voy a presumirlo al máximo.
—No digas cosas vergonzosas.
—Diré cosas aún peores.
—Sing. —Ríe su nombre—. Entra, por favor.
Se recuestan frente a frente, la cama de Eiji es diminuta en comparación a la suya, más, consiguen caber si encoge sus piernas, el omega se estremece a medida que se enredan, le gusta sentir su calor sangrando hacia su piel, le gusta presionar sus labios sobre su flequillo desordenado, le gusta ocultar el cuerpo más pequeño y delgado entre sus brazos, es bonito tener a Eiji así, Eiji es bonito. Sí. Le saca los lentes y los deja sobre el velador sin romper la pose, sus ojos repasan sin pudor el rostro de quien ama, su cabello oscuro que no es ni lacio ni crespo, es algo intermedio, es una ola que nunca termina de romperse cuya espuma se bambolea encima de los racimos que tiene por pestañas, hay un fulgor ingenuo pendiendo en sus pupilas e hirviendo con expectación casi como si esperara un beso, bonito sin duda, lo vuelve a pensar.
—¿Alguna vez has querido tener hijos? —El omega abre los ojos con sorpresa, no se aparta sino que solo apoya su mentón sobre su pecho para poderlo mirar, Sing puede saborear el aliento dulce sobre su piel, tiene un resqueme de caramelo y se pregunta si así sabrá su boca en este instante.
—Hijos. —Eiji repite—. A mi edad no creo que pueda...
—Eiji, no tienes ni siquiera 30 años. —Lo recrimina—. ¿Puedes dejarte de portar como un anciano?
—Lo siento, lo siento. —Ríe con ligereza—. Es la costumbre.
—Terco. —Sus brazos se tensan un poco más alrededor de la cintura del omega—. ¿Lo has pensado?
—Lo he deseado algunas veces. —Eiji esconde su rostro contra su hombro, está olfateando su aroma y el gesto es tan instintivo que incita a que su alfa interno ronronee de emoción—. No me veo siendo un buen papá, estoy muy inestable en estos instantes.
—No te lo estoy proponiendo ahora. —Se burla—. Solo quería saber.
—¿Y tú? —Sus ojos parpadean con curiosidad igual que una lechuza nocturna, Sing frunce el ceño y presiona sus labios contra la frente de Eiji sin querer romper la magia.
—Sí, me imagino.
—Te imagino siendo un grandioso papá. —Hay un deje de duelo en la afirmación—. Serías el mejor.
—Claro que lo sería. —Sus manos viajan inconscientemente hacia las caderas del omega—. No había pensado en eso pero no usé condón durante tu celo.
—¡Sing!
—Pero tampoco anudé. —Eiji lo mata con la mirada.
—Eso no ayuda.
—¿Qué podría ayudar entonces? —Sus dedos juguetean hacia el pliegue de la camisa, Eiji no demora en estremecerse por el simple roce, mierda, esto es peligroso—. ¿Qué podría hacer para compensar mi descuido?
—Quizás un beso ayudaría.
—Un beso. —Sostiene sus mejillas entre sus palmas—. Un beso será.
Acomoda a Eiji encima de la cama, no porque quiera ir más lejos sino que disfruta pecaminosamente poniéndolo nervioso, pasea los dedos por su mentón, alzándolo, impidiéndole escapar del sofocante contacto visual, el alfa se muerde el labio, baja y baja, con su mano libre procura tocar debajo de su camiseta, no existe señal de incomodidad en la cara del contrario, más, se ve molesto, es impaciente, piensa entretenido antes de estrechar sus labios. Esto no se siente como proximidad forzada ni nada similar a la noche que compartieron juntos, ahora Sing sabe que Eiji lo está besando a él, que lo ama y que el lugar en su corazón es válido e importante.
Así que se permite ser feliz.
Bebe la efervescencia del beso, los cuerpos se amoldan al otro en un santiamén, son tan compatibles que sino fuera por todo lo que han sobrevivido podría pensar en leyendas o parejas destinadas, pero Sing ha dejado de creer en el destino, no anhela que su futuro con Eiji dependa de una fuerza externa ni de nadie más. Así que lo besa y besa. Eiji se estremece dejando escapar un gemido absolutamente encantador. Un nombre. Sing. Mierda. ¿Por qué su nombre se escucha tan peligroso cuando usa esa voz tan linda? Hay un resqueme de café impregnado a la lengua de Eiji, sin embargo nada se asemeja al dulzor que desprende naturalmente, bebe de sus labios, los adora y toma desesperado.
—S-Sing. —Eiji se aferra con fuerza a su espalda.
—¿Hay algún problema? ¿Te sientes incómodo?
¿Esto está bien? ¿Estás bien conmigo?
—Me gusta besarte.
—Eiji. —Jadea atontado.
—Tus besos... —Confiesa recuperando el aliento—. Se sienten muy bien.
Eiji es injusto sin duda.
Quizás no estaba tan equivocado cuando pensaba que estaba destinado a amar a Eiji apenas se hizo el sucesor de todas las personas que perdió y amó no obstante mientras su corazón siga latiendo no lo abandonará. Quizás Eiji nunca sea suyo, el tiempo se lo dirá. ¿Pero Sing? Sing es de Eiji y lo ha sido del inicio. Así que entrelazan sus manos y se quedan besándose tontamente el resto de la noche por el simple placer de hacerlo.
—¿Estás seguro de esto? —Cuando amanece Eiji le propone hacer algo, Sing lo apoya aun si le duele un poco hacerlo.
—Estoy seguro. —Es importante que Eiji atraviese esto en compañía—. Estoy seguro, Sing. —Es igual de importante que Sing también se obligue a avanzar y a cruzarlo.
Así que sacan juntos una pequeña caja del ático.
—Perdón por haberte tenido encerrado todo este tiempo. —Sing lo ayuda a acomodar la cámara en la mesa y así poderlas proyectar juntos—. Escondí todas tus fotografías... como si eso hiciera alguna diferencia.
Sing no lo suelta cuando se sientan a verlas.
Eiji llora desconsolado, Sing también.
Pero por primera vez, lloran juntos y comparten ese dolor en vez de cargarlo.
¿Quedamos con ganas del pov de Eiji? Definitivamente y por eso existe el epilogo, siento que es una de las cosas más bonitas que he escrito en relación al post canon dentro del canon relativamente y acerca de gol así que nada, espero que les guste nada más, esta semana se vienen dos epilogos, el miercoles el de este pequeño fic y el viernes el de vida doméstica que al final sí existió.
Nos vemos~
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