2. This was a mistake.
Hi~ Siento que para todo el estres que me ha pasado estas semanas esta dinamica va mucho mejor que la pasada en cuestión de planificación y tiempo, ay no, definitivamente es Mayo que no es mi mes, ni modo. Con relación a este capítulo quiero expresar que acá todos acordamos que no es sano lo que está pasando en relación a normalizar mecanismos de afrontamiento poco sanos, el silencio y lo enfermizo del duelo de parte de ambos, lo sabemos, cambia a lo largo del fic, pero recién va comenzando para que tengan paciencia porque yo diría que este capítulo y el otro son un poco irritables con el tema, ya tendremos catarsis y todo lo que quieran, pero hoy no.
Mil gracias por el apoyo, no esperaba que de verdad alguien leyera esto asjas fue muy linda la sorpresa, los amo muchito.
Tenía catorce años cuando conoció a Ash Lynx, si bien estaba familiarizado por las historias eufóricas e incluso fantásticas de camaradería que Shorter solía contarle, nada podría haberlo preparado para el primer encuentro que tuvieron. Un laboratorio en llamas. Olor a carne quemada. La ametralladora inerte en su palma. Cartuchos y cartuchos en el piso. El cadáver de Shorter calcinándose. Ojos verdes pero malditamente indiferentes. Miedo, fue su primera emoción. El miedo evolucionó al respeto en las misiones compartidas. El respeto se convirtió en admiración.
Sí.
Sing idolatraba a Ash de una manera distinta a como lo hacía con Shorter.
Ash Lynx era la figura mítica en Nueva York, un emblema dorado, un jefe inescrutable, era un talento hecho persona acompañado de una belleza surreal. Todo un alfa. Mientras más compartían más iba entendiendo porqué Shorter lo refería con semejante cariño, aun así le costaba encontrar al mocoso de lengua mordaz y berrinches explosivos del que tanto habló, no, este Ash era un depredador voraz e indiferente. Un asesino. Un demonio. ¿De dónde brotaba esa discordancia? ¿Dónde estaba el niño que llamaba al hombre más genial del mundo "cabeza de melón" o "cabeza de mármol"? Pensó que la muerte de Shorter probablemente lo encerró para siempre en esa carcasa impenetrable de bestia.
O eso pensó...
Sé que no soy de ayuda, pero ojalá confiaras un poco más en mí.
Nunca dije que no lo hiciera. Solo quiero mantenerte a salvo.
O eso pensó hasta que lo vio con Eiji.
Suave. Inocente. Cálido.
Tan vulnerable.
Y Sing recuerda haberse tenido que frotar los ojos para comprobar que no hubieran dos Ashs puesto que el cambio de actitud con Eiji lo hacía parecer una persona totalmente diferente al Ash que nunca dudaba en disparar, al Ash que ordenaba con la voz gélida y la mirada pétrea, al Ash que Lao deseaba que venciera. Este Ash era gentil, este Ash paseó sus dedos en el cabello de Eiji cuando pensaba que nadie lo veía, este Ash curvaba una sonrisa apenas perceptible si lo veía en el cuarto, el Ash que amó con todas sus fuerzas a Eiji y al que Eiji amó al punto de morir.
¿Contra cuál de estos Ashs está luchando?
No sabe.
Pero sabe que hay una de las fotografías que Eiji escondió pegoteada al lavabo mientras que intenta reincorporarse progresivamente a la realidad.
—¿Qué fue lo que pasó?
Recapitula.
Está en un cuarto con tufo a moho entremezclado a tristeza, sus piernas están totalmente tumbadas sobre un patrón de baldosas que le es familiar, intenta verlo, más, las manchas en ese elegante traje que usa solo para las reuniones importantes capta su atención, apesta, es la primera idea, la delicada tela negra entallada a la medida del metro noventa está totalmente embarrada de lo que impresiona ser sangre, vómito, alcohol y otra de esas mierdas que le gusta consumir a Yut-Lung.
—Ugh. —Deja escapar el lloriqueo mientras se tapa los ojos con el antebrazo, su mente está borrosa.
Estaba bebiendo con Yut-Lung mientras discutían cosas de negocios.
El alfa estaba viendo la chance de involucrarse aún más en la mafia china, idea que si bien sorprendió a Yut-Lung al punto del desagrado no lo contradijo, sino que le dijo:
Estás empezando a sonar como él.
—Mierda.
Desde ahí todo se convierte en una gigantesca laguna mental, seguramente bebió de más y volcó el alma entera contra la taza del escusado, la sangre tampoco es problema, se suele meter en riñas sin importancia, sin embargo, la fotografía de Ash es inusual.
Sing sonríe al verla.
Es solo una imagen de un Ash con el torso desnudo acomodándose una toalla en la cabeza, es incluso aburrida, no existe nada especial ahí. Mentira. Hay una pequeña sonrisa pícara y calma ensanchando sus mejillas, no parece haberle tomado esfuerzo ni haber estado premeditada casi como si resultara natural sonreír para Eiji, sus manos también toman la toalla de manera gentil, su melena parada por debajo de la toalla le recuerda más a un gatito que a un depredador, la memoria debe ser invaluable para Eiji y no tenía derecho a tomarla aun estando ebrio, más, hay algo que le molesta del cuadro o mejor dicho, hay algo que le duele. ¿Qué es? Cierto. La forma en que Ash mira a la cámara. La forma en que Ash siempre miró a Eiji.
Estaban tan enamorados.
¿Cómo Sing podría competir con eso?
—Vaya manera de ayudarlo a superar el duelo. —Se dice a sí mismo—. Soy patético, ¿verdad? Nunca ganaré en contra de un fantasma.
Aun así se asea para poner su plan en marcha.
Atravesar el duelo, pasar la negación.
Puede hacerlo.
—¿Eiji?
—Buenos días, Sing. —Hay una bruma jodidamente dulce cuando entra a la cocina, el escozor de los huevos fritos mezclado con la sutileza del arroz debería resultarle apetecible, aun así aprecia que es su instinto reaccionando a algo más, es lo normal se repite, Eiji es un omega y él es un alfa, es natural.
Pero no te atraen todos los omegas.
—No te sentí llegar anoche.
—Ah. —Sing se rasca la nuca sentándose en el comedor—. La reunión acabó muy tarde.
—¿Reunión? —Los ojos de Eiji viajan directamente a su cuello con un manto de dolor que resquiebra su sonrisa—. Así lo veo. —Sing se mira en el reflejo del servilletero, es un chupón.
—Yo...
—Está bien, no me debes explicación alguna. —Le dice con calma y una sonrisa, Sing odia esa sonrisa porque sabe que es falsa—. No tienes que sentirte obligado a volver tampoco, eres un adulto y a mi edad no necesito un niñero ¿no te parece?
—Te dije que me quedaría para cuidarte.
—Sing.
—El médico me dejó como tu tutor y tenemos control a fin de mes, es importante que te recuperes.
—Sing. —Solo suspira sentándose enfrente—. Está bien.
—Estaba pensando. —No sabe cómo poner el tema—. ¿Qué te parecería ir al parque junto a Buddy?
—No sé, hace mucho que no salgo.
—Exacto. —No quiere sonar duro—. Te hará bien salir.
—No sé.
—Por favor. —La mirada repleta de melancolía se clava en su regazo, su plato de comida está intacto a pesar de que el omega fue quien estuvo toda la mañana cocinando—. Eiji. —Ruega.
—Bien.
Sing sonríe tomando esa pequeña victoria.
Se ha instruido como ha podido del tema, Eiji se ha negado rotundamente a ver un profesional desde el comienzo y Sing teme que si lo presiona acabará por perderlo así que intenta tomárselo con calma aunque a veces el fantasma de Ash también lo sobrepasa, el de Shorter, Lao, ha matado ¿cómo hoza criticar a Ash si él es un asesino mucho peor? Sin duda es...No. No. Tira el pensamiento lejos. Lo tapa con un dedo. No existe. Retoma el hilo, la idea es poderse convertir en las rueditas de entrenamiento de Eiji, acompañarlo paso a paso en un ambiente seguro para atravesar esas cosas, lugares, personas o cualquier otro estímulo con una connotación negativa referente a Ash para que vayan sanando de manera progresiva. Independiente de sus propias batallas, Sing desea que Eiji pueda recordar a Ash con cariño, no con dolor.
El parque es el primer paso, sacarlo fuera, mostrarle, darle la mano mientras lo expone in crescendo.
—¿Te agrada? —Se han sentado en una banca a petición de Buddy (quien impresiona apreciar mejor que nadie el esfuerzo de Eiji)—. Es bueno tomar aire fresco.
—Sí. —Y de hecho, el omega luce relajado—. Hace mucho no salía de casa, había olvidado lo mucho que me gusta sentir el sol.
—Ja, ahora suenas como todo un viejo. —Un brillo rompe en sus pupilas igual que un rayo con tanta velocidad que cree que ha sido toda una ilusión.
—Supongo que estoy viejo. —No lo dice con pesadumbre sino con aceptación—. Tú aun eres un estudiante y deberías aprovecharlo.
—Puff. —Sing tira la espalda hacia atrás, sus brazos se extienden alrededor de la banca por accidente tocando a Eiji, traga duro e ignora el ardor que incinera su piel—. Los negocios son aburridos, iba ya mentalizado para quedarme dormido en algunas clases pero sobrepasó mis expectativas con creces.
—Nunca te habría imaginado estudiando negocios. —Eiji acomoda su mejilla sobre su palma, la brisa está revoloteando alrededor de sus cabellos mientras Buddy dormita a sus pies—. Te imaginaba con una carrera que te permitiera ser más libre.
—¿Más libre?
—Sí. —Sonríe—. Siempre has sido un luchador después de todo, eres valiente, noble y aunque odias perder sabes admitir cuando has perdido, eres sabio en ese sentido y todo un cabeza dura, haces lo que crees que es correcto y nadie te detiene, por eso sigues con Yut-Lung a pesar de todo. —Su cara quema en cuestión de segundos, ni siquiera debe mirarlo o tocarlo para provocar esta reacción, más se convence de que es sensible a los cumplidos—. Te imaginaba sin ataduras.
—Sin ataduras suena bien.
—¿Qué te puedo decir? Esa es mi impresión.
—Supongo que negocios es lo opuesto a eso. —Bufa intentando ignorar lo muy consciente que yace de su amigo. Amigo. Eso es todo. Amigo—. Quizás con boxeo habría funcionado.
—Te habría imaginado como chef. —Entonces suelta chasqueando los dedos casi como si sus pupilas gritaran ¡eureka!—. Cocinabas mejor que Shorter.
—Eso es cierto. —No lo niega, alimenta su ego—. Adoraba a Shorter pero cada vez que comía alguna de sus recetas terminaba con indigestión.
—Una vez viajamos todos a Cape Cod y Shorter se ofreció a cocinar, no le vi nada de malo, antes me había cocinado un sándwich y estaba delicioso, pero luego de que él y... cazaran gallinas usando solo los dientes Ibe-san sufrió una intoxicación de tercer grado, casi tuvimos que dejarlo.
—¿Eh? —Sing ignora al fantasma de la historia—. ¿No lo dejaron por eso?
—No, Ibe-san me trataba como si fuera una doncella, me habría seguido incluso estando internado.
—Ibe siempre se preocupó bastante por ti.
—Lo sé. —Es nostálgico—. He escuchado que está haciéndolo bien.
—¿No te gustaría volverlo a ver? —El omega arruga el ceño—. Sé que le pones excusas para evitarlo.
—Tienes razón. —Suspira—. Me gustaría verlo, lo extraño, Ibe-san es una persona muy especial para mí, él fue el primero en decirme que podía ser más egoísta y elegir lo que yo quería en vez de lo que otros esperaran de mí. —Y aunque no tuvo chance de familiarizarse en demasía con el adulto aprecia la importancia de su relación por la ternura sangrante en su voz cada vez que lo menciona, es bonito.
—Deberías verlo.
—Me da vergüenza que me vea así.
Entonces sucede.
Poco a poco Eiji se abre.
Mierda.
Tal como Eiji hizo con las fotografías de Ash lo hizo con su dolor, lo encerró en una caja con una llave que ni siquiera él mismo sabe dónde dejó y no solo eso, se acurrucó contra la caja, no gritó ni maldijo ni tampoco lloró, solo se quedó ahí, quietecito en una tumba medio abierta y medio vacía, pensando que no era merecedor de compartir el nombre de la lápida o recibir flores.
—¿Así cómo? —Es lo que finalmente dice, los ojos del omega repasan frenéticos el parque casi como si estuvieran buscando a alguien antes de volver a Sing.
—Mírame. —Sus hombros se hunden en una camisa que le queda gigante ¿Eiji siempre fue pequeño o ha bajado aún más de peso?—. No soy ni la sombra de lo que solía ser.
—Eiji. —La palma del aludido pende hacia su nuca, a una mordida.
—No puedo volver, a Ibe-san lo mataría... es mejor que me recuerde por lo que fui, que todo el resto lo haga.
—¿Por eso te has escondido hasta de los chicos? —Asiente.
—Sé lo que piensan y odio esa mirada lastimera que me dan, no necesito ese constante recordatorio porque me lo reprocho a mí mismo cada instante que estoy vivo, no quiero que se queden casi como si tuvieran una deuda conmigo, nadie la tiene, ni siquiera tú, Sing.
—¿A qué te refieres?
—A que no estás obligado a quedarte.
—Me quedo porque te quiero.
—Oh. —Pasa y es inesperado, no obstante, un tenue rubor colorea las mejillas del omega—. Eso fue directo, vaya que te has hecho galante. —Sonríe y es una sonrisa real, es patético, ¿no? Porque todo lo que Eiji necesita para hacer que contenga la respiración, que su corazón retumbe con tal ferocidad que lo sienta vibrar en cada puto músculo y su mente se apague es una sonrisa—. Debes ser popular.
—Sí, bueno. —Finge modestia—. Todas quieren ser mi omega.
—¿Y tú? —Parpadea—. ¿A quién quieres de omega? ¿Tienes alguna novia?
—No.
—Entonces debes ser un rompecorazones.
—No me interesa nadie. —Se miente—. No hay nadie.
Pero fuera de ese percance la salida al parque resulta divertida, Buddy corretea por la pradera, juega con otros perros, se mantiene contento y activo y sin querer los incita a reforzar la intimidad, porque ahí está Sing asegurándose de que la correa no tire demasiado fuerte, asegurándose de que no caiga sin que no esté él para atraparlo, asegurándose simplemente para sonreír cuando Eiji sonría. Mierda que está jodido. Si fuera más estúpido se diría que fue una cita. No lo fue. Fue una salida terapéutica.
Y aun así...
¿Hace cuantos años no vislumbraba una sonrisa honesta en el rostro de Eiji?, ¿hace cuánto no sentía su risa retumbar desde el alma?, ¿cuándo fue la última vez que lo vio deslumbrar?
Sing sabe que no es Ash ni tiene motivos para quererlo ser si en teoría Eiji es solo un amigo, pero no se engaña a sí mismo diciéndose que esta salida no significó nada, porque fue bonito pasear a Buddy a través del parque casi como si fueran una pareja, fue agradable entablar charlas banales, desglosar poco a poco lo que atañe el corazón de Eiji y creía que se había perdido, fue...esperanzador ver cómo se acurrucaba bajo su chaqueta con la excusa de que era su tutor y debía cuidarlo cuando por dentro anhelaba que Eiji se impregnara de sus feromonas.
¿Por qué quiere eso? No sabe.
Mentira.
Lo importante es que vuelven a la casa con un peso menos o quizás, con un fantasma menos encima.
Todo está bien por primera vez.
Eiji incluso se ve saludable acurrucado debajo de su chaqueta mientras Buddy toma agua moviendo erráticamente la cola una y otra vez a causa del paseo. Es ligero. Hogareño. Agradable.
—Sing...
Hasta que no lo es.
—¿Qué hace esa fotografía ahí? —Eiji le pregunta con la mandíbula tiritona y la mirada brillosa como si la imagen fuera a pararse de la mesita para reclamar una vida por otra.
—Lo siento, no recuerdo haberla sacado, llegué demasiado ebrio y no la guardé...
—As-s...
No. No. No.
Eiji muere otra vez, así de simple, le tomó un solo descuido, una maldita fotografía para que todo el trabajo que han estado construyendo para derrumbar sus muros se extinga, el vacío devora sus ojos, su sonrisa se vuelve una máscara, su pose es defensiva, sus feromonas, Sing arruga la nariz asqueado y no lo disimula, esas grotescas feromonas de omega marcado.
—Apestas como si lo estuvieras llamando. —Su voz es dura. Impasible. Fría—. Ash no volverá porque estés emitiendo ese aroma tan necesitado ni porque te martirices con sus fotografías.
—Lo sé. —Eiji aprieta sus puños—. Sé que no volverá, Sing. —Dice eso aunque sus feromonas forjan una bruma desteñida de congoja y le da rabia a estas alturas.
—¿Entonces por qué...? —El alfa siente a la ira asentarse en sus entrañas igual que la espuma rabiosa de una olla a presión, siente cómo los tornillos salen disparados o el metal se deforma mientras yace un aullido anticipando una tragedia. Se rebalsa. No hay espacio. No puede respirar—. ¡¿Por qué no solo aceptas que ya está muerto?! No puede ser que tu vida tenga tan poco valor para ti mismo, me enferma escuchar que tu única razón para seguir es respetar el deseo de Ash, es patético ¿qué haces aun pegado en el pasado? ¡Todos avanzaron con su vida!
—Sing. —Eiji contiene el llanto.
—Todos menos tú, parece. —Escupe y pronto, viendo la expresión horrorizada de su amigo entiende que explotó y no precisamente sobre sí mismo.
—¿Y tú? —Lo contradice con apenas un hilo de voz—. ¿Tú has avanzado, Sing?
—No quise...
—Esto fue un error.
Eiji se encierra de un portazo.
—Mierda.
Sing se tira en el sillón arrugando esa maldita fotografía, queriendo despedazar al propio Ash porque claro, fue fácil morirse y dejar un puto desastre acá abajo, la muerte no duele por los muertos, duele por los vivos que tienen que seguirse revolcando día tras día diciéndose a sí mismos que están mejor ¿cómo podrían estar mejor?, ¿cómo las cosas alguna vez podrían estar mejor? Sing se lleva la imagen contra la frente, desea odiar a Ash, necesita odiar a Ash para no odiarse a sí mismo o la culpa acabará matándolo, si muere Eiji no tendrá a nadie, eh ahí la jodida diferencia. Sing lo ama lo suficiente como para quedarse. Ash no. Ash se fue. Ash lo abandonó. Y Sing no sabe cómo recuperarlo.
—Ya déjalo ir. —Le suplica a la fotografía—. Borra su marca, bórrate de su memoria, deja de matarlo.
Pero Ash no es quién mata a Eiji.
Si Sing hubiera cedido a su instinto o si le hubiera pedido con más insistencia que comiera, si hubiera averiguado de cómo pasaba sus celos, si hubiera preguntado por los gritos amortiguados en soledad, por las pesadillas, por el llanto silencioso, por cómo se puso esquelético o cómo simplemente se fue luego de escribir esa carta. Pero no. Trató de ignorar su sufrimiento obvio y se cegó convenciéndose de que estaba bien, no fue el único, todos lo hicieron.
Cobardes.
Son unos cobardes.
Pero ¿acaso Sing no es el peor de todos?
Porque estando en la misma casa, apretando la imagen de Ash con los ojos cristalizados y tapándose las orejas para no escuchar su llanto dado que no soporta escuchar a Eiji hacerse trizas, perpetúa el círculo en donde bailan alrededor del fantasma de Aslan sin nunca mencionarlo y peor, dejando que Eiji se sienta totalmente solo y desamparado al otro lado sabiendo que nadie lo va a ayudar mientras que Sing... Sing espera que le abra la puerta para entrar.
No pasa.
Sing se recuesta del otro lado de la puerta. Eiji agoniza enfrascado en su propia soledad. Están cerca.
Aun así, ninguno tiene el valor para abrir la puerta.
No la abren.
Nunca la abren.
Dilema, Sing quiere ayudar a Eiji a afrontar el duelo sin que el propio Sing sea capaz de enfrentar sus muchos duelos y peor, se la pasa intentando llenar el espacio de esas pérdidas como si fuera algo que se pudiera llenar, esto tiene su climax mañana y de una manera no muy bonita, así que vamos más mentalizados, son solo siete días.
Mil gracias por tanto, see ya~
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