EXTRA - PARTE 1
Lexie
30 de noviembre, 2028
Me empino sobre la escalera que sostiene mi peso para alcanzar el punto que he elegido para colocar el adorno que cuelga de mi mano. Me concentro en no caerme y presiono mi mano contra la pared, asegurándome de que mi esfuerzo no sea en vano una vez que vuelva al suelo. Fallo, por supuesto; apenas libero la punta de la guirnalda, esta se libera con gracia y desciende hasta tocar la base de la escalerita. Suspiro, frustrada.
Escucho la puerta abrirse y me giro, mi mueca de frustración se convierte en una sonrisa cuando veo a Finn cruzar el umbral. Noto como me busca con la mirada y el calorcito familiar me recorre entera cuando me encuentra.
—¿Todo bien? —indaga, se quita la camiseta en el camino hacia donde estoy.
Puede que esté babeando un poquito.
» Jane dejó un poco de vómito de bebé —explica cuando llega a mí—. Aunque no te veo quejándote.
Sonrío en cuanto sus manos rodean mi cintura para bajarme de la escalera.
—No estás dando una mala vista, por supuesto que no me quejo—respondo—. Pudiste traerla contigo.
—Se quedó dormida antes de que me fuera.
Formo un puchero con los labios, esa pequeñita se ha adueñado de mi corazón. Finn aprovecha mi mohín para robarme un beso. Un pico que se transforma en algo más cuando su lengua juguetona se abre paso entre mis labios. Sus manos se encargan de deshacer el moño improvisado que ataba mi cabello y sus dedos se enredan en mis mechones sueltos, manejándome a su antojo. Me pego a su cuerpo, buscando algo de fricción que encuentro sin mucha demora.
—¿Te importa mucho si interrumpo tu plan de decorar? —indaga bajando por mi cuello, esparciendo besos húmedos que me tienen aferrándome a sus hombros—. Prometo ayudarte luego.
Me rio y aprieto los muslos cuando deja un mordisco en mi clavícula.
—Creo que no tengo inconvenientes si continúas así de dispuesto a complacer.
—Yo siempre estoy dispuesto a complacerte —me sonríe socarrón, volviendo a mis labios—. Se me ha antojado algo.
Vuelve a bajar, esta vez hasta estar de rodillas y se deshace de mis shorts junto con mis bragas, dejándome desnuda de la cintura para abajo. Me mira desde ahí, me deja ansiando siquiera una porción de todo lo que sus ojos me prometen. Se acerca a mi entrepierna, percibo su respiración y gimo cuando su lengua le brinda un generoso toque a mi centro. Mierda.
Años, han transcurrido años y el imbécil sigue volviéndome loca con su jodida paciencia. Su boca se pasea por los alrededores, pero no vuelve a posar los labios ahí donde lo necesito. Me aferro a su cabello, una indirecta bastante directa de que mi paciencia se agotó hace mucho.
Se pone de pie, no sin antes dejar un mordisco en mi cadera, en el lunar que parece adorar casi tanto como yo adoro el de su pómulo.
—No mates la diversión, impaciente —se burla en mis narices, estoy por reprochar, pero sus manos en mi trasero me pegan a su entrepierna.
—Joder —jadeo.
—Exacto, eso haremos —me roba un pico.
Se inclina para alzarme y hacer que mis piernas rodeen su cintura, mi sexo hace contacto directo con su erección que se encuentra firme y lista para penetrarme. Me froto contra él, buscando alivio para la necesidad que late en mi interior. Sus manos estrujan mi culo, pegándome más, robándome otro gemido que libero contra su boca. Pienso que va a llevarme a la habitación, pero me equivoco, percibo la superficie fría y me estremezco.
—¿Qué hago sobre el piano, Finn Dolcetti?
—Disfrutar, amor.
Finn
Le doy un empujoncito y ella se echa para atrás, sosteniendo su peso en una de sus manos. Me aferro a sus caderas para ubicarlas justo donde las necesito para poder saborearla sin preocuparme por nada más que no sean sus gemidos. Acaricio de manera distraída, impacientándola mientras mi boca se pasea por sus pechos que desnudo a medias, no traía sujetador bajo la camiseta que aun mantiene puesta, pero el que sea holgada me facilita la tarea de saborear un poco los pezones que ya se encuentran erguidos, ansiando atención.
—Finn —gime cuando presiono con gentileza los dedos contra su centro.
Bueno, quizá sea suficiente.
Bajo la boca a su centro que brilla por la humedad que ya se encuentra ahí, a pesar de que no le he dado aún lo que merece. Dejo cortos besos alrededor, muerdo con gentileza y es cuando su gruñido de frustración inunda la habitación que empiezo de verdad. Ambos gemimos en cuanto mi boca hace contacto directo con su clítoris, su sabor se cuela en mi sistema y mi lengua sale diestra a reconquistar esa zona de Lexie que conoce a la perfección. Con cada lametón, sus caderas se agitan, sus gemidos incrementan y el agarre en mi cabello se hace más fuerte. Succiono deleitándome con los sonidos que sus labios dejan salir, con los fluidos que su cuerpo deja ir en mi boca. Mis manos se encargan de mantener sus piernas abiertas, y mis dedos deciden unirse, introduciéndose en el canal que se ciñe a ellos cuando dejo un suave mordisco entre sus pliegues.
—Ahí, justo ahí... —ruega en medio de un jadeo.
Y ¡joder!, le doy lo que me pide porque esos ruegos me han vuelto loco desde la primera vez que los escuché, la erección que lucha contra la tela de mi pantalón es clara muestra de ello. Acaricio el punto en su interior a la par en que mi lengua acelera sus movimientos, no me toma mucho sentir el apretón y oír el grito de placer que escapa de su garganta. El agarre en mi cabello se hace más fuerte antes de que empiece a aflojar. Sostengo sus piernas, aún temblorosas y me levanto para verle el rostro.
—Eres... un idiota —sonríe con los ojos cerrados.
Tiro de sus caderas hasta que chocan con las mías, abre los ojos y suelta un gemido al sentir la dureza que se haya expectante en mi entrepierna.
—¿Qué tanto? —le pregunto, sosteniéndola por el trasero.
—Muy idiota —se acomoda creando más fricción.
Sonrío, complacido con el contacto que resulta preciso para aliviar en algo la tensión. Los ojos le brillan con esa chispa de lujuria que nace cada vez que nos encontramos en situaciones como esta y consigo ver ese destello antes de que se acerque a besarme. Camino con ella a cuestas, llevándola a nuestra habitación, Lexie no pierde el tiempo y continúa moviéndose contra mí, soltando los gemidos contra mi boca. Gruño cuando, en un balanceo de caderas, logra complacerme también.
Me siento sobre el colchón y le doy la oportunidad de torturarme estando arriba.
—Voy a mostrarte lo idiota que eres —se ríe cuando se da cuenta de que estoy cediendo el poder hoy. Se acerca a morder mi oreja—. Pero solo esta vez, me gusta tenerte en modo mandón.
Estrujo sus nalgas en respuesta, sus ojos se cierran y sus dedos se presionan contra mis hombros. Cuando sus ojos vuelven a abrirse, el aura juguetona le adorna los irises y pierdo cualquier control que pude haber poseído porque Lexie no tarda en deshacerse de la tela que me cubría y libera el miembro que ahora sostiene entre sus delgadas manos. Su toque siempre ha sido suficiente para excitarme, pero que rodee con tanta habilidad mi erección está volviéndome loco. Acaricia con destreza, siendo plenamente consciente de que zonas son más sensibles, de donde es que disfruto más sentirla. Acerca su sexo contra el mío y no duda en frotarse, en masturbarse a mi costa, en torturarme gimiendo en mi oído, pero sin permitirme sentirla por completo.
—Lex... —aprieto mi agarre sobre sus caderas, queriendo alzarla y penetrarla, pero no me lo permite.
Continúa meciéndose, con más rapidez. Sus jadeos se incrementan, puedo sentir sus fluidos siendo desperdiciados, no se detiene, no lo hace hasta que su orgasmo llega y lo siento sobre mis muslos, sobre mi miembro cuando, por la tensión, deja un apretón más fuerte sobre él. Luego, sin darme tiempo para procesar lo que acaba de hacer, levanta las caderas hasta posicionar su entrada sobre mi glande, pero no baja, no lo hace.
—Lexie... —advierto.
—¿Sí? —Gime en mi oído, rozando nuestros sexos, dejándome saborear apenas la gloria.
—Joder —me aferro a su piel—. Hazlo ya.
Juega con mi paciencia, con mi autocontrol, con mi jodida cordura. Me ofrece sus pechos, mientras continúa torturándome. Me prendo de ellos, me concentro en la textura de sus pezones, en los jadeos que libera, me concentro en esa zona de ella para evitar pensar en el punto que se encuentra entre nosotros, ese punto que debería estar conectándonos, pero que sigue manteniéndose a una distancia prudente. A la mierda la prudencia.
Sostengo su cintura y alzo las caderas, acabando con el juego previo que empezaba a hartarme. Lexie sonríe complacida, clava las uñas en mis hombros y baja hasta tenerme por completo dentro de ella. Ambos gemimos, es probable que la marca de mis dedos quede impregnada en su piel por la fuerza que empleo en sostenerla; sin embargo, no es algo que nos preocupe justo ahora. No, ahora nuestra atención está puesta en otro lado. Lexie me empuja y no es gentil, emplea fuerza, yo me dejo caer y me dedico a observar como esta vez, dejando la tortura para luego, se balancea sobre mi miembro, consiguiendo placer, dándomelo a mi también. Sus piernas la ayudan a subir y bajar, a generar un vaivén que me tiene delirando. Mi novia no solo sabe como complacerse, es generosa al dejarme probar esas sensaciones que la tienen jadeando sobre mí.
Veo como la sangre sube a sus mejillas, como el sudor le baña la piel mientras continúa moviéndose. Su cabello cae en cortina por un lado de su rostro cuando se inclina para besarme, un embate, dos, lento... gime contra mis labios y bajo los dedos a su centro para estimularla más. Lexie me muerde la boca, nuestro beso se torna torpe en cuanto ella decide acelerar el ritmo con el cual se balanceaba sobre mí, me aprieta en su interior y soy consciente del momento exacto en el que ambos conseguimos nuestra liberación. Siento la liberación, el como sus paredes se aferran a mi miembro y, sobre todo, el largo gemido que ambos dejamos escapar antes de que ella se deje caer sobre mi pecho.
—¿Suficiente tortura? —le pregunto cuando recupero el aliento.
Lexie aún respira con dificultad, cada exhalación chocando contra la piel de mi cuello.
Sus dedos trepan a mi cabello y yo le rodeo la cintura, acomodándola sobre mi cuerpo. Escucho su suspiro, también su balbuceo alegando que está cansada y que no me mueva porque desea dormir.
Obedezco y acaricio su cuero cabelludo, facilitándole la tarea. No sé cuanto tiempo transcurre, pero acabo conciliando el sueño junto a ella y solo despierto cuando mi Estrellita se mueve.
—Eres muy cómodo —susurra.
Nos giro, dejándola ahora bajo mi cuerpo. Dejo cortos besos a lo largo del área de su cuello. La siento sonreír y removerse, una risita se le escapa provocándome una sonrisa instantánea. Saco mi rostro de su cuello para poder verla, sus labios se encuentran extendidos en el dibujo perfecto de una sonrisa de felicidad, esa es de mis favoritas.
—¿Quieres continuar con la decoración?
—Debo continuar con la decoración —me corrige, tomando distraída mi cabello entre sus dedos—. Y tú vas a ayudarme, lo prometiste.
—Y no rompo mis promesas —le recuerdo—. Además, me gusta decorar contigo nuestro hogar.
Su sonrisa se hace más grande.
—Suena bonito —susurra.
Beso sus labios de manera corta.
—Pero es nuestro hogar, ¿o no?
—Lo es —suspira—. Me emociona saber que vendrán.
Se refiere a su familia en París, decidieron venir a pasar las fiestas aquí con nosotros. Solíamos dividirnos para fiestas, navidad con mi familia y año nuevo con la suya, o viceversa; sin embargo, Ivie le preguntó a Lexie si podrían venir a celebrar navidad aquí, creo que ni por un segundo se le ocurrió a mi novia negarse a la petición de su hermana. Es agradable saber que por fin los tendremos aquí, no ha habido oportunidad para que todos viajaran, hemos tenido a Gilbert en un par de ocasiones, Dean ha estado por aquí con más frecuencia porque fue él quien se encargó del diseño de la habitación de Jane.
—Será bonito poder compartir con ellos —le sonrío.
—Y con tu familia también —me sonríe de regreso.
¿Cómo entraremos todos aquí? Aún no tengo una respuesta concreta, nuestra mesa es para seis personas, no me explico por qué la compramos tan pequeña cuando ni ella ni yo provenimos de familias con pocos integrantes.
» Por cierto —interrumpe el hilo de mis pensamientos—. Estuve buscando una casa para alquilar en el campo, sabes que aquí no cabemos y también vendrá la familia de Ada y Lois, es la primera navidad de Jane y no quieren perdérsela, así que somos muchos, como muchos. Ni siquiera juntando los dos departamentos alcanzaremos a acomodarnos.
—Me imaginaba que Elián no iba a quedarse en Londres —me rio—. No sería justo para su competencia de mejor tío con Kiara.
Lexie sonríe también.
—Ya de por sí va en desventaja, no me sorprendería que decidiera mudarse de aquí a unos meses —se ríe—. Pero, al punto, encontré una casa con las habitaciones suficientes para todos, tiene un salón espacioso donde podemos compartir, la cocina está para morirse y el jardín lleno de nieve será un espectáculo bonito de ver. Aún no lo he discutido con Adara, pero si teníamos en mente lo de rentar un lugar cuando le dije que papá vendría con los chicos y que nuestra familia en Italia también se uniría a la celebración.
Toma una bocanada de aire tras el vómito verbal que acaba de soltar. Lexie no es de hablar a esta velocidad, suele hablar mucho, sí, pero a una velocidad moderada; sin embargo, mi experiencia tratando con su mejor amiga me da las herramientas suficientes para entender a la perfección lo que dijo.
» ¿Qué dices?
—Que te amo —noto como sus mejillas se sonrojan y me da un golpecito en el pecho.
—Un poquito de seriedad —exige con timidez.
—¿El que te diga que te amo le resta seriedad?
—¡Finn!
Me rio.
—Vale, pero igual te amo.
—Yo te amo a ti —responde.
—Entonces... Respecto a lo de la renta, me parece genial —me encojo de hombros—. Creo que es la mejor alternativa para que todos podamos disfrutar.
Se remueve debajo de mí, acomodándose sobre las almohadas.
—De acuerdo, le diré a Alex que se ponga en contacto y arregle el contrato de alquiler —me sonríe.
—¿Igual decoraremos, verdad? Porque sí me causaba emoción hacerlo.
—¡Claro que sí! —me asegura—. Con tu ayuda ya no será tedioso, estuve peleando con esa guirnalda, pero me faltaban unos centímetros para llegar.
Y dicho eso, me da un empujoncito para que me mueva de su encima, me ordena que me ponga algo de ropa mientras ella toma un vestido y sale de la habitación. Me quedo mirando el umbral que cruzó hace unos instantes y suspiro. Me gusta esta familiaridad, el no tener que cuestionarnos si pasaremos o no fiestas juntos porque tenemos la certeza de que será así, el tener nuestros propios adornos de navidad para decorar nuestro espacio, y ¡joder! Lexie no se hace una idea de lo cálido que se siente llegar a casa y encontrarla haciendo algo tan simple como intentar colgar una guirnalda, con ese moño improvisado y ese conjunto hogareño que la hace sentir cómoda.
Me pongo de pie cuando vuelve a llamarme y obedezco en lo de vestirme, tenemos la calefacción encendida por lo que no hay necesidad de abrigarnos a pesar de que por las ventanas podemos ver lo frío que está el día afuera.
Algo que me gustaría señalar es que el español de Lexie ha mejorado considerablemente; sin embargo, sigue resultándome tierno escucharla cantar las canciones de Morat, incluso cuando ya no tiene la necesidad de inventarse palabras.
—¿Qué pasa si brindamos otra vez porque después de tanto te encontré? —canturrea—. Lalalalalala.
—¿Por qué no la pones? —le pregunto llevando conmigo una caja que encuentro en el pasadizo.
—Porque no recuerdo como se llama —me sonríe divertida—. Soy mala con los números, sé que es un número.
Me señala donde es que debo dejar la caja y camino hacia ese punto.
—Veintitrés —le indico mientras me agacho a bajar los adornos.
—Bueno, la pedí en inglés y me salió una de Miley —se ríe.
Me acerco a ella que volvió a atarse el cabello, un mechón se le ha escapado, se lo meto tras la oreja y beso su nariz.
» ¿Puedes pedir la canción por mí?
Asiento, ella me rodea el torso con los brazos mientras escojo la canción desde Spotify y la envío al parlante que reproduce la música. La melodía empieza a sonar y Lexie mueve la cabeza ligeramente, siguiendo el ritmo, empieza a cantar cuando llega el coro mientras yo me embeleso solo viéndola.
«Sé que unas se ganan y que otras se pierden, pero no me importa si te tengo a ti». Es muy nosotros, de verdad que sí, hemos ganado batallas, también hubo batallas en las que salimos heridos, pero al final del día, siempre nos hemos tenido el uno al otro. Porque incluso con las heridas fuimos capaces de sostenernos las manos y continuar.
Cuando la canción acaba, Lexie se pone de puntillas para dejar un beso corto sobre mis labios y se aparta para indicarme cómo es que trabajaremos para decorar el lugar. Las horas que transcurren luego de que las órdenes son dadas se limitan a acomodar cada adorno que se encuentra en las cajas que llenan nuestra sala. Cada dos por tres consigo robarle besos que la hacen regañarme, pero dibujar sonrisas también. Nos ahorramos la cena porque Lois decidió cocinar para más de dos y bajamos a cenar con ellos, me he adecuado tanto a esa dinámica, si bien Lois siempre me agradó, cuando oficializó con Ada no pensé que podría llegar a considerarlo un amigo; claro que en ese momento no contaba con que mi amistad con Lexie llegaría a más. Siendo su novio resulta un poquito imposible no ser amigo de Lois cuando ella y Adara son como uña y mugre, hemos acabado compartiendo fechas importantes, bromas privadas y veladas como la de esta noche que me gusta conservar en mi memoria con cariño.
13 de diciembre, 2028
Lexie
Jane cumple ocho meses hoy y Ada decidió que quería un pastel para su hija, es por ello que me encuentro recogiendo el pequeño pastel de mi sobrina en mi camino de regreso a casa. Hoy tuve cita con Lila, si bien no lidio con tanto como lo hacía antes y mi salud mental se encuentra en un estado de calma, prefiero no descuidarme, me agradan las citas con Lila, se siente bien hablar con ella incluso de las partes más insignificantes de mis días. La terapia se ha convertido en uno de mis lugares seguros y de verdad valoro saber que estoy lista para enfrentar cualquier imprevisto que pueda presentarse.
Sonrío cuando veo la estética del pastel, hago recuento mental y, por supuesto, los ocho meses de Jane debían estar representados por el octavo álbum de Taylor. Ya puedo imaginar la ropa que mi sobrina llevará puesta hoy.
Le envío un mensaje a Adara confirmándole que ya tengo el pastel y conduzco de regreso a casa, por el retrovisor veo a Batman siguiéndome. Le marco.
—¿Qué sucede? —inquiere.
—Ve por Gryffin y Lena, por favor, ya estamos cerca, puedo completar el camino sola.
—Vale, le diré a Robin que aguarde en la entrada en caso de algún imprevisto.
—De acuerdo, gracias.
Podría haber ido yo, pero el departamento que está rentando Lena no me queda tan cerca como lo hacía el albergue y este pastel va a arruinarse como lo lleve paseando por la ciudad con el tráfico que hay a esta hora. Le envío un audio de voz a Lena avisándole Batman irá por ella. Ni Adara ni yo hemos estado involucradas en escándalos recientes; sin embargo, no me sorprende ver a un par de paparazzi a las afueras de nuestro edificio, es por Jane, han querido capturar su carita desde que nació y lamentablemente lo han conseguido en más de una ocasión.
Ingreso y estaciono donde suelo hacerlo siempre, Robin llega un par de minutos después y ubica el auto justo al lado del mío. Me ayuda con el pastel que llevamos juntos hasta el piso de Adara. Es ella quien nos abre la puerta y sonrío cuando veo que trae puesto un delantal.
—Quiero sentirme útil —me dice, besando mi mejilla—. Kia está haciendo las galletitas y me ha dejado espolvorearlas. Mandé a hacer este y el de Lois la vez pasada, pero solo él usa el suyo y yo no había tenido oportunidad.
Detallo el delantal, lo luce bastante bien, lástima que mi amiga no sea buena en la cocina. Pregunto por Jane y Ada me señala a la sala, donde se encuentra mi sobrina en brazos de Sarah, la mamá de Adara. Kiara me saluda desde la cocina, le devuelvo el saludo y camino en dirección a Papita. Sarah me da un breve abrazo y no duda en entregarme a su nieta cuando se lo pido.
—¡Está precioso! —escucho el grito de Adara, asumo que habla del pastel.
—Déjame adivinar, ¿tiene que ver con Taylor? —indaga Sarah con una sonrisa, tomándole la manito a Jane.
Me rio.
—Hoy es su cumpleaños, así que sí —le beso la mejilla rechoncha a la pequeña rubia que balbucea sobre mi regazo—. Tiene la temática de Folklore. ¿Dónde está tu cárdigan, Jane?
Los ojos azules me reparan con curiosidad y suelta un gritito. Sonrío embobada, que preciosidad de niña, joder. Está usando unos pantaloncillos de lana, color plomo y una camiseta blanca con un estampado que dice "taylor's versión", hoy Adara no le puso lacito, y, si se lo puso, Jane ya se encargó de deshacerse de él. Mi teléfono suena y me apresuro a tomarlo, es Finn.
—¿Ya estás ahí? —me pregunta.
—Sí, llegué hace un momento, Jane me distrajo —respondo—. Hoy te la gané.
Se ríe, yo sonrío.
—Ya llego y veremos como eso cambia —asegura—. Ahora bajo.
—De acuerdo.
—Te amo.
Siento que las mejillas me arden, Sarah es capaz de escuchar todo, lo sé por la sonrisa que no oculta.
—Te amo —digo también.
No entiendo por qué sigue afectándome tanto cuando dice esas dos palabras, quizá es el hecho de saber que no lo dice solo por decir. Soy consciente de que Finn siente cada "Te amo" que me regala, sé que las palabras que salen de su boca están colmadas de verdad y puedo ver cómo estas me impactan, de la mejor manera, cabe aclarar.
—Te ves feliz, Lex —me sonríe Sarah cuando vuelvo a guardar el teléfono.
—Lo soy —consigo mirarla y ella extiende su brazo izquierdo para abarcarme en un abrazo que nos incluye tanto a mí como a Jane, que parece contenta con el contacto.
—Finn es un buen muchacho y increíble ser testigo del amor que ambos se tienen, porque no solo es él quien luce enamorado, tú eres obvia también —me rio—. No es algo de lo que deban avergonzarse.
—El amor es bonito —señalo, respondiendo al apretón que Jane me da en la mano.
—Lo es —asiente de acuerdo. Guarda silencio y es cuando siento la pequeña sacudida de su pecho que volteo a verla.
Joder, metí la pata. Por supuesto que discutir estos temas le recordaría la perdida del papá de Ada. Ella siempre me dice que, al parecer, Sarah nunca terminó de superar el perderlo tan pronto.
—Estoy bien —me asegura—. Es solo... nunca nada te prepara para perder al amor de tu vida.
Cambio los roles y ahora soy yo quien la abraza, su nieta pone la manito sobre su mejilla y Sarah le sonríe, con los ojos llenos de lágrimas.
» Él habría adorado tanto a Jane, se llevaría tan bien con Lois...
Y como si lo invocaran, la puerta se abre y entra su yerno con un enorme ramo de rosas rojas. Escucho a mi amiga soltar un gritito, camina con prisa hasta él y se pone una mano en el pecho al ver el arreglo. No escucho lo que se dicen, pero es evidente la felicidad de ambos. Ada abraza su ramo y le da un corto beso a Lois en los labios, es ahí que me percato del segundo ramo, más pequeñito, pero con ocho rosas en su interior. Le toma la mano a Adara que camina junto a él hacia donde estamos Sarah, Jane y yo. La pequeña rubia empieza a removerse inquieta cuando ve a su papá y no se queda tranquila hasta que él la alza para sostenerla contra su costado.
—Felices ocho meses, mi amor —le besa la frente y le da el pequeño ramo que Jane retiene entre sus manitos con curiosidad.
Ada repara a su hija con tanto amor que algo dentro de mí se llena de felicidad al verla tan radiante. Papita acerca su ramo al de su mamá y ve entre ambos, imagino que, notando las similitudes, si es que los bebés de su edad consiguen hacer ello. Apoya la mejilla en el pecho de su papá, pero mantiene el agarre fuerte sobre sus rosas. Veo a mi amigo suspirar viendo a sus dos rubias y soy consciente de que los tres están envueltos en una burbuja que nos deja a mí y a Sarah fuera de la pequeña escena. Tomo mi teléfono para capturar el momento y sonrío orgullosa al ver lo hermosa que quedó la fotografía. El timbre suena y veo la oportunidad de salir de ahí, para darles algo de privacidad. Cuando abro la puerta y veo a mi Finn, mi sonrisa es automática.
—¿Por qué eres tan preciosa? —indaga con una exhalación.
Me rio.
—Alineación de planetas, quizá; genes, tal vez —me encojo de hombros.
Abarca mi cintura con sus manos y me atrae a su cuerpo, apoyo las manos sobre su pecho, sintiendo el fuerte latido de su corazón contra mi palma derecha. Subo la otra a su carita y acaricio el lunar de su pómulo. Noto la inclinación de su cuerpo y el mío reacciona de inmediato alzándose en las puntas de mis pies.
Mis ojos se cierran conforme su rostro se acerca al mío y cuando por fin llega el contacto, emito un suspiro que Finn capta porque sonríe contra mi boca. Es una caricia tan suave que me derrito entre sus brazos, el roce de su lengua y el suave apretón que le da a mi cintura acaban por hacerme perder el poco raciocinio que rara vez mantengo conmigo cuando me besa.
—¿Quién está afuera? —escucho la voz de Kia, rompiendo mi burbujita—. Oh.
Finn libera mis labios, pero continúa dejando continuos toques sobre ellos.
» Yo no vi nada —canturrea y se va, volviendo a juntar la puerta.
—Quizá deberíamos entrar —susurro.
—Quizá —responde él, entre cortos besos—. Te amo, Estrellita.
Sonrío. Un ya conocido estremecimiento me recorre entera.
—Se siente bonito ser a quien amas —respondo—. Y se siente igual de bien ser quien te ama también.
Subo los brazos a su cuello y lo rodeo, obligándolo a inclinarse aún más para poder abrazarlo. Lo retengo entre mis brazos por unos instantes, el tiempo suficiente para empaparme de él.
—Te compré algo —me dice en cuanto me aparto.
—¿Sí?
Asiente, entrelazando nuestros dedos.
—Lo ves cuando subamos —me dice mientras abre la puerta y recoge la bolsa que dejó sobre el suelo.
Es el regalo de Jane, le compramos cosas aunque no cumpla meses, pero no estaba de más regalarle algo por la ocasión. Le compramos un tocadiscos para su habitación, lo que le servirá para reproducir los vinilos que, estoy segura, tendrá en cantidad. Le envié la foto a Finn y él se encargó de conseguirlo hoy, mientras yo estaba con Lila. Nos introducimos al departamento de mi amiga y me rio cuando mi novio ve a Jane con su papá, sabe bien que contra Lois no puede competir.
—Hoy gané yo —canturreo.
—Voy a tener que admitirlo, contra su papá no tengo oportunidad.
—Claro que no.
Las flores, tanto las de Ada como de Jane, están sobre la mesa, Lois ya había pensado en este detalle porque hay dos jarrones exactamente iguales en diseño, pero de tamaños diferentes. Hay que resaltar que es un gesto hermoso, a mi sobrina nunca le faltarán flores y me encanta la idea de que Jane sabrá qué tipo de amor merece.
Suelto la mano de Finn para ir junto a Kia a la cocina, él se va a saludar a Lois y, de paso, a hacerle algún mimo a Papita. Le di el regalo a Ada, a quien veo desaparecer por el pasillo, supongo que va a colocarlo en la habitación de Jane.
—¿Cómo está la universidad?
—Bien —suspira la hermana de Ada—. Tengo un compañero de proyecto que es insufrible, suerte la mía que mi cuñado es abogado, por si en algún momento el autocontrol me falla y acabo lanzándolo por el balcón.
Suelto una carcajada y me preocupa un poco no ver una sonrisa en el rostro de Kiara.
—¿Hablas en serio?
—Totalmente —asegura mientras saca otra fuente de galletas del horno—. Te juro que no lo soporto.
—Te tomo la palabra —sonrío.
El timbre vuelve a sonar y esta vez soy yo quien se ofrece a abrir. Una cabeza llena de rulos es lo primero que veo tras el umbral y no tengo que agacharme mucho para que Gryffin me salude.
—¡Tía Lex! —me rodea el cuello con fuerza.
—Hola, chiquito —me levanto con él. Ya no es tan pequeño, pero aún puedo alzarlo.
—¿Está Jane? —indaga en cuanto se aparta de mí.
—En la sala —le indico, me da un último beso en la mejilla y emprende carrera en dirección a la pequeña rubia.
Saludo a Lena que me abraza con cariño.
—Dime que no tiene un pijama que diga "Little swiftie" —ruega alzando su bolsa de regalo.
—No que yo sepa —sonrío.
—Ojalá que no —ingresa, yo cierro la puerta.
Creo que ya estamos todos, Eli y Hazel no vendrán porque están reservándose el viaje para navidad. Jane ríe risueña entre los brazos de su mamá que la sostiene mientras Gryffin la hace jugar. Vuelvo a la cocina con Kia y me encargo de ordenar junto a ella la mesita donde están el pastel y las rosas. Ya estaba casi todo decorado, así que solo nos dedicamos a acomodar las adiciones que estaban enfriando. En cuanto acabamos y ambas damos el visto bueno, llamamos a los demás para cantarle una versión modificada del "feliz cumpleaños" a Jane que ya luce el pequeño cárdigan que le compró Adara hace unas semanas; lo vimos por internet y mi amiga no dudó en pedirle unos cuantos a su hija, ya saben, en caso de que alguno se arruine, siempre habrá un reemplazo.
Lois avanza hacia nosotros rodeando a Ada, que sigue cargando a Jane entre sus brazos. Mi amiga ya se quitó el delantal y su vestido plomo consigue lucirse mejor, su esposo combina con ella usando el mismo color, apuesto a que Adara planificó esos outfits desde la mañana.
—¿Y tu cárdigan? —indaga Kia.
—¡Cierto! —exclama Ada, entregándole a Jane a su papá.
No tarda ni cinco minutos en volver con dos cardiganes idénticos al de Jane, no sabía que Lois también tenía uno. Sonrío y tomo a mi sobrina para que ambos puedan colocarse las prendas que acaban de llegar. Ahora es su papá quien recibe a la pequeña y la sostiene contra su costado derecho mientras Ada se mantiene a su izquierda, apoyada contra su pecho. Enciendo la velita del pastel y me ubico junto a Finn, entre los pocos invitados que somos para cantar juntos, a Jane le divierte vernos porque balbucea sonriente y con sus manitas aplaude también. Noto a Kiara tomando las respectivas fotografías, recuesto mi espalda contra el cuerpo de Finn, quien me rodea de inmediato.
—Se ven felices.
Sonrío.
—Lo son —confirmo.
Finn sabe bien lo mucho que me importan mis amigos, lo relevante que es para mí su felicidad. Sabe también que soy feliz cuando ellos lo son y ahora mismo, viéndolos así, se me hincha el pecho de lo bonito que se siente ser parte de los momentos que quedarán para siempre en sus memorias. Continuamos con las fotografías, apretujo a Jane cuando es mi turno y formo un puchero cuando ella se va con Finn en cuanto él aparece junto a mí.
—Te amo, pero ella me ama a mí —se ríe Finn, atrayéndome a su costado para la foto.
Sonrío y me resigno a esa realidad.
—Voy a pensar que es porque la puedes alzar como lo hace su papá —le digo en cuanto Kia nos avisa que ya podemos movernos.
—De acuerdo —sonríe mi novio.
Sarah toma a Jane y nosotros nos movemos a la sala. Nos quedamos otro rato junto a los demás, comemos juntos las galletitas y dividimos el pastel, luego de que Ada le haya tomado muchas fotos. Cuando comienza a anochecer nos despedimos y decidimos subir a nuestro departamento, los tacones empezaban a cansarme los pies.
—¿Me enseñarás lo que me compraste? —indago sobre la espalda de Finn.
Me cargó en cuanto dije que estaba agotada de los tacos. Ahora esperamos a que el ascensor llegue a nuestro piso. La campanilla suena y sale de la pequeña cabina, con mis piernas balanceándose. Sonrío.
» ¿Lo harás? —insisto.
—Sí, Estrellita —responde.
Lo apretujo y beso su mejilla numerosas veces.
—¿Qué es? —pregunto.
—Ya lo verás —me dice.
—Pero, ¿Qué es?
—Lex...
—Dale, dime —vuelvo a intentar.
—No seas impaciente —me regaña mientras abre la puerta. Me aferro a su cuerpo, no quiero caerme, aunque sé bien que Finn no lo permitiría.
—¿Qué es? —pregunto otra vez mientras ingresamos.
Mi novio niega suavemente, sé que está sonriendo, yo lo hago también.
Las luces navideñas son nos reciben y debo admitir que estoy orgullosa de nuestro trabajo en equipo para conseguir que quede así de bien. Finn me lleva al sofá y me deja caer ahí a una distancia prudente para que no me lastime. Se arrodilla frente a mí para quitarme los tacones y acaricia con suavidad para aliviar el dolor.
Suspiro.
—¿Mejor?
—Muchísimo mejor, gracias.
Me besa los labios de manera corta y me sonríe.
—Espérame aquí, iré por tu regalo.
Asiento, de acuerdo, no quiero caminar.
No tarda mucho y llega con una bolsa, puedo ver los girasoles sobresaliendo. Más para mi colección, soy feliz. Me la entrega y saco con cuidado mis tres girasoles tejidos, amo mucho la textura. Hay una notita, alzo la mirada a Finn y le envío un beso.
«¿Sabes que es lo que más me gusta de regalarte girasoles? Ver tu carita llena de felicidad, tu expresión es la misma que vi cuando te regalé el primero. Tus ojitos chispeantes, la sonrisa preciosa que se dibuja en tus labios y la pequeña arruguita de tu nariz. Simplemente perfección. No me cansaré nunca de regalarte girasoles porque quiero capturar esa expresión la mayor cantidad de veces posible. Te amo, Estrellita. PD: El otro regalo va a gustarte también, puedo apostarlo.»
Dejo la notita con cuidado junto a los girasoles, tengo que guardarla en mi cajita de notitas. Cuando dejaron de caber en mi agenda, decidí comprar una pequeña caja donde resguardar esos pedacitos del corazón de mi Finn.
Busco dentro de la bolsa y percibo tela. Saco la prenda y suelto una risita cuando veo que es un pijama con dibujos de papas fritas ¡junto a unas medias de papas fritas! Más pijamas con dibujos raros, soy muy, muy feliz.
—¡Me encanta! —exclamo.
Finn ríe y se balancea cuando salto trepándome por su cuerpo.
—Las medias le dan el toque.
—¡Por supuesto que sí! —sonrío y beso su mejilla—. Me la pondré ahora.
Me bajo y no tardo en desvestirme para usar mi regalo. Me siento para poder colocarme las medias y noto como Finn mira mi ropa en el suelo. Que el señor orden conviva con la señorita desorden ha causado algunos problemitas desde que nos mudamos, pero, por suerte, hemos conseguido lidiar con ellos sin que pase a mayores.
» La recogeré, descuida —le digo, volviendo a captar su atención—. ¿Qué tal me veo?
Sonrío alzando mi pie para que se luzca el calcetín.
—Preciosa como siempre —me atrae a su cuerpo para besarme, no me resisto—. ¿Te parece si recogemos la ropa mañana? Quiero ir a la cama.
—¿Para dormir? —bromeo.
—Si, mi amor, para dormir —vuelve a besarme—. No has parado en todo el día, me apetece acurrucarte para que puedas descansar.
Sonrío enternecida.
—A mí también me apetece que me hagas mimos, así que sí, podemos recoger esto mañana.
Vuelvo a treparme por su cuerpo y dejo que él me conduzca a nuestra habitación. Me deja sobre el suelo para que vaya a asearme y no tardo en volver, lo encuentro sentado vistiendo un pijama idéntico al mío.
—¡Es un conjunto!
—Lo es.
—Pero a ti te gustan los pijamas sobrios —señalo.
—Un pijama loco entre muchos sobrios no está mal —se encoge de hombros.
—Te amo —le digo, él se pone de pie y se acerca a mí.
—Lo sé, yo te amo a ti —deja un corto beso sobre mi nariz antes de dirigirse al baño.
Me ubico en mi lado de la cama y lo espero ahí con la paciencia de la cual carezco, no tarda demasiado. Apaga las luces antes de recostarse junto a mí, atrayéndome de inmediato. Me acomodo hasta encontrar la posición justa para poder dormir tranquila. Sus dedos acarician mi cuero cabelludo hasta que consigo relajarme y entregarme por completo al sueño. Puedo sobrevivir días cansados si me prometen que siempre podré llegar a casa y sentir lo que siento entre los brazos de Finn. Paz, paz infinita.
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HOLAAAAAAAAAA
Espero que hayan pasado un lindo San Valentín <3 Y si no creen en eso, espero que su día haya sido lindo, como deberían serlo siempre.
Este extra es de navidad, pero no conseguí acabarlo para entonces (y aún no lo acabo, perdón), estoy acabando el ciclo de la uni y apenas termine me pongo a escribir la segunda parte.
Está un poquito largo, ojalá lo disfruten, yo disfruté mucho volver a escribir a mis chiquitos. Ya nos veremos, si no es aquí, en Inefable Amor, que también les debo un extra por ahí.
Las amo mucho, un abrazo <3
Felices lecturasssss
PD: si hay alguna falta, me la disculpan porfi, ya luego corrijo.
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