CAPÍTULO 49
15 de mayo, 2022
Me remuevo entre las sábanas cuando el calor empieza a sofocarme. Abro un ojo para ir adecuándome a la luz que se cuela por la ventana de la habitación. Ayer salí a caminar con Finn e Ivette, nos mostró el centro de la ciudad y la dejamos tomar el control de nuestro tour por el Louvre. Nuestro paseo acabó cuando la lluvia nos impidió seguir avanzando.
Bostezo, sentándome junto a mi novio que continúa dormido. Sonrío viéndolo dormir. Parece un angelito, le pongo la mano en la mejilla para acariciarla, pero acabo soltando un jadeo cuando noto la alta temperatura.
Joder, con razón tenía calor.
Paseo las manos por sus brazos, su cuello y vuelvo a tocar su cara. Está ardiendo en fiebre.
—¿Qué haces? —murmura somnoliento—. Ay, duele.
—¿Qué te duele? —indago.
—Mi cabeza —responde en medio de un quejido y sostiene mis muñecas—. Amor, tus manos están heladas.
—No, tu piel está demasiado caliente —refuto.
—Eso no es cierto —me contradice—. Tus manos siempre están heladas.
Me aparto para ponerme de pie, no me gusta como luce. Me busca con los brazos, pero el movimiento fuerte lo hace volver a caer contra el colchón.
—Te dije que te cambiaras de ropa —lo regaño.
—Ya.
—No te muevas, iré por un termómetro y algo para que tomes.
—No hace falta... —la tos lo interrumpe.
—Silencio y quédate quieto.
—Lexie...
—Que te quedes quieto —repito.
Se queja y apoya el brazo contra sus ojos. Suspiro. El día apenas está alumbrando, no han de ser ni las ocho de la mañana. Salgo al pasillo y bajo al primer piso en busca de algún botiquín. Ya hay ruido en la cocina, siento las miradas sobre mí cuando aparezco. Le sonrío a Marina y Gilbert.
—Buenos días, Alexandra —me saluda este último.
—Pensé que dormirían hasta más tarde, tu hermana está en su medianoche —se ríe Marina.
—Eh, sí —me froto los brazos mientras me acerco a ellos—. ¿Podrías darme un termómetro, por favor? Finn está con la piel ardiendo, creo que tiene fiebre.
Ella deja de hacer lo que está haciendo para prestarme total atención.
—Claro —se apresura a moverse a uno de los reposteros, saca una caja que abre sobre la mesa—. Aquí hay termómetro y pastillas para la fiebre. Esa lluvia de anoche debió ser, ¿tiene tos?
Asiento.
» Vale, aquí hay jarabe también, pero asegúrate de que no tenga ninguna alergia a la penicilina. Tengo para alérgicos también, por Claude.
—Está bien, gracias.
—Iré preparándole un té, ve a verlo y ya subo a alcanzárselos.
Le sonrío.
—Muchas gracias, Marina.
Subo con la caja entre mis manos, repitiendo en mi mente todo lo que me dijo la esposa de Gilbert. Encuentro a Finn en la misma posición y por un segundo el miedo me invade entera, lo observo para asegurarme de que siga respirando y recupero el aliento cuando percibo el movimiento de su pecho.
—Finn —lo llamo.
—Hola —responde.
Me arrodillo junto a él sobre el colchón y tiro de su brazo para alejarlo de sus ojos. Busco el termómetro en la caja hasta que doy con él.
» Me molesta la luz —dice bajito.
—Aguarda —busco debajo de mi almohada el antifaz para dormir que traje conmigo y me encargo de ponérselo—. ¿Mejor?
—Sí.
—Vale, ahora abre la boca —pido.
—¿Para? —pregunta coqueto.
Le doy un golpecito en el hombro.
—No seas idiota —lo regaño—. Y no me hagas enfadar, te dije que te cambiaras la ropa mojada.
—Pero yo no sabía que iba a acabar así —replica.
—No me imagino algún otro escenario racional. Anda, abre la boca.
Obedece y calculo el tiempo en el que debo sacar el instrumento. Los minutos transcurren y efectivamente hay fiebre.
—¿Te duele la garganta? —le pregunto mientras desinfecto el termómetro.
—Un poquito.
—Vale, ¿alergias?
—Ampollas.
—Finn —lo regaño.
—¿Por qué no solo vienes y me haces cariñito? —se queja.
Quiero mantener la seriedad, pero la sonrisa se me acaba escapando. El listillo se levanta el antifaz para comprobar que realmente estoy riéndome. Sonríe.
—Me encargo de controlar tu fiebre y el dolor de garganta primero —respondo—. No quiero que mueras mientras te abrazo.
—Ay —se sostiene la cabeza.
Doy un brinco para acercarme más a él.
—¿Qué pasó?
Tira de mí hasta tenerme en su costado, suelto un grito ahogado.
—Creo que me siento un poco mejor —dice girándose.
—No seas idiota —le palmeo la mejilla con suavidad—. Déjame darte la medicina, ¿sí?
Busca mis labios y le permito dejar un suave roce antes de ponerme de rodillas otra vez para buscar la medicina para la fiebre. Marina toca la puerta, viene con una taza entre las manos.
—¿No tienes ninguna alergia, Finn? —le pregunta ella.
—No que yo sepa —responde él.
—Llamaré a Cristina —intervengo—. Ella debe saber.
—Ay, pero Cris... —se queja.
—No te he preguntado —pongo una mano sobre su pecho para mantenerlo sobre la cama.
Marina suelta una risita divertida.
Llamo a mi cuñada que concuerda conmigo en que su hermano es un terco sin reparo, Finn se queja y me pide que le cuelgue, a lo que ella responde con otra regañada. Me confirma que él no sufre de ninguna alergia, antes de colgar prometo actualizarla de cualquier novedad con respecto a la salud de Finn.
—Te dije que no sufría de alergias —me dice, con los labios formando un puchero.
—Quizá la fiebre te estaba haciendo alucinar, no está de más comprobar —respondo.
Lo ayudo a sentarse para que pueda tomar la pastilla para la fiebre y el jarabe para la tos que me indica Marina. Deja la taza entre mis manos y se retira diciéndonos que nos avisará cuando el desayuno esté listo. En los últimos días estuve bajando a preparar el desayuno con ella, era un momento que compartíamos solo las dos, eso me ha permitido conocerla un poquito más y ganar confianza la una con la otra.
Finn se toma la medicina y bebe lento de su té. Me mira mientras lo hace y yo solo mantengo las manos sobre mi regazo, aguardando por él para mejorar mágicamente tras ingerir los medicamentos; no sucede. Hace una mueca, deja la taza sobre la mesita de noche y me encargo de ayudarlo a recostarse otra vez, esta vez si lo hago junto a él. Le rasco la cabeza, jugueteo con las hebras y hago lo posible por adormecerlo para que duerma otro poco, pero parece resistirse.
—¿Duele mucho?
—Lo suficiente para no poder moverme mucho y no poder besarte hasta el cansancio como quiero hacer desde que despertamos.
Me rio.
—Eso puede esperar —le recuerdo—. Promete que vas a hacerme caso la próxima vez.
—¿Te asustaste?
—No, que va —ironizo, él ríe bajito y vuelve a quejarse—. ¿Cómo iba a no asustarme, Finn?
Lo abrazo sin ejercer mucha fuerza, no quiero empeorar su dolor. Él acaricia mi mano que reposa sobre su abdomen.
—No sé.
—Te quiero y me importas, eso involucra preocuparme cuando estás mal. Más aun cuando ardes en fiebre y te quedas tan quieto que temo que dejes de respirar.
—Suena lindo —sonríe.
Subo mi mano hasta su mejilla, acaricio la arruguita que se forma en su piel gracias a la curva de su sonrisa. Ya no está ardiendo tanto como temprano, eso me consuela.
—Ya no hables más, no quiero que lo de tu garganta empeore —le pido.
—Voy a estar bien —me asegura—. Esto es culpa de la ropa mojada, no pensé que me chocaría tanto.
—Al menos me das la razón.
Le da un apretón a mi mano.
—Tranquila, amor —me dice—. Mañana amaneceré mejor, no vas a librarte de mí tan fácil, Lex.
—Idiota, no hables así —me aparto un poco—. Con eso no te juegues.
—Vale, vale —suspira—. Quiero dormir.
—Yo te cuido, descansa —me alzo para besar la comisura de su boca—. Te veo en unos minutos.
—¿No te irás?
—No, me quedo aquí —aseguro.
Me acurruco a su lado y sigo acariciando su cabello hasta que su respiración se vuelve lenta, constante, pacífica. De rato en rato le toco la piel para asegurarme de que la medicina está surtiendo efecto. Mi corazón late cauteloso, vigilante a cada uno de sus movimientos. Duerme tranquilo, me encargo de ello. Reparo cada facción, sus labios entreabiertos, la ligera expansión de sus fosas nasales cuando inhala...
—¿Está mejor?
Dirijo la mirada al punto de donde proviene la voz. Es Marina.
—Eso parece, no se ha quejado entre sueños, al menos.
—Ya va a pasar, tranquila —se sienta a los pies de la cama y me mira—. Bajaste pálida, esto que tienen es serio, ¿entonces?
Me sonrojo.
—Lo quiero.
Me sonríe enternecida.
—Estás enamorada, Lex —señala—. Eso es bueno, cariño. Muchísimo más bueno si es correspondido, se nota que lo es. Ese chico se interpondría entre tú y una bala sin vacilar, no tengo dudas.
—Lo haría —murmura el chismoso que reposa a mi lado.
Marina se carcajea y yo le doy un empujoncito a Finn.
—El chisme puede más que el sueño al parecer —le digo y él solo sonríe.
—Los dejo, me avisas cualquier cosa, Lex —anuncia Marina—. Cuando deseen el desayuno, lo tienen abajo. Le diré a tu hermana que siguen durmiendo, sino vendrá a verlos y Finn no necesita mucho ruido ahora.
—Vale, gracias —le sonrío—. Por todo.
—No es nada.
Sale, cerrando la puerta detrás de ella.
—¿Es cierto lo que ella dijo? —pregunta Finn.
—¿Qué parte? —inquiero yo, incluso cuando creo saber a qué se refiere.
—¿Estás enamorada, Lexie?
Me remuevo para alcanzar el antifaz y retirárselo parcialmente, quiero ver sus ojos con destellos dorados. Aguarda ansioso cuando nuestras miradas se cruzan, le sonrío.
—Vengo estándolo un buen tiempo —le digo—. Es solo que soy un poquito lenta para darme cuenta de ciertas cosas. Pero sí, Finn. Estoy enamorada, ¿sabes cuál es la mejor parte?
—¿Cuál, Estrellita? —se acomoda de modo que queda frente a mí.
—Que estoy enamorada de ti —él me sonríe también.
—Eso es genial —susurra.
Su mano sube a mi mejilla.
—¿Sí? —pregunto.
—Sí —responde—. Porque yo también estoy enamorado de ti y estaba muriendo por decírtelo.
—No incluyas la muerte —ruego, acariciando su mandíbula.
—No era literal —me asegura.
—Voy a besarte, Finn Dolcetti.
—Nadie te detiene, amor.
Sonrío y acerco mis labios a los suyos que me responden de inmediato. Lo beso lento, diciéndole con mis caricias lo que no me sale decirle con palabras. Lo envuelvo en mí, lo lleno de mí, nos mezclamos, nos encontramos. Su boca ansiosa busca la mía, nuestras lenguas se entrelazan en un baile hipnótico, uno del que no quiero huir. Su calidez se abre paso entre mis labios, su cariño me recorre cada poro de la piel y suspiro rogando que mis sentimientos lo recorran también. Mi corazón late con fuerza, lo escucho golpeando mi pecho.
Estoy enamorada de Finn y soy consciente de que ya no hay vuelta atrás. Me he lanzado del acantilado al que tanto le temía, lo hice sin darme cuenta y ahora vuelo, llevo volando desde hace semanas sin tener conocimiento de ello. El aire choca contra mis mejillas y se siente fresco. Libertad, eso es Finn, eso es estar enamorada de él, es ser libre; libre de sentir, libre de desnudarte, no solo el cuerpo, sino el alma; es tener la confianza de que, aunque le muestres el lado más oscuro, él sabrá cómo tratarlo, como cuidar de él y asegurarse de amarlo también. Porque Finn no quiere a medias, tengo la certeza de ello.
18 de mayo, 2022
Claude se encuentra a mi lado mientras discutimos el desarrollo de la película de misterio que estamos viendo, estamos solos en casa. Finn salió con Ivette y Marina, Gilbert está trabajando y Dean llevó a Alex a ver una galería de arte que quería conocer.
—¿Cómo es ser actriz? —pregunta de repente, cortándome el hilo al argumento que estaba por darle.
—¿Actriz? —indago, él asiente—. No lo sé, tiene sus pros y contras.
—Temas de privacidad en los contras, me imagino.
—Te expones a la crítica pública, cada decisión que tomas se vuelve tema de debate —agrego.
—¿Pros?
—Haces lo que amas, si es que es lo que amas —le sonrío—. Encarnar a un personaje es genial, con toda la complejidad que involucra, es adentrarte en él, en sus pensamientos, en su personalidad y adecuarte a eso. Eres tú, pero dejas de serlo cuando estás actuando.
—Vale —lo piensa y vuelve la mirada al frente.
—¿Estás pensando en estudiar actuación?
Se encoge de hombros.
—Aún no lo sé —responde—. Evalúo opciones, supongo. Estoy tramitando unos voluntariados, quiero probar.
—Me parece genial —le sonrío—. No hay apuro después de todo.
—Papá siempre dice eso —vuelve a mirarme—. No hay apuro para descubrir qué es lo que amas. Parece mantra, lo deja caer siempre que puede.
Sonríe nostálgico.
» Eres una excelente hermana, Ale.
—Claude, me harás llorar, te lo advierto.
Se ríe y me rodea los hombros para atraerme más a su costado.
—Unas lagrimitas no vienen mal —se burla—. Pero de verdad, Ale, eres genial. Das excelentes abrazos, consejos que no te presionan, sabes escuchar. Además, te prestas para joder a Dean y eso es un bonus que mereces.
Me carcajeo. Él e Ivette me acabaron convenciendo de jugarle una broma a Dean, así que participé en la planeación y ejecución de la broma que le robó una sonrisa al serio rostro de Dean. Por unos segundos temí que se enfadara por la pintura en su ropa, pero en vez de eso, acabó viniéndosenos encima para mancharnos también. El azul de mi blusa aún no se ha quitado, el karma supongo.
—Voy a extrañarlos —confieso, una vez que la risa ha cesado.
—Oh, créeme que nosotros a ti —me acaricia el hombro—. Dean no es muy partidario de Estados Unidos, pero apuesto a que querrá viajar con tal de verte.
—¿Dean?
—Te adora, aunque no lo parezca —me sonríe—. Es serio por naturaleza, pero le gusta que estés aquí, puedo asegurártelo.
Dean es con quien menos he compartido, tiene que trabajar y se ausenta de casa buena parte del día, eso sumado a que ya no vive aquí. Viene a cenar casi todas las noches y hemos tenido una que otra conversación referente a literatura o teatro, compartimos ese gusto, aunque creo que en cuestión de libros concordaría más con Ada que conmigo.
—Te tomo la palabra —sonrío—. Yo también me escaparé para verlos siempre que tenga un hueco en la agenda.
—¿Lo prometes?
Asiento.
—Igual, existen las videoconferencias y sabes que puedes llamarme siempre que lo necesites, sin importar el cambio de hora.
—Vale —suspira—. Ya me acostumbré a ti, Ale.
—Y yo a ustedes.
Cuando llegué a Paris, no pensé que todo saldría así de bien; siempre es más fácil imaginar que lo peor va a suceder, me angustié en demasía por algo que acabó funcionando de maravilla. Conecto con los tres, de distintos modos. Juego a maquillarme y hacer pasarelas con Ivette, converso sobre la vida con Claude y con Dean es todo un poco más profesional, pero entretenido del mismo modo. Marina es un caso aparte, es una mamá excelente, se le nota en la mirada, cuida de mí como si fuese su hija, me abraza siempre que puede y bromea conmigo sobre tonterías que compartimos.
La puerta suena y posterior a ello escuchamos voces, nos miramos para luego dirigir la mirada al lugar de donde proviene el bullicio. La risa de mi hermana me hace saber que ya volvieron de su paseo. Ivette corre hacia mí para sentarse a mi lado y acurrucarse en mi costado.
—Finn sabe pararse de cabeza —me dice—. ¡Aprendí a hacerlo también!
El mencionado me mira desde una esquina. Está todo cubierto a pesar de que no hace demasiado frío, ya aprendió la lección. Sonrío, aún entre los brazos de mi hermano.
—¿Nos muestras?
Ella asiente y vuelve a ponerse de pie. Finn viene a ayudarla e Ivette me mira al revés cuando consigue hacer el truco que mi novio le ha enseñado. Todos aplaudimos y ella se ríe antes de regresar a su postura normal.
—¿Qué hacían? —pregunta Marina.
Claude señala el televisor.
—Es la película que viste con papá la semana pasada —le responde.
—Oh, estuvo buenísima, al final se muere...
—¡Mamá! —Claude se exalta y deja de abrazarme para taparse las orejas.
—Ay, perdón, amor —sonríe arrepentida y se le acerca para desordenar su cabello—. Igual no te dije quien moría, o quizá no muera, no se sabe.
Me rio.
—No vale —se queja Claude.
—En defensa de Marina, tenemos más de una muerte en mente —le recuerdo las teorías que estábamos haciendo.
—Ya... —mira a su madre—. Voy a ponerla, pero me sentiría más seguro si fueses a tu habitación, tus spoilers se escapan sin preguntarte, mami.
Ella abre la boca ofendida, pero acaba sonriendo y saliendo por el pasillo que la conduce a las escaleras, Ivette decide irse con ella. Acabo la película con Finn y Claude que le aciertan a su teoría, mientras que yo me equivoco, el instinto me falló.
—Te dije que ella no moriría —me molesta Finn—. Era demasiado lista como para caer en la trampa.
—No vale —me cruzo de brazos—. Tú ni siquiera la viste completa.
Se ríe y choca palmas con Claude que también ríe.
—Admite que es bueno analizando estas películas —me dice mi hermano.
—Oh, nunca dije que no lo fuera, estoy enfadada con mi instinto —aclaro.
Entre ambos me refutan los argumentos que dije minutos atrás y acabo sonriendo porque de verdad se me pasaron demasiadas pistas. La puerta vuelve a sonar, todos volteamos. Gilbert se aparece en el marco y nos mira entrecerrando los ojos, nosotros sonreímos y saludamos al unísono. Viene hacia donde estamos, le revuelve el cabello a Claude, me besa la frente y le da una palmada en el hombro a Finn.
—¿Su hermana? —pregunta.
—Arriba con mamá —le responde Claude.
—¿Qué miran? —pregunta curioso.
—La película que viste con mamá hace unos días.
—¡Oh! Al final muere el atleta —nos dice emocionado—. La terminaron, ¿verdad?
—Sí, papá —resopla Claude—. Ya mamá casi nos hace el spoiler.
—Yo creí que moría la chica lista.
—¡Ven! —exclamo, feliz de tener a alguien que concuerde—. Por fin esta partida es justa.
—Es que era muy inteligente, a esos personajes suelen escapárseles detalles chiquitos que determinan sus finales.
—¡Exacto! —miro a Finn y Claude.
Mi novio se encoge de hombros.
—Sin embargo, no murió —se limita a decir.
—Idiota —mascullo, él sonríe.
Gilbert anuncia que subirá a cambiarse. Claude se pone de pie también para ir a "molestar a Ivette", me quedo con Finn que sigue con la sonrisita listilla que me hace resoplar.
—Eres mala perdedora, Estrellita —me pica la cintura con su índice.
—Ya déjalo —pido, él se ríe—. ¿Cómo les fue?
—Ivette me dio un tour por sus parques favoritos —me cuenta—. Está hermoso todo, ya sabes, la primavera. Me dijo que en invierno se tiñe todo de blanco y puede ir a armar muñecos de nieve —se ríe—. Dice que el invierno pasado llenaron de nieve a Dean, acabó resfriado.
—Los creo capaces de hacer eso —sonrío.
Guardamos silencio, él me rodea para pegarme a su pecho. Cierro los ojos por unos segundos, disfrutando de la calma. Son mis últimos días aquí, Alex me dijo que nos quedaríamos hasta la próxima semana, tengo compromisos en América que no puedo postergar.
—Voy a echarlos de menos —le digo a Finn.
—Lo sé, amor —me acaricia las manos—. No van a irse, seguirán aquí siempre, Lex. Ya formaron un vínculo y eso no se rompe.
—¿No es raro?
—¿Qué cosa?
—Los adoro, Finn —abro los ojos para mirarlo—. Cada uno de ellos que ha adueñado de un pedazo de mi corazón, ya no puedo imaginarme sin ellos y hace unos meses caminaba tranquila sin tener una familia que me respalde.
—Me parece que es increíble, Lex —se inclina para besar mi nariz.
—Tengo una familia, Finn —me rio, pero mis ojos se enlagunan de inmediato—. Joder, tengo una familia.
—Una que te ama —me levanto ante la voz de Dean.
No lo sentí llegar. Camina hacia mí y se arrodilla frente al sofá en el que estoy, lleva las manos a mis mejillas y me seca las lágrimas. Pido disculpas, él solo niega.
—No soy así siempre —le digo.
Dean sonríe.
—Incluso si lo fueras, sigues siendo mi hermana y sigo amándote —me dice, mi corazón se encoge y mis ojos vuelven a derramar lágrimas—. Ya Alex me dijo que debes volver a Estados Unidos, pero eso no significa que vamos a desaparecer, ¿de acuerdo? Fuiste una sorpresa, Alexandra, jamás imaginé que tenía una hermana, además de Ivette, pero que bendita sorpresa ha sido que formes parte de esta familia, estoy orgulloso de todo lo que has logrado como actriz, como persona. Sé que tu camino no ha sido fácil, has tenido que luchar incluso contigo misma y es maravilloso ver que has logrado cada una de tus metas, que sigues consiguiendo cumplir tus sueños. Me alegra muchísimo tenerte aquí, Alexandra, me llena de orgullo saber que eres una Marie, que eres mi hermana.
Una Marie... soy una Marie. Alexandra Marie. El apellido de un hombre que me ama, incluso cuando me ha conocido hace poco, el apellido que comparten tres personas que me han recibido con los brazos abiertos y que no me han visto como intrusa a pesar de que llegué veinticinco años tarde, el apellido de una mujer que se porta más como mi mamá, que mi propia madre.
Dean lidia con cada lágrima que rueda por mi mejilla y acaba sentándose junto a mí para abrazarme. Siento la mirada de mi novio sobre mí, no dice nada, solo me mira y de algún modo extraño consigo descifrar su mensaje: «Lo has logrado, Lex».
Era un sueño con el que nunca me permití soñar demasiado, era «imposible», demasiado bueno para siquiera dejar que mi imaginación lo plasmara en mi mente. Un sueño que sepulté y por el cual excavé cuando Gilbert apareció en mi vida. Un sueño que retenía entre mis dedos con temor a que no funcionara. Un sueño que ahora puedo decir que he conseguido también.
La parte de mi corazón que Catalina siempre se esforzaba en romper se ha reparado, y lo he conseguido arreglar con ayuda de las personas que ella me arrebató gracias a su egoísmo. No sé si algún día vaya a perdonarla, pero sé, con toda certeza, que no me interesa saber más sobre ella. Nuestra última conversación me sirvió para cerrar esa carpeta.
Sigo sanando, por supuesto, pero es más llevadero ahora que ya no tiene permiso de inmiscuirse en mis pensamientos. No puedo borrar mi infancia y lo que sucedió cuando era pequeña, pero puedo cerrarle el paso para seguir arruinando el camino por cual transito ahora.
La Lexie que soy hoy no se lo permite, no más.
______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
¿Quién más anda lloriqueando?
No me quiero ir, señor Stark.
Vuelvo y repito que mi nena se merece todo lo lindo de este mundo y me pone tan feliz ver que lo está recibiendo de personas que la adoran es que ¡¿cómo no adorarla?! es un solecito<3
Tengo apego con Lexie y Finn, ayuda.
¿Capítulo final y epílogo juntos el domingo? , o ¿cap final mañana y epílogo el domingo?
El orden en el que lleguen no hará que lloren menos, pero JKSDHFKDH igual
Llorar bonito, tranqui, saben que no soy de finales tristes, no es mi tipo jeje.
Las amo muchito<3 que tengan lindo finde, nos vemos mañana o pasado<3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro