CAPÍTULO 36
I swear to God I'm trying, but I don't know how to be a good friend to me - Sasha Sloan
20 de noviembre, 2022
—Ella no va a dar declaraciones —sentencia Robin cubriéndome.
Llevo puestos los jodidos lentes de sol a pesar de que el día es nublado. Les dediqué una sonrisa amigable, esperando que eso aplacara su instinto de invadir privacidades; no funcionó. Estoy volviendo al hotel, hoy tuvimos otra mesa italiana. Congenio excelente con Sean (al final sí que lo eligieron, tienen buen ojo); él es súper atento y carismático, tiene en los ojos la inocencia de quien aún no ha probado el acoso del medio.
—¿Qué opinas de lo que dijo Catalina Jones con respecto a ti? —grita uno, obligándome a ralentizar mi caminar.
—Lexie, sigue —me indica Robin.
—¡Dijo que no eras su hija! —insiste el mismo hombre—. ¿Tienes algo que decir?
—Ella no dará declaraciones —repite mi guardaespaldas.
Esta vez posa una mano en mi espalda baja para que avance. Salgo del trance y apresuro mis pasos para refugiarme en el lobby de mi hotel, los de seguridad apoyan a Robin para mantener a los paparazzi al límite. Una vez dentro, me quito las gafas y suspiro.
—¿Catalina dio declaraciones? —le pregunto a Robin, es el único que está aquí.
Su mirada de culpabilidad me responde. No he estado atenta a los medios, ni a las redes sociales, Alex está manejando mis cuentas y solo tengo activa la opción del teléfono, para comunicarme con mis amigos y Finn.
—Vale, no digas nada.
—Alex pensó que lo mejor sería que no lo supieras —se excusa.
—Probablemente, pero ya ves —señalo el exterior—. Iré a echar una siesta, ¿vale?
Parece renuente a que me vaya sola, pero le sonrío, tranquilizándolo.
» Estaré bien, solo... no me apetece quedarme aquí, no ahora.
—Le diré a Alex que suba en cuanto llegue —me hace saber.
Asiento y giro en dirección al ascensor. Me tiento a descargar nuevamente las aplicaciones en mi teléfono, pero sé que no es sano que lea todo lo que siguen diciendo sobre mí. ¿Está mal querer saber que ha dicho mi madre sobre mí? Esa es la pregunta que le hago a Finn cuando atiende a la llamada.
—No sé si puedas calificarlo como bien o mal, Lex —responde, con el ceño fruncido—. Es curiosidad, lo que considero normal.
—Me hará daño, pero quiero saber...
—No podrás dormir, si no, ¿verdad?
Asiento, queriéndolo un poquito más por conocerme así de bien.
Cierra los ojos, apretando los parpados, como debatiéndose entre si darme una respuesta afirmativa o negativa.
—Tienes que saber que nada de lo que ella diga es real, amor —su voz me acaricia las inseguridades, los demonios—. Habla desde el odio y ese no es un lugar que albergue cosas buenas y tú mereces todo lo bueno de este mundo. Tenlo claro, ¿de acuerdo?
Asiento.
» ¿Te parece que esperemos a Alex para que puedas ver el video?
—Está bien —suspiro—. ¿Cómo está Londres?
—Fría, como siempre —me sonríe—. ¿Cómo estás tú, además del tema de la prensa?
Lo considero un poquito, con la confianza que me otorga de que no hay apuro en que le responda. Los últimos cinco días en los cuales no lo he visto, porque estamos en países diferentes, a unos quinientos kilómetros de distancia, no han estado mal. Quiero decir, por supuesto que lo extraño, pero puedo vivir con la sensación de echarlo de menos, físicamente, al menos. Claro, Finn no me está preguntando cómo estoy con respecto a la distancia que nos separa; me pregunta cómo estoy con la mierda de situación en la que sigo envuelta; de igual modo, estoy bien, lo mejor que puedo estar en esta situación.
—Estoy emocionada por este proyecto —respondo, Finn me mira, esperando algo más, porque siempre hay algo más—. Ayer lloré un poquito, pero está bien, estoy bien, de verdad. No es lo más fácil, saber que la prensa se debate mis líos familiares no es algo agradable, pero intento estar bien la mayor parte del día, al menos.
Tocan a mi puerta y sé que es Alex, se lo hago saber a Finn. Me muevo a abrir y mi manager me recibe con una sonrisa de disculpa, ha de estar sintiéndose mal por haberme ocultado lo de Catalina.
—Lo lamento —murmura cuando lo abrazo.
—Está bien —aseguro—. Pero quiero ver el video.
—Lex...
—Alex —interviene Finn desde mi teléfono—. No va a estar tranquila si no lo ve, lo sabes.
El aludido suspira derrotado y camina a mi lado hasta mi cama, donde nos sentamos y él busca las declaraciones en su teléfono. El video es de una calidad excelente, veo claramente a mi madre, con la ropa impecable y el peinado sin un solo cabello fuera de lugar. No parece amar el hecho de tener cámaras apuntándola, pero sabe disimularlo con una sonrisa hipócrita, una que conozco muy bien.
—Es todo un malentendido, coincidencia de apellidos —se ríe—. No tengo hijas, un pequeño desliz de mi sobrina, es todo, ya sabes cómo son las niñas.
—¿Entonces niegas que Lexie Jones sea tu hija?
—No tendría por qué mentir con respecto a mi heredera —sonríe con desfachatez—. No tengo descendencia, esa es la única verdad.
Da un último asentimiento y se gira para volver a ingresar al edificio donde se desarrolla el negocio familiar que iba a acabar en mis manos. Los paparazzi hablan, insistiendo con más preguntas, pero ella ya no responde, sigue caminando; entonces el video se corta.
—Suerte que Jones no es un apellido tan original —me encojo de hombros—. De lo contrario, no podría negarlo.
Siento las miradas de ambos sobre mí, pero es Finn quien se atreve a hablar.
—¿Estás bien?
Un par de lágrimas se me escapan.
—Pensé que sería peor —confieso.
Los brazos de Alex me rodean y en mi mano tiembla el teléfono que resguarda el rostro de Finn. Decido dejarlo sobre la cama, suspiro entrecortada y me permito sentir el dolorcito que me estruja el corazón. Mis mejillas se empapan, las dos gotas se multiplican y mi amigo no me suelta, me apretuja ayudándome a quedarme aquí con él. No debería, pero duele, no me agrada, pero el aguijón está ahí a pesar de que me esfuerzo en seguir adelante.
—Lex —me llama Finn, tiene las mejillas sonrosadas, ignoro el motivo—. Estamos aquí, ¿vale?
Asiento, cierro los ojos percibiéndolo cerca, incluso con los kilómetros que nos separan. Poco a poco mi cuerpo deja de sacudirse, mis ojos dejan de liberar lágrimas. He llorado, me he permitido sentir el rechazo y ahora el dolor empieza a adormecerse.
Es jodido que me siga importando lo que ella piense, me enfada no ser capaz de controlarlo, de ignorarlo. Sin embargo, he comprendido que cerrarme a lo que desencadenan sus palabras es incluso peor que dejar caer las lágrimas que me he esforzado tanto en esconder. Es por eso que, cuando mi llanto cesa, mi cuerpo se aliviana y mi cerebro me envía ordenes de ponerme en pie nuevamente, de seguir con el proceso que no ha resultado tan sencillo como esperaba, pero que, a pesar de ello, ayuda a que los pasos que doy hacia adelante sean más firmes.
23 de noviembre, 2022
Leo las palabras que están escritas en el libreto que traigo conmigo, miro a Sean para que continúe y desarrollamos la dinámica frente a los directores y más miembros del equipo técnico, también se encuentra la escritora; tengo entendido que ella estará muy involucrada en todo el proceso de producción. Anoto cada indicación que me brindan, conozco bien a mi personaje, pero la conozco en el libro, el hecho de adaptarla a la pantalla grande es un paso más allá; sin embargo, conocerla a través de las líneas que narran su historia me da algo de ventaja para comprender cada información extra que me piden añadir en su interpretación.
Transcurre un buen rato hasta que acabamos con esa escena. Bebo de la botella que tengo junto a mí cuando se me seca la garganta y continúo leyendo, esta vez junto a otros de mis compañeros que serán parte del grupo de amigos de Ally. Cada secuencia tiene detalles únicos, sentimientos que debemos expresar, gestos que dicen más que miles de palabras anudadas. Guardo silencio cuando le toca hablar solo a Sean con otro par de actores. Una vez terminada la jornada de hoy, los aplausos se hacen escuchar. Es un ambiente cálido y de confianza, me siento cómoda rodeada de ellos; he tenido la oportunidad de intimar un poco más con Sean, puesto que gran parte del rodaje lo compartiremos. Serán horas y horas juntos, no me agrada tener relaciones frías con mis compañeros, lo evito lo más posible, Melanie y su grupito fueron una excepción.
—¿Qué tal te está tratando el cambio de horario? —me pregunta, alcanzándome la mochila que dejé en un rincón de la habitación cuando llegué.
—Aún me estoy adaptando —sonrío—. Ayer apenas pude pegar el ojo, me quedé leyendo el guion hasta la madrugada.
—Estoy igual, Rodrigo piensa que quizá deba recurrir a algún suplemento natural, pero prefiero a las ovejitas.
Me rio y él me imita, tiene un par de hoyuelos en las mejillas. Es impresionante el parecido que guarda con Joshua.
» Te invitaría a beber algo, pero sé que los paparazzi no están respetando mucho tu espacio, no creo que quieras exponerte.
Le sonrío apenada.
—La verdad es que no —suspiro—. Pero aceptaría un café cuando estemos rodando.
—Vale —sonríe—. Lamento mucho lo de la prensa, debe ser incómodo que se inmiscuyan tanto en temas que no son redundantes para tu carrera.
—Lo es —confirmo—, pero estoy haciendo lo posible por sobrellevarlo.
Veo a Alex esperándome en la puerta.
» Ya me tengo que ir —le palmeo el hombro—. Nos vemos por aquí.
—Adiós —sacude la mano.
Recibo el vaso humeante de café con leche que me ofrece mi manager. Me abriga las manos de inmediato. Alex acomoda la bufanda alrededor de mi cuello y saca de su maletín el gorrito que me pone sobre la cabeza.
—Ya estás —me besa la frente y limpia con su manga mi labio superior—. Encontré esta —señala la bufanda—, entre mis cosas, tú ni las echas de menos.
Me encojo de hombros.
—Al menos apareció —bebo otro sorbo del café calentito.
Me rodea los hombros y camina junto a mí hacia la salida del estudio, donde nos esperan Batman y Robin. Me dice que ha comprado algo de ropa para mí: bufandas, gorritos y guantes. Son lo que más pierdo y lo que menos adquiero, así que él siempre se encarga de llenarme el armario con más para que no se me congele el cuerpo en invierno.
—¿Compraste de color rojo?
—También beis, negro y ese verde que te queda divino.
Sonrío.
—Al menos saldré bien en las fotos que esas ratas me sacan. Vi que empezaron a comparar mi rostro con el de Catalina.
Su cuerpo se tensa junto al mío.
—Lex...
—Tampoco guardo mucho parecido con ella, solo le heredé la nariz; sus rasgos son más duros que los míos y mi cuerpo es un opuesto total a sus curvas.
—Tú eres preciosa.
Asiento. Me traje conmigo el papelito que me hizo escribir Lila, lo he pegado en el espejo de mi habitación de hotel, es en el que me miro a diario en los últimos días. Es cierto eso de que mientras más repitas algo, tu cerebro empieza a creerlo cierto; de igual modo, si intento desviarme, la notita me recuerda que no debo hacerlo. Ese pedazo de papel esconde más que letras, lleva consigo memorias que me ayudan a quererme un poquito más.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo, le bajé el volumen debido a la reunión, el rostro de mi amiga aparece en la pantalla y Alex se aparta un poco para darme espacio.
—Iré a ver a la directora, tomate tu tiempo —me indica alejándose.
Busco un lugar cómodo donde sentarme y contesto mientras me dirijo a mi destino. Ada me recibe sonriente y me es inevitable no sonreírle también. Tiene la punta de la nariz roja y su cabello luce castaño, aún no me adapto al cambio.
—¿Cómo estás, cariño? —pregunta.
—Acabo de salir de una reunión —respondo—. Hoy amanecí bien, mejor.
—Eso es genial —me guiña un ojo—. Benja me dijo que Alex había ido a comprarte ropa.
Asiento.
—Sabes que tengo la mala costumbre de perder bufandas.
Se ríe.
—Y no solo las tuyas —aclara.
—Ay, vale, ya —me quejo, pero acabo riendo también.
—Mi Lex —arruga la nariz en un gesto tierno—. Me encanta verte sonriendo.
Se me enrojecen las mejillas.
—Deja de intimidarme así, Adara Brontë —la regaño.
—Es que eres una ternurita —sonríe—. Me has hecho extrañar a Lois, solo él me llama por el segundo nombre.
—¿Aún no ha caído por ahí? —pregunto.
—Pasará diciembre aquí, como Eli y su padre viven aquí, podrán compartir navidad, su mamá viajará también.
—Te quedan pocos días entonces —me alegro mucho por ella.
—Sí, yo no era así, Lex —se queja—. Pero me he acostumbrado a él, supongo que me entiendes.
Las mejillas se me vuelven a calentar, ella lo nota y ríe.
» Venga, que los ojitos te brillan cuando lo ves —me sonríe coqueta—. Imagino que también estás echándolo de menos.
—Es solo su presencia —contesto bajito.
—Lo sé, nena. No es que queramos estar como garrapatas con ellos, es solo el hecho de saber que están ahí y no a kilómetros de distancia.
Suspiro, pensé que había empezado a volverme loca, pero Ada me confirma que no es así; a menos que seamos ambas un par de locas.
» En fin, que nos alivie saber que ellos también nos echan de menos.
—Imagino a Lois trabajando como loco para apartar días libres —me rio.
—Kallie me ha chismeado que sí —se ríe conmigo—. Lo amo tanto.
Suspira dramáticamente.
» Finn anda por aquí, mira.
Gira la cámara y enfoca a mi Finn caminando erguido, con el rostro serio, emanando frialdad en todo sentido. Babeo un poco y Adara se ríe, lo que llama la atención del pelinegro, que entorna los ojos hacia la cámara y la mirada se le endulza.
—¡Es Lexie! —anuncia mi amiga.
Se va acercando y con cada paso que da hacia la cámara mi corazón va acelerándose. Pum, pum, pum. Ada le da su teléfono y veo como se aleja, dejándonos solos. Finn vuelve a girar la cámara para enfocarse a sí mismo.
—Hola, amor —va, va, va, me derrito.
Mi sonrisa es automática, lo que lo hace sonreír también.
» ¿Te estás derritiendo? —se burla.
—Idiota —me quejo, pero río sin poder evitarlo.
—¿Cómo estás, Lex?
Parpadeo mucho y temo que tome lo que voy a decir como mentira, porque no lo es, es solo que no quiero llorar, no me apetece preocuparlo.
—Mejor, sí —afirmo—. Me estoy divirtiendo aquí dentro.
Sus ojos con destellos dorados me reparan a través del aparato. Es un contacto frio, sin embargo, percibo el calorcito envolviéndome. Me esfuerzo por hallar el lunarcito de su ojo, pero, al parecer, necesito estar frente a él, cerca, para poder verlo. Echo de menos ese lunar.
—Se ve bien, señorita —me responde—. Sabes que puedes decirme cualquier cosa, ¿verdad?
—Lo tengo claro, Finn —confirmo y guardo silencio, solo viéndolo a través de mi teléfono—. Me importas mucho.
Me sonríe.
—También me importas, Lex —la nariz me arde y temo que mi misión de ocultarle mis lágrimas falle—. Déjalas salir, amor.
Zas. Las palabras mágicas que mis ojos no desobedecen.
—Estoy bien, de verdad —aseguro con las mejillas empapadas—. Es solo que... que... joder...
Me sonríe.
—Te echo de menos, Lex —lo dice por mí—. En todos los sentidos.
La última declaración hace que el calorcito se instale en mi vientre bajo. Ay, mierda.
Entrecierro los ojos cuando veo como se ríe mientras mis mejillas arden y no precisamente por vergüenza.
—Serás idiota —lo regaño—. Te respondería, pero estoy en lugar público, no me apetece venderme así.
—Ya hablaremos entonces —me guiña un ojo.
Lo imito agudizando la voz. Él se carcajea contagiándome. Me despido yo, porque sé que está en horario de trabajo y no quiero seguir apartándole tiempo. Me regala una última sonrisa antes de que su rostro desaparezca. Lo echo de menos y mi jodida lengua no es capaz de decírselo.
Me quedo mirando el teléfono. Ansiando el momento en el que por fin pueda decírselo sin miedo, sin pesar. Me gustaría abrirle mi corazón, dárselo con todo lo que contiene; de algún modo lo tiene, sin embargo, le debe resultar trabajoso desentrañar todo cuando yo no soy capaz de expresarlo. Me pongo de pie cuando Alex vuelve, pero bajo la vista otra vez con el leve vibrar de mi móvil, esta vez es un mensaje.
Finn: No le des muchas vueltas, Lex, yo lo sé, amor. Me importas y mucho, no te mortifiques porque lo sé, lo tengo clarísimo, ¿vale?
Sonrío. Lo sabe.
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Holuuuuuu <3 espero que estén bien, yo ando sobreviviendo al cambio de clima.
Les dejo este cap rapidito, disfrútenlo <3
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