CAPÍTULO 30
Keep your head up, love, keep your head up. Don't hide away, don't ever change - Louis Tomlinson
5 de julio, 2022
Mi alarma suena diez minutos después de que mis ojos hayan descubierto el techo de mi habitación. La verdad es que no echaba mucho de menos este lugar, me acostumbré sin dificultades a mi cuarto en Nueva York. Me desperezo y corro a la ducha, donde no tardo demasiado. Seco mi cabello y me maquillo ligeramente para no lucir tan desastre cuando llegue al estudio. Son las ocho de la mañana, aún tengo dos horas.
Desayunó junto a Alex y subimos al auto que nos lleva al lugar donde se realizarán las audiciones, le doy otra repasada al libreto que me entregaron, de igual modo puedo leer, pero me quiero encerrar en el personaje para poder interpretarlo mejor.
—He visto los videos de los que podrían quedar y ya tengo a mi favorito —me dice Alex.
—¿Me muestras?
Niega.
—Quiero ver que tal funcionan juntos, aunque parece que te agradará.
Ruedo los ojos. ¿Para qué me dice entonces?
Vuelvo a sumergirme en las hojas que traigo en mi regazo, debo confesar que este proyecto me entusiasma; más que nada porque amo el libro en el cual se basa. Además, me agrada que rodemos en Europa, ya Alex me explicó el itinerario: empezaremos en Ámsterdam, luego bajaremos por Berlín, Viena y acabaremos en Verona. Será cansado, puedo apostarlo, pero me gusta conocer y descubrir nuevos lugares.
Alex me da un codazo cuando hemos llegado y guardo todo en mi bolso antes de bajar. Saludo a todos los encargados, veo a un par de actores que conocí en alguna premiación o con quienes coincidimos en algún programa y los saludo; ellos me devuelven el asentimiento. Detallo curiosa a quienes no conozco, los rostros nuevos, los menos conocidos.
—Lex, ven ya —me regaña Alex—. Tienes que estar dentro, empezarán pronto.
—Vale, vale —doy una última ojeada e ingreso a la habitación.
Me emociono cuando veo a la escritora y corro hacia ella que me abraza, le agradezco nuevamente por escogerme y ella sonríe despreocupada. Los encargados de reparto me saludan también y la directora carraspea pidiendo que empecemos ya.
Escucho cada indicación que me dan, asiento y me aferro al papel entre mis manos cuando entra la primera persona. Repito tanto las líneas que acabo por memorizarlas, me esfuerzo con cada actor, ya sea que lo conozca o no. Algunos me guiñan, como pidiendo que les ponga un poquito más de ganas, pero ignoro eso; sé lo que es ser nueva, lo que son los nervios de las primeras audiciones, no daré más por quienes he visto en la tele que por los que no he visto nunca.
—¡Sean Weissman! —gritan.
Relajo un poco la postura antes de tener que entrar en papel otra vez, ya voy tres horas aquí y las líneas dan vueltas en mi cabeza. Acepto el agua que me ofrecen y vuelvo al centro cuando ingresa el actor. Nos saludamos y le sonrío para que se relaje antes de que iniciemos. Repiten las mismas indicaciones, creo que las he memorizado también y dan la orden de empezar.
Sean se mueve con elegancia a mi alrededor, me habla y yo le respondo sin evitar seguirlo con la mirada, es hipnótico verlo y creo que he elegido a mi favorito también. Me sonríe con la timidez cautivadora que siempre imaginé en el personaje, yo le respondo con una sonrisa algo más descarada, me río en sus narices, él baja la mirada.
—No me conoces en lo absoluto —replico.
—Puedo llegar a hacerlo si me lo permites —contraataca.
Me guardo la sonrisa de satisfacción, creo que tengo a mi favorito también. Nos avisan que hemos terminado y entonces sí que le sonrío.
—Buena suerte —le digo—. Un placer, Sean.
—Igualmente —responde.
No hay muchos después de él, unos cinco más. Me acerco a Alex y me confirma que él también se inclina por Sean. Le explico mis razones, que no me faltan porque coincide a la perfección con la descripción que da el libro y las energías que libera son muy similares a las que sentí cuando leí a su personaje. Saludo alrededor, familiarizándome con el equipo de trabajo, la directora es más amigable ahora que hemos terminado.
—Es bueno verte, Lexie —me sonríe.
—Lo mismo digo —le devuelvo el gesto.
No sé si es porque el romance es mi lugar seguro dentro de la actuación, pero no siento el peso que sentía mientras rodaba Wondrous; creo que aún me falta un poco de confianza en mí misma si de verdad quiero volver a aventurarme en un thriller, por mucho que me provoque intentarlo otra vez. Ya hablaré con Lila al respecto, aún tengo un par de semanas para confirmarle a Alex. Me comenta algunos detalles con respecto a las locaciones donde quiere que rodemos, están tramitando permisos y demás. Me deja junto a la escritora que parece complacida por el trabajo que estamos realizando, me comenta que coincide conmigo en que Sean ha sido el mejor.
—Es lo más similar que he visto al Joshua que rondaba en mi cabeza mientras lo escribía —me dice.
—Y es tal cual el Joshua que yo imaginaba mientras leía —apoyo—. Ya veremos que deciden ellos, son los que mandan.
Asiente.
—Daré mi opinión de igual modo, me tienen en cuenta y lo agradezco muchísimo —sonríe—. Me hicieron caso cuando te pedí para Ally.
—Eso te lo agradezco yo, adoro a Ally. —le doy un apretoncito a la mano que me ofrece y me despido cuando Alex me avisa que ya es hora de irnos.
Mañana volveremos para continuar con las audiciones, probablemente vea otra vez a algunos que vi hoy, me adelantan que conoceré a algunos otros miembros del elenco. Me siento cómoda en este ambiente, lo valoro muchísimo porque no hay nada mejor que disfrutar tu trabajo, sentirte plena mientras lo realizas.
12 de julio, 2022
Sonrío viendo las fotos que me envió Finn. Le hicieron una reunión en Italia, hoy debe estar volviendo a Canadá, su vuelo es directo para allá. Me envió un mensaje a las cinco de la mañana avisándome que ya estaba en camino al aeropuerto, si no recuerdo mal, saqué el pasaje para el mediodía de Milán; pensé que necesitarían un último desayuno en familia antes de que Finn tuviera que volver.
Soy mala con lo del uso horario, pero asumo que ya está camino a Toronto, no me ha vuelto a escribir y los mensajes que le envío no son recibidos. Vuelvo a guardar mi teléfono y me levanto para ir a ver mi almuerzo, hoy es de esos días en los que me provoca cocinar, así sea algo sencillo; Alex vendrá a comer conmigo.
Está siendo una buena semana, en la medida de lo posible, al menos. Ayer fue un día medianamente bueno, por la mañana tuve una pequeña recaída, pero logré sobreponerme recordando que, aunque quiera, hay cosas que no puedo controlar. Me sacudo y muevo la carne que está cocinándose. Tocan el timbre, bajo el fuego de la cocina y me apresuro a abrir la puerta por la que pasa mi manager.
Viene detrás de mí y tararea la música que está sonando. Él sí que sabe español, así que asumo que reconoce el significado de cada frase.
—Es la más gráfica que te he escuchado hasta ahora —señala.
—Tiene buen ritmo.
—Ya —sonríe—. ¿Cómo amaneciste?
—Aún tengo sueño, pero se me antojó cocinar.
Saca su laptop y la pone sobre la mesa, Alex no es Alex sin su bendita laptop. Tiene secretos de estado en ese aparato.
Acabo con la carne y me aseguro de que el resto de verduras estén en su punto antes de apagar la estufa. Sirvo mientras él sigue taladrando ese teclado, a veces me pregunto cómo es que le hace para escribir tan rápido y no cansarse. Yo estoy un rato en el teclado y los dedos se me enfrían, se me quitan las ganas de seguir.
—¿No se te acalambran? —acabo preguntando cuando le dejo el plato al lado de la laptop, él prefiere guardarla.
Les dije, ha de tener secretos de estado ahí dentro.
—¿Los dedos?
Rio.
—¿Qué más, tonto?
—Estoy acostumbrado —se encoge de hombros—. Tus boletos para México ya están apartados, separé las habitaciones de hotel en Ciudad de México y la casa que pediste en Cancún.
—Gracias por todo —le envío un beso.
—Además, tienes cita con Lila el viernes.
—Vale.
Comemos en silencio, con pequeñas intervenciones suyas, quiere hablar de algo y no sabe cómo comenzar. Lo conozco. Lo dejo seguir hasta que vuelve a guardar silencio, me observa, yo hago lo mismo con él y le sonrío cuando suspira.
—Dilo ya —lo animo—. No muerdo, Alex.
—Pensé que podría viajar a Toronto —me evalúa como esperando una reacción negativa.
—Vale, pues ve —le sonrío—. Benja se pondrá contento.
—Ya.
Entrecierro los ojos.
—¿Qué ha sucedido?
—Hemos tenido una discusión, fue culpa mía y fue una tontería. Quiero ir, pero no sé cómo vaya a tomárselo.
—Benjamin te adora, Alex; verás que se le pasa en cuanto te disculpes, no se aguantará mucho si te tiene en frente.
—¿Tú crees?
—Estoy segurísima.
—¿Pero, tú...?
—Yo tengo suficiente seguridad con Batman y Robin —le aseguro—. Alex, lo que menos quiero es que te estaques por culpa mía; estoy aprendiendo a lidiar con mis problemas y no soy tan frágil cómo crees. Debes vivir tú también, no vas a perder a Benja porque quieres seguir cuidándome, puedo cuidarme yo sola, cariño.
Se mete otro bocado de comida, mastica mirándome. En parte entiendo su preocupación, siempre la he entendido, pero quiero que avance sin tenerme como una carga sobre su espalda.
—Solo será una semana —asegura.
—El tiempo que necesites, ahora mismo no te requiero aquí, apenas y salgo —le sonrío—. Y si salgo a alguna fiesta no vienes conmigo, así que te quedas en vano.
—Tendrás cuidado.
—Que sí, pesado —resoplo—. Compra ese pasaje cuanto antes.
Sonríe y termina de almorzar. Se mantiene en silencio mientras yo hago lo mismo, siempre he sido más lenta que él; me gusta disfrutar de estos momentos, aunque sea un poquito más.
—Ya hay ofertas por el departamento —habla cuando se da cuenta de que he terminado.
Alzo la mirada hacia él.
» Tienes alguna preferencia...
—Elijan ustedes —zanjo—. No me importa mucho quien se quede con él. Solo asegúrate que esa ropa sea donada a quienes lo necesiten; si hay algo que vender también pueden darle el dinero a alguna ONG.
Asiente.
—Vale, como prefieras.
Asiento también. Él se ofrece a lavar y no me opongo, lo observo hacerlo y me entretengo viendo como la tela de su camisa se arruga con cada movimiento que hace. Adoro a Alex con todo mi ser, me entristece un poco el hecho de que haya temido tanto decirme algo que debería ser de lo más normal entre nosotros, que antes de ser manager y artista, somos mejores amigos. Anoto mentalmente que debo aprender a soltarlo un poco más, dejarle caer que estoy mejorando, que quizá no estoy bien del todo, pero que avanzo, así sea a paso tortuga.
Lo abrazo fuerte cuando acaba con los platos y le pido que me acompañe a ver una película. Primero me aseguro de que compre ese boleto para cuanto antes. Luego disfruto de su compañía, reímos juntos con la película que elegimos y acabo la tarde a su lado, teniéndolo relajado y sin tantas tensiones encima.
17 de julio, 2022
Trabajar mis líos con Catalina en terapia resulta liberador, pero vaya que los ejercicios que plantea Lila son demasiado lacrimógenos. Empiezo a preguntarme si mi cantidad de lágrimas es ilimitada, porque de verdad siento que ya debería haber agotado las que tengo.
Hablo entre balbuceos mientras mi rostro se empapa cada vez más con las gotas saladas que no dejan de caer. Me hace cambiar de asiento una, dos, tres y hasta cuatro veces. Es una dinámica en la cual finjo ser mamá y le digo a la pequeña Lexie lo que me habría gustado escuchar en momentos específicos de mi infancia.
Para el sexto cambio de asiento, no quiero volver a levantarme; Lila no me apura, viene a mi lado y me abraza, que es lo que necesito ahora mismo. Me recuerda que respire y lo hago hasta que poco a poco mi pecho deja de moverse errático y son solo suspiros los que salen despacio de mi boca.
—Eso estuvo muy bien, Lex —me felicita.
Suspiro otra vez.
—¿Por qué no pudo actuar así?
Frunce los labios.
—No puedo responderte eso, Lexie —me responde—. Pero tú no tenías la culpa de los problemas que ella tenía. Tú eras una niña curiosa de su entorno, con ganas de seguir descubriendo lo que le gustaba. Nunca fue culpa tuya, las carencias de tu mamá son solo temas que ella puede solucionar; no debió despotricar en tu contra, pero no podemos hacer nada al respecto más que aprender a avanzar.
—No ser como ella.
—No cometer los mismos errores —agrega—. Ya eres distinta por el solo hecho de venir a curar el daño que otros te han ocasionado. Deberías estar orgullosa por eso.
Me entrega otro pañuelo, los que me dio antes ya están todos deshechos en mis manos que los estrujan con fuerza. Me seco el rostro y bebo el agua que me alcanza. Dejo que me abrace un poquito más, para recomponerme. Le agradezco en cuanto percibo que he recuperado la compostura, aunque ella me asegura que es normal si deseo llorar más.
—No la he vuelto a desbloquear —le cuento.
—Eso me parece maravilloso —me sonríe—. Existen dos tipos de críticas, las constructivas y las destructivas, Lexie. Las destructivas no tenemos por qué tolerarlas, nos hacen daño; así que, sin importar de quien provengan, las bloqueamos.
—Siento algo de culpa...
—Recuerda que tu mamá no es una mujer desprotegida, tiene dinero, mucho por lo que me has contado —me explica y razón no le falta—. Tiene como acceder a ayuda si es que la necesita.
—Vale.
Bebo del vaso que aún sostengo entre mis manos. Ella me espera paciente para recibirlo en cuanto termino. Respiramos en silencio, una junto a la otra, por otro rato. Hemos acabado por hoy, lo sé cuándo ella se pone de pie, yo lo hago también.
Le doy un último abrazo antes de salir, Batman me sonríe con una mueca bastante tierna, sonrío también porque valoro su esfuerzo ahora que Alex no está. Intenta hacerme conversación durante el trayecto de regreso a casa, me acompaña hasta la puerta y se ofrece a quedarse, pero le aseguro que estoy bien antes de despedirme con un abrazo de agradecimiento.
Avanzo hasta la cocina, necesito más agua. Sin embargo, me distraigo con el color que percibo a mi izquierda, sobre la mesa. Son tres girasoles tejidos y una caja amarilla.
Me emociono y empiezo a recorrer el departamento entero intentando dar con Finn, pero no lo encuentro, qué ilusa. Mi teléfono suena en mi mano.
—Por un segundo creí que estabas aquí.
—Quisiera estarlo —responde—. ¿Te ha gustado?
—Está muy lindo todo —sonrío, aunque no puedo verlo—. Gracias.
Abro la caja y me encuentro con dieciséis bombones de chocolate blanco.
»Joder, voy a acabarme esto antes de que vuelvas, así que no pidas que te guarde.
Lo escucho reír, me gusta su risa, aunque suena con mejor calidad cuando lo tengo frente a mí.
—No planeaba pedirte nada —señala—. Son para ti. Y más girasoles porque sé que te encantan.
—De los que no se marchitan —aclaro.
—De esos que podrás guardar por cuanto tiempo quieras.
Mi corazón late fuerte. Lo echo de menos, pero no me animo a decírselo en voz alta, desearía hacerlo.
»¿Cómo te fue hoy?
Le cuento un poco sobre mi día, lo que sucedió con Lila. Él me escucha atento y me concede la videollamada cuando le digo que quiero verlo. Está cerca de un tráiler, me habla de que Ada está en rodaje ahora, está cuidando afuera y está todo tranquilo; Ivar salió con Kiara a dar la vuelta por la ciudad.
—Creo que Lois vendrá —señala—. Pero no se lo digas a Adara; escuché por accidente una conversación que tuvo con Nick.
Me rio, él no busca el chisme, el chisme llega a él.
—No me apetece arruinarle la sorpresa a mi amiga, así que soy una tumba; de igual modo, voy a preguntarle a Lois, para confirmar —le sonrío.
—Tienes una sonrisa preciosa, Lex.
Mi sonrisa se ensancha y acabo con los ojos enlagunados.
—Eres un tonto —me quejo entre risas—. No digas esas cosas porque estoy sentimental.
—Me gustaría decírtelas de frente, pero por desgracia no se puede —me sonríe.
Me seco los pómulos y me concentro en él mientras como los bombones que me envió; Finn se queja porque lo hago provocar, yo rio. Hablamos de trivialidades, le cuento sobre las audiciones y que aún no sé quién quedó, también es partidario de Sean, por lo que le conté. Me cuesta despedirme, pero lo hago sin chistar porque no quiero que él se sienta mal.
Tomo mis girasoles y mi caja de bombones para llevarlas a mi habitación. Acomodo los girasoles junto a los otros que ya tenía. Y mientras sigo comiendo doy con una notita que no había visto y que me hace retenerla contra mi pecho mientras algunas lágrimas se me escapan.
«Estoy orgulloso de cada paso que das, de cada lágrima que liberas, de cada sonrisa que renace en tu interior. Lo bueno no existiría sin lo malo, Lex. Coexisten. Piénsalo así, Estrellita.»
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