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CAPÍTULO 3

I'm lost in my head, I'm spinning again - Louis Tomlinson

5 de noviembre, 2021

Debo conversar seriamente con el portero de mi edificio, me agrada el chisme, pero no cuando me involucra y me ocasiona sermones, justo como el que estoy recibiendo ahora mismo. Me resisto de voltear los ojos solo porque adoro a Alex y sé que se preocupa por mí, sus labios se mueven demasiado rápido regañándome por mi aventura de hace dos noches.

—Lexie, te estoy hablando, no bromeo —toma mi mentón entre sus dedos.

—Y te estoy escuchando —respondo.

Sus ojos ya no reflejan enfado, ahora es preocupación y sé por qué es que está saliendo a la luz.

—Dijiste que estabas bien —suelta.

No es para mí, se está regañando a sí mismo por no notar mi mentira.

—Lo estaba. —Me mantengo firme, no quiero que se sienta mal por algo que él no puede controlar.

—No bebes cuando estás bien, cariño. —Me atrae a sus brazos y el aura protectora se hace presente.

¡Joder! Mis ojos se humedecen, lucho contra ello, pero no consigo que el sollozo se quede atorado en mi garganta. Alex me apretuja y mi organismo toma ello como una licencia para que las corazas se aflojen un poco, para que abrace a mi mejor amigo y le permita ver lo que me ha lastimado.

—Mamá me escribió —le cuento, su respuesta se basa en acariciar mi cabello, lo agradezco—. Ella... no sé por qué no la he bloqueado aún, quizá me preocupa que en algún momento me necesite y no pueda llegar a mí... pero hasta ahora lo único que consigue es lastimarme a través de ese número.

Lloro un poco más, lo suficiente para liberar una mínima parte de la tensión y del dolor. Alzo mi rostro para verlo y noto que sus ojos están rojos también, sonrío.

—No seas tonto. —Sus lágrimas caen y seco sus pómulos—. Esto no es culpa tuya.

—Yo cedí —insiste—, algo me decía que no estabas bien, pero cedí.

—Estuvo bien que lo hicieras. —Beso su mejilla—. No quiero que detengas tu vida por mí, Alex; hay altibajos y debo aprender a lidiar con ellos.

—Pero lidiamos con los altibajos juntos, es más fácil hacerlo si tienes a alguien acompañándote.

Me encojo de hombros. No me arrepiento de nada, pero le repito que no sucederá otra vez, aunque tal vez esa sea una mentira. Sé que va a estar atento a mí, lo hace siempre después de cada pequeña crisis.

—Te amo, Alexander Orangee —le sonrío.

—Yo te amo a ti, Lexie Jones —pellizca mi nariz.

Le informo cómo es que llegué sana y salva a casa, al menos lo que recuerdo. Vuelve a regañarme por salir sin seguridad y le doy algo de razón, fue insensato de mi parte; quien sabe lo que pudo haberme ocurrido de no ser porque el guardaespaldas de Adara estuvo por ahí. Una mujer ebria suele ser presa fácil del peligro abundante en la sociedad.

Alex desayuna conmigo y me espera mientras me alisto para salir juntos a la entrevista que tengo dentro de tres horas. No tardo mucho, mis ojeras están ahí pero las estilistas del programa se encargarán de cubrirlas. Me visto con un buzo y ya estoy lista para responder preguntas. Me encantan las entrevistas, amo hablar y me divierto paseando a quienes preguntan cosas que no son de su incumbencia.

Bajamos juntos hasta mi auto que está siendo custodiado por Batman, Robin se encuentra al otro lado haciendo una llamada. Batman y Robin son mis guardaespaldas, tienen otros nombres, pero ya establecimos que así los llamo yo.

—Caballero de la noche —me inclino en una leve reverencia, él sonríe—, estás muy guapo, esa camisa te luce.

Le guiño un ojo, Alex me apura y resoplo metiéndome en el vehículo. Los últimos dos días estuve libre de compromisos, solo echada en mi cama leyendo el guion de Wondrous mientras me embutía con las alitas de pollo que pedí por delivery. Ahora me doy cuenta de que debí disfrutarlos más, a partir de hoy tengo la agenda apretada, con solo unos cuantos días libres para pasar el rato y divertirme. Mi manager me pone al tanto de cada compromiso; todo se vuelve caótico cuando estamos cerca de la fecha de estreno y el último proyecto que grabé se estrena a fin de mes.

Robin me abre la puerta cuando llegamos y halago su buen porte. Saludo a todos en el estudio y permito que me produzcan mientras escucho música. Como dije, amo las entrevistas, quizá por eso no me percato de lo rápido que el tiempo transcurre; cuando menos lo espero, ya estoy en el auto de regreso a mi dulce hogar. Me recuesto en el hombro de Alex, que resulta la mejor almohada para que mis ojos descansen un poco.

—Lex, ya llegamos, cariño.

Gruño y él ríe ganándose un golpe en el brazo. Me lleva hasta mi departamento y se encarga de que me alimente. Me conoce, sabe que si debo elegir entre dormir y comer, con mucho dolor escojo dormir y hoy es uno de esos días en los que estoy dispuesta a tomar esa decisión, el cansancio es demasiado para mi cuerpo de mortal.

—Me largo a dormir —suelto cuando termino mi cena—. Te amo, hasta mañana.

Beso su mejilla y me aseo para ir a mi preciada habitación. Respondo los mensajes de mi mejor amiga y me detengo en el chat del apuesto guardaespaldas que me salvó el culo hace dos noches. Me carcajeo con el meme que me ha enviado, pequeño listillo que sigue burlándose del episodio asqueroso en el que mi estómago se vació debido a las altas cantidades de alcohol que ingerí.

Finn: Perdón, pero lo vi y me recordó a ti.

Lexie: Lo tomo, pero me ofende muchísimo.

Dejo el teléfono a un costado y escucho la voz de Alex despidiéndose, tras ello el rumor de la puerta me informa que estoy sola. El aparato vibra y encuentro otro mensaje de Finn.

Finn: ¿Cómo está, señorita?

Lexie: Venga, creí que el que me hayas salvado el culo era suficiente para establecer confianza, señorito.

Finn: Esa no fue mi pregunta, Lexie.

Resoplo, me aburren los formalismos, de verdad que sí. Le marco y espero a que conteste, no lo hace. Resignada, vuelvo a teclear, pero su nombre ilumina la pantalla anunciando una llamada.

—Buenas noches, señorita.

—¡Joder, Finn!

Escucho como ríe y aquello me hace rodar los ojos, ¡cómo se divierte el muy imbécil!

—Puede que no lo recuerdes, pero esa noche establecimos que te llamaría como yo quisiera.

—No estaba en mis cabales, así que no cuenta.

—Sigue siendo mi decisión el cómo llamarte —refuta y no parece dispuesto a ceder.

Mi organismo reacciona con un largo bostezo recordándome que teníamos sueño y que existe la necesidad latente de descansar.

—¿Cómo estás?

Y dale con la misma pregunta, tiene una manía con preguntarme lo mismo.

—Cansada y con mucho sueño.

—Lo noté, es por eso que colgaré para que puedas descansar. Buenas noches, señorita.

—Per... —el pitido me interrumpe y percibo el calor en mis mejillas.

¡Me ha colgado! Qué imbécil. Estoy cansada, pero deseaba seguir discutiendo la palabra que utilizará para referirse a mí, ya no quiero que me trate de usted. Es aburrido. Le dejo un mensaje recalcando lo molesto y grosero que resultó al dejarme con la palabra en la boca; su respuesta se limita a un sticker de un gatito cubriéndose la boca. Genial.

Finn: Tienes toda una vida para discutir eso y solo una noche para recomponerte de lo cansado que fue tu día. Solo te ayudé a tomar la decisión correcta, luego me reclamas todo lo que te apetezca.

Lexie: Dalo por hecho.

Otro bostezo me obliga a cubrir mi boca y dejo de refunfuñar porque sí que estoy agotada, enciendo la alarma y me acurruco en mi lado de la cama para que mi cuerpo recupere la energía que gasté hoy.

7 de noviembre, 2021

La entrevistadora me sonríe por última vez antes de que nos anuncien que estamos en vivo, dirijo mi mirada a la cámara que me señalan y procedo a responder las preguntas que me formulan.

—Los rumores dicen que...

Venga, ¿ya empezarán con rumores? Suelen tardar más, pero ella quiere iniciar esto con el pie izquierdo.

—Oh, perdona que te interrumpa, Miranda. —Sonrío—. ¿Es ese un collar de Tifanny?

Ella entrecierra los ojos, divertida, ya se dio cuenta de que no es un tema que yo quiera tocar y que no dejaré que me incomode en vivo.

—Lo es, puedo mostrártelo luego, si gustas.

—Claro, te lo agradecería muchísimo, ¡es que me ha encantado! Lo luces muy bien —le guiño un ojo—. ¿Qué estabas diciéndome?

Suspira, quiere sacarme la información, pero la entrevista no es por ese motivo y no puede arriesgarse a incomodarme antes de que me pregunte sobre la película que está por estrenarse. Debería estar aquí con mi co-protagonista; sin embargo, Thomas tuvo un percance que le imposibilitó la llegada al canal, muy conveniente.

Miranda continúa con la escaleta inicial, preguntas fáciles de responder y que no requieren de un análisis exhaustivo. Respondo entrando en confianza, le cuento un par de anécdotas referentes al rodaje y reímos juntas; recalco el buen ambiente existente entre el elenco... error mío, le he dado el hilo del cual jalar para iniciar con las preguntas relacionadas a mi mejor amiga.

Su sonrisa de suficiencia y el que se acomode en su sillón son suficiente advertencia para mí. ¡Lista para enfrentar los dardos!

—Debe ser penoso estar rodeada de gente hostil mientras trabajas —tantea el terreno—, es por ello que tantos actores han estado quejándose públicamente de Adara Harmony; sin embargo, hace unos días tú saliste a defenderla. ¿De verdad pones las manos al fuego por ella?

—Dicen que no deberíamos poner las manos al fuego por nadie —inicio—; sin embargo, por Adara lo haría sin pensarlo dos veces, confío en ella y sé quién es. El público me conoce, saben que no me quedo callada frente a injusticias y eso es precisamente lo que está sucediendo con ella.

Hay una característica no tan sutil en los presentadores de programas faranduleros y es que, cuando se proponen sacarte información o que digas algo para reavivar un escándalo, sus ojos adquieren un brillo amenazador, como la de un zorro en busca de su presa. Estoy vislumbrando eso en la mirada de la mujer que se encuentra frente a mí.

—Entonces, Lexie... ¿Descartas que tu repentina solidaridad con Adara sea porque te has quedado con su papel en Wondrous?

No puedo evitar reír. Voy a tacharla de mi lista de entrevistadoras que me agradan, se ve que pueden sacar el colmillo cuando existe un tema de su interés.

—Es gracioso que lo menciones, ¿crees que lo hice por pena?

Se encoge de hombros con gracia.

»Vale, detesto cuando se crean rivalidades entre actrices y eso es precisamente lo que estás insinuando. Mi solidaridad no es falsa y, si se me permite ser sincera, me importa medio pepino lo que ustedes opinen. No peleo por papeles, si no consigo un rol, pues audiciono para otro. No tengo por qué ir envidiando el talento de otras actrices, no soy así. A veces un rol no es para ti, en otras ocasiones lo es y está bien. Admiro a mis compañeras, a la mayoría de ellas y no, no soy una hipócrita que sonríe de frente y critica a las espaldas, así que evita sugerir que mis acciones se rigen por intereses secundarios.

»Creo que eso fue todo, ¿verdad?

Miranda parpadea un par de veces y asiente. Da una breve despedida y nos vamos a corte comercial. No pienso quedarme aquí.

Veo a Alex discutir con uno de los ejecutivos y Robin se acerca para acompañarme a que me quiten los equipos del cuerpo.

—Lexie...

—No, Miranda, me conoces y sabes que no soy esa clase de persona. Incluso para trabajar hay que tener límites que no empañen tu esencia, lamento informarte que has traspasado esos límites. La Miranda que yo conocía jamás se habría atrevido a cuestionarme semejante estupidez.

Me ofrece una sonrisa de disculpa y palmeo su hombro antes de girar para ir al lado de mi manager que ya me espera ofreciéndome su brazo. Caminamos uno junto al otro y abandonamos el set para bajar al estacionamiento.

—Lamento eso.

—Lo sé, yo igual. Se suponía que hablaríamos sobre la película, el tema de Ada ya no deberían tocarlo.

—Es inevitable, saliste como leona en su defensa y es un tema reciente, ellos no desaprovechan la oportunidad. Pero de ahora en adelante seré más claro estipulando las condiciones de la entrevista, pierde cuidado.

—Vale, gracias. Mientras más rápido muera el escándalo, será mejor para ella. Ya está cargando con mucho como para sumarle más a su tensión.

Alex asiente y Batman abre la puerta para mí. Esta fue mi última entrevista hoy, tenía una sesión de fotos, pero debido al incidente de Thomas la pospusieron para otro día. Mi cuerpo está en medio de una silenciosa celebración porque tendremos el día libre. En mi mente planeo el resto de mi tarde y disfruto cada segundo del trayecto a mi departamento.

Le hago saber a mi manager que quiero estar sola, lo que no termina de convencerlo.

—Quiero ver una película y descansar, Alex —formo un puchero con mis labios—. No puedo irme de parranda porque mañana hay eventos a los que asistir así que pierde cuidado; no haré ninguna tontería, soy responsable.

Asiente.

—Me llamas si necesitas algo. Batman y Robin estarán aquí toda la noche.

Sonrío divertida, los está llamando como el par de superhéroes.

—Joder —ríe—, ya me pegaste tu manía.

Le envío besitos, pero termino siendo rodeada por sus brazos que me retienen contra su pecho. Planta un beso en mi coronilla y me deja ir.

Camino hasta el ascensor y tarareo una melodía inexistente mientras me dirijo hacia mi departamento. Ignoro el desorden porque estoy exhausta, hago ojos ciegos a las cosas que se encuentran fuera de lugar y enfoco mi mirada en la cocina que me pide a gritos que la visite. Sin embargo, tardo en ir debido a la ropa que estoy vistiendo. Sin tardar mucho, me quito los tacones y el vestido para optar por unos shorts y un hoodie que me permita moverme en comodidad alrededor de mi hogar.

No soy chef profesional, pero me defiendo lo suficiente como para alimentarme y dejarme satisfecha. Una vez vestida, frio papas y unto el pollo de harina antes de freírlo también. Enciendo el reproductor de música y pongo un poco de reggaetón para que me acompañe mientras cocino. No entiendo nada de la letra, salvo por algunas expresiones en inglés que los cantantes dejan ir en algunas estrofas; sin embargo, el ritmo es divino y no soy quien para despreciar buena música solo porque soy una perezosa a la que nunca le entró al español.

You know, masivooooooooo —meneo las caderas y bajo al ritmo de la canción que me tiene bailando alrededor de mi cocina.

Canturreo sin dejar de bailar mientras saco las papas del aceite y las pongo en una canastilla que escurre la grasa. Cuando voy por el pollo, una llamada entrante arruina el ritmo que estaba bailando, desisto de mi tarea para ir a contestar al impertinente que ha apagado la diversión.

El nombre que ilumina mi pantalla es la clase de incentivo para que todo lo que te rodea desaparezca y no en el mejor sentido. No he hablado con mamá en meses, su voz es dinamita pura para los recuerdos más desagradables que albergan en mi memoria. Incluso así, no dudo en responder, porque Catalina no tiene más mi amor, pero algo de respeto ha quedado ahí por el simple hecho de haberme traído al mundo.

—Catal...

—Alexandra —me interrumpe.

Mi lengua, que aprendió a soltarse en los últimos años, vuelve a entumirse y mi cerebro, que daba órdenes que mi cuerpo no desobedecía, se ve nublado por las reacciones de mi organismo.

»Esa entrevista fue un fiasco, sigues quedando como una patética que vive en la sombra de la asesina que es Adara Harmony. ¿Qué van a pensar mis conocidos? Pareciera que lo haces a propósito para seguir avergonzándome.

¡Adara no es una asesina! ¡Y me importa un carajo lo que sus conocidos piensen!

—Mam...

—Cállate, estoy hablando —vuelve a interrumpirme—. No te apoyo y aún creo que apestas en esto, hay pruebas que me respaldan, Alexandra. No es tarde, puedes encaminarte y ser exitosa. Serías incluso mejor que esa Adara, dejarías de recibir sus sobras.

—Basta —musito.

Las lágrimas se acumulan en mis ojos y detesto con todo mi ser que ella tenga ese poder sobre mí. Odio que sus palabras calen tan profundo.

—Tus papeles son insignificantes a comparación de los suyos, ella va por todo y tú te quedas. Te limitas al área segura, esas comedias baratas que pierden relevancia tras un par de meses en cartelera; romances insulsos que no dejan una huella en la historia del cine. Estoy harta de cargan con el peso de tu fracaso, Alexandra. Mis amigos preguntan por ti y no sé qué carajos decirles.

—Soy feliz, mamá... —le ordeno a mi cerebro que me haga alzar la voz, pero mis cuerdas vocales también le temen a la sola presencia telefónica de mi progenitora.

—¡Y encima lo que hiciste en esa entrevista! ¡Limitaste tus oportunidades por ella!

Daga tras daga, juro que percibo como cada palabra que su lengua pronuncia rebana mi autoestima, mi seguridad y empuja ese muro que me he esforzado en construir.

¡Adara es mi amiga! ¡Soy talentosa y estoy contenta con los papeles que he conseguido!

—Sabes que no debes usar vestidos tan pegados, Alexandra, estás toda escuálida, esfuérzate un poco en tu imagen y come más. Si continuarás siendo una vergüenza para la familia será mejor que te quites el apellido así podemos desligarnos de ti, de una vez por todas.

Cuelga y el pitido me informa que me he quedado con las palabras en la boca. Todo lo que pude haber dicho empieza a circular en mi mente y tapo mis oídos queriendo callar el alud de autocríticas que vienen con su voz.

No me gusta llorar por ella, pero esta vez soy incapaz de detenerme. Mi madre me detesta y me lo hace saber siempre que puede. Ni siquiera soy consciente del olor a quemado hasta que el humo se hace presente. Apago las hornillas y me largo a mi habitación, mi buen humor se ha esfumado.

Catalina sabe dónde golpear y esta vez ha ido por todo, incluso con mi apariencia física. Lo hace desde que soy pequeña, esa estúpida costumbre de decirme que coma cuando sabe que me resulta difícil engordar. No tengo un culo de infarto y mis curvas son minúsculas, pero estoy saludable y había intentado interiorizar que aquello era lo que importaba.

Sus palabras siguen repitiéndose, acompañando el llanto que hiere mi garganta y quiebra algo dentro de mí. De talento no carezco, es solo que no había sentido la necesidad de aventurarme a nuevos géneros, me siento cómoda en el romance y la comedia, disfruto interpretando a chicas enamoradas que suspiran y ríen como si su mundo fuese perfecto; eso no me resta profesionalismo.

Sin embargo, a pesar de tengo muchas cosas claras, lo que ha dicho me hace dudar y ese ligero titubeo impide que mis lágrimas dejen de caer. Las horas que transcurren desde su llamada son las peores de mi semana, mi estómago se queja por el hambre, pero el dolor en mi pecho me impide levantarme para cocinar algo. Me siento hecha mierda y la sensación no es agradable, mis labios temblorosos quieren actuar para calmar las sacudidas de mi cuerpo, pero nada sale. Las palabras de aliento que mi mente ordena decir se pierden en el camino, pues nunca las oigo.

No es tan difícil amarme, mamá.

Espero que no lo sea. 

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