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CAPÍTULO 29

Cuando te vi, tuve un buen presentimiento de esos que llegan una vez en la vida. Quiero tenerte aunque sea solo un momento y, si me dejas, tal vez todos los días - Morat

2 de julio, 2022

He estado un poquito loca en los últimos días. Mañana es el cumpleaños de Finn y su regalo acaba de llegar, pedí el otro ayer y pagué su boleto a Italia; también me encargué de solicitar los permisos necesarios para que tenga esos días libres. Taylor fue buen amigo y decidió cubrirlo durante los días que estará con su familia, solicité tres, tampoco podía abusar del buen humor de Nick.

Le agradezco a Batman que lo trajo cuando le envíe el mensaje avisándole que no había moros en la costa. Finn se ha estado quedando aquí y no había modo de esconder la jodida guitarra sin que él lo notara. Ahora está durmiendo, me levanté lo más sigilosamente posible para no despertarlo y me moví rápido a abrir la puerta.

Camino en puntitas y me meto a la habitación de Adara para dejar ahí el regalo que no debe ver hasta mañana, por precaución lo meto en su closet.

Suspiro satisfecha viendo como el bonito paquete reposa sobre un puf rojo, a salvo.

—¿Lex?

El alma abandona mi cuerpo y retrocedo cerrando las puertas del pequeño cuarto que alberga mi sorpresa. Le sonrío a Finn que me observa adormilado desde el umbral de la habitación.

—¡Hola! —respondo con más entusiasmo del necesario.

—¿Qué haces aquí? —pregunta antes de bostezar—. Ayer me pediste que no saliera a entrenar hoy para que durmamos hasta tarde, son las seis y media de la mañana.

Piensa rápido.

—Ada me llamó —miento.

Entrecierra los ojos.

—¿A las seis de la mañana? No sabes mentir, Lex.

Me cruzo de brazos.

—Sé hacerlo, pero tú eres un polígrafo andante —me quejo—. Quería ver una blusa suya, ofreció prestármela y quería ver si me quedaba.

—¿A esta hora?

—¡Finn! —le doy un empujoncito y elijo otro camino para distraerlo—. Deja de hacer preguntas y hazle caso a tus instintos mañaneros.

—Mi instinto mañanero quiere saber el chisme, Lex.

—Joder —me froto contra su erección matutina—. A este instinto me refería.

Sus manos van a parar a mi cintura de inmediato.

—Mala mentirosa, pero buena provocando —ríe y se inclina para alzarme, mis piernas lo rodean—. Vámonos, señorita.

Beso su cuello, mordisqueo su oreja mientras él cierra la puerta de mi escondite y nos devuelve a mi habitación donde grito y gimo sin que me detenga, una ventaja de las paredes insonorizadas. Descubro que me encanta provocar a Finn dándole la contra en cositas sencillas, sus ojos se encienden y obtengo premios extras que me hacen delirar. En la cama adopta ese rol dominante que no admite contrarias y que me prende demasiado; más cuando me esfuerzo en desobedecer para que use un poco más de fuerza en los embates, para que me bese con más rudeza... en fin, disfruto de cada faceta suya, me familiarizo con ellas y caigo un poquito más por él con cada lado que voy conociendo.

3 de julio, 2022

El molesto sonido de un teléfono me zumba en el oído. Me remuevo entre las sábanas, buscando a ciegas el aparato que no deja de sonar. Doy con él en la mesita de noche y contesto.

—¿Te has tragado un oso perezoso? Haz el favor de salir a abrir la puerta —me hablan.

—¿Hola? —indago, este es el teléfono de Finn.

Abro los ojos para ver el nombre, es su hermana.

—¿Lexie?

—¿Soy yo? —bostezo sin poder contenerlo.

—¡Lexie! Este idiota no me pone al tanto de nada —le habla a alguien más en italiano, o español.

—Está duchándose —le informo, ya más despierta, notando el sonido de la ducha—. ¿Estás aquí?

—Aquí en Nueva York, sí. Pero estoy en el departamento de Finn, pensé que lo encontraría arrastrándose por el suelo. Vine con Minnie.

Escucho a la aludida quejarse, pero no comprendo lo que dice, al final saluda con un "hola" menos efusivo que el de su hermana. Cristina tiene una forma peculiar de hablar, me encanta. Sonrío.

—Esperen ahí, enviaré un auto por ustedes.

—¡Muchas gracias! ¿Podrías, por favor, no decirle a mi hermano que llegaremos? Estaría lindo que fuese sorpresa.

—Vale, soy una tumba, ya mismo les envío el vehículo, anota la placa —le dicto el número de placa del auto que está abajo y le cuelgo para llamar a Robin.

Le pido que vaya a recogerlas y me encargo de borrar la llamada del teléfono de Finn que sale unos minutos después. Sale secándose el cabello y babeo un poco viendo como las gotitas de agua se pierden bajo la toalla. Hay un par de marcas en sus pectorales... me declaro culpable. Está distraído, lo suficiente como para abrir mucho los ojos cuando me encuentra despierta.

—¿Te desperté?

Niego y extiendo mis brazos pidiéndole que venga, no se hace de rogar, pero me mira coqueto antes de soltarse la toalla. Espero inquieta la vista, pero formo un puchero cuando descubro que ya trae puesto el bóxer. Se carcajea y salta a la cama cayendo sobre mí.

—Me rompo, ayuda —me quejo removiéndome debajo.

—Ya, exagerada —se ríe—. Exagerada y sucia, ¿qué querías ver?

Resoplo. Pero acabo riendo también cuando empieza a dejar besos húmedos por mi cuello. Mete las manos por debajo de mi pijama, que no es que esconda mucho, y toquetea mi cuerpo. Mis hormonas se disparan cuando estimula mis pezones y calculo rápido que sí nos alcanza el tiempo para un mañanero. Mis piernas lo acunan y mis dedos se deslizan por su abdomen hasta llegar a la cinturilla del bóxer. Está despierto, cómo muy despierto.

—Ah, pero yo soy la sucia —me río bajando la prenda.

—Puedo comprobar que estamos empatados en ese aspecto.

—Ah, ¿sí?

Baja mis shorts junto con las bragas, alzo las caderas para facilitarle la tarea. Sé que voy a perder, porque conozco mi cuerpo y ya hay humedad en mis partes bajas. Gimo cuando desliza los dedos por ahí.

—Sí —susurra en mi oído antes de morder el lóbulo.

Me retuerzo mientras él juguetea en mi centro con los dedos, cual niño ocioso, va dejando mordiscos a lo largo de mi cuello, de mi barbilla, baja por mis pechos... Lo último que sé, es que acabamos sudados, con el cuarto echo un desastre otra vez. A este paso, voy a tener que comprar más sábanas.

Han de quedarnos unos cinco o diez minutos cuanto mucho antes de que lleguen sus hermanas, y no, por supuesto que no quiero que me vean así. Así que elijo ducharme primero, rechazando su oferta de hacerlo juntos. Salgo y le doy un beso cortito antes de empujarlo a la ducha para que se apresure.

Me visto con ropa cómoda, pero presentable. Ordeno la habitación y salgo a abrir cuando me llega el mensaje de Robin informándome que ya vienen subiendo.

Del ascensor salen dos chicas, una más alta que la otra, reconozco a Cristina, es la alta que viste colores vivaces, la más pequeña ha de ser Minerva; tiene un estilo más sobrio y su cabello corto le enmarca divino el rostro. Ambas son guapas, está en los genes de seguro. Cris agita la mano en cuanto me ve y corre para abrazarme, la rodeo con fuerza también. Me da un beso en cada mejilla y le pide a su hermana que salude. Ella es menos efusiva, pero resulta buena abrazando.

—Joder, Cris, cierra el pico. Lo vas a alertar y se supone que es una sorpresa —la regaña.

Agradezco que hablen en inglés.

—Está bien, cómo digas —susurra Cristina.

Entran y les pido que se pongan cómodas en el sofá. Me preguntan en dónde está su hermano y me sonrojo cuando les informo que está duchándose.

—¿Todavía? —Cristina frunce el ceño, pero no tarda en notar algo más—. Oh.

Se ríe y me guiña un ojo, Minerva le mete un codazo.

Tienen una dinámica de hermanas súper peculiar, ya veo a qué se refería Finn. Literalmente son polos opuestos.

Giro rápido cuando la puerta de mi habitación se abre ¡Joder! Abro los ojos alertada y camino hacia Finn que viene solo en bóxer.

—¿Qué? —se queja—. Pensé que te gustaba así.

—Ya, pero ponte algo más, alguien podría venir.

—¿Invitaste a Lois?

Qué hombrecito, joder.

—Que no, pero no sé, quien sabe y viene visita —lo empujo de regreso a la habitación.

—¿No quieres otro round?

—¡Finn! —no creo que pueda sonrojarme más.

Se gira y hace amago de tomarme en brazos.

» ¡Hablo en serio!

Entrecierra los ojos hacia mí. Ahora me toca mentir y ser atrapada.

—¿Qué escondes?

Formo un puchero.

—¿Por qué asumes que escondo algo?

—Porque te conozco, parpadeas mucho cuando mientes —se encoge de hombros.

—Vale, vale, polígrafo andante —lo giro y le doy un último empujón hacia la habitación—. Vístete, prepararé algo para comer.

Recojo la poca dignidad que me queda y vuelvo a la sala con sus hermanas, dibujo una sonrisa de disculpa. Esta vez hasta Minerva sonríe con complicidad. Excelente primera impresión. La puerta vuelve a abrirse tras unos minutos, esta vez si viene vestido.

Frunce los labios en un piquito y no puedo evitar derretirme, abro los brazos para recibirlo y le concedo el beso corto.

—Feliz cumpleaños, italiano —susurro contra su boca antes de girarlo en dirección a sus hermanas.

—¡Sorpresa!

Finn parpadea dos, tres hasta cuatro veces seguidas antes de sonreír ampliamente. Las dos corren hacia él y veo como se sumen en un abrazo cargado de cariño. Le llenan la cara de besos y Cris se mantiene más rato colgada del cuello de su hermano, Finn las apretuja a ambas antes de dejar besos sobre sus coronillas. Yo los miro a una distancia prudente, sin poder evitar enternecerme por la escena. Es increíble lo mucho que se nota el amor entre todos, él las mira de una manera demasiado linda y ellas a él no lo sueltan del todo, mantienen de algún modo el contacto. Creo hasta lagrimeo un poquito viéndolos. Me encanta su ambiente familiar, me encanta saber que Finn ha sido amado siempre.

Finn.

Tengo una sensación extraña en el pecho, extraña pero agradable viendo a mis dos hermanitas, tan diferentes la una de la otra, pegadas a mí, sonriéndome y hasta las muecas raras de Minnie consigo disfrutarlas.

—Debiste decirme que habías arreglado todo con Lexie —me regaña Cristina en italiano.

Imagino que no usa en inglés para que Lexie no se entere de nada.

—No seas metida —la regaña Minerva en el mismo idioma.

Volteo a ver a la aludida que nos observa algo perdida, no me agrada verla así; extiendo mi mano hacia ella que no duda en tomarla, la jalo a mi costado.

—Cris quiere saber por qué no le dije que habíamos solucionado todo —le traduzco—. Minerva le ha dicho que no se meta.

Minnie sonríe inocente.

—¿Y por qué no se lo dijiste? —pregunta Lexie.

Me encojo de hombros.

—Se me pasó —sonrío.

Cristina se cruza de brazos.

—Yo no pregunté porque pensé que seguías mal, no quería empeorar las cosas —alega y ahora sí que metió la pata.

Lexie me mira con una interrogante clara. Me alejo un poco de mis hermanas para poder responderle. Ni Cris ni Minerva intervienen, se quedan quietas donde están.

—Te dije que no eras fácil de superar, Lex —explico—. Sí, la pasé mal, pero aprendí a convivir con eso. Que no te atormente, ¿vale?

Se inclina a besar mi mejilla.

—Gracias por decírmelo —me regala una sonrisa chiquita—. Ve a disfrutar de tus hermanas.

—Vamos —la corrijo. No planeo excluirla.

Cristina termina por llevarla a su lado y se esfuerza en hacerla sentir cómoda. Minerva se ofrece a cocinar, es la más afín a la cocina de los cuatro. Lexie insiste en ayudarla, pero Minnie le asegura que está bien.

—Tranquila —le sonríe amigable—. Tú chismea con Cris, yo haré de las mías aquí. Me encanta cocinar, no te preocupes.

Cris rodea a Lexie y la abraza, ella parece encantada.

—¿Te he dicho que me encanta tu tono de cabello?

—Creo que no —responde Lexie.

—Vale, pues me encanta —sonríe—. Ustedes son muy lindos, a mamá también le pareció.

—¿A mamá qué? —pregunto.

Cristina sonríe y emite una risa nerviosa que hace sonreír a Lex.

—Puede que me haya ido de lengua —frunce los labios.

A mí no me molesta que lo sepa, pero conozco a mi mamá, querrá hablar con ella, acercarse y no sé si eso sea demasiado para Lexie. No quiero empujar demasiado sus límites. Mi teléfono suena, es mamá.

Su rostro resplandeciente aparece frente a mí y le sonrío cuando empieza a entonar el cumpleaños feliz en italiano, está junto a papá, Enzo y la nonna.

—Feliz cumpleaños, mi vida —mamá me envía besos que recibo gustoso—. Lamentamos no haber ido, espero que nos podamos ver pronto.

Lexie se pone de pie y sale del lugar, vuelve pronto y planta dos boletos sobre mi regazo; sin aparecer en cámara. Tardo un par de minutos en comprender en qué consisten y la miro; ella me sonríe feliz.

—¿Qué es? —pregunta mamá—. ¿Ya estás con tus hermanas y con Lexie?

—Sí —respondo, aún atontado por el regalo, y le entrego el teléfono a mi hermana que se pone a conversar con mamá. Lexie mantiene su sonrisa y me guiña un ojo—. Lex, ¿en serio?

—No te me pongas tontito —me da un beso corto cuando me siento frente a ella—. Por supuesto que es en serio. Pensé que querrías verlos, no sabía que Cris vendría con Minerva. Ya tienes el permiso para esa fecha, descuida.

—Lex...

—Aún te quedan más regalos, así que guárdatelo —me sonríe.

La atraigo a mi pecho porque la verdad es que no quiero más regalos, con este basta y sobra. Beso su frente y ella se acurruca contra mí. Hay algo maravilloso en ver a la persona que quieres rodeada de tu familia, Lexie se ve cómoda junto a mis hermanas y no reacciona mal cuando Cristina la enfoca para que mamá la vea. Yo sí que me alarmo, porque, como mencioné anteriormente, no quiero presionar sus límites.

—Cris —advierto y ella quita el teléfono para seguir hablando con mamá.

Lexie toma mi rostro y lo gira hacia ella.

—Estoy bien —me asegura—. Créeme que si tuviera una mamá así de genial también le hablaría de ti. Es tu día, disfrútalo, ¿vale?

—Cristina es un poquito intensa —le digo.

—Me agrada —acaricia mi mejilla.

—Minerva es seria y un poco sarcástica, no te tomes a mal ninguno de sus comentarios.

—Finn —me sonríe—. Tus dos hermanas son fantásticas, con cada peculiaridad, desprenden una energía bonita y eso me hace sentir cómoda. No intentes protegerme de esto, estoy disfrutándolo, deberías hacerlo también.

Asiento, esta vez beso su palma.

» Puedo hablar con ella si gustas, Cristina ya dejó en claro que le ha hablado de mí.

Acabo riendo.

—El chisme está en las venas.

—Nos entenderemos de maravilla, entonces —sonríe.

Le pido el teléfono a mi hermana y mamá se acerca mucho a la cámara cuando enfoco a Lexie que le sonríe de una manera que hace a mi corazón acelerarse. Sé reconocer cada una de sus sonrisas, ya me he familiarizado con ellas y esta es una de esas reales, sinceras.

—¿Me traduces? —pregunta.

—Oh, no, cariño, descuida, sé hablar inglés —le asegura mamá—. Cristina no mintió, de verdad lucen felices juntos.

Lexie se sonroja.

—Gracias, su hijo es muy especial, señora.

Escucho la risa de mi hermano y mamá voltea para mirarlo mal.

—Daniela, Lexie, llámame Daniela —le aclara mamá con ese brillito curioso en la mirada—. Este es Enzo, mi otro hijo, no le hagas mucho caso, le encanta molestar a su hermano.

—Espero poder conocerlos pronto —alega Lexie—. Estamos pasándola muy bien junto a Minnie y Cristina.

—Le dijo Minnie a Minerva, ya es de la familia —añade Enzo en italiano.

Lexie voltea a verme.

—Sucede que a Minerva no le agrada mucho que le digamos Minnie, solo lo hacemos nosotros y lo tolera.

—¡Estoy perfecta con que Lex me llame así! —grita desde la cocina—. ¡Ustedes son unos pesados, pero ella me cae bien!

—Ahí se ve —vuelve a añadir Enzo, esta vez en inglés.

Lexie se mantiene sonriente, divertida con la escena. Mamá se despide tras unos minutos en los cuales no desaprovecha para invitar a Lexie a Italia, ella le indica que quizá lo haga pronto, pero que no promete nada. Cuando la llamada finaliza, Cristina se retira a la cocina, se va a molestar a Minerva.

—Me encanta tu familia —señala Lexie a mi lado.

—Tú les encantas a ellos —sonrío.

Se recuesta contra mi pecho, está callada por un rato, ha de estar pensando algo, pero no parece ser nada malo, así que la dejo divagar en su mente. Desde que empezó la terapia, luce más tranquila. A veces la atrapo mirándose en el espejo y leyendo la frase que pego encima, ya no es tan común captarla criticándose, ahora parece intentar aceptar las partes que no son de su agrado. Aquí carezco de poder, no puedo hacer que ame cada centímetro de su cuerpo como lo hago yo, porque para mí es hermosa, lo es por completo; joder, me pasaría la vida memorizando cada poro de su piel, cada lunar de su torso... pero eso no importa si ella no se desea con el mismo ímpetu. Me limito a decirle lo que pienso de manera sincera, a tratar de que se sienta cómoda en su piel, a abrazarla cuando las inseguridades la acorralan, porque esos son los altibajos: los días en los que no consigue hacerle caso a la frase.

—¿Te apetece tocar algo? —pregunta.

—A ti —sonrío coqueto haciéndola resoplar.

—Ya me tocas todos los días —señala, con esa sonrisa escondiéndose en su mueca despreocupada—. Hablaba de música.

—No tengo ningún instrumento aquí —le recuerdo.

Se pone de pie y extiende su mano hacia mí. La tomo sin dudar, le avisa a mis hermanas que volveremos pronto y me lleva con ella a la habitación de Adara, me pide que la espere y no tarda en salir con un paquete que, ciertamente, tiene forma de guitarra.

—Feliz cumple —me sonríe antes de entregármelo.

—Te estás pasando con los regalos —tomo la guitarra y la atraigo a mi costado—. Gracias, Lex.

—Pero ábrelo —insiste.

Tengo que soltarla para hacerlo, eso no la molesta, se planta frente a mí, expectante. Yo rasgo el papel que la cubre y quizá abro mucho los ojos cuando noto las firmas en el cuerpo del instrumento. Son cuatro firmas y un "Morat" decorando el centro. Lexie me ha conseguido una guitarra autografiada por los miembros de mi banda favorita. Miro a la chica que aguarda sonriente. Dejo mi regalo sobre la cama y atraigo a Lexie para besarla, porque me apetece muchísimo hacerlo cuando sonríe así. Ríe contra mis labios y yo la saboreo lento, tomándome el tiempo de recorrer su boca, de satisfacernos con meras caricias llenas de sentimientos. Una de sus manos siempre se pega a mi pecho, robándose mis latidos acelerados por ella. Me aparto cuando el aire empieza a limitarse y me encuentro con sus ojos brillosos, con la curva aún presente bajo su nariz respingona.

—Gracias.

—Me lo agradeces en el concierto —sonríe coqueta.

—¿Qué? —estoy atontado por el beso aún.

—Se agotaron las entradas para Norteamérica, además solo quedaba una fecha en Miami y fue la semana pasada. Conseguí entradas para México —me indica—. También tengo tus permisos para esas fechas.

—Lex...

—Imaginé que no pudiste ir por todo lo que sucedió con Ada.

Es cierto, había planeado ir, incluso la fecha en Nueva York coincidía con la semana que tenía libre; pero sucedió lo de Adara, no podía ir a un concierto cuando mi jefa, a la cual le tengo cariño, estaba secuestrada. No estaba bien, la preocupación no me habría dejado disfrutar tampoco, así que me conformé con no verlos.

» Ah, pero iremos juntos, porque ya me gustan también —aclara.

Le beso la nariz.

—No habría pensado en ir con alguien que no fueras tú —le sonrío.

Sonríe satisfecha. Y me señala la guitarra, pidiéndome que toque algo. Es una guitarra firmada por Morat, lo correcto es que toque una de sus canciones. Inicio con los acordes que me sé de memoria, Lexie la reconoce y, aunque no entiende lo que digo, sé que se ha leído la traducción así que sabe lo que quiero decirle.

Voy a leerte siempre muy lentamente, quiero entenderte —me inclino para rozar nuestras narices, ella me mira emocionada.

Me muevo a su alrededor sin dejar de cantarle, sintiendo cada palabra que sale de mi boca y grabándome las bonitas facciones de su rostro cuando menea la cabeza al ritmo de la canción. Sus ojos se enlagunan un poquito y me enorgullezco cuando no parpadea para eliminar las lágrimas, sino que las deja caer, libres.

Termino y ella me abraza de inmediato, apartándose solo para darme un beso cortito. Ambos volteamos cuando un suspiro sonoro llama nuestra atención. Son mis dos hermanas, con los ojos enlagunados. Yo río, Lexie acaba haciéndolo también. Al menos se pusieron de acuerdo en algo.

—Veníamos a avisarles que el desayuno está listo —habla Minnie, limpiándose los pómulos—. De verdad son muy lindos, joder.

—Te dije —le dice Cristina—. Los amo a ambos. Vengan, un abrazo de tres.

—De cuatro —la corrige Minerva.

—Vale, vale, que se una la pesada.

Vienen juntas hacia nosotros y nos fundimos en un abrazo que nos hace reír por lo desastroso que es. Beso las tres coronillas que están bajo mi barbilla.

Nos reunimos en la cocina para comer la delicia que ha preparado mi hermanita menor, Lexie le halaga la buena sazón y Minnie infla el pecho con orgullo, su ego siempre se ha alimentado de las adulaciones por su comida. El almuerzo lo preparan Cris y Lexie que comparten el gusto por la música latina, cocinan juntas y puedo escuchar las risas hasta la sala, donde me obligaron a quedarme junto a Minerva.

—Ya dilo —señalo cuando noto que me ha estado mirando desde hace un buen rato.

—Ella me cae bien —se encoge de hombros—. Es transparente y tiene un aura bonita. Se ven bien juntos y no hablo del físico, sino de la energía que comparten.

La miro, ella me mira a mí; y la entiendo. Cristina siempre me apoyó cuando estuve con Carla, Minerva no lo hizo tanto; sin embargo, no me decía nada. Solo que se tensaba cada que Carla aparecía por casa y dejaba caer frases como: "se siente una energía pesada". Nunca le hice mucho caso, pero ahora eso tiene sentido. Mi hermanita tiene un sexto sentido algo extraño, pero imagino, y espero, que efectivo.

El almuerzo transcurre más tranquilo, pero tras eso, y tras lavar los platos. Lexie nos da algo de espacio excusándose con que tiene que hacer las maletas para su viaje a Los Ángeles, saldrá mañana por la mañana.

Mis hermanas se quedan conmigo hasta la noche, cuando se despiden de mí para ir al hotel que ya habían reservado con anticipación; prometen llamarme mañana y abrazan fuerte a Lexie deseándole un buen viaje antes de salir.

—Buenas noches —se despide la castaña a mi lado.

Ellas le hacen adiós con la mano. Miro a Lex cuando las puertas del ascensor se cierran y quedamos solos.

—Fue un cumpleaños maravilloso, gracias.

Se gira hacia mí y rodea mi cuello con sus brazos.

—Comparto crédito —sonríe—. Pero te queda aún un regalo.

—¿Otro más?

Asiente coqueta, la alzo y Lexie rodea mi cintura con sus largas piernas. Cerramos la puerta. Le pido pistas mientras ella se concentra en mordisquear la piel de mi cuello, endureciéndome con cada pellizco, con la sensación caliente de su aliento contra mí. Se remueve, imagino que buscando complacerse también.

Me señala el último regalo cuando llegamos a la habitación y me encargo de hacernos disfrutar con el jodido anillo vibrador que mejora cada sensación, que incrementa los sonidos que su carnosa boca deja salir, que la ponen más caótica, más descarada y coqueta. Mi corazón se empapa del brillo que sus ojos destilan, de la manera en cómo susurra mi nombre... y yo memorizo todo, asegurándome de no olvidar cada lunar que voy descubriendo, que me encargo de besar y mordisquear. 

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Feliz cumpleaños a Finn y a mi Aiz que también cumple añitos hoy <3 Felices 19, bebé. 

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