CAPÍTULO 25
There are times my world is crumbling and the rain is crashing down but everywhere you are the sun comes out - Dove Cameron
Mi teléfono es el objeto más interesante que he visto en la vida, al menos eso debe parecer para quien me vea caminando con la vista pegada al mismo. Me muevo entre camerinos, salones de vestuario, el mismo set. Llego a la zona de tráileres, el mío está junto al de Adara, la chica con la cual comparto protagónico en esta serie, es una rubia guapa de ojos verdes y con un algo que ha hecho que me agradara de inmediato, a pesar de que no parece muy satisfecha con algunas cosas, espero no estar incluida, aunque no habría motivos para sospecharlo, es muy amable con todos, demasiado, diría yo.
Cuando estoy por entrar a mi tráiler escucho música viniendo del costado, soy chismosa y cambio mi destino para ir a tocar la puerta de la rubia. Después de todo no tengo nada más que hacer, además de lamentarme por haber visto la foto de quien me gusta en una fiesta con modelos guapísimas que poseen las curvas que yo no tengo.
—¡Pasa! —grita desde dentro.
Obedezco y empujo, me encuentro con Adara Harmony saltando de un lado a otro con Strip de Little Mix sonando al fondo. Está despeinada y creo que en estas semanas de ensayo y rodaje no la había visto tan desaliñada. Se mueve meneando las caderas.
—¡Anda, ven, baila! —extiende su mano hacia mí.
Creo que está un poquitín ebria. Yo no suelo rechazar invitaciones para bailar, pero estoy algo triste, no me apetece del todo.
»¿Sabías que algunas penas pueden sacudirse bailando? Esta canción es buenísima, Lexie, ¿le has prestado atención a la letra? —su voz se oye agitada debido a que no deja de brincar mientras las pronuncia—. ¡Venga, Lex!
Acabo cediendo y tomando la mano que no ha dejado de ofrecerme, empiezo a saltar, a inundarme con la melodía y la letra que no deja de repetirse. Incluso la sé, pero nunca me había percatado del significado. Salto junto a ella, meneo lo poco que poseo, ella ríe, yo lo hago también. La canción se repite otra vez y otra, las suficientes para que, cuando termine, tenga una sonrisa plantada en el rostro. Ada alega que está cansada y se deja caer sobre su cama, palmea a su lado ofreciéndome el espacio.
—Eso estuvo increíble —ríe.
—Estoy de acuerdo.
No dejo de sonreír, olvido por ese rato el motivo de mi desgano anterior y creo que quiero a Adara Harmony, la quiero por aplacar un poquito esa inseguridad con un meneo de caderas y unas sonrisas amigables.
28 de mayo, 2022
Vale, ¿recuerdan la valentía de hace dos días? Se ha esfumado.
Alex llegó media hora después y no tardé en decirle que iría a terapia, él tampoco se hizo lío al momento de separar la cita para hoy. Todo está establecido, estoy sentada en este sofá desde hace más de media hora y ni siquiera por gentileza me he atrevido a decir palabra alguna.
Me estoy limitando a ver a Lila, mi psicóloga, la que elegí debido a la comprensión que destila su mirada. He podido comprobarlo, porque no me está apurando, está sentada frente a mí, esperando a que diga algo, lo que sea.
Es un salón espacioso, con tonalidades cafés decorando las paredes, me recuerdan un poco a mi habitación.
—¿Te gusta? —indaga.
Yo asiento, me he limitado a esa acción desde que ingresé.
—Estos tonos suelen darme calma, ¿sabes? Por eso los elegí.
—Son cálidos —digo al fin.
Ella sonríe satisfecha.
—Lo son, sí —añade—. ¿Qué tal ha estado tu día, Lexie?
Mi día. Los nervios me han estado carcomiendo desde que desperté, pero de algún modo he conseguido llegar hasta aquí. He intentado pensar en mi porqué, incluso me he planteado escribirlo en algún lado que me permita recordarlo, porque no quiero olvidar lo que descubrí en Chicago, no quiero perderlo.
—Bien —respondo.
—Vale, me alegro —vuelve a sonreír y le da un sorbo al té que preparó hace unos minutos, también tengo una taza entre mis manos, me mantienen abrigada e impiden que lleve mi pulgar a mi boca—. ¿Hay algo de que lo que quieras hablarme?
Bajo la mirada al té que se mueve ligeramente por el temblor de mi pierna.
»¿Por qué estás aquí, Lex? ¿Puedo llamarte así?
Asiento. Mi porqué, está pidiendo mi porqué.
—Porque... —la miro, ella mantiene el gesto sereno y atento—. Porque... porque quiero encontrarme.
—Esa es una muy buena motivación y es un avance gigantesco el que hayas encontrado algo que te empuje a seguir aquí. Te felicito por eso.
Murmuro un «gracias».
»Entiendo que no quieras decir mucho ahora, no te preocupes, tenemos tiempo para que puedas soltar eso que estás guardando. Nos acabamos de conocer, quizá aún no te sientes en confianza —sonríe amable—. Puedes intentar hacerlo con alguien de confianza, así te será más fácil ordenar tus ideas para que puedas comentármelas en la próxima sesión.
Asiento. Me despido de ella y me acompaña hasta la puerta donde me espera Alex. Él le dice que la llamará para programar la siguiente sesión, Lila le hace un gesto afirmativo con la cabeza y por último nos sonríe.
Me aferro al brazo de Alex en el camino que nos conduce al auto, él acaricia mi mano en el trayecto de regreso a casa. No pregunta, soy yo quien le dice que no ha funcionado.
—Ya, cariño —me abraza cuando nota que estoy a nada de romper a llorar—. Está bien, habrá otra cita, quizá puedas hablarle ahí o programaremos otra más si es que no. No hay prisa, Lexie.
Rodeo su torso y me quedo quieta ahí, dejando que su aura familiar me envuelva.
Cuando llegamos al estacionamiento, él me suelta un poco para que pueda bajar y estando ahí es que mis ojos van por inercia al punto del cual percibo calidez, una calidez distinta a la que Alex puede otorgarme. Finn me mira con una intensidad que me abraza por completo y ya no siento frio. Lo veo borroso, es por las lágrimas y noto como se debate internamente, por eso avanzo en sentido contrario, no quiero que la siga pasando mal por culpa mía.
—¡Lexie! —aprieto el agarre en el brazo de Alex, pero detengo mis pasos.
—Ve, ya te alcanzo —le susurro a mi manager, me pregunta si estoy segura, yo asiento.
Giro despacio, dándole tiempo a mi corazón para que se acostumbre a su aroma, a su energía, sin que colapse por ello. Alzo la mirada para poder verlo a los ojos cuando lo tengo frente a mí. Estoy usando maquillaje, pero él parece tener un súper poder que le permite ver a través de la base, del corrector porque noto como se enfoca en mis ojeras cubiertas.
—¿Cómo estás? —me aferro a mí misma cuando siento que las piernas me fallan, cuando mi barbilla tiembla, cuando todo de mí se vuelve débil.
Mi cuerpo se ha acostumbrado a interpretar que estamos a salvo con Finn, que cualquier miedo puede ser expuesto, que los signos de debilidad pueden mostrarse sin pena frente a él. Y tengo que contenerme, porque él no necesita que lo utilice de ese modo.
—Encontré mi porqué —le respondo.
Sus ojos se iluminan, sus manos parecen buscarme, pero también se contiene. Joder, me gustaría enviar todo a la mierda y saltar a su regazo, me gustaría besarlo porque me muero por conocer su sabor, por descubrir si sus labios son tan suaves como los recuerdo, quiero repasar su piel con mis dedos e ir memorizando cada detalle... sin embargo, me reprimo, nos reprimimos.
—Eso es genial, Lex —me sonríe, una sonrisa nostálgica, una que no le conocía y que ahora sé que no termina de agradarme, prefiero sus sonrisas felices, las curvas coquetas, las de comprensión—. Sabes que si necesitas cualquier cosa puedes llamarme, ¿verdad?
Asiento. Lo sé, lo sé, pero consideré egoísta llamarlo cuando sé que está intentando dejar de lado sus sentimientos; ya tiene suficiente con mi egoísmo, no tiene que lidiar con más, es por esa misma razón que me abstengo de pedirle el abrazo que necesito, que anhelo.
Le digo que tengo que subir, él no refuta nada, se despide de mí con un asentimiento y volvemos a tomar caminos contrarios. Siento como el frío me invade otra vez, como dejo de sentir el calorcito que desprende. Me trago las lágrimas y frente al espejo del ascensor me ordeno mantener la compostura, no queremos preocupar a nadie ahí arriba.
Así que el resto de mi día transcurre normal, con mi máscara perenne, con mis sonrisas, que a veces son genuinas, porque algunos chistes de Ada no pueden responderse de otro modo, y otras no lo son tanto, me esfuerzo por retener lágrimas hasta que llega la noche y vuelvo a mi habitación. Ese lugar con memorias bonitas, con el constante tintineo del recordatorio de lo que pudo ser y no fue, con el girasol tejido que mantengo en mi mesita de noche; no se ha marchitado, claro que no, así como no se han marchitado mis latidos por él; no sabía que podía extrañar tanto a alguien, añorar escuchar su risa, desear ver sus ojos con brillos dorados o simplemente sentir su presencia cerca.
En la soledad del lugar dejo escapar un par de lágrimas antes de caer dormida, dos gotitas que ruegan por una oportunidad, por un último "y si".
30 de mayo, 2022
Hay cosas que no comprendo, como la maldita resistencia que tiene Adara Harmony. Hoy me animé a salir a correr con ella, yo acabé exhausta, Ada aún tiene energía para más. Hice dos sets de abdominales y di el brazo a torcer mientras que ella sigue en el gimnasio haciendo más ¡más!
El agua recorre mi cuerpo, dejo que moje mi cuello, mi espalda, mi cabeza. Esto es terapéutico, una buena ducha de agua tibia y regreso con mi amiga que continúa golpeando ese jodido saco.
No le he dado detalles de mi estadía en Chicago, pero no quiero que sepa lo mal que la pasé, es por ello que me invento una realidad paralela en la cual conseguí acostarme con un chico; incluso cuando el único en el que pienso últimamente es su guardaespaldas. Me pregunta que por qué no le pedí el número, le respondo que no repito, o no lo hacía. Añade que John le cae pésimo, yo alego que los hombres son mierda, con excepción de unos cuantos.
—¿Y Finn? —El corazón se me detiene, no esperaba eso—. El pobre babea cada vez que te ve.
Vale, Ada no es ciega, que tonta.
—Es lindo —me animo a mirarla, pero rápido desvío la mirada, no quiero que me atrape mintiendo—. Pero es muy lindo, he aprendido a desconfiar de los que son muy lindos.
Deja el saco y mis alarmas se encienden. Pi, pi, pi, pi. Todo se torna rojo, más aun cuando decide sentarse a mi lado, me observa y lo sé, sé que ella sabe que le estoy ocultando algo, me lo está gritando con los ojos; pero espera tranquila a que lo suelte. Termino haciéndolo.
—Salimos en un par de citas, ¿vale? —suelto, la miro por un par de segundos en los que noto como sus cejas se alzan un poco—. No te lo dije porque sería raro que haya salido con tu guardaespaldas.
Le resta importancia y me pregunta al respecto. No quiero hablarle de mi amistad con Finn, no me apetece hablar al respecto porque sé que va a romperme recordar eso, quizá en otra oportunidad lo haga. Así que le digo lo lindo que fue, también lo mal que acabó.
Mis mejillas se humedecen, le hablo de mamá y de cómo es que soy tan estúpida como para permitir que sus palabras aún me afecten. Me muevo hasta dónde está y dejo mi cabeza sobre su regazo, Ada acaricia mi cabello mientras yo continúo maldiciendo. Hablo de John, porque es inevitable que lo haga cuando se tocan estos temas, sería tonto pretender que no me afectó lo que hizo.
—Me hizo sentir defectuosa, como si algo en mí anduviera mal. Estaba sola, John lo sabía... solo tenía a Alex y él había viajado a pasar fiestas con Benja pensando que yo estaría con mi adorado novio. Lidié con el corazón roto por mi cuenta, sin nadie que comiera helado conmigo y repitiera las mismas canciones de desamor, me tragué el dolor y no dejé que me rompiera, pero lo hizo... en el fondo lo hizo, estas son las secuelas.
Me acurruco contra ella, porque Ada también irradia un calorcito que acaba con el frío, que al menos le da pelea y me gusta.
—¿Quieres que lo hagamos, Lex? —pregunta inclinándose a verme, imagino que se refiere al ritual post-rompimiento—, tenemos helado.
No puedo evitar sonreír y, aunque no es una sonrisa feliz, al menos es real.
Entonces se pone de pie y me lleva con ella hasta el sofá, me alcanza el bote de helado y me pide que la espere cinco minutos mientras se ducha, asiento. Ingiero un par de bocados, pero noto que no es suficiente así que voy a por algo más fuerte. Cuando sale ya he bebido lo suficiente para reír inocente en cuanto me señala con el dedo.
Elegimos la película, Ada llora conmigo cuando todo se va a la mierda en la trama, me da pañuelos y abraza mi cuerpo porque, a pesar de que ella también derrama lágrimas, soy la más afectada. Cuando termina, pedimos el almuerzo, lo ingerimos y volvemos al sofá para continuar con música. Me desgarro la garganta cantando y rio cuando Adara hace una parodia de otra canción de desamor. Aprecio demasiado que haga el ridículo solo para hacerme reír, parece satisfecha cuando me carcajeo frente a ella.
Se va a recoger una piñata, le pregunto para qué es y ella me explica que vamos a golpear la piñata e imaginar que es John. No está bien golpear a personas reales, esta es una opción saludable; al menos eso nos decimos para no sentirnos mal al respecto.
Me lleva con ella a la oficina e imprimimos fotos de John Carter, consigo unas de Catalina también. Juntas recortamos las imágenes, me sale un poco chueco, no estoy del todo sobria.
Cuando hemos pegado todo al cartón de la piñata, ella toma una escalera y se las arregla para pegarla al techo. Obtengo una buena vista del trasero envidiable de mi amiga y mis neuronas ebrias consideran que eso debe ser apreciado por el mundo, es por ello que alcanzo mi teléfono y enfoco para subirla a mi historia de Instagram. Ada baja rápido y me quita el aparato.
—¡Lexie! —me regaña.
—Pero tienes buen culo —me excuso formando un puchero—. Solo lo presumía.
—¡Se ve la piñata de fondo! —insiste y yo río divertida.
Me dejo caer en el espaldar del sofá sin soltar del todo la botella, ahora vacía, de vodka.
—Diré que celebro mi fiesta número cuatro de la ruptura con el peor ex de la historia, ellos no saben que me dejó en navidad.
Mi teléfono suena, Ada contesta, imagino que es Alex. Confirmo mis sospechas cuando mi amiga se excusa, intervengo, ella sigue hablándole por unos minutos antes de que la llamada finalice. Suspira y me mira, hay una chispa divertida en sus ojos.
—¿Lista para ser tendencia en twitter?
Asiento emocionada. Me da el mazo con el cual golpearé la piñata y pone la canción que le pido, me apetece gritar su nombre una última vez. Un golpe, dos, tres, siento como la tensión de mis hombros se aflojan. Le reprocho por haberme dejado así, sin más; por haberme quebrado. A mamá le reclamo por no haberme amado, por no ser mi mamá. Y no conozco al donador de esperma, pero mentalmente le recrimino por haberse ido, por haberme abandonado, por no elegirme. Podría sonar tonto, pero a veces pienso en cómo habría cambiado todo si él no me hubiese dejado con Catalina, si se hubiese dado la oportunidad de quererme, tal vez habría sido un buen padre; pero no, no lo hizo.
Llega un punto en el cual pierdo estabilidad en las piernas y caigo, pero Ada me sostiene cargando con mi peso. Canto la canción que no deja de repetirse, sigo llorando y ella me sigue sosteniendo y se siente bien, porque Ada lo está haciendo de corazón, puedo sentirlo a través de su abrazo que no afloja, se mantiene ahí, fuerte.
Poco a poco las lágrimas se agotan, mi respiración se regulariza, mi corazón se aliviana y mi amiga continúa brindándome de su calor. Me siento cerca de ella, más cerca que nunca.
Me pongo de pie para apagar la música, ella lo hace un rato después y me abraza, ya no lloro, pero se siente bien incluso cuando Ada es más pequeña que yo. Tomo aire y acabo confesando algo que solo había admitido conmigo misma.
—Finn me gusta —suspiro—, pero no creo que sea justo que él deba lidiar con mis líos.
—No lo es —concuerda—. Sin embargo, Lex, creo que deberías hablar con él.
La miro, sé que debo hacerlo, sé que lo justo es que lo haga, porque merece esta conversación; Finn merece que me abra con él, que le diga lo que sucedió. Adara no me quita los ojos de encima y eso me mete la presión necesaria para tomar la decisión, porque mi cerebro me lo ha estado diciendo, pero he estado deteniéndome a mí misma cuando sé que yo también necesito aclarar esos puntos, mi consciencia me lo reprochará si no.
—Lo haré —le sonrío—. Creo que he hecho con él lo que John hizo conmigo y me siento tan mal por eso, debo remediarlo.
Dejarlo sin explicaciones, porque yo lo dejé a él, incluso cuando fue Finn quien pidió espacio, yo se lo permití cuando debí explicarle en ese momento la verdad. Huir es fácil, sí, pero trae consigo dolor y no quiero ser la causante de eso, ya no.
Ada cuida de mí en lo que queda del día, se esfuerza en cocinar algo comestible y el resultado no es delicioso, pero al menos no moriré por ingerirlo. Me acurruca en la cama y se queda conmigo hasta que concilio el sueño. Me acompaña y la adoro por eso.
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Estamos en la mitad del libro, lloro.
Btw, amo a Ada, ¿amamos a Ada?
Felices lecturassssssss <3 las amo
Pd: ando en medio de la semana de exámenes, pero les dejo esto rapidito je.
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