CAPÍTULO 23
Yo subestimé tus besos, me atrapó tu hechizo. Por jugar tanto con fuego quemé el corazón - Andrés Cepeda, Morat
Finn
15 de mayo, 2022
No he hablado con Lexie, la verdad es que no he hablado con nadie desde ayer. Me he refugiado en mi habitación, en el piano que ya no toca melodías de amor, ahora son ritmos tristes los que inundan las paredes, los que me abarcan a mí mismo. Taylor volvió hoy, tocó a la puerta y le pedí que me diera espacio, no insistió.
Mis dedos se deslizan en las teclas del instrumento que más domino, con cada presión se libera un sonido, ya sea grave o agudo, según lo amerite. Dejo de ser consciente, mis manos obran por instinto anexándose a mi corazón que deja ir en cada toque un poco del dolorcito que tengo instalado desde hace dos noches.
Los "y si" tienen respuestas, las tienen a pesar de que no son de mi agrado. Me mentalizo que debo dejar de pensar en ella, en lo hermoso que fue todo mientras seguía sumido en mi burbuja, en la culpa que me carcome cuando pienso en que quizá Lexie envió señales que no supe captar. Quiero dejar de pensar en que tal vez haya algo erróneo en esto, porque no es posible que todo de ella encaje tan bien conmigo cuando no estamos destinados a ser, solo ser, el uno junto al otro, sosteniendo nuestras manos, abrazando cada miedo. Jamás consideré que sería fácil que ella superara esas barreras, ahora veo que, más que difícil, resulta imposible si Lexie no quiere deshacerse de ellas; creo que se siente segura tras esos muros, a salvo, y no soy quien para empujarla a derribarlas cuando no desea hacerlo. Y lo entiendo, lo comprendo porque no es sencillo dejar ir aquello que te protege de sufrir. Estaba encaminándome en un callejón sin salida, lo hacía solo porque los sentimientos no eran bilaterales, solo uno estaba dispuesto a arriesgar y por más fe que haya puesto en ello, no iba a funcionar, no iba a hacerlo porque Lexie no lo ansiaba así y lo que sucedió esa noche fue su manera de dejármelo en claro sin tener que decirlo con palabras, sin exponerse a que yo insistiera, o a que nuestra amistad la empujara a ceder.
Así que fallo en mi misión, porque sigo sin soltar cada probabilidad. Sigo aferrado y eso nos hace daño.
Entonces mi teléfono suena y mis dedos dejan de producir sonidos en el piano. Me pongo de pie y voy hacia el origen de la canción que tengo como tono de llamada. Es mi hermana, me tiento a no contestarle porque ella me conoce y me sonsacará todo sin esfuerzo, pero sé que joderá más si cuelgo, así que contesto.
—Hasta que te dignas —me regaña—. Te he estado escribiendo desde ayer y ni una señal de vida. No eres hijo único, Finn, hay personas a las que les importas y ajá, compartimos lazo sanguíneo. ¿Qué demonios te está sucediendo?
—Estoy bien.
—No, no me mientas. Ya Taylor me ha dicho que estás encerrado con ese piano, esa no es buena señal.
Suspiro.
»Cogeré un avión si no me explicas que sucede.
—Vale, no estoy bien, Cris, pero voy a estarlo, promesa.
—No estás respondiendo a mi pregunta —insiste—. Necesitas decírselo a alguien y Taylor no parece ser de tus opciones, así que anda, dímelo a mí. Sabes que soy una tumba.
Me sorprende lo madura que suena, pero esa es Cristina, es la misma que me ayudó a recogerme cuando sucedió lo de Carla. Tomó el papel de hermana mayor para cuidar de mí y mis piezas flojas.
Le cuento todo, o casi todo, lo suficiente para que entienda mi posición y la de Lexie, porque no quiero dejarla como la villana cuando no lo es. Ella escucha, acota de vez en cuando y guarda silencio cuando termino; imagino que procesa toda la información que le he transmitido.
—Tienes que hablar con ella, hermanito —aconseja—. Probablemente no sea fácil, pero deben darse un espacio, para que acomodes todo en tu cabeza, no podrás hacerlo si hablas con ella a diario como si nada hubiese ocurrido, porque lo ha hecho. Así que debes decirle eso, porque dejar de hablarle así por así tampoco es una opción, eso lastima, no quieres hacerlo, créeme.
»Tú la quieres, Finn. Lo haces e imagino que ella también te quiere a ti, quizá no del mismo modo, pero van a arrepentirse si no consiguen solucionar esto porque entonces se perderán ambos.
Asiento, como si ella pudiera verme, cuando me percato de que no puede hacerlo respondo con un corto:
—Vale.
—Te amo mucho —me habla como si fuese un niño pequeño y no su hermano mayor, pero esa sola frase consigue abrigar algo dentro—. Llámame si necesitas cualquier cosa, ¿va? Y responde mis mensajes, Finn, no me dejes así porque me preocupo. Intenta contactar a ese psicólogo del que me hablaste, te hará bien.
Le agradezco y no hace falta que responda a su "te amo", ella sabe que lo hago desde que estaba en el vientre de mamá, desde que jaloneaba mi cabello, desde que se robaba mis dulces y se colaba en mi cama por las noches cuando tenía pesadillas.
Dejo el teléfono a un lado cuando cuelga y me recuesto en el colchón, mi cerebro rebobina todo otra vez y otra, y otra, las veces necesarias para que el dolorcito se expanda cada vez más.
Suspiro antes de volver a sentarme.
Tengo que hablar con Lexie, seguir dilatándolo no es una opción saludable para ninguno de los dos.
Lexie
He fingido toda la mañana, estoy agotada de hacerlo, así que me despido de Kallie, Lena y Gryffin argumentando que pasé una mala noche, lo que no es del todo mentira. Tuve que ducharme un par de veces para quitarme de encima el olor a alcohol.
Robin me devuelve al departamento, donde vuelvo a sumergirme en mi propio infierno. Me quito el maquillaje, la ropa de salir y me pongo un pijama. Me arrastro de un lugar a otro con la copa infinita a mi lado. La culpa me carcome por dentro, lo hace desde que desperté ayer y supe lo que había sucedido, me terminó de derribar cuando junto a mi cama encontré una aspirina y un vaso con agua. Es una mierda saber que por más que lo he lastimado sigue cuidando de mí. Pero yo lo sabía, sabía que en algún momento acabaría y no sería yo la única perjudicada, supongo que eso es lo que más duele, porque Finn no lo merece, no merece a alguien como yo que no sabe aceptar algo bueno, algo que se siente idóneo. Puede que sí, que le haya hecho un favor, pero ese favor me está costando demasiado, porque me he clavado yo misma el puñal y, con cada hora que transcurre sin que le desmienta lo que sé que cree, lo hundo más y más.
Bebo otro trago y otro, la copa vuelve a vaciarse, la lleno otra vez. Quiero adormecer el dolor, sigo sin ser capaz de enfrentarlo.
Tocan la puerta, no me molesto en levantarme porque no quiero hablar con nadie, pero insisten. A regañadientes me pongo de pie abandonando el sillón en el que me he refugiado, no quiero dormir en mi habitación cuando acumula memorias que me hacen consciente de lo que he arruinado.
Abro y pierdo el control de mi corazón que reanima sus latidos con fuerza, a pesar de que lo siento más muerto que nunca. Su rostro deja entrever que tampoco ha estado durmiendo bien, esas ojeras no las había visto antes y es como si un látigo invisible me golpeara cuando noto que el brillo dorado de sus ojos no existe más.
Mi cuerpo no me responde, actúa por instinto dando un paso hacia adelante, él no se mueve, pero noto como sus hombros se tensan. Zas, zas, zas; los impactos me debilitan, me acobardan.
—Finn, yo... —mis cuerdas vocales no dan para más y es que mi cerebro está adormecido, tampoco sé bien lo que puedo decirle.
Suspira. Sus suspiros me dan miedo.
—Yo te quiero, Lexie —acaba diciendo. Nunca un "te quiero" me había dejado con tan mal sabor en la boca—. Confundí las cosas y ese no es lío tuyo, voy a pedirte tiempo para solucionar esto, ¿de acuerdo?
»Eres maravillosa —maravillosamente estúpida—. No será fácil para mí superarte teniéndote tan cerca. Me gusta tu amistad, Lex, es lo mejor que me ha dado este empleo; no quiero que se torne tóxica porque malinterpreté las señales. Dame tiempo, ¿vale?
Su mirada me atraviesa, siento cómo un pequeño escalofrío me recorre. Mi cuerpo tiembla, las palabras se golpean entre sí, porque quiero explicarle, decirle que no sucedió nada, pero no lo hago. Me quedo callada porque la vocecilla malvada me recuerda que este dolorcito le pasará, que le hago un favor apartando nuestros caminos. Es egoísta, soy consciente de que lo es, porque no le consulto al tomar esta decisión y me odio por eso, me odio tanto que la amarga sensación se cuela en cada grieta, llenándola. Y puedo tolerarlo, puedo tolerar mi propio odio, he convivido con él, encesta golpes que te noquean, pero puedes volver a levantarte; sin embargo, no podría tolerar su odio, no soportaría ver ese sentimiento en sus ojos cuando me ve.
—No me odies —le pido.
Tan ingenua, tan egoísta.
—No podría hacerlo nunca.
Un asentimiento de cabeza y da la vuelta para irse. Mi frente siente la ausencia de sus labios y los añoran, pero es tarde, porque el ascensor se cierra llevándose con él cada oportunidad, cada fantasía.
19 de mayo, 2022
Vuelvo a guardar mi teléfono luego de recibir el mensaje de Eli que me confirma el regreso de Ada y Lois, ya se amistaron. Al menos mi amiga sí es capaz de enfrentar aquello a lo que le teme.
Suelto mi cabello, lleva atado todo el día y empieza a dolerme la cabeza. No están siendo días buenos, sigo arrastrándome como zombi, sigo huyéndole a las ganas de ir con Finn y decirle la verdad: que entré en pánico, que hice una estupidez a medias, pero que no se concretó nada; y lo más importante, que no malinterpretó nada, porque sí me gusta, me gusta mucho, lo suficiente como para admitírmelo a mí misma, pero no quiero perderlo a la larga, cuando se dé cuenta de que esto no es lo que él desea.
Doy otro sorbo al licor que mi garganta se acostumbró a recibir, ya ni siquiera rechista. Abrazo la botella con mi otro brazo, me di cuenta de que acabo el contenido de la copa muy rápido, así que he decidido ahorrar bebiendo directo del envase. No puedo cuidar de mi corazón, al menos cuidaré del planeta. ¡Eso, Lexie!
Sigo pasando las fotos en la laptop. Me pregunto qué será de esa Lexie, de la que sonreía de verdad, de la que estaba orgullosa de cada paso que daba hacia adelante, de la que amaba. Le hago zoom a la imagen, es de una cita en un restaurante lujoso en Chicago, John sujeta mi mano y mira al frente mientras yo lo miro a él. Estaba enamorada, es fácil deducirlo, pero ahora puedo ver que no lo estaba de John, estaba ensimismada con la idea de él que había creado en mi mente con ayuda de su intervención. Es claro que siempre fue soberbio, altivo, nunca lo vi.
Si hay algo que extrañe de esa época es lo fácil que fue caer por él, no puse trabas, no pensé dos veces las cosas. Me lancé sin considerar pros y contras, lo hice con la persona incorrecta. Desearía poder hacerlo ahora.
Otro trago, el último. Se me nubla la vista, han de ser las lágrimas. Dejo la botella a un lado, conozco mis límites y ya llegué. Vuelvo a dejar la laptop sobre la mesita de centro, elijo una canción de esas que Finn tanto ama, imagino que ya no soy lo suficientemente especial como para que piense en mí mientras las escucha, o quién sabe si seguirá escuchándolas.
Sigo sin entender las letras, pero sigue gustándome lo que transmiten, así que lloro echa bolita en el mismo sofá. Pienso en que he perdido la capacidad de aguantar las lágrimas, antes podía tragarme los sollozos, ya no puedo hacerlo. Quizá es porque no tengo espacio para acumular más, la alerta que mi cuerpo envía son las lágrimas que salen sin permiso. Mi torso continúa sacudiéndose, yo abrazo el cojín buscando refugio.
En algún momento consigo quedarme dormida, siendo consciente de que es mi último día llorándole a eso que pudo ser y no fue; mañana vuelve Ada, seguir así no es una opción. Tendré que maquillar mis ojeras y limpiar el departamento para que no queden pruebas de que he sido un desastre en los últimos días.
22 de mayo, 2022
Mi cerebro está sobrio y me indica que extrañamos a Finn. Lo vi ayer cuando decidí salir a dar una vuelta con Ada, recarga de libros, me saludó con un asentimiento de cabeza y un "buenos días, señorita". Extraño poder regañarlo por eso, poder resoplarle, verlo sonreír con suficiencia al notar que me enfado, o pretendo hacerlo. Extraño sus abrazos, que hable con seriedad sobre asuntos que a veces me gustaría que pasasen como algo ligero. Extraño que comparta sus stickers de WhatsApp conmigo. Joder, extraño todo de él.
Continúo aplicando el corrector bajo mis ojos, miro de rato en rato el reloj de mi teléfono. He calculado bien mi tiempo, tengo aún media hora para controlar mis impulsos de llorar antes de que llegue Alex. Me aseguro de que todo esté en orden y cierro el neceser donde guardo el maquillaje de emergencia.
Estoy sola en casa, Ada salió temprano y aún no vuelve, imagino que fue al albergue con Lena. Me siento sobre el sillón, ignorando la necesidad de recostarme y hacerme bolita.
Tocan a la puerta, me levanto sabiendo que es mi manager.
—Buenos días, Lex —me saluda antes de ingresar.
Lo abrazo apenas tengo oportunidad y él me aprieta fuerte contra sí, como si supiera de algún modo extraño que lo necesito. No me suelta rápido, me deja recomponerme, me deja absorber su cariño, su cuidado. Le sonrío cuando considero que es suficiente.
—¿A qué debo el honor? —indago mientras caminamos hasta el sofá.
Se sienta junto a mí y gira su cuerpo para poder verme.
—No quería recordarte por teléfono del viaje de mañana.
—¿Ya es veintitrés?
—Mañana lo es.
Chicago. Mierda. Lo había olvidado.
La pantalla, los muros, mis corazas se alzan y me obligan a dibujar una mueca despreocupada.
—Oh, vale, se me pasó la fecha —le sonrío—. Está bien, Alex, ¿a qué hora sale el vuelo?
—A las diez de la mañana, tenemos que estar antes en el aeropuerto, lo sabes.
Asiento.
»Almorzaremos allá.
—De acuerdo.
—Pasaré recogiéndote, ¿sí?
Vuelvo a asentir.
»Solo serán unos días, cariño —alcanza mi mano y la lleva a su regazo, le doy un ligero apretón.
—Lo sé, estoy bien, de verdad.
—Que te afecte es normal, Lex, deja ya esa máscara, nena.
Me aferro a la jodida máscara, no me siento segura sin ella.
—En serio estoy bien, Alex —insisto.
—Vale, cómo digas.
Me atrae a su pecho otra vez y nos quedamos así por un rato, compartiendo espacio, con su respiración desordenando mi cabello. Caer ahora no va a servirme de nada, debo recomponerme para las sesiones de fotos y para los paparazzi, porque apostaría a que relacionarán mi regreso a Chicago con el compromiso de John.
Lo dejo intentar consolarme, él también lo necesita, Alex necesita saber que está haciendo lo posible para evitar que el agujero negro me succione, por eso sus mensajes son a diario y aparece aquí cada que puede y que yo lo dejo entrar, suelo inventarme excusas.
Cierro los ojos, me concentro en Alex, en la Lexie que él conoció, en aquella chica perdida, pero con metas fijas. Debe echarla de menos, lo imagino porque me apretuja con fuerza, como si quisiera que expulsara esa versión de mí que he ido empequeñeciendo en mi interior.
Sí, Alex, también me gustaría que eso bastara para que el pequeño parajillo asustadizo se dignara a salir y hacerle frente a todo esto; ella sería más valiente.
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Uno más para seguir sufriendo :')
Si les sirve de consuelo, también lloré escribiéndolo ay.
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