CAPÍTULO 18
How can I be your friend? when I know the way you taste? - Camila Cabello
23 de abril, 2022
Reparo la habitación donde se encuentra mi amiga en una posición que no luce muy cómoda, pero que sí será placentera para ella en cuanto la sorpresa para Lois se concrete. Un teléfono suena y corro a tomarlo, es la señal.
—¿Ya? —indaga, está vendada.
—Está estacionando el auto, no creo que tarde mucho en subir —le informo—. Iré saliendo, Ada. Pásenla lindo, no creo que venga hoy a dormir así que tienen el piso para ustedes.
—Vale, gracias —se remueve inquieta—. Joder, esto es molesto, vibra apenas.
Rio.
—Ya le daré yo el control a Lois para que le suba la intensidad —me aseguro de que todo esté en su lugar y salgo para esperar al novio de Ada.
Luce desesperado cuando las puertas del ascensor se abren, pero enarca una ceja cuando me ve en la puerta del departamento. Le entrego el control del juguete que mi amiga tiene dentro y él lo toma, confundido.
—Tienes un regalito ahí dentro —le aviso y señalo el aparato—. Úsalo con cuidado.
Me guardo la risa y camino despreocupada por el pasillo hasta perderme en el ascensor, cuando volteo, él ya ha ingresado. Suerte la de mi amiga que tendrá una noche llena de diversión y sudor. Veamos si encuentro algún distractor que quiera distraerse hoy también.
Acomodo mi escote en el espejo y arreglo mi cabello. Hay una fiesta al otro extremo de la ciudad, un actor que conocí hace un par de años en una premiere me ha invitado, tengo pase para dos, pero Ada está, obviamente, ocupada; así que iré por mi cuenta.
La campanilla del elevador me indica que he llegado al estacionamiento. Le avisé a Alex que saldría hoy, Robin irá conmigo, toca el claxon para revelar su ubicación, pero mi mirada se desvía al sonido de un motor encendiéndose. Es Finn. Alzo la mano para saludarlo y él se quita el casco que, asumo, acaba de ponerse.
—¿Terminó tu turno? —indago.
—Estaba por irme ya —responde y me repasa de pies a cabeza, es discreto, pero de igual modo me remuevo un poco—. ¿Tienes fiesta?
—Si estás libre, ese "tienes" puede ser un "tenemos" —sugiero.
Sonríe. Parece sopesar opciones. Espero paciente, no tengo apuro en llegar.
—No puedo ir así, me gustaría ducharme —señala.
—Pues vamos a tu piso y luego a la fiesta, creo que queda de camino, aunque si te soy sincera, no estaba muy consciente cuando fui —sonrío.
—Créeme que eso lo sé —se ríe y vuelve a ponerse el casco—. ¿Me sigues desde el auto?
Asiento, con este vestido no es muy cómodo montarme en una moto. Doy la vuelta hasta subir al vehículo que se estaciona junto a mí. Le indico a Robin que siga a Finn y así es como tras un largo rato llegamos a su departamento. Nos estacionamos y abro la ventana cuando mi amigo se acerca.
—¿Esperas aquí o quieres entrar?
—Vamos.
Él abre la puerta para mí y me ofrece su mano para salir. Le pido a mi guardaespaldas que aguarde, recibo un asentimiento como respuesta. Curioseo de manera discreta, o eso espero, mientras avanzamos hasta su departamento, tengo entendido que lo comparte con Taylor, otro de los escoltas de Adara.
—Taylor tiene turno hoy —informa cuando abre la puerta.
—Vale.
Me gusta la manera en cómo decoraron el lugar, es bonito y los colores fríos combinan perfecto, dándole equilibrio al ambiente. Lo sigo a lo largo del pasillo que cruza hasta internarse en su habitación, no me impide el pase.
—Puedes quedarte aquí si gustas, me vestiré en el baño —señala, yo asiento.
Se mete a la ducha, lo sé porque el sonido me lo indica. Chismeo en la habitación, hay rincones interesantes, los colores fríos se mantienen y de algún modo siento que contrastan con el modo de ser de Finn. Frio no sería un adjetivo que utilizaría para definirlo, conmigo no lo es, al menos. Finn es como el sol, cálido, acogedor.
No tiene muchos libros en la repisa que se encuentra junto a su cama, veo un par, títulos que reconozco porque yo se los he recomendado; además, hallo libros de matemática, no me meto a revisar porque no llaman mi atención. Continúo caminando y me topo con algo que no recuerdo haber visto cuando me quedé aquí, no es que tenga muchas memorias de esa noche, pero apostaría a que esto no estuvo.
Es un piano. Me siento en el banquillo y presiono una tecla, es un sonido grave, muevo los dedos al otro extremo y un sonido agudo inunda la habitación. Vale, esto no es muy lo mío y no quiero averiarlo. Me pongo de pie y la puerta del baño se abre.
—Esto no estaba el otro día, ¿verdad?
—Creo que estaba cubierto —responde.
Está prácticamente vestido, solo le faltan los zapatos y una camisa. Me pregunta que tan formal es la reunión y me encojo de hombros, no hay código de etiqueta, yo traigo unos tacones no muy altos que me permiten moverme cómoda.
Camino hacía el espejo que noto al otro extremo y reparo mi reflejo. Creo que he bajado de peso. Me pongo de perfil y sí, he perdido trasero, joder. Otra vez de frente noto las pocas curvas que ostento, es un pequeño arco, nada muy exagerado.
—Olvidé decírtelo, por cierto —lo miro—. Estás guapísima, Lex.
—Sin culo, pero guapa.
Sonríe, ¿es ternura lo que veo?
—¿Quieres que hable de tu culo?
Me encojo de hombros.
—En mi opinión, es perfecto, Lex —esta vez mira sin pena mi trasero, mis mejillas se encienden—. Si le prestas atención, tiene el tamaño idóneo para tu cuerpo, se acopla armónicamente.
Vuelvo a mirar el espejo y sigo viendo una superficie plana. Quizá es mi mente la que me juega una mala pasada, Finn no me miente. Sacudo la cabeza y dejo de hacerme caso. Me concentro en Finn y en cómo las gotitas de agua bailan entre las hebras de su cabello alborotado mientras él se calza los zapatos. Alcanzo la toalla que dejó de lado y la pongo sobre su cabeza, presiono ahí e intento acabar con la humedad.
—Vas a empapar toda tu ropa —lo regaño—. Podrías enfermarte.
Termina con su calzado y se siente erguido, esperando a que termine con mi misión de secarle el cabello. Cuando considero que es suficiente, retiro la toalla, me encuentro con su rostro relajado, la quijada marcada... y abre los ojos, ¿desde cuándo Finn tiene destellos dorados en los ojos?
—¿Vamos? —inquiere.
Salgo del aturdimiento y asiento. Lo sigo en el camino de regreso al estacionamiento, se sienta junto a mí en el asiento trasero porque decidimos ir solo en este auto, en caso de que queramos beber. Robin conduce en silencio, Finn me arma conversación casual sobre una película que vio hace unos días y que, al parecer, lo decepcionó.
—La fotografía era muy buena, pero el guion me pareció un poco pobre —comenta—. Los actores tenían potencial y no los supieron explotar.
—Vaya crítico me resultaste —rio—. Envíame el nombre para verla y poder concordar contigo o argumentarte.
Acepta, me dice que lo hará luego porque no quiere sacar el teléfono ahora. Entonces lo pienso un poco y decido encargarle mi celular para que lo guarde junto al suyo, no quiero llevar encima este bolso y arriesgarme a perderlo, es bonito.
Finn lo toma entre sus dedos y lo introduce en su bolsillo delantero. Observo las calles moverse mientras el auto avanza, Nueva York nunca descansa, hay vehículos por todos lados, personas caminando apresuradas unas tras otras. Algunas sonríen, otras van ensimismadas en sus teléfonos, otras, como yo, ven alrededor. ¿Qué pasará por sus mentes? ¿Serán felices? Quienes muestran sonrisas, ¿las sentirán de verdad o son solo espejismos que crean para no preocupar a los demás? La vida es complicada, tan enredada, con tantos matices y desvíos que si no eres lo suficientemente listo podrías perderte mientras haces el intento de vivirla.
—Llegamos —anuncia Robin, la música lo confirma—. Te esperaré por aquí. Finn, no le quites el ojo de encima, por favor.
—Vale, no te preocupes.
Me cruzo de brazos.
—Eh, que lo traje conmigo para que nos divirtiéramos, no para que la haga de niñero —me quejo—. No le sumes responsabilidades, sé cuidarme solita.
Veo de reojo como Finn sonríe antes de abrir la puerta, espera a que salga y palmea el techo, entonces Robin avanza.
—De verdad sé cuidarme sola —repito.
—No me molesta cuidar de ti, Lexie —responde él.
No hace falta que diga mi nombre para que nos dejen entrar en cuanto nos posamos frente a la entrada. Huele a cigarrillo, a licor y un poco a sexo, esta fiesta ya se desenfrenó y acaba de iniciar. Saludo a un par de actrices con las que compartí pantalla en una serie, le sonrío a otro par de modelos con los que trabajé en una sesión de fotos y así hasta que llego a un lugar libre que me permita bailar sin estar chocando con gente a cada momento, Finn se posa delante de mí.
Disfruto cada canción, el DJ varía entre ritmos pop y latinos, el reggaetón me hace mover las caderas al vaivén de la música y el pop me tiene saltando de un lado a otro. Las melodías que conozco, las canto, Finn me imita en algunas también. Me gira entre sus brazos, baja conmigo cuando las composiciones lo ameritan y me pega a su cuerpo con las canciones que requieren de mayor cercanía. Sudo, lo hago mucho y me olvido por completo del alcohol porque estoy demasiado entretenida moviéndome junto a mi amigo. Mi espalda se encuentra contra su pecho, su mano contra mi vientre y de repente la posición cambia, porque nos deja frente a frente. Mis dedos se enganchan en sus hombros, soy alta, pero, incluso así, él sigue sacándome altura.
—Joder, Lex —suspira.
—¿Ya te cansaste? —rio.
—La verdad es que sí —sonríe, pero no es una sonrisa despreocupada, es una que esconde algo, un algo que logra estremecerme.
—¿Finn? —indago—. ¿Quieres que nos sentemos un rato?
Hago el ofrecimiento aunque no sé si haya algún lugar tranquilo donde sentarnos en esta fiesta.
—Estoy bien así, ¿lo estás tú?
Asiento, estoy cómoda.
Pero me mira, lo hace con una intensidad increíble, la suficiente como para volverme consciente de que estamos separados por apenas unos centímetros, de que su rostro se encuentra muy cerca y soy capaz de contemplar cada poro de su piel, las pestañas infinitas y rizadas, su nariz perfilada y el par de gotas de sudor que caen por sus patillas. Tiene un lunar pequeño en la esquina inferior de su ojo izquierdo, no lo había notado antes.
—Lo siento, Lex —murmura y no lo oigo porque la música es muy alta, pero logro leer sus labios.
—¿Por qué? —pregunto, no estoy comprendiendo la situación y eso me pone nerviosa.
Niega y se aparta, una brisa fría me roza el cuerpo obligándome a seguirlo. Me siento idiota, como si me hablara en un idioma que no conozco. Finn vuelve a mirarme y noto el debate interno que tiene, pero ¿qué carajos está debatiéndose?
Me ofrece su mano y me tiento a no tomarla, porque sigo creyendo que es un gesto muy íntimo, pero lo hago, quiero saber qué demonios le sucede y por qué es que actúa de manera tan extraña. Sus dedos abrazan los míos, encajan como si este agarre no fuese nuevo.
Nos movemos entre el gentío, imagino que está buscando algún rincón sin tanto bullicio, es una casa inmensa y después de caminar un buen tramo conseguimos una habitación alejada, sin la música ensordecedora. Finn cierra la puerta tras de sí, sin soltar aún mi mano; observa la unión, lo que me hace bajar la mirada a ella también. Son mis dedos finos encontrándose con los suyos un poco más toscos, mi mano delgada contra la suya más grande, más imponente.
Levanto la mirada y le doy un leve empujón en el hombro, queriendo que me mire también.
—¿Qué sucede?
Suspira, suspira transportándome a otro momento en el cual suspiró con el mismo pesar, como si sopesara lo que podría ocurrir si dice lo que tiene en mente. Y me congelo, porque...
—Algo cambió, Lex —interrumpe mis pensamientos.
Frunzo el ceño.
—¿De qué hablas, Finn?
—Te prometí que te diría si algo cambiaba —aclara—. Y algo cambió, te juro que intenté controlarlo, intenté echarme para atrás, Lexie, pero... Joder, no puedo.
Usa el agarre de nuestras manos para jalarme y hacer que mi cuerpo choque contra el suyo, me apoyo en él por inercia y elevo las cejas sorprendida. Uno de sus brazos pasa a rodear mi cintura y con la otra mano toma mi barbilla, alzándola para que vea sus ojos, esos ojos con destellos dorados que emiten suplicas silenciosas.
—Finn... —susurro.
—Te veo, Lex, te veo entera —apoya su frente contra la mía—. No puedo no verte cuando brillas tan hermoso sin pretenderlo siquiera. Deslumbras y me he vuelto fiel amante de los destellos que emites, de cada matiz, cada sombra... Algo cambió, Lexie y ese algo es que me gustas... Yo... lo lamento mucho, quizá es egoísta, pero no podía seguir callándolo.
»No quise quedarme con los "y si" porque siento que podríamos funcionar y no me gustaría despertar de aquí a unos años y preguntarme que habría sucedido si hubiese hablado.
Mi cerebro colapsa, mi lengua deja de responderme porque aún estoy procesando todo lo que ha salido de su boca, cada palabra, cada sílaba que me hizo temblar porque... "cada sombra, cada matiz". Finn me espera, no mete presión y lo agradezco porque me he convertido en un manojo de pensamientos que no se hilan por sí solos, ¿qué debería decirle? ¿gracias? Joder.
Mis manos tiemblan sobre su pecho, mis labios se abren y cierran y mis ojos van paseándose a trompicones por su rostro, sin hallar en él una respuesta coherente.
Le gusto a Finn. Le gusto a la persona con la que he podido ser yo, a quien le he mostrado mis sombras, mis matices y quien ha visto en estos algo sorprendente. Y, maldición, la sola duda resulta insultante porque conozco a la persona que se encuentra frente a mí, no debería compararlo, pero mi inconsciente no tarda en traer un recuerdo similar de quien juró enamorarse de las partes desagradables que poseía y que luego acabó siendo todo una farsa que tomó cada debilidad y la usó en mi contra. Las palabras escapan de mi boca, sin filtrarse antes.
—¿Cómo sé que...?
No quiero acabar la oración, porque no quiero herirlo y que lo tome a mal, pero Finn no es así, Finn comprende, es por eso que completa lo que yo no me atrevo a decir.
—¿... que no estoy fingiéndolo?
Asiento apenas.
Toma una de mis manos y la presiona contra su pecho, justo donde se aloja su corazón, percibo los pálpitos, los retumbes fuertes y concisos chocando con mi palma.
—Esto no se finge, Lexie —sonríe—. Y no quiero que pienses que todo lo que hice desde que te conocí fue con la intención de acabar así, porque no. No lo pretendí, joder, Lex. Todo sería más sencillo si mi corazón no se acelerara cada que te tengo cerca, pero la vida no es precisamente sencilla, lo sabemos. Si soy tu amigo es porque así se dieron las cosas, ninguna palabra dicha fue con la intención de que me vieras, de que sintieras alguna especie de compromiso —acaricia el dorso de mi mano conforme sigue hablando—. Y te digo esto porque he visto lo que duele que alguien pretenda ser tu amigo cuando sus intenciones son otras, no es nuestro caso, puedo prometértelo.
No quiero que siga, no quiero que siga explicándose porque yo lo conozco, yo sé reconocer que cada palabra fue sincera, que nunca actuó con segundas intenciones. No puedo culparlo cuando fui yo quien inició todo.
—Te creo —me limito a decir. Y una duda me asalta, es tonto pero lo digo también—. Esas canciones, las que escuchabas ese día en el auto.
—Fue una mentira piadosa —admite—. No quería arruinar tu cumpleaños complicándote con esto, Lex; pero sí, tú eres ese alguien especial que me tiene escuchando canciones cursis.
Sus mejillas se han teñido de rosado, sonrío. He leído la traducción de cada canción y resulta intimidante ser quien inspira letras como esas. No creo ser tan increíble, tan digna de admirar. Pero Finn luce tan... tan... tan no sé, tiene un no sé qué que me hace titubear, porque no me desagrada, es Finn, no podría desagradarme, ni aunque se esforzara en hacerlo.
—¿Lex? —me llama, había perdido el hilo.
—No quiero perderte, Finn —mi lengua se ha independizado, ya no consulta.
Entonces sus dedos acarician la piel de mi mejilla.
—Dame la oportunidad de intentarlo, Lex —pide en un susurro—. Un par de citas y decides si quieres continuar o no, sin compromisos. Si no te sientes cómoda puedes decirlo y me echaré para atrás, lo prometo.
Mierda. Me aterra decirle que sí, que lo intente, que quizá funcione, que quizá nos enamoremos, que podríamos funcionar juntos, amarnos, ser felices... ¿pero luego? ¿Qué sucederá cuando el amor se acabe, cuando deje de ver destellos en mis sombras? No quiero acabar en un rincón, sufriéndole no solo a lo que perdí de forma romántica, sino también a la persona que de algún modo me sostiene cuando siento que no puedo más. Sin embargo, una parte de mí, una minúscula pero poderosa domina mi cerebro cuando la respuesta afirmativa es dicha, quiero creer que es mi parte valiente, que hace acto de presencia para recordarme que sigue ahí, que no la he perdido por completo.
Cuando le digo que acepto el trato, Finn sonríe, lo hace de forma auténtica y me gusta como sus ojos con tintes dorados se achinan. No me besa, no es como en las películas en las cuales los protagonistas se sumen en un beso intenso tras declararse su amor. No. Finn acaricia mi nariz con la suya, juega con la punta respingada, hasta que sus labios se posan sobre mi frente en un beso casto.
Y no sé cómo proceder, no sé cómo hacerlo con él. Resulta raro, porque es mi amigo, sigue siéndolo a pesar de lo que me ha dicho, ¿cómo tratas a tu amigo cuando empiezan a ser algo más que aquello?
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*inserta gritito*
Es que ay, solo ay <3
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