CAPÍTULO 16
Quiero convencerte, pero no quiero arriesgarme a perderte y que te quieras ir - Morat
3 de abril, 2022
Que linda manera de empezar el día en el que cumpliré veinticuatro. Nótese el sarcasmo.
Debido a mi ausencia de semanas no he podido obtener el día libre para viajar a Nueva York y Adara no vendrá porque su corte aún está reciente; se ofreció a tomar un vuelo, pero fui yo quien se negó rotundamente. Prefiero pasar este cumpleaños sola y poder tenerla junto a mí en el próximo. Hablé con ella temprano por videollamada, Lois también me saludó y prometió cocinar algo cuando volviera a la ciudad, ese es un excelente regalo, si me lo preguntan.
Tomo un respiro y vuelvo a meterme en personaje cuando me indican que vamos a empezar pronto. Esta escena me está dando dolor de cabeza, pero es la última del día así que intento dar lo mejor de mí para que esta sea la toma final. Inhalo e interiorizo el miedo y la incertidumbre que siente Hannah para esta secuencia. Las manos temblorosas, la vista desorientada y el mundo viniéndosele abajo cuando se da cuenta de que, quizá, si es una asesina.
—¡Acción!
Cierro los ojos, la cámara se acerca y doy rienda suelta a las líneas que definen las acciones de mi personaje. Me pierdo en ella, me envuelvo tanto que percibo como lágrimas desesperadas caen por mis mejillas, me dejo caer de rodillas con los pensamientos intrusivos que me gritan que fue un accidente, que no quise hacerlo... Sollozo, me acurruco en el suelo y me repito que no soy una asesina, que no lo soy.
—No... —susurro—. No, no, no. Yo no la maté.
—¡Corte! —Alzo la mirada y recibo los pañuelos que me entregan para secar mi rostro.
—¡Maravilloso! —exclama uno de los directores mirando la pantalla que capturó la secuencia—. ¡Esta es!
Me pongo de pie y les sonrío cuando me desean una linda tarde, tengo permiso para ir a celebrar que cumplo un año más en este mundo no tan de mierda solo porque existen las personas que quiero. Dejo el vestuario y me pongo el buzo con el que vine, tras eso, regreso a mi camerino. Me emociono viendo los videos que algunos fanáticos hicieron sobre mí y le doy un corazoncito a la mayor cantidad posible, quizá esa notificación va a hacerlos un diez por ciento de los feliz que me están haciendo ellos. Abro la puerta del camerino y avanzo rápido cuando reparo el enorme arreglo de girasoles que se encuentra junto a mi tocador.
«Para mi persona, que está ahí siempre que la necesito, que brilla sin pretenderlo, que ilumina hasta el más recóndito lugar que esté cubierto por oscuridad. Lexie Jones, son veinticuatro años regalando tu resplandor al mundo, espero seguir a tu lado para ver como encegueces a todos con tu talento y con ese hermoso corazón que refugias en tu pecho, nena. Te amo, no lo olvides nunca. A. H.»
Lagrimeo con lo que leo en la tarjeta, los girasoles están preciosos, pero es la tarjeta la que abrazo contra mí imaginando que tengo a mi amiga cerca y no a kilómetros de distancia.
—Hay libros también —me sobresalto y giro despacio cuando veo al imbécil que sonríe con suficiencia desde el rincón opuesto del camerino.
Bueno, quizá el día no está siendo tan malo.
Finn
Minutos antes...
Cuando tomé ese avión para venir a visitar a Lexie por su cumpleaños no imaginé que conocería esta faceta suya. Su mirada es feroz, el brillo enceguece y es ¡joder! es maravilloso ser testigo de ello. Lo más cerca que he estado de presenciarlo es cuando me cuenta sobre los romances que lee, pero esto es incluso superior, verla así, en su ambiente, no hay comparación.
Un carraspeo me saca de la burbuja y regreso al lugar en el cual me ordenaron estar. No me arrepiento de nada, verla actuando no era una oportunidad que pudiera solo dejar pasar; además, nadie me notó.
—Creo que esta será la toma final —advierte Alex—. Le está saliendo muchísimo mejor que las anteriores.
—Es grandiosa.
Sonríe.
—Lo es —mira el pasillo—. Quédate aquí, te enviaré un mensaje cuando esté viniendo. La pondrá feliz verte, estuvo media decaída por no tener a Ada aquí, pero seguro se le pasa cuando te vea.
—Vaya premio de consolación —rio.
—Perdón, sabes que no quise decir eso.
—Lo sé, descuida —me dejo caer en el sofá y le digo que aguardaré hasta que ella vuelva.
Cierro los ojos por unos segundos; la veo, no he dejado de verla desde que mi cerebro hizo la excelente revelación con respecto a mi relación con Lexie y no sé si calificar aquello como bueno o malo. Entonces mi celular vibra con un mensaje anunciándome que mi amiga está por llegar a donde estoy. Me levanto de golpe y voy al rincón opuesto, aguardo, solo aguardo hasta que la puerta se abre y ella ingresa con la mirada pegada al teléfono. Está sonriendo. Ya había notado lo linda que se veía haciéndolo, pero nunca le había dado tanta importancia hasta hoy.
Sonrío también cuando deja el celular y alza la vista al arreglo de girasoles que está frente a ella, se mueve rápido hasta él y no duda en tomar la tarjeta para leerla. La observo lagrimear, pero no son las lágrimas tristes que he secado en más de una ocasión, estas son de felicidad y admito que sí son agradables. Retiene la tarjeta contra su pecho y cierra los ojos, la dejo disfrutar un momento antes de hablar.
—Hay libros también —Lexie se sobresalta antes de girar lento hacia donde estoy.
Entrecierra los ojos antes de dejar la tarjeta a un lado y correr hacia mí. Abro los brazos antes de que su cuerpo impacte contra el mío; en cuanto lo hace, no dudo en acogerla. Siento su sonrisa contra mi piel y creo que nunca antes había visto a Lexie tan alegre. Se aparta apenas y clava un dedo en mi mejilla, quizá comprobando que realmente estoy aquí.
—De carne y hueso, señorita.
Arruga la nariz.
—Volveré a dejártelo pasar solo porque viniste.
—Feliz cumpleaños, Lex —le doy un apretoncito a sus hombros y ella hala de mi camiseta.
—Sí que está siendo un feliz cumpleaños, solo confírmame que Adara no vino —pide.
—No lo hizo, aunque ganas no le faltaron.
—Vale, entonces puedo estar tranquila —sonríe—. Gracias, Finn.
—Nada de gracias, vamos a disfrutar, cumpleañera.
La hago girar y queda mirando mi regalo, ya luego le entregaré los libros que envió Adara junto a la tarjeta. Me inclino un poco a su lado para ver su rostro y noto como sus ojos se pasean por cada rincón del cuadro que reposa frente a ella, entonces voltea un poco para mirarme otra vez y su sonrisa se amplia. Yo podría acostumbrarme sin ninguna dificultad a verla sonreír así de seguido.
—¡Es la escena! —suelta un gritito antes de volverme a abrazar—. ¡Joder! ¡Es perfecto!
Le envié a hacer un cuadro con una escena del libro que leímos, fangirleó muchísimo con respecto a ella y cuando la leí pude tener una imagen más clara, no fue difícil explicárselo a la pintora que, cabe destacar, hizo un excelente trabajo. Los colores del atardecer, los detalles de sus rostros y las expresiones, sí, coincido, es perfecto.
—¡Es tal cual la imaginé! —se emociona soltándome para ir a reparar la pintura con menos distancia de por medio, repasa con sus dedos delicadamente y vuelve a estirar las comisuras en otra sonrisa. Ya perdí la cuenta de que número de sonrisa es, quizá sea la misma que no ha desaparecido desde que ingresó.
Me mira otra vez.
—¿Desde hace cuánto sabes que era mi cumpleaños?
—Un par de semanas —sonrío—. Adara no paraba de parlotear sobre lo pésima amiga que era por no poder venir. Antes de decírtelo a ti se lo pidió a Benja que no aceptó, Lois lo apoyó y Nick zanjó el asunto.
—¿Entonces no revisaste Wikipedia? —ríe.
—Wikipedia dice que podrías ser un vampiro —respondo divertido.
—¿Un vampiro? —se cruza de brazos.
—Ya sabes, por el brillo, los deslumbras.
Tarda un par de segundos en comprender y rompe a reír. Sus carcajadas son tan intensas que termina contagiándome. Es bueno que tenga los ojos cerrados, de lo contrario notaría lo estúpido que debo verme viéndola tan feliz. Y es cuando vuelve a abrirlos cuando decido que no le diré hoy sobre lo que he empezado a sentir, porque con lo que la conozco sé que podría arruinar la paz que destila ahora mismo, lo relajada que luce compartiendo este momento conmigo, no quiero joderle el día; así que voy a guardármelo, ya habrá oportunidad para decírselo.
—¿A dónde vamos? —me pregunta una vez que recupera el aliento.
—Tú solo confía, dejaremos esto aquí y Alex se encargará de llevarlo a tu hotel.
Y el aludido ingresa para confirmárselo. Recuerdo los libros de Adara y se los entrego a Lexie que emite otro gritito de felicidad porque, según me informa, es una edición exclusiva que pensaba comprar cuando fuera a Londres, pero Ada se le adelantó y la pidió cuando estuvo por allá. La espero mientras le repite a Alex que tenga cuidado con el cuadro y los girasoles.
—Que sí, pesada —le besa la frente—. Ve y disfruta, yo me ocupo de esto.
—Te amo —hace piquito con los labios y los presiona contra la mejilla de su manager, él ríe.
—Te amo, anda ya —entonces me mira—. Cuida de ella.
—Cómo ordene —sonrío—. Igual Batman vendrá siguiéndonos.
—Eso me deja más tranquilo, gracias.
Salimos de ahí y perdemos de vista el estudio de grabación hasta llegar al estacionamiento donde Lexie me pide que vayamos primero a su hotel para que pueda cambiarse.
—Estoy aún con el maquillaje de Hannah, me veo demasiado delgada —se queja—. Y tengo buzos más bonitos que este. No tardaré.
No me parece que luzca mal, pero quiero que esté cómoda así que no refuto y accedo a su petición. La ligera mueca que había formado se transforma en otra sonrisa y se sube al vehículo antes de saludar efusivamente a Batman que ríe negando con la cabeza cuando ella le envía besos.
Pongo el auto en movimiento y cambio la dirección del GPS que me dirige ahora al hotel donde está hospedándose Lexie.
—No tenía planeado hacer nada hoy, ¿sabes? —me habla y la observo de reojo para hacerle saber que estoy escuchándola—. Pensé en salir del rodaje e ir por algún trago antes de volver al hotel, compré un ebook y quería empezar a leerlo hoy.
»Pero me gusta este cambio. Probablemente habría terminado no muy bien después de ese trago, ya sabes, me pongo tonta y pienso cosas que no debo y que me obligan a beber de más.
—¿Te estás sintiendo bien, Lex?
—¿Ahora?
Asiento.
—Claro que sí —siento sus ojos contra mi perfil, pero luego baja la mirada—. Contigo no puedo fingir estar bien si no lo estoy, me atrapas rápido.
—Si en algún momento te sientes incómoda o quieres volver, solo me lo dices, ¿vale? Que no te importe nada, Lexie, me lo dices.
—Vale, pero de verdad estoy bien aquí. Si te soy sincera, estaba siendo un día de mierda, creo que amanecí de malas. —Se encoge de hombros, percibo el movimiento—. Luego la dificultad con esa escena empeoró todo, tuve una pequeña discusión conmigo misma y la secuencia acabó saliendo bien, entonces apareciste y fuiste como un soplito de aire fresco —el semáforo en rojo me permite ver su sonrisa—. Gracias por venir.
—Deja de agradecer, Lex —vuelvo a avanzar.
Le pregunto por el libro electrónico que compró y la tengo el resto del trayecto contándome sobre la trama de la historia, o lo que sabe de ella. Es un romance de enemigos a amantes, me recalca que es de sus favoritos aunque tiene una debilidad por esos que narran la historia de personas que se aman a pesar de que no se lo confiesan. Luego afirma que ese tipo de novelas son surrealistas, pero se rectifica diciendo que Adara y Lois son la excepción, que se tienta a escribir algo sobre ellos cambiándoles el nombre, yo río.
—Igual y soy mala escribiendo —suspira—. Lo intenté cuando era adolescente y de verdad me quedaba todo horrible, solo conseguía escribir algunos poemas con rimas, pero novelas nada de nada.
—¿De adolescente también leías?
—No tanto como ahora, a mi mamá no le gustaban esos libros así que no me los compraba —noto que se tensa un poco al hablar de su madre, pero no se detiene, sigue hablando—. Empecé a sacarlos de la biblioteca de la escuela y me encerraba ahí a leer, no los podía llevar a casa y arriesgarme a que Catalina los encontrara. Es muy estricta. Pero sí, así fue como descubrí que me gustaban los libros. Eran mi amor prohibido.
Sonríe triste.
»Catalina y yo no tenemos una buena relación —no la detengo porque creo que está soltando, eso es bueno—. Cuando era pequeña todo era distinto, fue cuando crecí que me di cuenta de algunas cosas que no terminaban de agradarme. ¿Me imaginas como administradora de una enorme empresa de finanzas?
—La verdad es que no.
Y mucho menos luego de verla destacar tanto en la actuación, esa tenacidad, la convicción en sus ojos... es su vocación.
—Sí, yo tampoco. A mamá no le agradó esa confesión.
Me estaciono cuando encuentro un espacio libre, Lexie ha empezado a derramar lágrimas silenciosas que mis dedos sienten la necesidad de secar. Está dejando ir algo que le duele, necesita una adición que la reconforte, conduciendo no puedo dársela. Sigue hablando, por ratos me mira, luego vuelve la mirada al frente. Me cuenta sobre las discusiones, la presión que le imponían para obtener una vacante en Yale, como el trato de su mamá cambió, como es que dejó de ser la imagen que admiraba.
—Ella es muy lista —exhala lento—. Sigue maravillándome lo capaz que fue de salir adelante y ponerse al frente de la empresa de mi abuelo, incluso conmigo pequeña. Pero no es una persona agradable, no cuando haces algo que influya en sus planes. Yo me esforzaba, Finn.
La voz se le rompe y un sollozo fuerte se le escapa, cubre sus labios con una de sus manos, sus hombros se sacuden. Desabrocho tanto su cinturón como el mío y la atraigo para abrazarla.
—Te juro que me esforzaba —insiste con las lágrimas cayendo a borbotones por sus mejillas—. Hice todo porque me gustara lo que ella proyectaba, lo intenté, fallé, volví a intentar y... y volví a fallar.
La aprieto contra mi costado, acaricio su hombro y apoyo mi mejilla contra su coronilla. Sus dedos se aferran a mi muñeca que se encuentra cerca de ella y presionan con cada sacudida de su cuerpo.
—Lex...
—Quiero... déjame soltar... —pide—. Quiere salir, Finn... necesito decírtelo.
—Vale, yo te tengo.
Asiente e inhala, quizá llenándose de esfuerzo para poder continuar. No dejo de acariciarla, de hacerle saber que estoy aquí para ella.
—No funcionó, Finn —susurra—. Y me odié, me odié tanto, pensé que era culpa mía... ella, ella no paraba de decir que yo estaba hecha para eso, pero yo no lo sentía así y dolía mucho, me estaba matando, despacio, sin dejar marcas. Me estaba consumiendo.
Otro sollozo y es tanta la aflicción que libera que los ojos empiezan a escocerme, pero me guardo las lágrimas porque este no es mi tormento, no tengo derecho a pretender que entiendo porque no es así, no lo he vivido, solo me duele verla tan rota.
»A veces pienso que realmente me odia, Finn y no es lindo que quien te trajo al mundo sienta tanto rechazo por ti. Discutimos fuerte cuando me fui de casa para grabar mi primera película, no la he vuelto a ver desde ahí, pero consiguió mi número.
—Y te llama —afirmo, ya la he escuchado discutir con su mamá.
—Lo hace, pero nunca para preguntar cómo me va —sorbe por la nariz—. Solo lo hace para criticar mis decisiones, no las sabe respetar y no creo que lo haga alguna vez. Tiene la capacidad de herirme con sus palabras y yo sé que no debería permitirlo, que debería carecer de importancia, pero no puedo, Finn.
»Hace que por momentos me deteste, me crea inseguridades, demasiadas. Cuando era niña eran solo referentes a mi aspecto, luego empezó a inmiscuirse en mis gustos, mis elecciones, mi futuro, mi... mi talento.
He ahí la razón por la que Lexie duda tanto de su capacidad de deslumbrar a los demás y ¡joder! es estúpido siquiera insinuar que Alexandra Jones no tiene talento para la actuación, no sé si esa señora se ha tomado la molestia de ver alguna de sus películas, pero incluso las menos conocidas transmiten emociones. Ella puede hacerte reír, pero también sentir su dolor, su miedo, el terror que vi en sus ojos con la escena que grabó hoy... Catalina Jones está tan errada y es jodido que haya arruinado la confianza de su hija por sus deseos personales.
—Pero no puedo odiarla, Finn, no puedo, me ha lastimado tanto, pero no puedo —llora—. Tampoco la quiero, pero no quiero que nada malo le suceda.
—¿Tu papá nunca hizo nada por detenerla?
—No tengo papá —me responde—. Al menos Catalina no me abandonó como él.
Me arrepiento de inmediato de haber preguntado.
»Ninguno me amó, porque sé que Catalina no lo hizo y por supuesto que él tampoco, de lo contrario no me habría dejado y mi mamá no puede haberme amado cuando me ha lastimado tanto. El amor no debe doler, Finn. Alex me ama y no me lastima, nunca lo ha hecho. El amor no duele —repite.
Es lo último que dice antes de sumirse en un silencio absoluto en el cual solo escucho el sonido de su respiración errática, los suspiros y los sorbos. No dice más, se mantiene quieta contra mí hasta que poco a poco se recupera del episodio en el cual ha dejado ir ese algo que parecía estar asfixiándola. Sus dedos empiezan a arrastrarse a lo largo de mi brazo, hacia arriba hasta llegar a mi hombro, se aparta un poco y me mira, sus ojos denotan el previo llanto, entonces suspira, un suspiro lastimero que antecede a la pequeña sonrisa que se dibuja luego sobre sus labios.
—¿Cómo estás? —indago, creo que mi pregunta resulta algo tonta luego de lo que sucedió, pero ella asiente.
—Mejor —responde—. Mejor...
Espero a que ella decida alejarse cuando lo considere conveniente, se queda junto a mí por otro rato, solo respirando lento. Se siente tan frágil entre mis brazos que me nace esa necesidad de protegerla, de respaldarla a ella y a esos muros que la envuelven de vez en cuando. Joder, la han quebrado en todos los sentidos, primero su familia, luego el imbécil de John Carter, no tengo idea de qué sucedió con él, pero imagino que no terminó bien por la manera en cómo se embriagó la vez pasada. Lexie es un enredo de cicatrices, de costras que se han formado sobre cada puñalada, creo que algunos cortes son recientes, quizá algunos se los ha causado ella misma y podría apostar a que son los que más le duelen, porque se supone que somos nuestro lugar seguro, si no estamos a salvo con nosotros mismos, entonces ¿qué queda?
—Finn —me llama en un susurro.
—Dime, Lex.
—Gracias por ayudarme a dejarlo salir, yo... yo necesitaba hacerlo, estaba ahogándome —ya no me observa, tampoco la obligo a hacerlo—. Perdona por entristecer tu visita, deberíamos divertirnos, te prometo que voy a estar mejor.
Niego suavemente.
—Yo vine por ti, Lexie —le aseguro—. Es tu día, tú eliges lo que quieres hacer; si quieres dejar ir aquello que te duele, entonces te sostendré; si quieres ir a bailar, vale, lo haré contigo; si quieres beber un trago, me encargaré de que llegues sana y salva a casa; si prefieres leer algo, escucharé atento cada palabra que digas; tú decides, Lex.
Guarda silencio, lo está pensando y de repente se aleja para mirarme, la chispa hace su intento por renacer en sus ojos.
—¿Qué tal te va en patines?
No sé hacerlo, tengo pésima coordinación para ir en patines, ya sean con ruedas o para hielo.
—¿Me enseñarías?
Sonríe y asiente.
—Nuestro destino es la Plaza Nathan Phillips —afirma—. Pero una pequeña parada en el hotel, aún quiero cambiarme.
—Como mande, señorita.
Retiro mi mano de su espalda y me acomodo en el asiento para volver a conducir, espero a que se abroche el cinturón y enrumbo a su hotel, ahí no tardamos mucho. La veo elegir su ropa mientras el cielo va oscureciendo a través de las ventanas de la habitación, opta por un buzo holgado blanco, unas zapatillas enormes, un suéter pegado y un abrigo de peluche que le llega a los tobillos. Va toda de blanco, salvo por el abrigo que es color chocolate, como sus ojos. Se retira el maquillaje, solo se pone un poco de corrector sobre las ojeras y un labial mate de color rosa suave, casi no se nota, pero yo lo hago, me declaro culpable de haber estado reparando sus labios mientras ella los pintaba.
Le envío un mensaje a Alex informándole a donde es que iremos tras salir de aquí y él responde con un simple «OK». Mientras tanto, Lexie termina de alistarse y se posa frente a mí para informarme que ya podemos ponernos en marcha. Sin pensarlo demasiado le ofrezco mi mano que ella repara dubitativa, no la toma, se decide por mi brazo que engancha con el suyo. Bajamos hasta el auto donde se pone el gorro y los guantes de lana, envuelve alrededor de su cuello una bufanda también. Enciendo el motor y nos desviamos para ir por los patines que ella paga por más que insisto en hacerlo yo.
—Tú invitas la cena —zanja y le ofrece su tarjeta a la joven de la caja que intenta disimular la emoción, pero finalmente se atreve a pedirle una foto.
Lexie le sonríe y accede mientras el pago se procesa. Para despedirse la cajera le desea un feliz cumpleaños. Cuando llegamos a la plaza, la encontramos colmada de gente, Lexie se sube el cuello del suéter hasta la nariz y se cubre bien con el gorrito de lana.
—Quiero un momento para mí —me explica—. Basta con un par de fotos casuales para que lleguen los paparazzi, prefiero seguir de incógnita.
Asiento. Me ayuda a ponerme los patines porque le soy sincero diciéndole que realmente nunca he usado de estos, ella solo sonríe y los ajusta a mis pies. Una vez listos, ingresamos a la pista que se siente inestable bajo mis pies, tal vez debí verla de lejos y no meterme en este embrollo, pero ignoro el miedo cuando noto lo mucho que está divirtiéndose viéndome caminar como pato porque no sé cómo deslizarme. Esta vez es Lexie quien me ofrece la mano para jalarme, me encorvo un poco intentando seguir el movimiento grácil de sus piernas, pero fallo.
—Intenta relajarte, te tengo, ¿vale? No soy muy corpulenta, pero seguro que puedo contigo —ríe.
Murmura «Uno, dos, tres, uno, dos, tres» una y otra vez mientras señala sus pies que se coordinan de manera increíble.
—Lex, da una vuelta, yo te espero aquí —le digo.
—¿Seguro?
—Segurísimo, trabajo en un par de días y una fractura no me conviene —aseguro.
Sonríe.
—Vale, una vuelta y regreso.
Se aleja haciendo un baile gracioso que me hace sonreír, sus piernas se mueven en zigzag y gira dándome la espalda. Entonces toma velocidad y se impulsa hacia adelante evadiendo a las personas que la rodean, en algún momento encuentra el camino libre y se arriesga a cerrar los ojos por un par de segundos en los cuales puedo ver como inhala llenando su rostro de una tranquilidad infinita. Deja ingresar la paz para echar fuera sus tormentos. Los abre otra vez y es una Lexie distinta la que me observa ahora, la que achina los ojos, no imagino lo dañino que debe haber sido para ella guardarse todo lo que me contó temprano por tanto tiempo. Ha soltado ese peso e incluso puedo verla más liviana, sin todo ese pesar encima. Aún hay rastros de las heridas, secuelas que no sanan solo con contarlas, pero confío en que pronto tomará la decisión que la ayudará a controlarlas también. Lexie debe encontrar su porqué y nadie más que ella misma puede dar con él.
—Hace mucho que no hacía esto —dice frenando a un par de metros de donde estoy—. Había olvidado lo genial que se sentía el aire gélido contra tu rostro. ¿Quieres intentar otra vez?
Tomo la mano que me ofrece y esta vez lo intentamos uno al lado del otro, Lexie se mueve de derecha a izquierda y después de haber avanzado un buen tramo logro cogerle el truco a la dinámica. En mi mente repito el movimiento y me aferro a sus dedos cuando siento que va a soltarme.
—Lex que apenas empiezo, me iré de nariz si me sueltas —le reclamo.
Ríe.
—Vale, no te suelto, sigue, sigue.
Seguimos así por largos minutos en los que sigo sintiéndome como pato incluso cuando Lexie asegura que he mejorado.
—Sigo pareciendo un pato —insisto.
Ella se carcajea.
—Excelente comparación, pero al menos eres un pato agradable a la vista.
Sonrío. Le digo que dé otra vuelta sola mientras yo descanso. Lo hace, me deja a salvo en la orilla de la pista y se va a recorrer el extenso trozo de hielo que reposa bajo nuestros pies. No la pierdo de vista, se pasea con delicadeza pasando su peso de un pie al otro, sus brazos bailan a sus costados y ella sonríe, lo sé por la manera en como sus ojos se achinan cuando lo hace. Su camuflaje es suficiente para que pueda actuar sin que nadie la reconozca y luce feliz, libre, en paz. Me hace muecas informándome que dará otro par de vueltas, yo asiento dispuesto a seguir aguardando por ella. Unos minutos después, vuelve conmigo y se quita la bufanda, dejándose solo el cuello de la chompa que trae puesta.
—Vas a enfermarte, Finn —me regaña—. Tienes todo el cuello descubierto.
—Pero estoy bien.
Me imita agudizando el tono de voz, sonrío mientras ella rodea mi garganta con su bufanda, me guardo el suspiro que se ahoga cuando su aroma invade mis fosas nasales. Joder, huele demasiado bien, huele a Lexie.
—Ahora sí eres un pato abrigadito —me da un golpecito en el pecho, yo sigo aferrado al borde de la pista para evitar irme de bruces.
—Gracias.
Se encoje de hombros restándole importancia. Decidimos que ya es hora de ir a cenar así que nos quitamos los patines para volver al auto.
—¿Tienes algún lugar en mente? —me pregunta.
—¿Lo tienes tú? —la verdad es que sí había pensado en un restaurante, pero si ella desea ir a otro lugar, puedo cambiar el plan.
—El año pasado fui a un restaurante italiano que hacía unas pastas deliciosas, se me antojan un poquito.
Asiento.
—¿Recuerdas el nombre?
Me lo indica y el GPS nos lleva hasta allí, me aseguro de que Batman siga con nosotros, lo invito a pasar, pero se rehúsa. Lexie insiste, e incluso así él sigue prefiriendo quedarse fuera.
—Voy a pedirle algo para llevar, así disfruta también —le indico a Lexie para que no se preocupe, está poniendo una mueca triste—. Oye, para nosotros es más cómodo quedarnos fuera cuando la persona a quien cuidamos tiene compañía, te lo aseguro. Por más confianza que exista.
Asiente, pero no pierde de vista a Batman que se mete en el vehículo detrás del nuestro mientras ingresamos. Una vez dentro, nos envían a una mesa para dos y pido un plato para llevar, le indico a la mesera a qué vehículo es que debe entregarle el pedido antes de encaminarme con Lexie a donde nos señalan.
La cena transcurre tranquila, es un lugar discreto, hay quienes la reconocen, pero nadie se atreve a sacar el teléfono para apuntarla. Me cuenta sobre los últimos días de rodaje, hay altibajos, según resalta, algunas escenas salen rápido, otras tardan más, son estas últimas las que la hacen pensar de más. Me abstengo de decirle que la he visto hoy, quizá la incomode y no quiero eso. Sigo escuchándola atento, rio con sus bromas y sonrío cuando ella lo hace también. Este mecanismo me resulta extraño, porque mis dedos pican por tocarla y no puedo hacerlo; mi lengua lucha por resaltarle lo hermosa que luce con poco o nada de maquillaje, lo talentosa que es y lo mucho que me deslumbró hoy cuando la vi actuar; mi cerebro quiere darle rienda suelta a pensamientos que debo frenar si no quiero que la situación escape de mis manos.
—... y todo ha mejorado desde que Melanie se fue —suspira—. ¿Te conté que se puso en modo desgraciada porque pensaba que quería acostarme con su ex? No creo que algún día comprenda el odio que a veces nos lanzamos entre nosotras por culpa de terceros. Igual y Diego no me gusta, que sí es guapo, pero es mi amigo y no me gusta de ese modo.
—Es la regla de compañeros de elenco, ¿verdad?
Asiente.
—Pero esto es distinto a lo que sucedió con Thomas, él quería algo conmigo, Diego no.
Doy un sorbo a mi bebida antes de responderle.
—Creo que incluso si te hubieras involucrado con Diego, Melanie no tenía derecho a lanzar tanto odio, es su exnovio, él está soltero, tú lo estás también, pueden hacer lo que gusten.
—¡Exacto! —gesticula con las manos, me roba una sonrisa.
Luego me pregunta que cómo estoy, soy sincero, pero mantengo el acuerdo conmigo mismo guardándome el "Debatiéndome entre sí decirte o no que me gustas, Lexie. Ya sabes, me gustas y quisiera que sigas siendo mi amiga, pero que podamos ir más allá y ver si encontramos algo que nos agrade, pero no sé si te sientas del mismo modo". Sí, me guardo eso, porque ella ha dejado en claro que quiere que sigamos tal cual y acepté sin saber que mi cerebro y corazón opinarían diferente tras pensarlo mucho, tras comprobar que el vacío casual no me sirve más, que quiero la maraña completa de sensaciones.
Chasquea los dedos frente a mí y ríe cuando salgo del trance.
—Te quedaste mirándome como tonto —se burla.
—Me perdí, perdón.
—¿En mi mirada?
La verdad es que sí. No lo digo.
Me rio también, notando la diversión de sus ojos. Seguimos comiendo, pago en cuanto terminamos y decido sacarla por la puerta trasera, Batman nos ha avisado que ha visto a un par de sujetos con cámara. Ya decía yo, estaban tardando mucho en notarla.
—Váyanse en este, yo iré al otro lado por su auto —nos indica haciendo el cambio de llaves—. Han estado haciendo guardia fuera, pero no me notaron.
Lexie se inclina para besar su mejilla y agradecerle, yo le doy un asentimiento con la cabeza, también agradezco antes de subir al auto en el que vino él. Nos hace una señal con la mano, avanzamos perdiendo el restaurante de vista. Mi amiga revisa su teléfono y en el primer semáforo me muestra una de las fotos de baja calidad que nos tomaron.
—Lamento esto —se disculpa—. Gajes del oficio.
—No es culpa tuya —le recalco.
—Sí, bueno, ahora entiendo un poco a Adara y su miedo de que capten a Lois, incluso cuando es solo amistad, ellos no comprenden de términos. Aunque tú ya has estado en redes antes —sonríe.
—¿Ah, sí?
Asiente.
—Vi un par de videos tuyos, le gustas a algunas chicas —ríe divertida—. Si vuelvo a encontrar, te los enviaré, podrían abrirte club de fans.
—Valoro el esfuerzo.
—Va, no seas modesto, de todos los guardaespaldas de Ada eres el más guapo —afirma—. Y no lo digo solo porque seas mi amigo.
Sonrío.
—Yo creo que sí es por eso, aquí existe favoritismo.
Me gano un golpe en el brazo, no duele, pero de igual modo emito un quejido.
—Quejica —se burla y enciende la radio.
Una canción de Morat empieza a sonar, era lo que estaba escuchando antes de ir a recogerla. Últimamente es lo que más escucho, antes ya me gustaba la banda, desde mi descubrimiento sentimental, he desarrollado un apego con ciertas canciones que me recuerdan a Lexie.
—¿Qué significa? —pregunta tras dos canciones en las cuales solo estuvo balanceándose de un lado a otro.
Intento procesar el significado de la canción para dárselo sin necesidad de traducirle toda la letra.
—Habla sobre un amor difícil, pero que pese a las dificultades y a que "sus besos matan", estás dispuesta a correr el riesgo para enamorarte de la otra persona.
Asiente, procesando.
—Qué romántico me saliste —ríe—. ¿Es que hay alguien especial por ahí? Esos chismes se cuentan, Finn.
Niego.
—Si existiera alguien ya te lo habría dicho —miento, porque no puedo contarle que es ella la que está robándose mis pensamientos.
—Más te vale, mira que yo te cuento mis aventuras, incluso las más desdichadas —se deja caer contra el respaldar del asiento—. Y vaya que algunas sí que son penosas, hay imbéciles que no saben ni entretener y su jodido egocentrismo es irritante.
Es en los últimos relatos en los que termino imaginando escenarios no muy aptos para todo público, porque joder, sería una vil mentira afirmar que no he pensado en Lexie de forma sexual, más aún con lo detallada que es al contarme cada cita casual que ha tenido. Pienso en lo receptiva que podría ser a mis caricias, en lo mucho que deliraríamos juntos, y es que sé con certeza que Lexie me enloquecería del mismo modo en el que yo lo haría con ella. Evoco la suavidad de sus labios, porque el recuerdo sigue ahí, por más breve que haya sido...
—Uy, esta tiene buen ritmo —le sube el volumen, me causa gracia que disfrute las canciones aunque no entienda lo que dicen—. ¿Cómo se llama?
—Aprender a quererte —respondo.
—Vale sí, entiendo perfectamente lo que me has dicho —ironiza.
Le digo la traducción y asiente, empieza a teclear en el celular hasta dar con un video subtitulado al inglés, quizá para ahorrarme el tener que decirle el significado de cada oración. Le baja el volumen a la radio y escucha la canción solo en su teléfono.
—Esto es demasiado tierno —suspira—. ¿Estás seguro de que no hay nadie, Finn?
—Lexie... —advierto, no quiero mentirle otra vez.
—Va, va, te creo, perdón —agrega rápido—. Voy a hacer una playlist con su música subtitulada, me han gustado mucho.
Continúo manejando y la dejo escuchar cuanta canción vaya agregando a la lista de reproducción, algunas me recuerdan a ella y otras a la manera en cómo estoy sintiéndome. Porque joder, siento que me he montado en una montaña rusa, tengo subidas en las cuales puedo soñar despierto con que esto podría funcionar, pero luego las bajadas me recuerdan que Lexie y yo no tenemos los mismos objetivos.
—Hogar, dulce hogar —anuncio cuando hemos llegado a nuestro destino.
—¿A qué hora sale tu vuelo?
—Mañana al mediodía —respondo.
—Vale, pues te quedas conmigo —sonrío porque eso ni siquiera fue una pregunta, solo lo asume y no voy a quejarme al respecto.
—¿Deseo de la cumpleañera?
—Y lo vas a cumplir —se ríe bajando cuando ya he estacionado el vehículo.
—¿Tengo opción?
Rodea el auto hasta llegar a mi lado, se engancha de mi brazo.
—La verdad es que no.
Subimos hasta su habitación, donde ya se encuentran sus regalos, vuelve a admirar el cuadro y esta vez se quita el abrigo para dejarse caer sobre el mullido colchón. Cierra los ojos y yo solo puedo verla reposar con tanta tranquilidad, vuelve a abrirlos y me llama dando palmaditas a su lado.
—Querré dormir y mi ropa está en la habitación de Alex —me excuso.
Necesito una justificación para la llamada que le haré.
—¿Te acompaño a buscarlo? Mejor llámalo, no creo que le pese venir, no me ha dado el beso de buenas noches —sonríe aún recostada.
¡Eso! Hago la llamada y él me informa que viene de camino con la última parte del regalo para Lexie, esta vez de parte de todos los que la queremos. La castaña sigue dormitando sin pensar en nada. Tocan la puerta, entonces sí que los abre, porque el chisme no perdona sueño.
Ingresa Alex seguido de Batman y Robin que traen un pastel entre los dos, el manager de Lexie sostiene su teléfono, puedo escuchar las voces de Ada, Lois y la familia de la rubia cantando "Feliz cumpleaños". Lexie se pone de pie con los ojos enlagunados, le sonríe a la cámara y envía besos a sus amigos, abraza a sus guardaespaldas, pica un poco de glaseado, se cuelga del cuello de Alex y finalmente vuelve a mí. Me aprieta con tanta fuerza que debo reprimir un quejido, de igual modo sonrío cuando me ve desde abajo con esa chispita vibrante dentro de los orbes chocolates que me absorben entero.
Comemos el pastel y reímos juntos antes de que todos se retiren a dormir también, Lexie suspira sentándose en la cama, a mi lado. Apoya la sien en mi hombro.
—Este cumpleaños fue mejor de lo que esperaba —habla bajito—. Gracias por venir.
Me observa, yo la miro también. Mi corazón decide acelerar el ritmo habitual con el cual late y abrazo mi pulgar con el resto de mis dedos cuando la necesidad de tocarla me abarca otra vez. Estoy perdido.
—No hay nada que agradecer —respondo.
—Es bueno que estés aquí, Finn —un amago de sonrisa se desliza en sus labios—, le das un tono bonito a la vida.
Se pone de pie para ir a ponerse el pijama en el baño, yo me desvisto ahí mismo y me pongo la ropa de dormir también. Apagamos la luz cuando vamos a acostarnos, pero seguimos conversando incluso con la oscuridad reinando. Hablamos sobre todo y nada, cosas triviales, la vida, la forma en cómo la luna parece ser la reina de todas las noches y lo hermosa que luce hoy. En algún momento Lexie deja de hablar, me volteo y compruebo que se ha quedado dormida. Un pequeño rayito de luz se cuela entre las cortinas, es ese destello el que me permite detallarla mientras deja ir sus preocupaciones sumiéndose en el sueño profundo, espero esté teniendo un sueño bonito y que sus pesares no la acechen también cuando su cuerpo se desconecta. No caigo de inmediato, mis ojos se pasean por su rostro, reparo cada centímetro de él, sus pestañas largas, su nariz un poco respingada con la punta redondeada, evito mirar sus labios, bajo a su mentón y me entretengo con los tres lunares que se distribuyen por su mejilla izquierda antes de volver a sus párpados. Luego viajo a su cabello hecho lío alrededor de la almohada, el dulce aroma llega hasta donde estoy endulzándome los sentidos. No sé en qué momento Morfeo me recibe, pero sí que Lexie es mi último pensamiento del día.
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Está un poco larguito, pero ¡ay! es de mis capítulos favoritos <3 espero que lo disfruten
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