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CAPÍTULO 1

I wonder if I'm being real, do I speak my truth or do I filter how I feel? - Shawn Mendes

2 de noviembre, 2021

Sucede algo cuando te acostumbras a los mensajes directos y sin rodeos, olvidas lo que es ver una mirada tímida que duda si entablar o no una conversación. La estoy presenciando ahora y desata algo en mi interior que no comprendo del todo.

Quizá sería obvio esperar ese tipo de miradas de alguien que no tiene presencia, que quiere pasar desapercibido, pero no; el dueño de los ojos inquietos ocupa buena parte del lugar. Su anatomía es llamativa y su atractivo es difícil de ignorar. Definitivamente no es la clase de hombre que solo miras una vez. Es de esos a los que le echas ojo y repites la acción porque parece increíble que semejante adonis sea real.

El ascensor se me hace pequeño mientras escucho a Adara parlotear sobre lo que haremos hoy, sonrío cuando el guardaespaldas de mi amiga se sonroja al escucharla asegurar que no va a comérselo.

Viéndolo así... «Yo sí me comería a este».

La acompaño a su reunión y la llevo de regreso a su departamento cuando termina. Adara se ha convertido en mi mejor amiga, la aprecio mucho y saber que es un cariño mutuo logra tibiar mi corazón. Esta clase de relación amical estaba necesitando, la sensación de pertenencia, saber que tengo a donde llegar.

Antes de despedirme, le sonrío pidiendo que reflexione acerca de la disminución al índice de belleza de cierto chico que ha conocido. Vuelvo al estacionamiento donde me esperan los escoltas que vinieron acompañándome.

Tarareo una canción que no logro quitarme de encima mientras camino hacia ellos, pero mi mirada se desvía encontrándose con los mismos ojos inquietos que me vigilaban horas antes.

«Tierno» Tierno y conveniente.

Sonrío para mis adentros cambiando el rumbo de mis pasos, la fila de autos se abre paso y él se endereza cuando me poso frente a él, apoyo mi peso en una de mis piernas, evaluándolo.

Alto, fornido y con el rostro tallado a la perfección.

—Soy Lexie —saludo.

—Lexie Jones —completa y respondo asintiendo—. Un placer, señorita.

Extiendo mi mano hacia él esperando que la tome, pero no lo hace. La mira dudoso haciéndome rodar los ojos.

—Están limpias —suspiro—, intentaba ser amable, grandulón.

Vuelve a mirarme y la inquietud que me resultaba tierna hace unas horas se esfuma.

—Finn —siento el contacto de su piel sobre la mía pero no aprieta. Veo en cámara lenta como sus labios intentan posarse en el dorso de mi mano.

Mi cuerpo reacciona por sí solo retirando mi extremidad con rapidez. No me permito ese tipo de contacto, es muy íntimo y no resulta agradable pensar en las sensaciones que podría acarrear.

—Encantada, Finn —le sonrío como si nada hubiese sucedido, sus ojos han vuelto a inundarse de confusión—. ¿Me das tu número?

No hay segundas intenciones en mi pregunta, todo esto es cien por ciento profesional, puedo prometerlo. No es por mí.

—¿Mi número? —pregunta.

—Sip, tu número, ya sabes, para llamarte.

La piel de su frente se arruga y sus ojos se achinan a la par en que su rostro se ladea un poco hacia la derecha. Sonrío y procedo a explicar:

»Necesito alguien a quien preguntarle cómo está Adara, quiero que seas mi espía aquí. Es mi persona y no me apetece tener en mente que podría requerir mi presencia, pero no lo comunica.

Extiende su mano hacia mí y sonrío satisfecha dándole mi teléfono para que anote el dato.

Lo observo teclear distrayendo la vista con lo agradable que resulta su presencia.

Más hombres así, por favor.

Su teléfono suena y es cuando me percato de que se ha timbrado desde mi celular.

—Para comunicarle si algo sucede —explica—, todo será profesional, descuide; conozco la manera en que esto funciona.

—Puedes tutearme —le informo.

—Prefiero no hacerlo —concluye.

Me encojo de hombros y le doy una breve sonrisa cuando me devuelve el aparato que guardo en el bolsillo de mi blazer. Enderezo la espalda y le sonrío por última vez.

—Hasta luego, Finn.

Me responde con un asentimiento de cabeza y me giro para volver a mi auto.

—Señorita —llama.

Giro el rostro encontrándome con un atisbo de sonrisa dibujada en su rostro. Es un pliegue minúsculo.

—Se ve muy bonita hoy —halaga y ahora soy yo quien frunce el ceño—. Intentaba ser amable, eso es todo.

¿Ha repetido mi línea?

Lo llaman y se despide con un asentimiento de cabeza antes de retirarse.

¿Qué demonios? No debería sorprenderme, no debería dejarme pensando en el jodido adjetivo, más que nada porque no es la primera vez que lo escucho. Al estar en el ojo público, es común escuchar halagos a mi belleza, también lo es cuando te involucras con hombres que, en su mayoría, son geniales para alimentarte el ego, así sea de manera superficial. Estoy adecuada a ese tipo de palabras, puede que incluso ya esté harta de escucharlos, pero este último ha dejado un sabor extraño en el fondo de mi garganta.

Me abofeteo mentalmente, estoy pensando demasiado en algo que ni siquiera tiene sentido. Debe ser la falta de sexo, sí, es eso. Mis hormonas han estado alborotadas y no he podido darles la dosis de éxtasis a la cual están acostumbradas.

Reviso la pantalla de mi teléfono y me percato de que voy con el tiempo justo para llegar a la sesión de fotos que tengo pendiente. No me apetece llegar tarde.

Mi manager me envía la dirección y mentalmente calculo la velocidad a la que debemos ir para llegar antes de la hora estipulada, se lo hago saber a mis guardaespaldas que asienten antes de empezar a conducir. Las calles de Los Ángeles son preciosas, el aire cálido resulta reconfortante, las personas sonriendo por doquier me recuerdan que hay cosas buenas en esta vida, que quizá deberíamos luchar por ellas.

Mi cronómetro mental llega al límite cuando nos estacionamos frente a mi destino, Alex ya está ahí y le sonrío cuando abre los brazos para mí. Lo he visto hace unas horas cuando terminé de enterrar mis oportunidades de entrevistas con Connan Walters, pero me abraza con la misma fuerza, sabe que amo este tipo de abrazos.

Alex Orangee es la clase de manager responsable que se encargará de tus asuntos y compromisos, pero que siempre encontrará tiempo para darte un abrazo si lo necesitas. Los necesito siempre y él ya ni siquiera pregunta, solo me apretuja contra su pecho recordándome que lo tengo para mí.

—Nadie va a preguntarte nada —me comunica—, ya he hablado con todos ellos.

—Y yo que quería chismear —suspiro alzándome para besar su mejilla—, ¿lograste ver a Benja?

Niega.

—Lo llevaré a cenar cuando terminemos con esto, me envió un mensaje diciéndome que Adara lo había contratado.

Alex es lo más cercano que tengo a un hermano, lo conocí cuando decidí irme de casa; él buscaba un talento y yo alguien que pudiera organizar el mío. Es tan solo cinco años mayor que yo y nos entendimos a la perfección desde el primer momento. Éramos Alex y Lexie juntos contra el mundo; meses después conoció a Benja y nuestra hermandad de dos pasó a unirlo. He visto crecer su amor desde la raíz, fui testigo de las miradas de soslayo y las declaraciones de amor. Tienen la clase de relación que aspiras a imitar, con la comprensión y el respeto por encima de todo.

Llego puntual y todos se mueven a mi alrededor alistando todo para la sesión de fotos, nadie pregunta nada cortándome el rollo chismoso que quería desatar aquí. Connan Walters no era de mi agrado, pero que se metiera con Ada fue la gota que colmó el vaso. No me tembló la lengua en ningún instante y vaya que disfruté dejarlo en ridículo en su propio programa.

El día se vuelve noche y la energía que poseía termina extinta. Este tipo de trabajo suele ser tildado de fácil, pero es agotador; no me quejo porque es algo que me gusta, sin embargo, no puedo negar el desgaste de mi cuerpo.

—Puedo llegar sola al departamento —le indico a Alex que sigue caminando a mi lado—. Ve a celebrar con Benjamin, estaré bien.

Me mira con la negativa de siempre presente.

—Caray, los chicos vendrán conmigo, prometo no hacer ninguna locura —resoplo—. Ya soy una niña grande, Alex.

Esta vez menea la cabeza.

—Voy a despedirte —me planto frente a él—, ve con Benja o te despido.

Entrecierra los ojos hacia mí, pero no titubeo.

—No lo harías.

—No me retes —coloco las manos a ambos lados de mi cintura—. Ve con tu novio y llévalo a la maldita cena. No es un día cualquiera, Alex, sabes bien que Benja viene soñando con esto desde siempre.

—¿Estarás bien?

Le sonrío y rodeo su torso con mis brazos.

—Siempre lo estoy —beso su mejilla y lo empujo para que se apure—. No beban mucho, provoca disfunción eréctil.

Lo escucho reír mientras camina hacia su auto, me hace adiós con la mano y se monta en él para irse.

Amo a mi manager, lo adoro con todo mi ser; pero es demasiado comprometido, me pone por encima de todo y creo que tiene que ver con el hecho de que no somos solo manager y cliente; somos hermano y hermana. Su instinto protector aumentó cuando sucedió lo de John, solo me rompí una vez frente a él pero fue suficiente para que no quisiera dejarme sola nunca más. Me quiere llevar a casa siempre y si no refuto se queda conmigo hasta que asegurarse de que me encuentro bien. Gran parte del tiempo lo estoy, pero últimamente mis momentos de debilidad han aumentado. Por supuesto no se lo he dicho, no quiero que viva a mi sombra, lo adoro lo suficiente como para detenerlo de gozar los momentos lindos con su novio.

Hoy es uno de los días no tan buenos, pero estoy tan adecuada a fingir que ya me sale natural, ni siquiera yo me percato de lo mal que me siento hasta que la oscuridad llega. El auto se mueve hasta mi edificio y despido a mis escoltas asegurándoles que pueden ir a descansar. El ascensor me recuerda al grandulón haciéndome sonreír por un instante, pero no es suficiente para evitar la caída de mis lágrimas cuando cruzo el umbral de la puerta.

Mamá me escribió por la mañana, justo después de que terminara la entrevista con Connan; no le basta con saber que me destruyó años atrás, quiere asegurarse de que sepa que aún la puedo decepcionar, que sigo siendo la causa de su vergüenza.

Me planto frente al espejo de cuerpo completo que tengo en el salón principal y contemplo mis labios temblorosos, mi nariz roja y las ojeras que cubren buena parte de mis pómulos. Años atrás me prometí que dejaría de ser el pedazo de mierda que ella daña sin pena, me hice una promesa que rompo cada cierto tiempo y es que resulta inevitable que sus puñales no duelan, que el vínculo que nos une no haga menos que quebrarme.

Lloro, pero no dejo caer del todo ese muro que me protege, voy a mi armario y escojo el vestido que me pondré esta noche. Necesito salir, quedarme aquí encerrada no hará menos que deprimirme y no es eso lo que quiero. La tela se adhiere a mi cuerpo como segunda piel, acaricio mis leves curvas y recurro a la base de maquillaje que terminará de cubrir las bolsas bajo mis ojos.

No quiero a nadie conmigo hoy, necesito sudar este dolor y mis escoltas no me lo permitirán sin alertar antes a Alex. Inspirada por mi mejor amiga, tomo la peluca rubia que me ayudará a escapar de aquí y salgo con sigilo de mi edificio. Los chicos están durmiendo por lo que no es difícil conseguir acceso directo a mi auto que me lleva a la discoteca privada a donde suelo ir cuando no me siento bien.

Muestro mi pase VIP y no tardan en dejarme pasar, suspiro sintiendo el ambiente cargado de todo menos la nostalgia que tengo dentro. Ayuda a disfrazar mi tristeza, a amortiguar el dolor. Pido un trago de tequila que no tarda en perderse en mi garganta y repito el procedimiento con los que siguen. El alcohol adormece ese lado mío que quiere echarse a llorar y encerrarse a sufrir, no quiero que salga a la luz, no ahora.

Me tambaleo dirigiéndome a la pista de baile, pero choco con un muro de carne y hueso que me empuja hacia atrás.

—Joder —me quejo.

Espero el impacto de mi culo contra el suelo pero no llega, en su lugar un brazo fornido se arremolina en mi cintura sosteniéndome.

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