• Capítulo quince •
• Almas gemelas •
Las cajas se encontraban apiladas en lo que anteriormente era su estancia, los pocos muebles que no había vendido ya se encontraban en camino hacia el estacionamiento y el departamento del tercer piso de aquel complejo empezaba a verse vacío.
Honestamente la nostalgia empezaba a presentarse en su corazón, recordando cada uno de los momentos que había pasado en ese lugar desde que llegó — a penas iniciando la preparatoria—.
Habían sido tres largos años donde esas paredes blancas fueron su lugar seguro, su refugió ante los malos días y su alegría al empezar a crecer por si mismo estudiando dónde quería.
Cuando llegó a Shibuya aquel día de Agosto, sintió que el mundo se le venía abajo debido a que por primera vez en sus escasos quince años — en ese entonces— estaba completamente solo.
Pero, afortunadamente, eso no paso por mucho tiempo porque el mismo día que había llegado y olvidó comprar algo de comer corrió hacia la pequeña tienda de souvenirs que recordaba a duras penas cuando llegó; no recuerda que compró ese día pero si recuerda con felicidad como encontró al pequeño minino que ahora ronroneaba en sus pies.
"– Aunque hagas eso, no puedes ir fuera de la transportadora. — Musitó al acuclillarse y regalar delicadas caricias en la pequeña cabeza de Peke J— Pero Kei prometió darte unos ricos premios en cuanto llegáramos al nuevo departamento."
El fuerte maullido lo hizo reír, escuchando el eco entre los muros por el vacío; ciertamente cuando llego a aquel lugar su progenitor solo le había comprado una cama y el refrigerador con la clara sentencia de que era lo único que necesitaba para sobrevivir lejos de ellos.
Después de ello aún recordaba como conseguía dinero en tutorías en la escuela media o simplemente ayudaba en trabajos de medio tiempo los fines de semana, también no olvidaba como en algún momento Takemichi y él habían propuesto grandes emprendimientos que quedaron en el olvido.
Con poco y mucho fue comprando los muebles que empezaron a darle vida a ese lugar, desde tiendas de segunda mano o en pequeños bazares con rebajas exuberantes.
"– Vamos Peke J, debemos ver si no olvidamos nada. — Soltó empezando a caminar a lo que fue su recámara—"
Ciertamente esas cuatros paredes que en su adolescencia estuvieron llenas de pósters y fotos lo llenaban de emociones que no podía olvidar; aún recordaba todas las noches de su primer mes en ese lugar donde se acurrucaba con su gato y lloraba por el simple hecho de no poder seguir estando lejos de sus padres.
También recordaba el rincón al lado de la ventana donde se sentaba en sus noches de insomnio y terminaba resfriado por quedarse dormido en ese lugar en cualquier temporada del año; sin olvidar como terminaba recostado en el centro de la habitación leyendo los primeros tomos de mangas que había adquirido en una librería de extraña procedencia — según Hanagaki—.
Los cuatro muros con papel tapiz amarillo siempre fueron su salvación, a pesar de que todo el lugar era suyo, su habitación era especial.
Reía, bailaba, cantaba, lloraba, gritaba y un sin fin de acciones que pasaban lentamente cuando recorría cada rincón; todo parecía tan lejano que se empezaba a cuestionar realmente ¿Cuánto había crecido?
Si se hubiera hecho esa pregunta hace un año podría decir que nada, todavía sería el mismo Chifuyu que se escondería tras su madre y viviría en la constante sombra de su padre, cumpliendo cualquier capricho que a su progenitor le viniera en mente.
Pero sin duda alguna hubo un cambió, demasiado radical a su parecer.
Baji Keisuke llegó a su vida como las estaciones del año, en primavera lo conoció con su extraña y falsa faceta de sabelotodo, causándole curiosidad por descubrir lo que realmente era.
En verano se adentro a su vida, como el sol de aquella época, fuerte, bravo y seguro; como si lo único que quisiera fuera permanecer en ella regalandole pequeñas sensaciones que lo hacían entrar en una marea de dudas.
En Otoño se encariño con él, como lo hacía con aquella estación: adorando todas sus facetas, la cálida, la fría, la de mil colores y la de verdad.
Conociendo su lado amable, coqueto, feliz, furioso y violento — aunque sabía que ahora conocía más—; se embeleso por cada cosa que Keisuke le dejaba conocer.
Y en invierno se enamoró, cayó perdidamente en los brazos del amor cuando se dió cuenta de que Baji era todo lo bueno que tenía.
Se dejó envolver entre sus abrazos y besos, al igual que supo de la verdadera tranquilidad al dormir acurrucado en el pecho del mayor
Sin duda alguna, había crecido mucho, podía verse en el espejo y juraría que había cambiado tanto emocionalmente que hasta su reflejo lo reconocía.
Tenía seguridad, felicidad, dicha y sobre todo amor; y estaba seguro que todo eso se veía reflejado en él.
Con cuidado se dirigió al viejo clóset, sonriendo, porque podría decir que era suyo pero al final de la anterior semana la palabra «nuestro» se veía reflejado en todo el lugar.
La madera pintada de color blanco se veía vacía hace un año, a pesar, de que él siempre había sido fanático de tener demasiada ropa se veía todo igual; los mismos colores repetidos hacían la vista monótona porque estaba acostumbrado a eso.
Luego llegó el color negro — literal —, colándose entre sus ganchos de colores y adentrándose en sus cajones.
Con lentitud se alejo, esperando que su dulce y felino acompañante saliera para seguir acompañándolo, cerrando la habitación con la última imagen de ver a Keisuke sentado en la cama después de pararse para ir a la preparatoria.
Lo siguiente era el bañó, en realidad era de sus lugares favoritos al poderse dar una ducha y después sumergirse completamente en la bañera — la cual fue uno de sus primeros gustos—.
Una pequeña sonrisa se presentó al ver junto al lavabo una liga negra, sabía quién era el dueño, ¡Por dios! Claramente el departamento de había llenado de ellas en algún punto de esos meses.
Las encontraba en su escritorio, en el lavamanos, en el comedor; algunas veces estaban colgadas en los picaportes de las puertas o simplemente las encontraba en su muñeca.
Ciertamente le daba demasiada risa el observar como algo tan pequeño le generaba tantas emociones.
El sonido de la puerta principal lo trajo al mundo actual, teniendo la seguridad de saber quién era.
"– Esas son las últimas cajas. — Mascullo el azabache, logrando que su cuerpo reaccionara y empezará a caminar— En unos minutos ya vamos."
Si, sin duda alguna su vida había cambiado y la persona que le estaba extendiendo los brazos en ese instante invitandolo a acurrucarse en ellos era la razón.
El camino era diferente —algo obvio porque nunca se acercaban realmente ahí—, las calles eran un poco menos transitadas y las grandes familias se podían ver aquel fin de semana.
Todo se veía tranquilo y en definitiva le emocionaba tener un 24/7 a menos de media cuadra de su nuevo hogar; todo se veía tan relajado que le agradaba pensar que su vida sería así.
Hasta que claramente olvidó quién era su mejor amigo y el mejor amigo de Baji...
"– ¡Wooow! Chifuyu tienes ya todos los tomos de Nana. — Comentó de la nada Takemichi al ayudar a acomodar el librero que habían comprado hace poco — Eso es genial.
– Lo sé, Kei me regaló los últimos antes de entrar a la universidad. — Agrego mientras sacaba los bonitos portaretratos que sus abuelos les habían mandado— Tora podrías pasarme la caja que está en el estudió.
– ¿No quieren adoptarme Yuyu? — Cuestionó el castaño con pequeños destellos rubios— Como mucho pero me la paso más en la universidad que nada.
– Si a Keisuke no le molesta. — Comento antes de soltarse a reír por la cara de fastidio de Hanemiya— Pero en definitiva ambos pueden venir a dormir cuando quieran, hay otra recamara disponible.
– Oh lo siento Takemicchi, acabas de escuchar tienen mi recamara. — Aseguro Kazutora al depositar la pequeña caja que restaba a su lado — Pero podemos poner un futón para que te quedes algunas veces.
– Lo siento Kazutora-kun pero Yuyu me a dado mi habitación, pero no me molesta compartir contigo."
Tal vez fueron los pequeños insultos o ver a Hanagaki haciéndole frente al capitán del sexto escuadrón de la ToMan pero en definitiva las pequeñas risas se convirtieron en carcajadas al escuchar tantas ocurrencias.
Ignorando a esos dos se dispuso a sacar el gran sobre de fotos que habían guardado en esa caja, fotos de año nuevo, algunas del cumpleaños de Keisuke, otras de su cumpleaños; fotos con Peke J y las típicas fotos que su suegra saco el día en que se fueron a la universidad.
Tantos momentos en tan poco tiempo y en definitiva quería más, más años al lado del mayor, más tardes comiendo fideos y viendo películas, más risas y a pesar de todo más peleas que les recordará que no todo podía ser perfecto pero si duradero.
"– ¡Conoces a los abuelos de Baji! — Soltó de repente Kazutora, llamando toda su atención— ¿Por qué conoces a los abuelos de Baji?
– No los conozco, deja las drogas. — Musitó al empezar a poner las fotografías en los marcos que repartiría por todo el departamento— Kei me habla de ellos pero...
– ¡No seas tonto Chifuyu! — Gritó Hanemiya poniendo una foto en su rostro— Esos señores que están a tu lado ¿Quienes son?
– Amigos de mis abuelos, sus vecinos exactamente.
– ¡Ellos son los abuelos de Baji!"
Antes de poder preguntar algo, el cuello de su camisa fue jalado junto al de Hanagaki para dirigirse a su nuevo sofá — el cual aún estaba cubierto por una bolsa de plástico—.
"– ¡Son como almas gemelas! — Gritó Kazutora al verlo muy cerca— Todo indicaba que en algún momento se iba a conocer.
– ¡Oh! Cómo esa leyenda del hilo rojo — Comento Hanagaki golpeando su puño con su palma — Esa que dice que todos tenemos un hilo en el dedo meñique que nos lleva a nuestra alma gemela.
– Ahora pueden decir que ustedes ya tenían tatuado el nombre de su alma gemela, como en los libros de Emma."
Ignorando completamente a sus amigos cercanos, volvió a retomar su antigua actividad, dejando que Kazutora y Takemichi se perdieran con tales cosas de las almas gemelas.
«Alma gemela» pensó al pasar con delicadeza las yemas por la primera fotografía que tenía con Keisuke.
¿Qué era realmente un alma gemela?
En varios mangas hablaban sobre ellas, conocía el famoso hilo rojo del que hablaba Takemichi y conocía a la perfección eso de los tatuajes de lo que hablaba Kazutora pero, algo no le agradaba.
Siempre había leído que cuando encontrarás a tu alma gemela tu corazón aumentaría su ritmo y sentiría como su mundo cambiaba de perspectiva rápidamente por el otro.
Pero ¿Entonces que era lo que sentía por Baji?
Ciertamente cuando conoció a Keisuke y hablo con él, extrañamente no sintió nada de eso.
Sintió tranquilidad, como si su alma descansará al ver al otro; como si por fin al estar con él pudiera descansar.
Baji era su estabilidad, su nuevo lugar seguro, su felicidad y sobre todo su nueva vida.
En definitiva los mangas estaban mal.
Porque cuando conocías a tu alma gemela debías sentir paz, no remolinos de cosas abrumadoras.
"– ¡Estoy en casa! — Gritó, la persona que siempre ocupaba sus pensamientos— ¡Oi Kazutora deja a Takemicchi! ¡Carajo!"
Una pequeña risa salió al escuchar eso, si, en definitiva Baji Keisuke era su alma gemela.
Hola, hola personitas ❤️.
En definitiva no tengo perdón de dios ajajjaa anoche me quedé dormida y hoy tuve muchas cosas que hacer.
Espero les guste esto.
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