Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Parte Única

Era el año 1997, habían pasado varios años ya desde el viaje a Egipto. Jotaro se había dedicado a estudiar Biología Marina, mientras que Polnareff, a investigar stands en su país natal, Francia.
En una de las ocasiones en que Jotaro debía viajar, emprendió su rumbo a Francia, a fin de realizar diversos trabajos encargados en su centro de Investigación. Estaría una semana en aquel lugar, donde los primeros días serían solo trabajo, mientras que los otros, solo de descanso. 

Ya concluido el proceso de trabajo duro, Jotaro decidió ir a tomarse un café para poder relajarse un poco. Era un lugar pequeño, pero muy bello. Ya serían las 20:00 hrs y por ende, comenzaba a oscurecer. La vida europea a esas horas era más pacífica de lo que creía el nipón y aquello lo relajaba más aún. Adoraba la paz y tranquilidad. Eso hasta que...

—¡JOJO! —oyó que le llamaban. Había pasado tiempo desde que alguien le hablaba de esa forma: tan bulliciosa y... cantarina. No había duda. Debía tratarse de aquel peliplata que conoció en los 80's ¿quién más sería tan molesto y ruidoso para gritarle así?

Polnareff —dijo para si el ojiazul, esbozando una leve sonrisa.

—¡Me sorprende verte aquí! —decía el más pálido, acercándose a su amigo que estaba sentado en una de las cómodas sillas que habían en el interior del local —me hubieras dicho que venías de visita.

—Tanto tiempo sin verte —Jotaro esbozó una nueva sonrisa para levantarse de su lugar y estirar la mano a modo de saludo. No era muy de piel que digamos, a diferencia del francés que ignoró su saludo y lo abrazó con fuerza. —oye, oye, calma.

—¡¿Cómo quieres que me calme, idiota?! ¡No te veo desde hace muchísimo tiempo! —exclamaba sonriente —¡así que no me vengas con tus tonterías de apretones de mano porque no sirven!

El nipón rodó los ojos y lo rodeó con sus brazos, tenía razón en el hecho de que no se veían hace mucho.

—Perdona por no avisar, Pol. Siempre estás viajando por lo de los stands; no sabía si ibas a estar aquí. Además vine a trabajar. 

—¿Debes haber acabado con lo más difícil, no? Se te nota —intuyó.

—Así es —asintió el contrario—pasado mañana vuelvo a Japón. Ahora estaba relajándome un poco —volvió a sentarse, haciendo un gesto para que Polnareff también lo hiciera —¿quieres algo de tomar?

—¡Eso no se pregunta! —ya separado de su viejo amigo, le sonrió. —tomémonos un café y luego vayamos a mi casa, ¿qué dices, eh?

—Tengo que volver al hotel, pero... —el ojiazul se interrumpió a si mismo. Habían pasado años que no veía a su amigo en persona, solo mantenían contacto telefónico esporádicamente, y quizá cuando volvería a verlo. Debía aprovechar de estar con él —está bien. Yare yare. —suspiró —elige qué tomar, yo invito.

—Oh, andas generoso, eh —reía el peliplata —yo quiero un capuccino, nada más.

—Bien —hizo señas para hacer el pedido. —yo también pedí uno, está muy bueno.

—Genial entonces —Polnareff no dejaba de sonreír, estaba muy feliz de volver a ver a su viejo amigo—¿qué tal va todo contigo, Jojo?

—Ahí voy —suspiró —¿y tú? ¿cómo va todo por acá?

—Nada malo por aquí hasta ahora— comentó el francés —estaba dándome una pausa a la investigación de Stands, ha sido mucho trabajo. Pero retomaré muy pronto.

—Ya veo —Jotaro bebía de su café —¿qué más has logrado averiguar de los stands?

—Cada vez irán incrementando el número —sentenció el contrario— parece ser que la flecha que utilizó Enyaba con Dio no era la única.

—Tch—Jotaro se veía molesto— y yo que pensaba que habían acabado esas escorias.

—Parece ser que no —comentó igual de fastidiado el albino —comienza a haber actividad por Europa, así que ten cuidado, quizá lleguen a Japón cuando menos los esperes.

—Ojalá que no.

Los dos chicos continuaron conversando un rato más mientras Polnareff bebía el capuccino que había pedido. Ya siendo cerca de las 9:30 p.m, Jotaro sugirió que fueran a comprar al supermercado algunas cosas para picar, antes de que cerraran el local. 

—Oye, Jojo —lo llamó Polnareff —¿cuánto tiempo me dijiste que seguirás aquí?

—Hasta pasado mañana—corroboró Jotaro. 

—Entiendo —asentía el menor—¿y te irás con Holly-san o...? —no sabía si tenía más familia que la rubia; además, claro, del señor Joestar. Jotaro jamás le comentó aquello.

—Sí, estaré con ella —afirmó el nipón —luego te contaré detalles al respecto, no es algo que me agrade mucho hablar —suspiró.

—Bien, terminemos con tus compras entonces.

Jotaro compró varias cosas para los dos, sobre todo, cervezas. A ambos les gustaba mucho, y para acompañar, también compró algunas botanas, una botella de whisky y un par de cajas de cigarrillos. 

—Mi casa no está muy lejos de aquí —indicaba el albino mientras cargaba con algunas de las bolsas. Jotaro asintió y lo siguió, llegando así al cabo de un rato al hogar del francés.

—Vaya —dijo Jotaro —es grande.

—Sí —sonreía con nostalgia el francés. Era para cuatro personas adultas, mas ahora sólo habitaba una. —adelante, pasa.

El mayor asintió y se adentró en el hogar, dejando las cosas en la mesa de centro del living. Observaba los alrededores, era un hogar muy acogedor. 

—¿Te parece si yo preparo los tragos, Jojo?

—Seguro —asintió el más alto de los dos y se sentó en el amplio sofá.

—Bien —Polnareff se alejó de su amigo y fue a la espaciosa cocina a preparar dos tragos con el  whisky que habían comprado, pues sabía que a Jotaro le gustaba. 

Mientras esperaba los tragos que prepararía su amigo, Jotaro bebía una cerveza y observaba los alrededores de la casa, concentrándose en una de las mesas. En ella había una foto del viaje a Egipto de todos los Crusaders.
Su corazón se detuvo un instante al ver aquella foto donde estaba él.

—Veo que aun conservas la foto —comentó como si nada el de cabello oscuro.

—Así es... —respondió el contrario, que se acercaba con dos vasos de whisky — simplemente es muy importante para mí

—Fue un viaje inolvidable—aseguró Jotaro

—Ni que lo digas—corroboró Polnareff —gracias a él, yo... —enmudeció. Aún ni comenzaban a beber y ya quería llorar. 

Jotaro pudo notar la voz algo temblorosa de su amigo y decidió interrumpir. No era algo de lo que quisiera hablar, aun le dolía. 

—Mejor déjame contarte de mi vida en Japón—sugirió el mayor.

—Oh, ¡está bien! —sonrió el de cabello extravagante, queriendo olvidar el viaje unos instantes.

—Bien —el nipón bebió un sorbo de whisky. —terminé la universidad y ahora estoy haciendo un posgrado en biología marina. Por eso vine aquí a hacer unas investigaciones.

—Te felicito, ¡Jojo! quién lo diría, huh.

—Ja-ja— el aludido golpeó el hombro de su amigo—Y... bueno... —suspiró —también me casé —dijo en un susurro.

—¿¡ESPERA, QUÉ!? —exclamó el francés, ya estando a su lado. 

—Sí—Jotaro asentía. —sé que es difícil de creer. Pero fue por razones de fuerza mayor: salí con ella un día y bueno... se embarazó, así que me vi obligado a casarme.

—Tienes un hijo, ¿Jojo? —el albino lo observaba completamente asombrado.

—Hija —le corrigió —se llama Jolyne y tiene 5 años.

—¡Una niñita! —sonrió al instante Polnareff, imaginando a una linda niña —vaya, me alegro por ti.

—No te creas, Polnareff. Yo la verdad casi no la veo.

—¿Tu trabajo, no?—intuyó el contrario

—En parte—reconoció el de cabello negro—me divorcié de su madre, pues las cosas iban mal. Bueno, no es que estuvieran bien en un principio —bebió otro sorbo.

—Entiendo —el peliplata también bebió de su trago —son varias las cosas que hacen que no veas a tu hijita. Dime, ¿la extrañas?

—No —Jotaro negaba con la cabeza de inmediato—la verdad, es que en parte quiero estar lejos de ellas. No quiero que me recuerde el error que cometí al casarme con su madre —suspiraba.

Así que todo fue un error... pensó Polnareff 

—No la amas —sentenció el de cabello extravagante.

—No —afirmó seguro —no la amé ni la amaré nunca 

Sólo amé a una persona en mi vida... pensó Jotaro 

—¿Y que hay de ti?—preguntó el de gorra— ¿no tienes novio o algo?

—Estable no —reconoció el francés —no puedo involucrarme en nada serio, sabes. Estoy poco o más jodido que tú, Jojo —rió con amargura.

—Así que... tú tampoco has podido sacártelo del corazón... ¿verdad?—preguntó el contrario, refiriéndose a Avdol. 

—Es imposible, si te soy sincero —Polnareff miraba su vaso, perdido en él.

—Lo sé—afirmaba el nipón—a veces me despierto en la noche recordando su rostro, o su sonrisa —hizo una mueca.

—Y yo de vez en cuando imagino que me habla, o regaña... —suspiró el albino—. Dios...  —lo extraño tanto, quiso decir.

—Que te regaña —Jotaro no evitó reír ante ese comentario —¿enserio, Polnareff?

—¡Sí! —exclamó el nombrado, observando a su amigo a los ojos —bueno, sabes, solía hacerlo...

—Lo hacía con todos ahora que recuerdo bien.

—Era incluso más responsable que el señor Joestar —recordaba el menor, a lo que ingirió bruscamente el contenido de su vaso, emitiendo un gruñido al acabar con su acción.

—Si, es verdad, hasta al viejo lo regañaba a veces ¿Recuerdas?—comentó Jotaro.

—Sí —asentía, poniendo todos sus esfuerzos en no lagrimear. Seguramente el alcohol ya estaba haciendo efecto. 

—Y él... —habló el más alto—es la única persona que he amado en mi vida—dijo recordando a Kakyoin, aquel pelirrojo que le había robado el corazón.

—¿Se lo dijiste alguna vez, Jojo? —lo observó de soslayo. Jotaro asintió.

—Sí. No constantemente, pero él lo sabía.

—Así que lo hacía... —sonrió levemente el contrario—yo... no logré hacerlo, sabes —nuevamente volvió a su vaso, vacío.

—¿Y él a ti? ¿te lo dijo alguna vez?

—Me parece haberlo oído una vez mientras dormía —recordaba el francés, incapaz de ver a su amigo a los ojos —pero nada más. Yo quería decírselo, pero ya no tuve tiempo.

—Creo que ninguno de nosotros asumió verdaderamente que podríamos morir en ese viaje—Jotaro ya iba en su segundo trago. —habíamos superado tantas peleas que la última no se veía tan terrible.

—Sí... —asentía a lo que luego trajo de la cocina la botella de whisky hacia la mesa, dispuesta a vaciarla —creímos que podíamos con ello.... y ya ves lo que pasó—suspiró.

—No le tomamos el peso debido—dijo el de cabello oscuro— subestimamos a Dio y a su stand —apretó los puños —de haber sabido de su poder un poco antes podría haberlo salvado. 

—Y yo evitado que él muriera así... —añadió el albino, mientras mantenía la mirada gacha.

—Oye... —Jotaro palmeó la espalda ajena —no te pongas así.

—Perdona, es que ahora recordé todo con lujo de detalles. Es todo.

—Te entiendo—el mayor empatizaba con su amigo—yo también desearía que las cosas no fueran así. Creo que de haber tenido a Jolyne con Noriaki, todo sería diferente.

—Me imagino —asentía el peliplata y luego se sirvió más de beber y así con su amigo. —quizá así hubiésemos sido felices. Realmente felices.

—Y tú habrías podido decirle a Avdol lo que sentías —suspiró el ojiazul— maldito Dio...

—Bastardo... —murmuró el de cabello extravagente, con el mismo tono ¿Ya de qué servía lamentarse?

—¿Por eso decidiste dedicarte a buscar stands?—inquirió el de gorra blanca—¿para vengar a Avdol?

—No sólo a él —en parte mintió, convincentemente —a los demás chicos también. Quiero evitar que ésta porquería —habló de los poderes stand —se expanda hacia otras personas tan destructivas y desalmadas como Dio —hablaba desde el rencor. 

—Ojalá se acaben pronto esos malditos.

—Eso espero —suspiró.

Y así siguieron bebiendo y recordando cosas del pasado. A veces se entristecían, eso es cierto, pero a medida que avanzaba la noche, el alcohol comenzaba a tener otro efecto en ellos. Jotaro reía como nunca lo había visto el peliplata, haciendo que la velada fuera mucho más amena que en un comienzo.

—Me gusta verte así, Jojo —comentaba el más pálido de los dos, quien también reía al ver a su amigo soltar sendas carcajadas. Las mejillas del nipón estabas sonrojadas y ya descubiertas producto del agobiante calor que le provocaba su gorra, a lo que hacía 2 tragos se había quitado, dejando visible su muy atractivo rostro.

—No sé que me pasa —Jotaro no dejaba de reír, observando al contrario cada tanto —oye, tienes el cabello largo—le dijo al francés, sin ninguna razón en particular.

—¿Tú crees? —ya hacía rato se lo había soltado, mostrando así que le llegaba hasta los hombros.

—Si, no me había dado cuenta ya que siempre lo llevas hacia arriba ¿por qué lo llevas así? se ve raro —rió.

—A mi me gusta —asentía el menor—quizá ahora lo corte, pero el peinado sigue igual.

—Ya veo. Yo siempre lo llevo corto, con gorra.

—Te queda bien—afirmó Polnareff

—¿Tu crees? 

El francés volvió a asentir. Una vez se levantó del sofá que compartía con Jotaro, dispuesto a ir a buscar más hielo, Polnareff vio todo su alrededor confuso y distorsionado. Por un momento pensó en detener su caminar y quedarse ahí pero siguió en lo suyo. Una vez cogió los hielos regresó donde su amigo, quien yacía sentado un tanto sonrojado producto del alcohol y con las piernas naturalmente abiertas.

—Oye—Jotaro levantó una ceja—¿estás bien? te ves mareado —reía.

El peliplata luego de asentir caminó hacia él, sintiendo como todo a su alrededor se esfumaba. Colocó la cubeta en la mesa de centro y sin darse cuenta, al avanzar hacia el frente tropezó con una de las patas de la mesa, yendo de golpe hacia el nipón, quien lo sostuvo en acto reflejo.

—Sí que estás borracho, eh —lo molestó.

—Perdona~ —canturreaba el francés, a lo que luego rió. Se acomodó donde estaba; comenzaba a sentir agrado.

—Deberías controlar tu manera de beber —dijo Jotaro, riendo. No tenía cara para decir ello. Estaba igual o peor. —apuesto que estoy menos borracho que tú.

—¿Ah sí? —el francés acercó su rostro al contrario, desafiante —tú aliento dice lo contrario, eh Jojo.

—¿Me desafías? —el mayor intentó levantarse, pero entre el peso de Polnareff y su mareo se lo impidieron. No había caído en cuenta que aun lo tenía encima. 

—Así es —el albino sonreía cada vez más cerca de él —y sigo aquí, sabes.

—Me doy cuenta —el de cabello oscuro le sonrió de manera pícara. Algo en su amigo le parecía ¿atractivo? —¿no piensas salirte?

—Estoy cómodo —continuaba observándolo, sonriente.

—¿Ah sí? —el ojiazul miraba los ojos y luego los gruesos labios del contrario. Se veían tan apetecibles...

—Por supuesto, Jojo —colocó ambas manos en los hombros contrarios, afianzando el agarre en la zona, y demostrándole así su próxima permanencia junto a él.

—Ahora te aferras a mi —Jotaro continuaba observándolo, le gustaba mucho hacerlo —no querrás besarme, ¿o si, Polnareff? —la idea la verdad no le desagradaba para nada.

—En este instante te ves bastante guapo... —soltó sin más el aludido, conducido por un sentimiento que no experimentaba hace muchísimo.

—Igual que tú —dejaba que Polnareff se acercara peligrosamente a sus labios —siempre me has parecido atractivo. —Dios, ¿qué le estaba pasando?

—¿Hablas en serio? —el menor lo incitaba, ahora colocando sus manos en el cuello ajeno, relamiéndose los labios.

—Si... —alargaba, dejándose tocar sin problema alguno. Desde que Kakyoin había muerto no había experimentado algo así. —mucho —colocó sus manos en la cintura del contrario, atrayéndolo más a él.

—Ya veo, con que no hay problema... —acercó su boca hacia en grueso cuello del más alto y sin más inspiró su aroma, empeorando así su condición de debilidad abismalmente ¿Era sólo producto del alcohol o tal vez...?

—Claro que no... —sonreía el nipón—de hecho, es agradable —tocaba su cintura.

—Ya veo... —finalmente acabó con la distancia que lo separó de aquella zona. Sin más, besó su cuello en un principio un tanto desorientado y a medida que pasaba el tiempo tomaba más y más confianza. El tacto de Jotaro le era algo distinto a todo lo vivido hasta ese entonces. 

Aquello sin duda hizo estremecer al mayor, sujetando el rostro del contrario y moviéndolo en dirección contraria, hizo que se topara con sus labios de inmediato, consolidando así un fogoso beso. En un principio el contrario no podía concebir todo lo ocurrido, jamás lo creyó posible, mas, la situación decía lo opuesto a lo estipulado. Estaban solos y sin las personas que más adoraban en la vida, ¿qué más daba? Ya no aguantaban más así, era un hecho.
Al cabo de varios segundos, Jotaro se separó de los labios del peliplata.

—Besas bien, huh—dijo el pelinegro.

—Me siento halagado, Jotaro —murmuraba el contrario rojo y más acalorado que antes.

—¿Qué dices de mi? —preguntó sin vergüenza alguna el mayor —¿beso bien?

—Uhm, no está mal —respondió divertido el peliplata. La verdad le había gustado bastante aquel beso.

—¿Ah no?—Jotaro alzó una ceja —Kakyoin siempre decía que era un buen besador —volvió a atrapar los labios ajenos con intensidad, demandando más —seguramente mentía.

—Seguramente...—dijo ido el francés.     

Sin pensarlo mucho más tiempo, Polnareff en medio de la obvia necesidad que comenzaba a experimentar, dio un paso más allá en el beso, llevándolo a otras alturas e incluso topándose con la mirada sorprendida del ojiazul una vez su lengua se coló dentro sin piedad.
Dios, eso sin duda comenzaba a excitar al ojiazul y se notaba, pues copiaba el gesto ajeno con igual intensidad, dejando a ambos sin aire. Una vez ambos estuvieron completamente faltos de él, el albino por mera necesidad cortó con la candente acción para posteriormente observar a su compañero, ya con flameantes llamas en los ojos.

— ¿Sabes?— Kakyoin también decía que era bueno en otras cosas —le sonreía con lascividad.

—¿Ah si? ¿Y en qué? —preguntó en un susurro el albino.

Lo siguiente que se pudo apreciar fue a ambos chicos entrando en la habitación del peliplata, besándose sin control y cayendo recostados en la cama del contrario. Suspiraban y gemían entre los besos que se daban, recorriendo sus cuerpos sin cesar. Jotaro comenzaba a excitarse en demasía y podía notarsele, mientras que Polnareff estaba en las nubes, deseando concluir con ello lo más pronto posible. Estaban necesitados, muchísimo; dos personas completamente vacías luego de la pérdida de sus seres queridos sólo buscaban llenar aquello que sólo uno de ambos logró consumar.
Bajo el nipón, sin separar sus labios de los contrarios, el más pálido notó cómo yacía tenso y muy demandante por sobre él. Mordió y lamió los labios ajenos, dándole luz verde al acto que se avecinaba y que quizá sanase un poco la herida que estaba en sus corazones. El moreno con ansiedad buscó el botón de los pantalones contrarios para desabrocharlos y retirarlos posteriormente con necesidad, mientras era recorrido por el francés en todos lados. Polnareff no pudo evitar emocionarse más de la cuenta a lo que soltó más de un gemido, demasiado expectante a decir verdad. Copió la acción sin antes haber desprendido al contrario de su camisa.
Jotaro veía como Polnareff estaba bajo él, buscando saciar sus necesidades al igual que él. Lo volvía loco escucharlo gemir, más aun sentir lo duro que estaba. De igual manera le retiró la camisa y observó su cuerpo. Vaya, si que era delicioso. Se relamió los labios al ver tan atractiva escena, esperando a ver que era capaz de hacer su amigo ahora.
Buscando tener más control de la situación, en un movimiento brusco, el menor cambió posiciones con el pelinegro y sin más bajó por su abdomen hasta llegar a aquel lugar, haciendo que soltara un ronco gemido al ser tocado en aquel gran bulto que tanta atención requería.

—¿Aquí está bien?~ —lo molestaba el albino a medida que palpaba el terreno. Jotaro asentía, sonriente. —Oh, entonces... bon apettit  —dijo para luego descubrir su ropa interior. Vaya sorpresa se llevó al toparse frente a frente con toda lo hombría del contrario. Lo contempló unos instantes y sin más lo embistió como pudo con su boca.

—AH —exclamó el nipón, sintiéndose muy bien. Polnareff sabía lo que hacía y eso le fascinaba. Empujó su cabeza hasta el tope de su miembro para que lo devorara por completo.

Por su parte el contrario penas podía con ello pero se desempeñaba lo mejor posible con más y más intensidad. Embestía la boca del contrario con fuerza, como si no pudiese detenerse jamás. Se sentía de maravilla, era extremadamente placentero. Ya un rato en ello, Jotaro levantó a Polnareff y lo besó con fuerza, recorriendo su cuerpo con ambas manos. Lo recostó en la amplia y desordenada cama e hizo lo mismo que su amigo había hecho hace unos instantes: devoró el miembro del peliplata, buscando hacerlo sentir muchísimo placer, no deseaba nada más en ese momento. Y efectivamente era así y por medio de jalones, gemidos y uno que otro grito desenfrenado producto de la euforia, Polnareff gozaba en sobremanera. Le hubiese encantado tanto haber estado así con Avdol. Ah, Avdol... cómo lo extrañaba. Tanto así que inclusive en momentos como esos se lo imaginaba besando y lamiendo su miembro. 
Si bien todo lo anterior se sentía de maravilla, Jotaro quería ir un paso más allá. Posicionó al contrario a gatas, con sus manos y rodillas en la cama; y con ayuda de sus dedos decidió prepararlo, al tiempo que estimulaba la virilidad ajena con su mano.

—Q-qué... —se preguntaba el menor, aquello lo tomó sumamente desprevenido. Mas, lo excitaba aún más. Dios, sentía que iba a explotar de placer

—¿Me detengo? —el moreno sólo sonreía ante la excitación contraria.

—N-no—  Polnareff negaba con la cabeza, como si fueran fuertes espasmos. —no te d-detengas —respiraba con pesadez.

Alcanzado el punto adecuado del menor, Jotaro recostó nuevamente al contrario a lo largo de la cama y fue directamente con su deseoso miembro, entrando de golpe en la entrada de su amigo. 

—Agh... —murmuró al ser recibido en tan estrecha cavidad tan tibia.

—Mnh... —Polnareff se aferró con fuerza al cuello del ojiazul, dejándose llevar por la fuerte actitud del contrario, fascinándole en demasía. Dios, era tan excitante —Av-avdol... —murmuraba entre sonoros gemidos, igual le daba. No hacía más que pensar en él uniendo su cuerpo con el suyo, algo que sin duda anhelaba.

El nipón no dejaba de imaginar que era Kakyoin quien estaba en el lugar de Polnareff, lo que lo hacia ir aun más rápido.

—Gh... —Jotaro ni notó lo que su amigo decía entre suspiros, solo se enfocaba en disfrutar y pensar en su amado. —N-noriaki... ah... —seguía embistiendo al contrario sin detenerse.

—Más, por favor... —suplicaba con los ojos entreabiertos el francés, aferrando sus piernas en la cintura ajena. El más alto hizo caso inmediato a las demandantes súplicas de Polnareff, haciéndolo con más fuerza y vehemencia cada vez. No se había sentido así en años, exactamente desde que él y Kakyoin estaban juntos. —ya c-casi... —decía, con la mirada nublada producto de tanto placer —me v-vengo...

El de cortos cabellos sacó fuerzas de donde pudo y siguió con sus embestidas, como si el mundo se fuera a acabar, a la vez que masturbaba el engrandecido miembro de Polnareff, gimiendo sin cesar.

 —¡S-sí...! —exclamaba el francés, completamente ido y ahora atrapando los labios contrarios con fuerza, creyendo que se trataba del moreno.

—¡AH! —exclamó con fuerza el mayor y acabó abundantemente en el interior de Polnareff. Vaya, que experiencia tan deliciosa.

Segundos más tarde el peliplata hizo lo mismo, solo que a diferencia del contrario, acabó en su estómago, buscando regular su respiración. Jotaro aun intentado volver a la normalidad, lamió todo lo que el contrario depositó en su estómago, para luego volver a sus labios y atraparlos con fogosidad. Luego lo miró a los ojos unos segundos y cayó rendido a su lado, intentando calmar su respiración.
Pocos instantes bastaron para que los dos se quedaran dormidos profundamente, después de tan acalorada y demandante sesión.

(...)

A la mañana siguiente el mayor despertó con un terrible dolor de cabeza producto de todo lo que había bebido, sin recordar nada de lo ocurrido. Abría los ojos con lentitud y al toparse con el peliplata durmiendo acurrucado a su lado, los recuerdos le vinieron de golpe. 

Qué hice...

—Pol —lo meció —Polnareff, despierta.

Los movimientos bastaron siquiera para despertar al albino, quien había concebido la noche anterior lo más similar a algo profundamente merecido, y más aún ya que su amado moreno estaba allí, ¿no?
Bueno, lo creía así en todo momento.

—Polnareff...—repitió el mayor.

—¿Uh? —respondió por inercia. Al siquiera mover un dedo cayó en cuenta de su estado —mi cabeza... —murmuró, frunciendo el ceño.

—No solo eso, míranos.

—¿Eh? —el francés hizo lo propio a lo que abrió los ojos como platos.

—Qué mierda hicimos... —Jotaro sujetaba su cabeza, sintiendo todo su cuerpo adolorido.

—Parece que lo obvio— rió con nerviosismo el contrario.

—Ja-já —el ojiazul lo miró con algo de rabia. —Dios... —no podía quejarse la verdad, le había fascinado. —me emborrachaste a propósito para hacerlo conmigo —intentaba buscar razones o excusas.

—¿Qué? ¡Claro que no! —y esa era la verdad—¿por quién me tomas? Yo sólo he amado a una persona —explicó el albino.

—Lo sé... —suspiró el mayor —perdona, anoche me sentía tan mal... extrañaba a Kakyoin.

—Y yo a Avdol —le recordaba —sabes, yo tampoco estaba bien. Creía estarlo —volvió a reír.

—Uno trata de ocultar el dolor y cree que ya no está. 

—Pero sigue aquí —dijo Polnareff, desanimado.

—Así es... —Jotaro bajó la mirada —se sintió bien.

Muy bien —añadió el contrario— lo hice sin pensar, fue mera necesidad.

 —Si, aunque creo que me gustó —comentó el nipón.

—Era obvio que nos iba a gustar, queríamos hacerlo, Jojo —explicaba. 

—Con la madre de Jolyne jamás lo disfruté.

—Oh —el peliplata enmudeció unos instantes —quizá no estabas interesado en ello o no te recordaba a él.

—Supongo —suspiró el pelinegro —¿estuvo muy mal?

—¿Tener sexo? claro que no —habló Polnareff sin pelos en la lengua —porque, bueno, lo querías.

—Tú también ¿no?

—No lo he negado —se encogió de hombros para luego separarse del nipón y sentarse en la cama.

—Pol, quiero que sepas que esto solo fue por necesidad. No es como que yo sienta algo por tí

—Lo sé—corroboró el menor—somos sólo buenos amigos, ¿no? esto fue un error, aun cuando pudimos satisfacer nuestros deseos.

—No sé si un error, pero creo que tu tampoco sientes nada por mi. Más que amistad, claro.

—No, nada —sentenció el francés.

—En fin...—Jotaro suspiró —quizá deba irme.

—¿Quieres comer algo antes de irte, o pasar al baño?—preguntó el contrario.

—Está bien, iré a darme un baño primero.

—Está saliendo de la habitación, yo iré después.

El moreno asintió y se dirigió hasta allá. Mientras se duchaba pensaba en todo lo ocurrido.

Perdóname, Kakyoin...

Polnareff en aquel momento estaba completamente estático en la cama, sin creer aún lo que había ocurrido; negaba con la cabeza, ahora sintiéndose un tanto arrepentido por ello. Pero, ¿qué podía hacer para evitarlo? nada; es más, lo necesitaba en ese entonces. Luego de un rato Jotaro volvió para que luego el francés pudiese ducharse. De cierta forma no soportaba estar así.
Mientras su amigo seguía en la ducha, Jotaro seguía pensando en todo lo acaecido esa noche. Había sido un arrebato, eso era cierto, pero lo que más le inquietaba eran las ganas que tenía de que se repitiera.

—Oi, Jojo —el francés volvió al cabo de unos minutos, ya con la toalla en la cintura —si gustas, antes que te vayas, quédate a desayunar.

—De acuerdo ¿qué tienes para desayunar?

—Bueno, tengo pan, frutas, huevos y algunas verduras. Ah, y también tengo café.

—Café y pan—pidió el de cabello oscuro. Quería algo de comer y de tomar para que se le pasara la borrachera que aun tenía encima.

—Bien, ve al living y te lo preparo.

Jotaro asintió y se dirigió allá, donde todo había comenzado. Estaba todo hecho un desastre.

—¿Con que quieres el pan? —el peliplata minutos después llegó al lugar que colindaba con la cocina y se percató del desorden. —Oh.

—Me da igual, Pol, lo que sea.

Polnareff asintió y obviando todo lo que yacía desparramados y revuelto, volvió a la cocina a preparar huevos con jamón y pan, además de hacer café bien cargado en una cafetera que tenía hacía tiempo. Jotaro estaba sentado en la mesa, observando la nada. Su amigo volvió en muy poco tiempo y sin más le plantó la paila frente a él una vez acabó de cocinar 

—Ten—dijo el francés con un tono de voz algo seco, como si estuviera molesto.

—¿Tu no vas a comer?—preguntó el contrario.

—Con el café me basta —negó, dejando de lado aquel sonriente chico que siempre había sido.

—Oye, no es necesario que te pongas así— el mayor levantó una ceja —si te molesta que esté aquí dímelo y me voy. 

—No me molesta —se encogió de hombros —sólo no tengo hambre —intentaba desviar la atención ante su nueva reacción, si había sido algo seca. Luego se acercó a su amigo y se sentó a su lado, entregándole la taza de café al nipón —espero que haya quedado bueno.

—Gracias — agradeció Jotaro y luego bebió un sorbo de café.

Ambos siguieron bebiendo su café, mientras que Jotaro también comía, todo en completo silencio. Polnareff de vez en cuando observaba al contrario, queriendo decir algo.

—Oye, Jojo... —lo llamó —tu sabes que no está en mi naturaleza ser así de cortante —dijo a lo que suspiró —pero simplemente sentía que... no sé, le fallaba a Avdol o algo así. No sabía como más reaccionar —confesó.

—Entiendo, Pol. A mi me pasó lo mismo. Me sentía tan mal que... no sé, me dejé llevar.

—Lo necesitábamos —agregó —no me aburriré de decirlo.

—Es cierto —asentía el nipón—fue bastante reconfortante a decir verdad.

—Me gustó —admitió el más pálido. Era una necesidad, un deseo que había llenado la noche anterior, pero que no dudaría en repetirlo ya que, a fin de cuentas, se sintió bien.

—Igual a mi —dijo sin más —y quizá... —se calló —olvídalo.

—¿Qué? —lo observaba curioso el menor.

—No, nada. Es una tontería —bebió otro sorbo de café.

—¿Ah sí? —Polnareff continuaba expectante, hasta que pensó en algo, lo más obvio producto de las anteriores palabras de su compañero —espera... ¿acaso quieres que se repita?

—¿Te molestaría?—preguntó el ojiazul, buscando sondear al contrario

—A decir verdad... —¿no era malo, cierto? —no, no me molestaría —esbozó una sonrisa. Ambos estaban solos, ¿ya qué más daba? —aunque esta vez me gustaría probar otras cosas —se relamió los labios.

—¿Como qué? —Jotaro le siguió el juego, comenzaba a sentirse algo ansioso una vez más.

—¿Qué tal si en vez de decirte, te muestro? —dejó su taza sobre la mesa y comenzó a aproximarse al contrario.

—Me parece bien —el pelinegro lo atrajo hacia él —muero por saber...

—Genial~ —sonreía, colándose más y más cerca, queriendo volver a la posición con la que comenzó todo aquella noche.

—¿Sabes?—Jotaro sonreía de la misma manera que la noche pasada— ahora que aceptaste que hagamos esto, podríamos vernos mas seguido para repetirlo—besó el cuello ajeno.

—No sería mala idea... —murmuraba, entrecerrando los ojos. A decir verdad, era una necesidad que ambos tenían, y sabía que no afectaría de manera alguna la amistad con el nipón

—Genial —dijo el mayor, luego de recorrer con besos de su cuello hasta la punta de sus labios —vamos ya, tenemos poco tiempo.

El albino asintió y lo siguió. Jotaro en efecto no estaría mucho más, pero Polnareff sabía que no se quedaría sólo en lo de ese día, y probablemente, tampoco en un futuro cercano. 

(...)

Lo prometido es deuda, y aquí va el One Shot prometido. Es un poco inusual, pero esperamos les guste

Atte, xcarlsxx y pedepug

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro