1. Navegando
27 de marzo de 1978
James Potter
Nos encontrábamos en el barco navegando por el océano. Sean un buen amigo de mis padres, estaba conmigo, al igual que mis tres mejores amigos, Sirius, Remus y Peter. Adoraba el mar, el aroma del océano y ver las olas. Desde muy pequeño me había gustado navegar y toda gracias a mi padre, el Rey. Lastimosamente, tanto mi madre como él murieron. Así que me quedé con Sean y desde ese momento me ayudó en todo. Era el príncipe después de todo y a pesar de mis responsabilidades, Sean en ningún momento me obligó a hacer algo que no quisiera, era como un padre para mí.
Ahora me encontraba en la borda viendo todo cuando noté cómo Max corría hacia mí y comenzaba a ladrar, mientras movía su cola felizmente. Hacía un día bastante bueno, a pesar de estar un poco nublado, podíamos navegar perfectamente. Además, algunos estaban pescando.
Miré a Max mientras tiraba de la cuerda con una sonrisa.
—¿No es genial Max? El olor del mar, la brisa acariciándote, un día perfecto para navegar —miré a Sean para encontrármelo vomitando. Levantó la cabeza demasiado pálido.
—Por supuesto príncipe —y volvió a vomitar.
—El viento fuerte y el mar calmado. Estoy seguro de que el rey Tritón está de buen humor —dijo uno de los marineros del barco.
—¿El rey Tritón? —les pregunté confundido.
—El soberano del reino de las sirenas, chaval. Todo buen marinero lo sabe.
—Mitos náuticos querido Eric.
—¿Mitos? Por supuesto que no, os aseguro que existen en las profundidades —afirmó el marinero al escuchar a Sean decir que solo eran mitos.
Me acerqué a la borda con una sonrisa para ver el mar.
¿En serio existían las sirenas? En mi vida había oído eso, bueno solo muy pocas veces por parte de mi madre, pero siempre fue brevemente, por lo que no tenía mucha idea respecto a esos temas.
—¿En qué tanto piensas mi querido mejor amigo? —Sirius se acercó a mí para abrazarme por los hombros.
—En nada particular. A pesar de que Sean me deje hacer lo que quiera, yo sé que él espera que encuentre a alguien con quien poder casarme, creo que sigue dolido por rechazar a esa princesa. Pero Padfoot, no sentía que fuera la indicada ni mucho menos, incluso estoy seguro de que cuando sea el momento aparecerá.
—Por supuesto que si Prongs, no debes estar pensando todo el tiempo en eso, como dices tú, que llegué cuando tenga que llegar. Además, eres joven y debes disfrutar de tu vida.
Asentí.
—Ahora vamos a disfrutar de tu cumpleaños, no vamos a estar comiéndonos la cabeza por el futuro amor de tu vida —solté una risa volviendo a asentir.
Sirius tenía razón, ya tendría tiempo para pensar en ello cuando fuera el momento. Ahora me limitaría a disfrutar del momento, junto a las personas que eran importantes en mi vida.
Estuvimos cantando y bailando un buen rato hasta que anocheció, pero eso no nos impidió seguir disfrutando de la tarde.
Sean se acercó a mí con una sonrisa.
—Silencio, silencio... Es para mí un honor y un privilegio ofrecer a nuestro estimado príncipe un especialísimo, carísimo y también un enorme regalo de cumpleaños.
Todos vitorearon y aplaudieron.
—Sean, viejo fósil —le di un golpe amistado en el brazo—, te has pasado.
—Ya lo sé —me regaló una sonrisa.
—Eres el príncipe, ¿qué esperabas? —me preguntó divertido Sirius, negué de la misma manera para ver el regalo que estaba tapado con una tela.
Quitaron la tela para ver una estatua de mí, vestido como un caballero y con una espada en la mano.
—Feliz cumpleaños James.
No era algo que me esperaba para nada, tampoco me disgustaba, pero no estaba muy de acuerdo con ese regalo, aunque no podía decir nada. No quería lastimar los sentimientos de Sean porque sabía que lo hacía con toda la buena intención del mundo.
Me acerqué a la estatua.
—Caray Sean —carraspeé viéndola, mientras rascaba nerviosamente mi nuca—Es... Es muy original —le dije viéndole.
—Sí, yo mismo lo encargué —sonrió con orgullo en lo que se acercaba a mí—. Claro que habría deseado que fuera un regalo de bodas, pero...
Le interrumpí con una sonrisa.
—Ah vamos Sean, no empieces —agarré el binóculo y me acerqué a la borda—. Sigues dolido porque no me enamoré de aquella princesa, ¿no es cierto? —le lancé el binóculo, lo agarró acercándose un poco más a mí.
—James, no soy el único. Todo el reino arde en deseos de verte felizmente casado con la chica adecuada.
Me senté viendo el océano.
—Sé que está en alguna parte... No la he encontrado aún.
—Quizás no te hayas esforzado mucho en buscarla —le miré divertido.
—Créeme Sean, me lo dirá el corazón. Cuando la encuentre, será... ¡Bam! Como un rayo.
De pronto se empezó a escuchar los rayos a lo lejos y se veían claramente.
Creo que las cosas se iban a complicar demasiado en estos momentos, porque comenzó a levantarse el viento.
—¡Se acerca un huracán! ¡Atención! —levanté la mirada para ver a uno de los merineros arriba en la cola— ¡Asegurar las jarcias!
Todos empezamos a trabajar rápidamente, aunque sabía perfectamente que algo malo ocurriría. Empezó a llover demasiado fuerte, complicándonos el trabajo, al igual que las olas cada vez eran más fuertes.
El viento era cada vez más fuerte, al igual que el agua comenzó a aparecer en el barco, haciendo que muchas cosas se revolverán.
Me acerqué al timón para intentar controlar un poco el barco, pero era demasiado complicado, todo se estaba saliendo de control.
Un rayo impactó en una vela, haciendo que comenzara a quemarse. Debíamos salir del barco inmediatamente. De pronto nos chocamos con algo y varios marineros cayeron al agua. Menos mal que pudimos sacar unos botes para que todos pudieran subirse a ellos.
—¡Sean! ¡Aguanta! —le ayudé a subir.
De pronto unos ladridos comenzaron a oírse y miré hacia el barco para ver a Max ladrando.
—¡Max! —preocupado salté al agua para nadar hacia el barco y subir para rescatarlo.
Al acceder, casi todo el barco estaba en llamas y de pronto se escuchó un crujido proveniente del mástil, haciendo que se partiera y cayera en el barco, dificultándome todo.
Max estaba arriba y no podía subir para bajarlo de ahí.
—¡Max salta! ¡Vamos chico tú puedes! —Max ladró y soltó a mis brazos, así que los dos corrimos para saltar al agua y así poder volver al bote.
Pero cuando pensé que llegaríamos, unas tablas se rompieron haciendo que mi pie quedara enganchado e hice que Max saltara al agua para que Sirius pudiera ayudarlo a subir al bote.
Intenté soltarme, pero se me hizo demasiado difícil.
De pronto algo explotó, logrando que perdiera el conocimiento.
De pronto débilmente comencé a escuchar una voz dulce y realmente preciosa, abrí los ojos débilmente para encontrarme a una chica de ojos claros, realmente hermosa.
Incluso escuché a lo lejos los ladridos de Max, haciendo que la chica desapareciera de mi vista. Abrí los ojos y Max comenzó a lamerme la cara.
—Le encanta ver cómo me sube la presión arterial, ¿no es cierto? —Sean me ayudó a levantarme con una sonrisa.
—Una chica me rescató —la busqué con la mirada sin éxito alguno— Estaba cantando... Tenía una voz preciosa —de pronto me mareé y vi a los chicos acercándose preocupados para ayudarme.
—Oh James creo que has tragado mucha agua —escuché a Sean decir.
—Menudo susto idiota —sonreí viendo a Remus.
—No vais a libraros de mí tan fácilmente —susurré.
—Más te vale Prongs —Sirius se colocó a mi otro lado para ayudarme.
Caminamos todos hasta el castillo, claro que a mí me ayudaban ellos a caminar, porque seguía un poco débil.
Lo único claro es que debía encontrar a la chica costara lo que me costara.
NOTA DE AUTORA
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