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Un grito colectivo se escuchó cuando Bad Romance de Lady Gaga comenzó a escucharse por toda la casa, Adara y Gigi (las chicas que se unieron a ellos) comenzaron a cantar la canción a gritos, mientras caminaban por otras botellas de agua.

Aramis miró divertido al pelinegro al verlo cantar a gritos.

—¡Canta!—ánimo el mayor, moviendo la cabeza al ritmo de la canción, tomándolo por las manos.

—¡No me la sé!—mintió.

—¡Todos se la saben!—gritó divertido, sin dejar de moverse.

Aramis negó divertido.

Pero si, en cuanto inició el coro por segunda vez comenzó a cantar, acercándose a Milo, moviendo la cabeza igual que el ojiazul.

El mayor no pudo evitar reír, abrazando al castaño por las caderas acercando sus cuerpos mucho más, sin dejar de 'bailar'

Aramis lo abrazó por el cuello, mirándolo sonriente mientras cantaba animadamente, al igual que Milo y el resto de invitados.

Excepto dos adolescentes colados que miraban todo desde el umbral de la puerta, con cervezas en sus manos.

—I want your love, love, love, love.—susurró Aramis, contra los labios de Milo, mientras despeinaba su cabello y el pelinegro lo acercaba mucho más hacia el, terminando por estar completamente pegados.

No tardaron mucho en comenzar a besarse efusivamente, cualquier a que volteara a verlos podía notar fácilmente las lenguas acariciandose con fiereza.

Claro que varias personas notaron su muestra pública de afecto no apta para niños, solo que los ignoraron volviendo a lo suyo, que era continuar bailando y cantando.

Bueno, casi todos.

Cuando se separon, ya al final de la canción, se sonrieron mutuamente levemente sonrojados por el hilo de saliva que unía sus labios.

Aramis dejó un pequeño pico en los extremadamente rojos labios de Milo, sonriéndole abiertamente, hasta que visualizó a las figuras masculinas detrás de ellos, mirándolo burlonamente.

Tristan y Oliver, esos idiotas de la preparatoria Newmarket.

Milo, al notar el gesto de terror en Aramis, miró confundido hacia donde los ojos de Aramis estaban fijos.

—¿Quienes son Ara?—preguntó, sin entender.

—Aramis Harman, ¿Quien diría que eres un maricón?—murmuró uno de ellos, cuando se detuvieron justo a su lado.

Milo los miró serio, al igual que Aramis.

—¿Y eso a ti qué?—preguntó Milo brusco.

—¿Es que tu novio te tiene que defender? Ya veo, eres la chica.—Aramis gruñó.

—Cállate, imbécil.—rugió.

—Ni siquiera vamos a perder el tiempo intentando explicarte que si hubiera una chica en la relación, entonces no seríamos dos hombres.—murmuró serio Milo.

Los otros dos comenzaron a reír.

—La verdad es que no puedo verte amenazante de nuevo, no ahora que se que te encanta que te den por el culo.—Aramis lo empujó, pero los otros dos solo se rieron.

—Aramis, déjalos, solo te quieren provocar.—murmuró Milo, el castaño suspiró, dando un paso hacia atrás.

—Eso Aramis , hazle caso a tu novio, podrás montarle el pene, o chupársela ya sabes, porque eres un comepollas.

—Oye, no le digas así.—exigió Milo, señalándolo, pero él lo ignoró.

—Aramis tengo la duda, ¿te la jalas cada vez que entras a los vestidores?—El castaño apretó los puños con fuerza.

—Oh, apuesto a que se corre pensando en los penes de sus amigos, si es que no se los chupa.

—Espera a que todos en Newmarket se entere que eres un jodido marica.—carcajeó, pero el brusco y fuerte empujón que recibió de Milo y lo hizo empujar a alguien más, lo descolocó.

—No lo llames así.—dijo furioso, después miró a la chica que Oliver había empujado.—Perdona.

La rubia asintió, alejándose lo suficiente como para ver pero no salir herida.

—¿Y tu qué?—le dijo Tristan a Milo.—¿Tu novia no se puede defender sola?

Aramis, lo empujó, haciendo que chocara contra Oliver.

—¡Ya cállate!—gritó, llamando la atención de algunos invitados que hasta ese momento no se habían enterado de nada.

—Maldito traga pollas—murmuró caminando hasta quedar frente a él.—Me das asco.—regresó el empujón.

—No entiendo su problema, me parece que su homofobia es porque en el fondo les encantaría probar una polla.—murmuró Milo encogiéndose de hombros.

Nadie se esperó el puñetazo sobre la cara de Milo que lo tiró al piso, ni siquiera él mismo.

Aramis se lanzó sobre Oliver, ya en el piso, comenzó a golpearlo, sintiendo que alguien hacía lo mismo con él, ni siquiera le dió tiempo de cubrirse la cara cuando sintió los fuertes y dolorosos puñetazos contra su ojo.

Todos los golpes iban hacia su ojo y de vez en cuando a su boca.

Forcejearon un poco, cambiando de posiciones en las que ninguno desaprovechaba la oportunidad de golpear al contrario, hasta que después de un fuerte rodillazo en su entrepierna, Aramis quedó abajo, volviendo a recibir golpes en el ojo.

Intentó regresar aunque sea un golpe, pero sus brazos se encontraban atrapados debajo de las rodillas de Tristán.

Escuchaba gritos alrededor suyo, no sabía exactamente qué gritaban pues estaba aturdido, pero en sí, eran las chicas gritando porque alguien los detuviese y un grupo de chicos intentando separar a Milo y Oliver, unos segundos después sintió los golpes detenerse y sus brazos ser liberados.

—¡Ay Dios mío, ay Dios mío!—gritó, Emma, arrodillándose a un lado de Aramis—¿Te sientes bien bebé?—preguntó preocupada, Aramis negó lentamente.

La mayor, totalmente furiosa miró a Oliver y Tristan, soltándole una patada con el tacón al último.

—¡Alguien llame a la policía para que se lleve a estos dos idiotas!—ordenó, mientras corría hacia el baño para tomar el botiquín.—¡Y ya se acabó la fiesta, los que no vivan aquí, váyanse ya!

No pasó mucho cuando Adara se hincó a un lado suyo.

—¿Y Milo?—le preguntó preocupado.

—Aquí estoy.—susurró, a su lado, acariciando su cabello donde había sangre salpicada.—Aquí estoy.

El castaño suspiró, incluso le dolía eso.

—Dime que mi nariz está bien.—susurró, sacándole al pelinegro y a las dos chicas una sonrisa.

—Está bien.—afirmó el mayor, dejando un pequeño beso en la punta.

—Ay bebés, me siento horrible por lo qué pasó.—susurró Emma, al estacionar frente a la casa de Milo.

—No fue tu culpa Emma, esta bien.—murmuró Milo, sin dejar de acariciar la mejilla de Aramis, quien recargaba la parte sana de su cara en el pecho del pelinegro.

—Se supone que se iban a divertir y en lugar de eso unos pubertos homofóbicos les hicieron daño.—Volteó a verlos, tenía los ojos cristalizados.—Eran mi responsabilidad y yo los dejé por irme a follar con un idiota con pene chico.

Milo soltó una carcajada, mientras Aramis solo rió entre dientes, pues le dolía sonreír.

—Bueno, pues ese ha sido tu karma, ya no te preocupes Emma, de verdad, estamos bien.

La mayor suspiró.

—Cuídense bebés.—susurró, quitando los seguros traseros.

—Nos vemos Emma.—murmuraron al unísono, saliendo del auto negro.

—¿Y eso que llegaste tan temprano?—preguntó una voz masculina en cuanto Milo abrió la puerta, sus padres estaban de espaldas a ellos mientras miraban enredados.

—Ah, es que nos aburrimos, vamos a..

—¿Vino Aramis?—preguntó sonriente su madre, girándose.

Su rostro rápidamente se transformó a uno de horror.

—¡¿Qué les pasó?!—gritó, levantándose rápidamente del sofá, el hombre de cabello negro la miró confundido, volteando.

Tuvo más o menos la misma reacción.

—Uhmmm, hubo una pelea.—susurró Milo.

—Eso ya lo notamos.—dijo su padre obvio, mientras examinaba las heridas de ambos preocupado.

—¿Por qué pelearon Milo?—preguntó su madre asustada.

—Ah, ya sabes, peleas de borrachos ¿verdad?—Aramis asintió rápidamente.—Nada que importe.

Sus padres los miraron serios.

—Pasó de nuevo, ¿verdad?—preguntó su madre, Milo miró al piso cabizbajo.—Estoy harta.—gruñó, sintiendo sus ojos cristalizarse.—¿Saben que vamos a hacer?

Los menores la miraron atentos.

—Milo, trae tu bat.—ordenó seria.

—Tranquila cariño, no hay necesidad de que vayas a golpear a un menor de edad...¿lo era verdad?—preguntó serio.—Porque sino también subes por el palo de hockey, el de metal.

Aramis no pudo evitar sonreír con ternura al mirar lo preocupados que se veían.

—Nos defendimos, de verdad.—dijo Milo.

—Pero mira como dejaron a mi otro bebé.—dijo su madre, señalando el ojo de Aramis—Tú no estás tan mal amor, pero mira a Aramis.

—Tenemos que llevarlo al hospital.—murmuró el padre de Milo, mirando el ojo de Aramis.

—Gracias señores Charpentier, pero no es necesario, estoy bien.

—Cariño, tu ojo tiene sangre.—avisó la mayor, los menores fruncieron el ceño, mirándose.

Milo abrió levemente la boca.

—¿Está muy mal?—preguntó preocupado el castaño.

—Ehhh..

—Milo, no te me quedes mirando así que me asustas.—dijo el menor, paniqueado.

—Se ve mal.—admitió en un susurro.

—Mi mamá me va a matar.—murmuró, tomando su cabello en un puño.

—¿De verdad?—preguntó la mayor irónica.—¿Eso te preocupa?

—Suban al auto, iremos a que revisen a Aramis—murmuró el mayor.

Ambos adolescentes salieron nuevamente de la casa, caminando por el jardín hasta llegar al auto rojo fuera de la cochera.

—¿Que fue eso de otra vez?—preguntó Aramis en un susurro.

Milo suspiró, recargándose sobre el auto.

—En mi anterior escuela solían golpearme mucho, por eso nos mudamos.—susurró moviendo apenado el pie sobre la acera

—Milo...

—No era todo el tiempo, pero al menos una vez al mes llegaba golpeado a casa, pero es que esos tipos eran unos reverendos idiotas.

»Mamá habló con la directora cientos de veces, pero jamás hicieron algo para detenerlos, y luego ya sabes, igual que en el kínder, demandaron a la escuela y nos mudamos. Solo que durante las vacaciones me obligaron a tomar clases de box, por si se repetía la historia.

—Siento mucho que te haya pasado eso Milo.—el mayor se encogió de hombros.

—Esta bien, porque todo eso me trajo hacia ti.—Aramis intentó sonreír, porque los pocos golpes que le dieron en el labio comenzaban a dolerle más.

—Eres un cursi.—susurró, rozando sus labios.—Creo que te amo.

Milo sonrió abiertamente, acariciando el castaño cabello de su novio.

—Elimina el creo, porque estoy jodidamente enamorado de ti.—Murmuró juntando sus frentes.

—Esta bien, también te amo, te amo de la misma forma en que un pintor ama los colores .

Milo solo sonrió, dejando otro corto beso en sus labios, mientras sus padres los miraban sonrientes desde el porche.

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