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Esos momentos en los que él bajaba la guardia eran los que la bestia aprovechaba para torturarlo. Al principio había podido controlarlo, pero con el tiempo lo fue debilitando poco apoco hasta el punto en el que Akefia temía y rehuía de las visiones que el demonio implantaba en su mente.
Lamentablemente éste era uno de esos momentos, uno que no desaprovecharía.
"—Akefia, mi niño, todo va a estar bien, si? Tu mami está aquí, yo voy a protegerte pase lo que pase—"
El ladrón abrió los ojos con sorpresa y miedo, no quería pasar por esto otra vez, no. Se levantó rápidamente del suelo y salió corriendo de su escondite. Subió las escaleras a tropiezos tratando de huir de él aunque sabía que eso era imposible. Sintió unas pequeñas gotas de lluvia sobre su cabello pero lo ignoró, lo que quería era salir de ahí lo más rápido posible.
..::•Flashback ———————
Su madre le tapó con su abrigo color amarillo pálido y con la capucha roja de su padre, haciendo el mayor intento de resguardar a su querido hijo.
—Akefia, necesito que no hagas ruido. Nosotros vamos a salir y tú te quedarás en casa. Mañana cuando el ruido sea nulo, sal de aquí con mucho cuidado y corre a las colinas.— Su padre le tenía un gran aprecio, él era su único hijo y lo quería más que a su vida misma —Nosotros te alcanzaremos después, en el pueblo de Korun—
Él siempre obedeció a sus padres, pero esa vez fue la única en la que no lo hizo.
Salió del escondite en el que su padre le había metido, y siguió a su familia y a los guardias que se los llevaban.
Los siguió creyendo que se los llevarían a la cárcel, sabía perfectamente que la comida y objetos que llegaban a su casa no eran precisamente ganados honradamente. Pero su familia no tenía la culpa! Todos odiaban a los habitantes de Kul-Elna, creían que eran unos ladrones asesinos, pero eso no era cierto!
En el camino recogió un pequeño pedazo de metal, su padre le había enseñado a forzar las cerraduras y eso planeaba hacer con la celda en la que los encerraran.
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Akefia se cubrió el rostro con desesperación, no quería volver a ver eso.
— Ya basta!— gritó— Déjame en paz!— pero sus peticiones fueron ignoradas.
Corrió sin pensar, sin dirección alguna. Sólo quería escapar como el buen ladrón que era.
—"Eres un cobarde"— le repitió la voz oscura en su mente.
Llegó al pequeño oasis y calló sobre sus rodillas, si en algún momento había querido olvidar el pasado, la bestia lo repetía en su mente haciendo que se sintiese real otra vez.
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Pero para su sorpresa, no los llevaban a las mazmorras reales, sino a un lugar subterráneo y oscuro no muy lejos de su casa, solamente iluminado por un brillo dorado que emergía de adentro.
Él se encontraba afuera de ese lugar, se sorprendió al escuchar los gritos provenientes de aquel subterráneo. Sintió miedo, su familia había sido llevada ahí, qué les estarían haciendo a ellos y a las demás personas?
Bajó silenciosamente,se escondió detrás de una columna de piedra tratando de no ser visto. Se agachó y quedó de espaldas contra el pilar, esperaría a que los guardias se fueran para sacar a sus padres de allí e irse lo más lejos posible.
—Ya van 65 personas— habló uno de los guardias— Con los que están aquí, son 99, exactos para su proyecto —
Proyecto? De qué hablaban?
—Bien, nadie extrañará a estos bastardos Ladrones— El señor que hablaba era viejo, parecía ser del palacio por las joyas que llevaba encima.
Akefia no podía creer lo que escuchaba, los iban a matar? Porqué? Él podía ir a pedir disculpas por su familia al Faraón, no había necesidad de asesinarlos. Todos podían cambiar... ellos no eran malos
—¡No, suéltenla! — la voz grave de aquel hombre resonó en todo el lugar.
Y el pequeño moreno parecía reconocerla
— Papá... — dijo en un susurro casi
audible.
—No! Por favor no! — la voz aguda de una mujer igual se hizo presente, y para la desgracia del chico, también sabía perfectamente a quién le pertenecía esa voz.
—Mamá... — sus ojos lila se aguaron.
— ¡ Déjenla a ella, sacrifíquenme a mí en su lugar! Por favor, déjenla ir... — el hombre gritó con las últimas fuerzas que le quedaban después de los golpes tortuosos que le proporcionaron.
El hombre de avanzada edad se acercó a aquel débil hombre de cabellos blanquecinos.
—Miren, el tan aclamado ladrón pidiendo las cosas educadamente— Aknadin se burló del estado del ladrón
— Lamento decirte que no puedo hacer eso, todos los de tu clase morirán hoy— Regresó a su puesto de antes para supervisar el trabajo.
— Arrójenlos! — ordenó a los guardias.
—No! Por favor! No lo hagas!— el hombre gritaba desesperado sintiéndose impotente y con una gran rabia en el interior.
La mujer de cabellos rizados y plateados se resignó a simplemente sollozar — Adiós cariño...—
Akefia al oír todo eso no lo pensó dos veces y salió del escondite para intentar hacer algo, pero ya era muy tarde. Presenció la muerte de sus padres al ser arrojados al oro hirviente.
Las lágrimas salieron, retrocedió un poco para volver a esconderse pero no podía apartar la vista de aquel infierno. El pobre chico había quedado en estado de shock. Se quedó ahí viendo cómo todo su pueblo era arrojado y asesinado cruelmente.
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Akefia no pudo más y gritó, gritó desesperado por no haber podido hacer algo, gritó por toda la rabia que sentía en ese momento. Odiaba recordar, ellos habían muerto, los habían asesinado.
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Parte 2
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