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❛ 04 ❜

oo. FANTASÍA

En los más de diez años que Dean y yo llevamos de relación, jamás me detuve a analizar detenidamente sus movimientos a la hora de bailar. No me interesaba demasiado, lo admito, pero mis pensamientos acaban de tener una sacudida enorme.

Tenerlo frente a mí ahora, "improvisando" como le ha llamado al resto de los niños presentes su clase, me hace replantear mi existencia absoluta. ¿Cómo no me di cuenta antes de lo bien que se mueve? La flexibilidad de sus brazos, cómo sus caderas se menean fluidamente, sus pies marcando el ritmo impecablemente. Contemplar a Dean bailar es una nueva clase de panorama que me fascina.

—¡Elaine, Elaine! —una de las niñas mas pequeñitas se acerca sonriente a mí, jalando de mi chaleco para llamar mi atención y salir del trance en donde mis ojos no se despegan del moreno a unos pasos de distancia, luciéndose.— ¿Cómo lo hice?

—Lo hiciste perfecto, Rosie —aliento, el ver sus pequeños dientecitos cuando esboza una gran sonrisa revuelve mi corazón. —No sabía que tenías ese talento, ¿eh? Lo tenías oculto...

Dean se acerca hasta nosotras, también con una sonrisa plasmada en el rostro y al llegar acaricia el cabello de Rosie con ternura. Ella por su lado abraza sus piernas y se va corriendo con el resto de sus amigos quienes siguen felizmente bailando.

—Creo que pasé la prueba. —suspira, secando el sudor falso de su frente.

—Claro que sí, todo el mundo te ama, es obvio que este grupo también lo haría.

—No sé si "todo el mundo" —inquiere, observándome con los brazos cruzados. —Todos excepto tú.

Ruedo los ojos, levantándome de la silla donde he permanecido estos treinta minutos siendo espectadora de su primera clase, tal como me pidió.

—Yo no caigo tan fácil. —admito, palmeando su brazo juguetonamente.

—Oh, Leny. —Exclama, tocando su corazón tan dramático como él sabe. —¿Olvidas todo lo que ya hemos hecho?—murmura en mi oído. Al instante lo separo de mí, gruñendo al escuchar su risotada. —Yo creo que ya has caído completamente, sólo falta el que me ames.

—Cállate. Iré a arreglar mis cosas, te esperaré afuera.

El asiente, volviendo hasta el círculo de animados niños y antes de que tenga la oportunidad de salir, Rosie vuelve a jalar de mi brazo, llamando mi atención por segunda vez.

—¿Ya te vas?

—Si amor, ya me voy —me agacho hasta su altura, arreglando algunos mechones de su dócil cabello que se han desarreglado. —Lo hiciste excelente hoy.

—¿Vendrás el resto de las clases?

Todos se quedan en silencio al escuchar su pregunta, incluso Dean voltea a verme, curioso por mi respuesta. Varios niños comienzan su parloteo, animando con sus tiernas y chillonas vocecitas a que mi respuesta fuese positiva, y al ver los ojitos de cachorro de Rosie no me queda más que aceptar, sin prometer nada. "Lo intentaré", es la respuesta que sale por mi boca antes de despedirme.

Después de otra larga media hora, al fin estamos en el auto rumbo al departamento. Antes de salir, Dean recibió un interrogatorio por parte de la directora, cuestionándole que tal estuvo la clase, pero al ver a todos los niños brincando felices hasta la entrada para esperar a que sus padres los recogieran, se tranquilizo un poco.

—Me gustan los niños de esa forma, sonrientes y sin berrinches —alude, con la vista puesta en el camino. Suelto una risita, acompañando su comentario, porque he sido participe de ambos bandos y obviamente los prefiero pacíficos y no berrinchudos.

Presto atención a su perfil cuando el silencio emerge entre nosotros. Su nariz a penas respingada, sus orbes caramelo oscuro que no me miran del todo —por estar pendiente del camino—, sus manos con sus finos y largos dedos que ahora lucen aquellos anillos que ama, rodeando el manubrio del automóvil hábilmente.
Su oscuro y revuelto cabello que cae por su frente hasta casi tapar sus ojos y su creciente sonrisa al percatarse de que lo he estado examinando más tiempo del que acostumbro.

¿Es normal que sienta unas condenadas ganas de besarlo?

—¿Leny por qué m-...

En un acto arrebatado y peligroso, lo tomo por la camiseta hasta acercarlo lo suficiente para unir mis labios sobre los de él. Gracias a sus increíbles reflejos logra seguir conduciendo sin producir un accidente.

Me alejo cuando advierto lo descuidada e impulsiva que es mi acción, el corazón latiéndome a mil por hora y mis labios picando por seguir besando a mi acompañante. Regreso a mi lugar un tanto acalorada, acomodando el cinturón y arreglando mi cabellera. Pese a que estemos en pleno camino, Dean detiene instantáneamente el auto a un costado de la calle.

—Wow Leny, eso me tomó demasiado desprevenido... —confiesa, asombrado. Su pecho sube y baja, tranquilizando su agitada respiración. No puedo dejar de mirar sus labios, es como si todo en él, incluso el aroma que se extiende por su cuerpo me susurrara "¡bésame, bésame!".

Desabrocho mi cinturón y vuelvo a unir nuestras bocas, tomándolo por sorpresa de nuevo. Esta vez si me responde, tomando mi nuca para profundizar el beso, mezclando su lengua con la mía. Apoyo una de mis manos en su pierna, casi queriendo dar un impulso para subir encima de él, pero me contengo lo suficiente para poder apartarme.

Los autos alrededor siguen pasando y la imprudente idea que pasa por mi mente es descartada al ver el escenario en el que estamos envueltos. Dean me escudriña cuando doy el vistazo a mí alrededor, trazando una cómplice sonrisa que me hace entender que ha comprendido lo que quería sin necesidad de una palabra. Vuelve a encender el auto, sin que algo salga de mi boca y conduce fugazmente hacia un sector que desconozco.

—¿No vamos a casa? —murmuro, vislumbrando por la ventana el nuevo panorama que se aproxima frente a mis ojos, colmado de áreas verdes y lejos de la zona urbana que rodea nuestro departamento.

—Tú te lo buscaste, Leny. Vi en tus ojos la maldad y no puedo resistirme ahora.

¡Carajo! ¿Qué tiene este hombre que consigue encender todo el fuego interior en mí?

En un abrir y cerrar de ojos nuestro alrededor está repleto de árboles, pasto y mucho verde. Al parecer estamos en alguna parte demasiado aislada ya que nadie se encuentra por esta zona. Oigo el freno de mano, cómo Dean desabrocha nuestros cinturones y próximo a ello agarra mi brazo, invitando a subirme encima de él.

Comienza a besarme con impaciencia, palpando mi cuerpo por encima de mi ropa, mientras yo aún intento situar mi pie correctamente en aquel espacio tan incómodo y pequeño. Desliza por mis brazos la chaqueta que traigo, al mismo tiempo en el que mueve mi cabellera hacia un costado para tener acceso a mi cuello.

—Diablos Leny, esto sería más fácil si hubieses traído falda —gruñe, mordisqueando la zona de mi cuello.

—Lo tendré en cuenta la siguiente vez...

—¿La siguiente vez? —en seguida se aleja de mi, mirándome con brillo en sus ojos, como si no supiera que ésta es una de sus tantas fantasías ridículas que al fin se harán realidad.

—Oh, no te entusiasmes tanto.

Cuando consigo deshacerme de mi pantalón, muevo mis caderas encima de él deleitándome ante la fricción y calor que se desprende de nuestras zonas íntimas. Sus manos se deslizan dentro de mi camisa, desabrochando la tira de mi sujetador y pese a que no puede sacarlo del todo, siento sus yemas acariciar la parte más sensible de mis pechos, logrando hacer que miles de suspiros abandonen mi garganta y suplique por más.

Vuelvo mis labios hacia los suyos, saboreando su lengua, su ardiente exhalación tropezando contra mi boca. Sus dedos diseñan la curva de mi cintura, a la vez que su pelvis es impulsada hacia la mía por encima de nuestras ropas. Cuando sus dedos palpan el inicio de la tela de mis bragas, tiro de su cabello recibiendo un fuerte gruñido de su parte. Dios, cómo amo escucharlo.

—¿Y el preservativo? —cuestiono, regresando a la realidad.

—¿Q-qué? —farfulla, desconcertado. Repito la frase nuevamente, quedándome estática en mi lugar. —Creí que no era necesario...

—¿No tienes ninguno aquí? —demando un tanto impaciente. Dean busca entre sus cosas, aún estando yo encima de él, pero nada aparece. Revisa la guantera desesperado, hasta dar con uno.—¿Por qué guardas uno en...

—No cuestiones mis métodos, Leny. En mi defensa, está allí desde hace tiempo.

Me embiste antes de que tenga tiempo de hilar una frase en respuesta y poco me importa retomar la conversación cuando sus caderas se sacuden dando inicio a que millones de sensaciones placenteras transiten por mi cuerpo. Dean desliza el asiento hacia atrás con su mano libre mientras que con la otra empuja mi nuca hasta su boca para tener un mejor acceso a mis labios.

Se siente como el paraíso. Sus grandes manos cubren mis caderas deseando tener el control, no obstante, el que yo esté arriba me permite llevar mi propio ritmo y eso le enloquece. Sus murmullos pidiéndome que no pare y el cómo jala de mi cabello están llevándome a una nueva atmósfera de placer en donde mi único deseo es alcanzar la cúspide.

Cuando mi cansancio ralentiza mis movimientos, Dean aprovecha de tomar el mando sin hesitar. El auto se colma con suspiros, gruñidos y nuestras respiraciones jadeantes. Sus dedos se escurren hasta hallar mi parte más susceptible, en donde acaricia la zona con malicia. Observa mis facciones, satisfecho con la respuesta de mi cuerpo ante su roce, causando que emerja una arrebatadora sonrisa que hace que mi juicio se pierda. En pocos segundos ese hormigueo que recorre todo mi cuerpo para rebosarlo de placer absoluto me impregna y caigo desplomada en el caliente cuerpo del castaño.

—Mierda, acabas de cumplir una de mis fantasías más calientes —señala. Siento su respiración irregular en mi cuello, sin embargo, estoy tan cansada que no puedo ni siquiera articular una palabra.— eres tan jodidamente ardiente, no me cansaré nunca de ti...

—C-creí... creí que ya lo habías hecho con otras aquí...

—Bueno... sí —confiesa, salgo del hueco de su cuello para mirarlo incrédula.— Pero esto superó todas mis expectativas.

—Eres un maldito mentiroso, Dean.

Besa juguetonamente mis labios antes de darme tiempo de seguir con mi parloteo, disgustada de que mi pensamiento haya resultado verídico, pues en el fondo quería ser la primera en cumplir su absurda fantasía.

—Pero Leny, tú eres la primera con quien lo hago justo aquí, en este asiento. Las otras han sido a-

—Ya cállate, lo estás empeorando.

Su risita aguda me hace rodar los ojos, y como si quisiera distraer mi mente, pronto estoy sintiendo sus húmedos labios sobre mi piel haciéndome olvidar el rumbo de la conversación.

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