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❛ 02 ❜

oo. CONFESIÓN


Por lo general soy una persona que no suele tomar decisiones a la ligera, sobre todo si éstas repercuten en el futuro de maneras catastróficas. Debería haber sospechado que la convicción que mostré el día anterior se largaría súbitamente, tal como llegó.

A penas mis pies tocan el asfalto al bajar del autobús, los pensamientos abordan mi mente, haciéndome re pensar una y otra vez mi decisión e incluso imaginar una infinidad de escenarios que pueden presentarse si llevo a cabo mi próximo acto. Aquello consigue atemorizarme por completo, porque en uno de los ficticios escenarios que me mostró mi mente ¡yo moría!, y no puedo morir, ¡no es mi momento aún! A pesar que las cosas estén tomando un rumbo que no tenía planificado en lo absoluto, me rehúso a exponerme ante la muerte de esta forma.

Dean no volvió a dirigirme la palabra en lo que restó de la noche, y yo por supuesto, tampoco. Ahora que lo pienso... estoy tan enfurecida con él que no quiero ni verlo. ¡Todo es su culpa! Si no me hubiese provocado hace meses atrás yo no estaría aquí, a punto de hacer algo que sitúe en riesgo mi vida.

Cuando bajo del autobús siento como todo mi desayuno sube por mi garganta y agradezco que el lugar esté solitario y que nadie me haya visto con la cabeza metida en el primer basurero que encontré. Tomo un chicle de mi bolso, reanudando mi camino, pero antes de entrar al lugar me quedo sobre pensando nuevamente.

¿Es esto lo que quiero realmente? , lo es. O bueno, es lo que deseo justo ahora.

Retomo mi rumbo hasta entrar al lugar, el cual a primera vista luce bastante decente y sobre todo limpio. Paso por la recepción con el objetivo plasmado en mi cabeza y allí se encuentra una señora, la cual me observa bajo sus gafas, expectante a que le diga algo, sin embargo me quedo observándola como una tonta, sin que alguna palabra emerja de mi boca. Le sonrío, incómoda, y retrocedo hasta salir del lugar.

—¿Ya lo hiciste? —la voz de Dean resuena a mi costado tan alto que me ha asustado. Vuelvo mi vista hacia la derecha en donde mantiene sus manos escondidas en los bolsillos de su holgado buzo, balanceándose hacia delante y atrás.

—No. —contesto, a duras penas. Los ojos vuelven a picarme y aunque me contenga, las lagrimas terminan brotando de mis ojos, incitando a que el chico frente a mi me abrace fuertemente.

—Tranquila Leny, haremos esto juntos. —murmura en mi oído. Acaricia mi cabello dócilmente, y dando un beso en mi cabeza, se separa hasta mirar fijamente mis ojos. —Deberías saber que no eres de las que llega y toma decisiones sin sopesar sus actos.

—¿Cómo sabías donde estaba?

—Te seguí. —confiesa, la sonrisa triunfante que esboza me deja ver sus pequeños hoyuelos a los costados de sus mejillas. —No soy tan tonto como piensas.

—Jamás lo he pensado. —admito, sorbiendo por la nariz.

—Claro que sí. —advierte, sin borrar su sonrisa. —Desde la escuela lo piensas.

—No es así, Dean.

—Oh Leny, no vengas con tonterías ahora. —señala, abrazándome por los hombros e invitándome a caminar. —¿Qué te gustaría hacer ahora?

—Uhm... no lo sé.

—¿Quieres ir a la playa?

—¿A la playa? —intervengo, confundida por la espontaneidad de su plan.—La playa queda a mínimo dos horas de aquí, Dean.

—Lo sé. —admite, abriendo la puerta de su auto.—Pero podemos ir si tu quieres.

—Deberíamos ir al supermercado a hacer las compras, más bien. —contesto una vez dentro del auto. Dean lo enciende y antes de partir me observa para saber cual sería nuestro próximo destino finalmente.

—¿Entonces al aburrido supermercado?

Asiento con la cabeza y él con un bufido, emprende nuestro rumbo hacia el supermercado más cercano a nuestro hogar. Pone la música a todo volumen, como acostumbra, y cada vez que aparece una canción que le gusta en la radio da un espectáculo, cantando y moviendo sus brazos exageradamente para seguir el ritmo. Los paseos en automóvil con Dean desde que tengo memoria han sido así, alocados y divertidos, debo admitirlo.

Por algunos minutos olvido la situación en la que nos vemos envueltos y disfruto del viaje, riendo ante el canto desafinado de mi compañero y sus locuras al manejar sólo para hacerme reír.

—Dean. —le llamo, mientras estaciona el automóvil en el aparcamiento fuera del gran supermercado.—Tarde o temprano debemos hablar sobre lo que sucede.

—¿Qué sucede, Leny?—vuelvo a llamar su nombre a modo de advertencia, rodando los ojos. Con una sonrisa socarrona, sale del auto y yo lo sigo detrás. Caminamos hasta la entrada, nuevamente con sus manos rodeando mis hombros.—Pues hablemos, soy todo oídos.

—¿Qué haremos? O mejor dicho... ¿Qué piensas al respecto? Creo que es lo primero que debería haber preguntando en vez de llegar y tomar una decisión tan rápido.

—¿No podemos... ser padres? —inquiere, con la vista puesta en el frente. Deshace su agarre en mi para tomar un carrito, y sin mirarme del todo, camina a mi lado manejando el artefacto.

—Ni siquiera somos una pareja, somos amigos...

—Mejores amigos. —interviene, alzando un dedo.

—¿Tú quieres ser padre? —le detengo. El me escudriña con aquellos oscuros orbes en busca de la respuesta a mi pregunta.

—Siempre he querido serlo.—confiesa, suspirando. La sonrisa que lo caracteriza se borra en un instante, como si hubiese tocado una parte de él sensible y secreta. Allí, a mitad de pasillo, nos envolvemos en una conversación mucho más seria y profunda en medio de un corriente supermercado, gracioso.

—¿Y quieres que seamos padres, los dos? Es decir... ¿Qué yo sea la madre de tu hijo? —vuelvo a cuestionar, con picazón en la garganta.

—Claro que sí. —sonríe nuevamente, acaricia mi mejilla y retoma su rumbo junto al carrito. ¿Ha dicho que sí? Mi mente no puede procesarlo.

—Dean, esto es en serio. —le sigo por detrás.

—¿Qué te hace pensar que no hablo en serio?

Tomo su chaqueta, deteniendo sus pasos. Alzo la mirada para observar su expresión, me molesta tanto no poder leer su mente en estos momentos, pues no sé si realmente me habla en serio o está jugando conmigo.

—Elaine... —comienza, y sé que esta vez habla en serio pues ha mencionado mi nombre completo, y no aquel apodo que utiliza siempre. —Esto no se trata sólo de mí. Es tu cuerpo, tu decisión final.

—D-

—Y sí no estás preparada, respetaré tu decisión por sobre lo que yo desee. Me tomó un par de horas comprenderlo pero finalmente lo he hecho.—su mano derecha se eleva hasta dar con mi mejilla, y comienza dando dulces caricias, calmando el torbellino de ansiedad que se acrecentaba en mi.—Sólo te pido ser parte de lo que sea que decidas.

De pronto toda mi seguridad sobre lo que hacer en esta situación se quebraja, por segunda vez en el día. Las caricias que provee Dean en mi mejilla consiguen apaciguar la angustia que habitaba en mi cuerpo al hablar de este tema, y por un segundo me permito imaginar un ficticio escenario con una criatura en nuestro alrededor y se siente... lindo.

—D-deberíamos... deberíamos ir al doctor, ¿no crees? —balbuceo, perdida en el tacto de sus cálidas manos sobre mi piel.

—Claro, vamos mañana. —anuncia, besando mi frente.

—No hagas eso, por favor. —señalo, cerrando mis ojos.

—¿Hacer qué?

—Lo que acabas de hacer... tú, tú has cambiado, n-nuestra relación ha cambiado... —suspiro, enfrentándome a su mirada confusa. —Dean, tú eras la clase de chico que cada fin de semana salía con una chica distinta, el que llegaba borracho a casa, tanto que ni siquiera cerraba la puerta de su habitación al dormir... y ahora no sé qué pensar sobre ti.

—Pues... al parecer el desarrollo de personaje llegó a mí. —confiesa, divertido. —Vamos, Leny. ¿No te gusta que sea así contigo?

—Sí me gusta... —admito a penas, bajando la cabeza.—pero también m-

—¡Genial! Porque tú también me gustas, y sería ton-

—¿Te gusto? —intervengo, asombrada. Él por su parte rueda los ojos con gracia, y reanuda su paso. —¡Hey! ¡No me pongas los ojos en blanco!

—Es que ¡Leny! —llama mi nombre un tanto irónico, pero manteniendo esa sonrisilla de burla. —¿Cómo me preguntas eso ahora? Después de todas las cosas que hemos hecho...

—Pero el que tengamos sexo no implica que yo te guste realmente. —explico, cruzando mis brazos en el pecho.—Puede ser sólo una atracción física...

—No es sólo físico. —confiesa cortamente, y vuelve a darme la espalda para seguir su rumbo.

Vuelvo a seguirlo de cerca, echando un vistazo a toda la comida chatarra que va metiendo en el carrito. Ruedo los ojos, porque a pesar de que por fuera luzca como un adulto, sigue siendo un niño en muchos sentidos.

Pasamos por el pasillo de los dulces y de pronto se me antoja una barra de chocolate con coco. Detrás de mi puedo percibir la risita aguda de mi acompañante, en cuanto meto una de esas barras en el carro.

—Dean, ¿realmente te gusto?

—¿Por qué no me gustarías?

—Oh, ya basta.—lo detengo, alzando mis manos al aire. Estaba comenzando a fastidiarme.—Esta vez hablo en serio, necesito la verdad.

Él, sin quitar la sonrisilla de su rostro —cosa que estaba enfureciéndome con el pasar de los minutos—, rodea el carro hasta dar conmigo. Me toma por los hombros, inspeccionando de cerca mi semblante.

—Leny, ¡me gustas desde la primaria! ¿Por qué es tan difícil para ti comprenderlo? —admite, sin separarse de mí.

—Dean, éramos unos niños en ese entonces, ¡Ahora somos adultos! Con mucha historia de por medio... —explico, pasando las manos por mi rostro, en busca de calma.—No puedes afirmar que te gusto, cuando hace un par de fin de semanas atrás al menos... ¡Tres chicas pasaron por tu cama!

—Tú siempre me gustaste, otro hecho es que tú me vieras como tu tonto compañero con la cabeza en la luna y decidieras no darme una oportunidad hasta que... ¡voila! ¡Te acostaste conmigo! —señala, acomodando un mechón de mi cabello.—Además, eso que acabas de decir es una completa mentira, porque hace al menos tres meses que no me acuesto con otra que no seas tú.

—Vaya, ¿te aplaudo? —ironizo, blanqueando mis ojos.

—Leny, tú me gustas, ¿bien? Asunto arreglado.

—¡Pero a ti te gustan muchas! —exclamo, cuando él toma el mando del carrito nuevamente. Aquello ha salido de mi boca sin que tuviera tiempo de pensarlo, pero es algo que desde que comenzamos con esta extraña relación ha estado rondando en mi mente.

—Oh, con que ese es el asunto...

La pequeña sonrisilla de victoria que crece en sus mejillas me fastidia porque he expuesto una parte de mis profundos sentimientos hacia él y creo que se ha dado cuenta.

Antes de que pueda decirme algo, escapo hábilmente de la situación hacia otro pasillo en busca de cosas que faltaban en casa, porque honestamente no quiero oír su respuesta y en el estado en que me encuentro de seguro podría ponerme a llorar aquí mismo.

—Elaine, si te digo que me gustas desde que medía la mitad, tenía el cabello corto y sin estilo, era más delgado que un palo y no era para nada reconocido, es completamente cierto.—me quedo estática, sin ánimos de voltear a enfrentar su mirada.—Siempre llamaste mi atención por ser una chica inteligente, directa e ingeniosa, quien tuvo claro desde sus inicios quien era y lo que quería.

Aferro mis dedos al paquete de fideos que saqué previamente y tomo aire antes de girar por completo y mirarlo. Algo que caracteriza a Dean es su habitual sonrisa en todo, inclusive en instancias tensas siempre mantiene una sonrisa, a excepción de ocasiones serias como éste.

—Tú nunca me viste, pero para mí fuiste el centro de atención por mucho tiempo.

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