𝕯𝖊𝖈𝖎𝖒𝖔𝖘𝖊𝖕𝖙𝖎𝖒𝖆
—𝕬𝖗𝖒𝖎𝖓 𝕬𝖗𝖑𝖊𝖗𝖙—
Okey, Arlert, tú puedes cariño, tú puedes. Te has preparado toda tu vida para enfrentar cuestiones cómo estás. Si no puedes enfrentar a tu brabucon
¿Cómo esperas poder trabajar en un laboratorio? ¿Cómo esperas poder trabajar en una empresa?
(Que se note que aún no decido que estudiar).
¡Arlert no cambies de tema!
Ahí dentro estará su madre y no podrá hacerte daño.
Tienes el número de Mikasa en acceso rápido de tu celular.
Una llamada y estará muerto.
Tienes el control de la situación
Tienes completo control de la situación.
Inhala
Exhala
La casa de Jean Kirstein era demasiado bonita. Con una hermosa chimenea, un pequeño jardín delantero, colores calidos, arboles y plantas cuidados a la perfección, todo lo que podía significar que una familia funcional vivia en el predio existía en casa de los Kirstein. Si fuera navidad definitivamente tendrían inflables de Santa Claus y todas las cosas perfectas y tiernas que pueden existir en este mundo.
Y me decidí, a tocar esa puerta de la manera más firme y con una seguridad que juro que nadie podría decir que era falsa.
Dos veces. "Toc, Toc"
Una dulce señora salió con un mandil y unos guantes de cocina de la puerta, tenía en sus manos unos galletas. Al verme sonrió y parecio arreglarse un poco y sacudirse la harina de la ropa. Le sonreí de vuelta y rapidamente conecte todos los rasgos de Jean con los de ella. Efectivamente era su madre. ¿Como podía esta señora haber engendrado a un chico como Jean Kirstein? ¿Que clase de demonio había enviado tal maldición a tan angelical mujer?
— Hola buenas tardes.— Dije sin tartamudear un poco.
—Hola hijo, buenas tardes, tu debes ser Armin Arlert, ¿Cierto?.— Pronuncio mientras me dirigia la sonrisa más sincera del mundo.—Jean me ha contado que vendrías a estudiar así que hice unas galletas.
—Oh, señora no era necesario.— Dije mientras hipócritamente tomaba un par de galletas. — ¡Le quedaron increíbles!
Me llevo entre los pasillos a la habitación de Jean. Recorrí y memoricé instintivamente cada rincón de su hogar, divisando de reojo las fotos de la infancia de su familia. Incluso logré ver el cuadro de graduación de la primaria de mi bravucon. En ese entonces no se veía nada amenazante.
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