𝕯𝖊𝖈𝖎𝖒𝖔𝖙𝖊𝖗𝖈𝖊𝖗𝖔
——𝕸𝖆𝖗𝖈𝖔 𝕭𝖔𝖉𝖙——
— Está genial tu outfit, Joni.— dijo Ymir sarcásticamente mientras tomaba asiento a mi lado. — A ver, extiende tu mano.
Extendí mi mano y depósito la colilla en mi palma.
—¿Y esto?.— pregunté
— Ahora lo tienes tu y por lo tanto es tu responsabilidad que hacer con eso.
Pinche Ymir.
—A veces si me sorprendes, cariño. Y es "Honey".
— Como sea, Joni. ¿Ves ese calvo de ahí? Dice que se lleva súper bien con Jean y como es mi vecino insistió en venir.— señaló el chico calvo, quien se encontraba sacando cosas de la máquina expendedora.
— Ah, si. Antes. En la secundaria Jean siempre estaba con Sasha y Connie. Iban a todos lados juntos. Pero de repente decidió alejarse de ellos y comenzar a juntarse con personas mayores y de dudosos pasos.
— Tch, se comenzó a juntar conmigo, idiota.
— Oye fea, que estás diciendo de mi.— pronunciaba Connie mientras extendía unas galletas a cada uno. Se dirigió hacia la señora Kirschtein y también le dió unas, la cual le agradeció amablemente.
El más bajito se sentó a mi lado.
La noche transcurría tranquila, mientras teníamos platicas vanales. Escuela, amor, mujeres, y corazones rotos. Sobre todo corazones rotos.
Connie, dejo fluir sus emociones, ahí sentados ante un pasillo donde entraba y salian vivos, dónde entraban y salían muertos. Y desde el fondo de su corazón, saco a quien le estaba poniendo el mundo de cabeza.
— Creo que estoy enamorado de Sasha.
— Creo que eras el único que no lo sabia.— le respondió Ymir.
Tome de la cabeza al chico y lo restregué contra mi pecho.
— Inténtalo. Deja que te rompan el corazón. Aquí estaremos para limpiar tus lágrimas.
El de ojos amarillos, nos miro, y sonrió sinceramente.
Cuando, irrumpiendo la tranquilidad de la noche, dos policías entraron abriendo estrepitosamente la puerta. Hablaban por celular, buscando con sus miradas un rostro entre los presentes. Todos guardaron silencio por unos segundos.
Los hombres preguntaron algunas cosas en recepción, y la chica que la atendía volteo señalándonos.
— Oh Oh.— exclamó Connie.
El oficial, erguido hasta el tope de su ego, se dirigió a nosotros, preguntando quién había presenciado el hecho.
-— Supongo que por tu pijama llena de sangre estás involucrado en esto— espetó.—sígueme te haremos un par de preguntas.
Lo seguí hasta el cubículo dónde se encontraba el amor de mi vida. Me indicaron sentarme al lado de él.
Sus ojos chisparon al verme.
— Jean Kirschtein.—empezaron ambos oficiales, mientras hojeaban un folder.— ¿Que hacías esta noche por ahí muchacho?
Jean, con toda la maldita cara inflamada y sin poder si quiera parpadear sin dolor de lo golpeado que estaba, alzo su brazo a punto de hacer una seña obsena, actúe rápidamente e hice que lo bajara.
— Mde asaltadon.— respondió el castaño.
—¿Tu lo asaltaste?.— me preguntó el policía.
—No, no que va. Yo soy su amigo.— respondí.— estoy manchado de sangre por qué lo cargue herido hasta mi casa.
— Si, seguro que con esa pinta no asaltas a nadie.
El le clavo los ojos al oficial.
— Bueno chico, al parecer no estás en condiciones de poder resolver nuestros cuestionamientos. Regresaremos mañana por la tarde. Más vale que sea cierto lo que dices.— siguió el oficial.— podrías ir a la cárcel si se demuestra que estuviste involucrado en lo que nos reportaron que sucedió ahí.
Oh mierda.
Espere a que los dos uniformados salieran del lugar, y le tome la mano, esa donde tenía la intravenosa.
— ¿Que mierda hiciste Jean?— pregunté.
—Dinero.— respondió.
.
.
.
—— 𝕬𝖓𝖓𝖎𝖊 𝕷𝖊𝖔𝖓𝖍𝖆𝖗𝖙 ——
La lengua de Mikasa se sentía como la octava maravilla del mundo en mi boca. No me cansaré de decir lo lindos y terzos que son sus labios, aún más de lo que podían parecer de lejos.
Su labial se extendía ya hasta mi cuello, mientras sus manos suban poco a poco por mi espalda. Hacía esfuerzo por no ahogarme en medio del beso.
No podría soportar un segundo más.
La tome de la mano y la paré lejos del sofá. Subimos, por las escaleras que en su pared exhibían cuadros de la de pelo negro, sus padres y su perfecta vida. Fuimos hasta su habitación, tapizada de posters de cantantes y de fotos de sus amigos. Divisé a Armin en más de la mitad de ellas.
La arrojé contra la cama, y sus mejillas se pintaron de rosa pastel, haciendo un hermoso juego con su piel blanca.
— Llegaré hasta donde tu me digas.— Le dije.
—Llega hasta donde tu quieras, Leonhart.— Me respondió con determinación achicando sus hermosos ojos rasgados.
Me subí sobre su regazo, quedando frente a frente. La miré por unos segundos, apreciando cada centímetro de su rostro. Sus ojos negros no me dejaban apreciar bien sus pupilas, pero podría jurar que se dilataban al verme.
Comenzamos a besarnos, con aún más intensidad de lo que lo habíamos hecho antes. Pequeños movimientos involuntarios comenzaban a surgir en ambas, y esa presión por mover tus caderas era cada vez más insoportable. Mis manos subieron, tocando su espalda con la delicadeza suficiente como para causar que se curvará y le recorriera un escalofrió por su columna vertebral. Dude un poco, en si tocar sus pechos, pero ella misma colocó mis manos ahí.
A la mierda todo, incendiemos tu casa.
Tomé su playera y se la quité, dejando ver su sostén rosa. Dios santo Ackerman, me vuelves loca.
Ella hizo lo mismo conmigo.
Y las cosas siguieron pasando, quedamos solo en ropa interior, dejando apreciar nuestros cuerpos y esas marcas de guerra, de vida. Sus abdominales eran la cosa más hermosa del mundo, y sus piernas tan blancas, parecían porcelana al tacto.
Baje lento, besando cada parte de su cuerpo, al tiempo que abría lentamente sus piernas. La miré un segundo, pidiendo su aprobación. Y ella asintió.
Recorrí con mi lengua sus cuadriceps, ella dejaba salir pequeños sonidos de su boca. Baje su ropa interior, lento, con miedo de que ella salga corriendo. Pero no fue así. Y ahí sucedio ese momento en el que te desconectas. Cuando te transportas hacía tu lugar preferido. Donde sientes la lluvia entre tu boca, y deseas que ella llame a tu nombre. El cuarto se lleno de niebla, de vapor caliente, que quemaba al tacto, que me mataría de seguir aquí. Descubrí la relación entre mi lengua y sus gemidos. Descubrí el sabor de su sexo, y que ella me pedía más, sin miedo a que nadie la escuchará.
Me sentí absorta por su belleza, por su capacidad de sentirme drogada sin dañarme. Por su capacidad de hacerme sentirme amada.
Y nos besamos, con los otros labios, mientras analizaba cada foto de su cuarto inconscientemente. Veía a Armin, a Eren y a Mikasa ebria alguna fiesta de los meses que ya pasaron. Y luego la veía ahí, mordiendo la almohada y mojándose cada segundo más, y más.
Que extraño, jamás había descubierto que mis caderas pudieran moverse de esta forma, y que sacar la voz de a garganta fuera así de sencillo cuando digo su nombre.
Ni que mis dedos pudieran hacer que Mikasa Ackerman se mostrará tan sumisa, o que me dijera te amo mientras su cuerpo se curva y me grita.
Las horas se pasan como agua, como el liquido que sale de la chica entre mis labios.
Exhaustas, sudadas y llenas de sustancias que puedo jurar que no sabía que tenía tanto ahí dentro, nos recostamos, desnudas, abrazadas.
Acarició mi cabello y me beso.
Sabía a vació.
Sabía delicioso.
Me estrecho contra su pecho, y me aferré a ella. Sabía que pronto tendría que irme.
—Oye, ¿y la tarea?.—Pregunté.
—Ya la hago yo, no te preocupes.— Respondió.
Busque mi ropa y saque de mis pantalones mi celular.
Verga, habían pasado 4 horas.
Llegaría tarde a mi casa. Oliendo a sexo y sin la tarea hecha.
- Creo que tengo que irme, tus papás no tardan en llegar y creo que no llegaré a mis entrenamientos.- Dije mientras recogía mis cosas y me vestía.- ¿Quieres que te ayude a limpiar?
—No te preocupes, puedo sola.
Sonreí.
—Nos vemos mañana, Leonhart. Te quiero.
— Y yo a ti, Ackerman.
--------
Wuuu, hoy no tuve clases y amanecí con ganas de escribir. Espero les guste, es mi regalo para ustedes por comentarme tanto, los amo. <333
Próximo capítulo, Reiner osiosi
EDIT: OH POR DIOS, corregí el capítulo y los guiones, la neta k mal no haberlo hecho antes, ojalá tengan la oportunidad de volver a leerlo corregido. Besitos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro