The year of Horsey.
Capítulo I : Encuentro.
Las sonoras calles urbanizadas de Tokio siempre lograban perturbar a Urie Kuki. El tomar siempre el mismo tren hacia su escuela solía ser algo demasiado rutinario, aunque aquel otoño oliera de un modo distinto.
Algunas escuelas hacían lucir su uniforme de invierno, sin duda el aroma invernal y el color blanco se ostentaba con gracia por las superficies de la vasta ciudad. Llevaba entre sus manos el libro que su amigo Shirazu tanto le había recomendado. No era que lo detestaba, pero las comedias románticas no estaban entre sus opciones de grata lectura. Miró de soslayo las puertas del tren eléctrico abrirse mecánicamente. Algunos hombres de mediana edad se peleaban con los despistados adolescentes que siempre querían ingresar primeros dentro del transporte, sin importar a cuantos ancianos o mujeres embarazadas hubieran empujado en el camino. Es por ello que Urie siempre esperaba a tener la oportunidad adecuada para no causar ni causar problema alguno.
No es que odiara el transporte público, pero el viajar 25 minutos en un ambiente tan pequeño, no era de sus favoritos, sin embargo y tras las insistencias de su padre, no podía simplemente tomar el auto que se le había sido obsequiado para su cumpleaños número 16. La condición impuesta acordaba de que podría hacer uso de su auto, cuando el permiso le fuera otorgado y claro, la escuela no era un destino acertado para llevar un automóvil, siendo apenas un estudiante de preparatoria.
Algo hastiado del poco aire que quedaba para ser utilizado por sus pulmones y los reiterados empujones, se aseguró de sostenerse del pasamanos que pendía por sobre su cabeza. Y sin más perderse en esas páginas de aquel libro tan aburrido que le había sido recomendado.
Los minutos pasaban lentamente y pronto la gente comenzó a descender en las estaciones próximas. Llego un punto en el que podía estar tranquilamente parado leyendo, sin que nadie estuviese a su alrededor. Fue entonces cuando unas pequeñas risitas llamaron a su atención, al alzar la mirada se topó con los asientos que fueron ocupados recientemente.
La niña que reía, le resultaba bastante graciosa. Llevaba dos coletas y su cuerpo era bastante rellenito, por decirlo de una manera no tan abrupta. Por otro lado se veía divertida al estar dialogando con otra persona, aunque él no pudiese ver con claridad de quien se trataba ya que un hombre de traje marrón estaba tapando su visión. Solo podía percibir el sonido de su voz, este era algo suave y por alguna razón bastante tranquilizante.
Pronto el hombre halló un asiento, justo a un lado de Urie. Se sintió bastante estúpido al no percatarse de que había un asiento desocupado muy próximo a él y ahora por culpa de su descuido tendría que continuar su viaje parado. Más al pensarlo adecuadamente, dirigió su mirada a la dueña de la susurrante voz que tanto le llamaba la atención. Si estuviera sentado no habría podido ver a la chica que quería ver desde un principio.
Su cabello era corto, apenas le llegaba a los hombros, su color era verde oscuro. Aquello no le había llamado mucho la atención, ya que por aquellos días cualquiera se teñía el cabello del color que le apeteciera, sin más al mirar de nuevo a la dueña de la risa graciosa, tenía el color del cabello azul, casi y como ese personaje que tanto amaba Shirazu, una tal Hatsune Miku.
Pero volviendo a la chica que tenía en frente, podía ver que su piel era un poco más oscura que la suya. Que sus ojos eran de un verde llamativo y que su uniforme escolar era de una escuela que no conocía. Siguió observándola, llegando a sus manos, sobre las que descansaba un libro de contextura mediana y tapa grisácea. Al unir las palabras que se podían percibir desde su perspectiva, se percató de que se trataba del mismo libro que Shirazu tanto le había recomendado y ahora llevaba leyendo ya 20 páginas completas.
Poco tiempo después, el tren se detuvo y ambas chicas se pusieron de pie encaminándose hacia la salida. Urie no le quito la mirada a la chica de cabello verde, despreocupándose de que alguien realmente se halla dado cuenta de su accionar. Más ella fue la primera que cruzo el umbral de las puertas mecánicas, antes de que las mismas se cerraran, su pequeña amiga rolliza, dio un medio giro sobre su eje y se le quedó mirando con una sonrisa burlona en sus labios. Su reacción fue alzar una ceja e ignorarla completamente. Maldijo varias veces hasta que las puertas se cerraron por completo. De reojo pudo notar como la chica de pelo verde le hablaba a la otra y como esta última negaba con su cabeza perezosa.
Suspiró de alivio mientras cerraba su libro. Luego lo guardó dentro de su bolso, la próxima estación era en la que debía bajar.
Al día siguiente caminando hacia la estación de trenes, no pudo evitar pensar en la oportunidad de volver a ver a esa chica otra vez. ¿Sería posible que aquello ocurriera, sin caer en el cliché repetitivo del amor adolescente? Al instante en el que había llegado al andén, se percató de lo bullicioso que se había vuelto, con el pasar de los minutos y aunque aquello no era extraño, no dejaba de molestarle.
No le agradaba en absoluto el tener que estar rodeado de tantas personas, sin embargo nada podía hacer, más que encender el reproductor de música que llevaba consigo y colocarse los auriculares que tanto amaba. La música y el arte eran sus grandes pasiones. Varias piezas aguardaban en su recamara, siempre esperando a que el las disfrutara. Los lienzos dormían hasta que él pusiera manos a la obra, todo en su mente parecía conectar cuando el éxtasis que le brindaba el trazar líneas y curvas por lo extenso del plano provisto, llegaba a término.
Se había vuelto ansioso, aunque solamente se tratara de un hobby. Miró de soslayo hacia las puertas mecánicas, sin darse cuenta que ya se encontraba en la estación, en la que había abordado ella. Los segundos pasaban con rapidez, más las personas ascendían o descendían con sus preocupaciones circundando en sus mentes. El interlocutor de la estación comunicó lo próximo del arranque. Por un momento dudo de que en verdad pudiese llegar a tiempo. ¿Sería que solamente había tomado el tren para esa ocasión? O ¿tal vez se trataba de que había subido en a otro vagón? ¿Lo tomaría regularmente y él nunca se abría percatado de su presencia?
Sin más y por última vez la buscó por la estación o lo que se veía de ella desde su posición. Estaba lo suficientemente cerca de las compuertas, por lo que podía permitirse mirar o esperar alguna señal de aquella persona, que ignoraba ser consiente de esperar.
Más al sonar la alarma del cierre de las compuertas, una aparición se hizo presente ante sus narices. Había ingresado tan rápido al tren, que no había reparado de la situación, en la que ahora se encontraba. El vagón y el resto del tren se encontraban realmente atestado de personas.
Estaban frente a frente, él sintiendo el cuerpo tambaleante de ella regulando su respiración. Por alguna razón él no podía dejar de mirarla, estaba atónito.
Su mano estaba aferrada a los pasamanos que pendía sobre su cabeza y su cuerpo era una estatua de marfil, la proximidad le era casi injusta. Echó un vistazo por su rostro, algo que lamentó con toda su alma, ya que las consecuencias teñían sus mejillas de carmesí. Ella lo encaró con una mirada gentil, para sonreírle sutilmente.
—Lo siento—
— Descuida—
Ella aparentaba haber recobrado el aliento, más él parecía haberlo perdido. Sin embargo y gracias a cualquier dios disponible, podía disfrazar cualquier inquietud o emoción que lo embargue. Por lo que en el exterior su rostro era inmutable. Sin sonrisas o gestos amables que emitir, sin conversación por continuar. Los próximos minutos serían eternos. Pronto la gente comenzaba a circular y por fin con el descenso de algunas de ellas, pudo separarse de ella.
Ella hizo una leve reverencia y se propuso alejarse hacia otro extremo disponible, en el que podría estar más cómoda, no obstante la mano de Urie se aferró a un pequeño trozo de tela del abrigo que ella llevaba, haciendo que lo encarara algo dudosa.
— Es tu amiga... — hizo una leve pausa— ¿ella no te acompaña el día de hoy? (¿Estás sola?)
— Ah...sí. —sonrió débilmente—Ella es Saiko-chan—comentó alegremente. —Es mi mejor amiga, por cierto. El día de hoy enfermo y por ello no asistió a la escuela. —continuó con la conversación dándole la pauta de que hablaba bastante aun si la otra persona no fuera tan social.
— Ya veo—En verdad no quería que todo acabase ahí, pero no tenía muchas estrategias para entablar conversaciones y menos con chicas. — ¿Ese uniforme es de la escuela Yamaguchi?—preguntó como último recurso.
— Sí, así es. Voy a 1-2 de la secundaria Yamaguchi. — Comentó tranquilamente—por cierto mi nombre es Tooru Mutsuki. —mencionó algo apenada. Urie levantó la mirada con seguridad, aquella chica sí que sabía cómo tratar con sujetos como él. Sin quererlo aquello le daba un poco de celos. Ella era increíblemente buena en lo social.
—Mi nombre es...— no pudo terminar ya que Tooru se alertó al ver por el cristal de la ventana, que se encontraba muy próxima a su estación—¡Lo siento!...nos veremos en otra ocasión—la chica se alejó rápidamente, pidiendo unas disculpas rápidas al empujar a cuanto pasajero estuviera impidiéndole el paso hacia la salida.
Urie se quedó mirando hacia esa dirección por un breve instante y sin notarlo había sonreído débilmente. No solo había conseguido hablarle, sino que también había conseguido su nombre.
— Tooru—susurró para sus adentros.
Era un lindo nombre y de fácil escritura, recordó sus clases de ideogramática en la escuela primaria. Nunca había tenido problemas en la ejecución del pincel, pues allí descubrió lo fácil que le era trazar sobre un lienzo blanco.
Hola mi querido lector♥
Comenzamos una nueva historia, y sí, por lo que ya te habrás dado cuenta lleva el mismo título que la obra en sí. Pues esta es la historia central, el motivo por el que empecé este libro lleno de historias Mutsurie en universos alternativos.
Por favor, dele una oportunidad♥
Ahora la tan esperada pregunta : ¿Qué te ha parecido este capítulo?
Recomendación musical: Horsey • Macross 82-99
En fin me despido.
Gracias por leer♥
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