-ˋˏ 𝑪𝗮𝗽𝗶́𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟭𝟴: De Una Pelea a Otra
Ellie's POV
Newt, Tina, Queenie, Jacob y yo nos aparecimos fuera del Cerdo Ciego para ir a la Quinta Avenida, tal y como sugirió Gnarlack.
—Creo que los grandes almacenes Macy's están por aquí —pensé en voz alta. Tina asintió y nos encaminamos por la calle hasta llegar a Macy's. Por mucho que me irrite admitirlo, Gnarlack tenía razón. Cuando miramos el escaparate, una fuerza invisible, Dougal, estaba moviendo un bolso morado de un maniquí en la vitrina.
—¿Dougal? —le pregunté a Newt con una sonrisa. Me devolvió la sonrisa y asintió, aliviado de encontrar a su criatura.
—¿Cómo vamos a entrar ahí? Ya ha concluido el horario comercial, la tienda está cerrada —señaló Jacob. Extendí mis manos a Newt y Tina, y Tina extendió la mano a Queenie, quien extendió la mano a Jacob, y él comprendió—. Oh.
Los demás sonreímos con expresiones divertidas mientras nos aparecíamos en la tienda, apareciendo al otro lado del escaparate por el que nos asomábamos. Nos abrimos paso por los grandes almacenes a hurtadillas, tratando de volver a encontrar a Dougal, ya que es invisible.
—Los demiguises son fundamentalmente pacíficos —susurró Newt mientras seguíamos con la mirada la trayectoria del bolso flotante—, pero pueden morder si los provocan.
Vimos a Dougal, por fin visible, recogiendo diferentes artículos de las estanterías de los almacenes y examinándolos brevemente antes de volver a colocarlos en los expositores o en el bolso morado que cargaba.
—Vosotros dos, para allá —instruyó Newt a Jacob y Queenie—. E intentad no ser predecibles.
Jacob y Queenie se miraron, perplejos, antes de marcharse en la dirección que les habían indicado.
Se oyó un débil rugido a lo lejos, que captó inmediatamente la atención de Dougal. Sin embargo, no parecía asustado, sino tranquilo.
—¿Eso era un demiguise? —preguntó Tina con voz trémula.
—No —contestó Newt—, pero podría ser la razón... por la que el demiguise está aquí.
Tina y yo seguimos despacio a Newt por un pasillo en dirección a Dougal, que nos avistó. Se quedó mirándonos un momento antes de darse la vuelta, mirar a Newt con gesto socarrón y subir rápido por una escalera lateral, dejando a Newt sonriendo de admiración por su criatura.
Naturalmente, seguimos a Dougal hasta que llegamos a lo que parecía ser un desván o almacén que tenía las paredes cubiertas de estantes llenos de cajas de porcelana.
Dougal se dirigió hacia el centro del desván iluminado por la luz de la luna, donde estaba libre de cajas, y empezó a sacar algunos objetos de su bolso y a levantarlos en el aire. Los hizo girar ligeramente en su mano como si se los mostrara a algo.
—Su vista se rige por la probabilidad, así que puede ver el futuro inmediato —dijo Newt mientras se acercaba con sigilo al demiguise, por detrás.
—¿Qué está haciendo? —pregunté.
—Está haciendo de niñera —respondió Newt con un pequeño tono de sorpresa en su voz.
—¿Cómo? ¿Haciendo de niñera? —pregunté con una mirada inquisitiva.
—Es culpa mía, creía que ya los tenía a todos... pero he debido de contar mal —susurró Newt, avergonzado, en lo que avanza despacio y se arrodilla al lado de Dougal, que le hace sitio delante de los dulces. Dejó la maleta en el suelo con sumo cuidado.
—¡¿Estaba cuidando de eso?! —susurró Tina conmocionada. Miré hacia las sombras donde estaba Dougal para ver un occamy enorme enroscado alrededor de sí mismo, que ocupaba todo el techo del desván. Era mucho más grande de lo que crecen en la maleta de Newt.
—Los occamys son coranápticos —contó Newt.
—Así que crecen hasta ocupar todo el espacio disponible —terminé por él. Me miró y asintió con una sonrisa en la comisura de los labios, por mi conocimiento y por recordarle que me había enseñado sobre los occamies. Newt volvió a centrar su atención en el occamy que asomaba lentamente su gran cabeza de entre las sombras y descendía lentamente hacia él y Dougal, que le ofreció un dulce. Entonces, el occamy, sin despegar los ojos de Newt, se comió el dulce y estiró su cuello hacia su mano extendida.
—Así es —murmuró él—. Aquí está mamá.
Me quedé asombrada ante las muestras de afecto y el vínculo de Newt con esta criatura. Me encantaba verlo trabajar y sentí que mi corazón se aceleraba al sonreír observándolo. Oí un tintineo detrás de mí y vi que Queenie había intentado acercarse pero sin querer le había dado con el pie a un pequeño adorno de navidad en el suelo. Esto asustó al occamy y comenzó a retroceder dando alaridos, alterando el polvo, las cajas y el techo del edificio, ya que su cuerpo era demasiado grande para sus movimientos. Dougal corrió y se enganchó al cuello de Jacob. Newt fue arrojado a la espalda del occamy y su figura serpenteante comenzó a extenderse por la habitación mientras movía la cabeza de un lado a otro.
—¡Necesitamos un insecto! ¡Bueno, cualquier insecto y una tetera!—gritó Newt—. ¡Encontrad una tetera!
Tuvimos suerte por nuestra ubicación y por el hecho de que había toneladas de cucarachas y cajas que muy probablemente podrían tener una tetera. Todo el mundo, excepto Newt ya que estaba atascado montando en el occamy, corrió de un lado a otro tratando de atrapar a las cucarachas que se escabullían y que eran más rápidas que nuestros reflejos. Los movimientos del occamy rompían el techo, además de derribar montones de cajas. Intenté atrapar al menos tres cucarachas diferentes y fracasé, al igual que todos los demás, pero luego me di cuenta de que, cuando atrapábamos una, nadie se concentraba en buscar una tetera como necesitaba Newt.
Empecé a rebuscar en diferentes cajas, apartando el heno que se utilizaba dentro para el embalaje hasta que finalmente encontré una pequeña tetera blanca de aspecto antiguo que estaba pintada con pequeños diseños florales azules.
—¡La tengo! —oí gritar a Jacob desde el otro lado de la habitación. Sostenía con orgullo una diminuta cucaracha que se retorcía en el aire, y yo levanté la tetera.
—¡Tetera! —grité.
Los movimientos del occamy cesaron y vi que Dougal, que seguía aferrado a la espalda de Jacob, utilizaba su invisibilidad ante la mirada del occamy. La cara del occamy estaba a sólo unos centímetros de la de Jacob, con la vista clavada en la cucaracha que tenía en la mano. Y me di cuenta de que este tenía parte del cuerpo de la gran criatura inmovilizándolo contra una viga.
—¡Cucaracha a la tetera! —inndicó Newt en voz baja desde su posición en el lomo del occamy. Jacob parecía aterrorizado en la posición en la que se encontraba y acarició temblorosamente a la criatura mientras trataba de tranquilizarla para que no se asustara.
—Ellie —murmuró él entre dientes. Lanzó la cucaracha y yo entré inmediatamente en acción, corriendo y tratando de evitar el cuerpo en movimiento del occamy y las cajas que caían. No aparté los ojos de ese bicho ni un segundo mientras corría con la tetera en alto, saltando por encima de los anillos del occamy. Aterricé de rodillas en medio de la habitación, y la cucaracha cayó justo dentro de la tetera. Tina vino corriendo a mi lado y se sujetó a mí mientras aferraba la tetera y nos enfrentamos al impacto conforme el occamy empezaba a lanzarse en picado a toda velocidad.
Ambas cerramos los ojos y miramos hacia otro lado con la cabeza agachada mientras la criatura se encogía y se deslizaba suavemente dentro del diminuto recipiente. Newt se avalanzó sobre la tetera y le puso una tapa, respirando con dificultad.
—Coranáptico. También se encogen hasta caber en el espacio disponible —murmuró.
—Dime la verdad —le suplicó Tina—. ¿No se ha escapado nada más de esa maleta?
—Nada más... Y es la verdad —prometió Newt.
—Bueno —respiré—. Buen espectáculo, chicos.
Newt sonrió y tanto él como Tina soltaron una breve risa. Yo también esbocé una sonrisa y pusimos la tetera cerrada en la maleta de Newt. Dougal, que seguía agarrado a Jacob, se hizo visible de nuevo tras haber pasado el peligro y Jacob soltó una sonora carcajada.
—¿Y ahora qué? —pregunté.
—Supongo que mi trabajo aquí ha terminado —respondió Newt y fruncí el ceño.
—¿Así que te vas? —pregunté con una expresión triste.
—Supongo que podría quedarme un poco más. Siempre puedo coger un ferry dentro de unos días para volver a Inglaterra —me dijo. Esto me hizo sonreír un poco, pero seguía estando triste de que volviera a casa y me dejara de nuevo.
Levanté mi varita hacia el techo dañado.
—Reparo —murmuré. El desván volvió a la normalidad. Me giré para mirar otra vez al grupo.
Los cinco tomamos a Dougal y nos aparecimos en un lugar más seguro donde Newt abrió su maleta para que entraran Tina, Queenie y Jacob, por último entramos él y yo. Saqué el occamy de la tetera una vez que la maleta estaba asegurada y lo llevé al nido de los occamies en lo que Jacob ayudaba a Dougal a subir a su cesta colgante. Dougal asomó la cabeza hacia Jacob y hacia mí y le tendí la mano para acariciarlo, lo que disfrutó de buena gana y se inclinó en ella. Jacob hizo lo mismo, y tuve la sensación de que le caía bien el demiguise, así que les dejé estar juntos y fui a buscar a Newt. Lo encontré hablando con Pickett, que parecía muy disgustado con él por ser tan rápido a la hora de abandonarlo.
Sonreí y solté una pequeña risa mientras me acercaba a ellos. Me di cuenta de que Queenie estaba de pie en un pequeño cobertizo mirando un marco de fotos que contenía una imagen en movimiento de una joven que me resultaba demasiado familiar.
Jadeé y sentí una punzada de dolor y celos cuando el rostro de Leta Lestrange me devolvió la mirada, sonriendo más ampliamente de lo que nunca la había visto sonreír delante de mí. Queenie sintió mi presencia, y me di cuenta de que estaba leyendo mis pensamientos mientras Newt seguía intentando calmar a Pickett. Ella siempre era capaz de leer a la gente con más facilidad cuando estaba dolida, y yo definitivamente lo estaba. Newt admitió que vio mis recuerdos en mi poción mortal, y yo había empezado a pensar que con la forma en que me consolaba y actuaba conmigo, con cuántos momentos más estábamos compartiendo, había empezado a pensar que tal vez quería algo más que amistad. Pensé que después de todos estos años estaba equivocada y que nuestros sentimientos eran recíprocos. Obviamente eso salió volando por la ventana. No había ni una sola foto mía a la vista ni ninguna señal de que él supiera de mi existencia antes de Nueva York, aparte de que dijera verbalmente que me conocía.
—Elle —susurró Queenie y trató de poner una mano en mi hombro. Aparté su mano de inmediato y me di cuenta de que tenía las mejillas húmedas; estaba llorando. Sacudí la cabeza y giré sobre mis talones, alejándome furiosamente. Había caminado unos tres metros cuando oí que Queenie le decía algo a Newt. Me escondí detrás de una pared y mantuve el oído atento, con ganas de escuchar.
Newt's POV
Intentaba hacerle saber a Pickett que nunca tuve la intención de abandonarlo. Iba a robarle de nuevo en cuanto Gnarlack hablara. Sin embargo, él no quiso y sacó su diminuta lengua, haciendo una pedorreta.
—Está bien. No me esperaba eso de ti —murmuré, metiéndolo de nuevo en mi abrigo.
—Eh, Newt —me llamó la dulce y suave voz de Queenie. Estaba de pie en mi cabaña, mirando la foto de Leta—, ¿quién es?
Sentí una punzada de culpabilidad al responder.
—Nadie.
Queenie no parecía creerme, y me sentí mal pensando en Leta. Leta nos ha separado a Ellie y a mí y era muy doloroso de recordar. También me dolió pensar en lo unidos que estábamos y en lo mucho que intenté hacer por ella antes de conocer a Ellie, y ahora me doy cuenta de la poca consideración o respeto que tenía Leta.
—Nadie, ¿eh? —soltó Ellie, saliendo de entre las sombras. Debía de estar escuchando sin que yo lo supiera. Sin embargo, Queenie debía saberlo, porque no mostraba la menor sorpresa en su rostro. También parece haber estado leyendo los pensamientos de Ellie ya que sus emociones estaban a flor de piel.
—¿Leta Lestrange? —preguntó Queenie—. He oído hablar de esa familia. ¿No son...?
—Durante un tiempo tuviste mucho miedo de alejarla y en su lugar me alejaste a mí —dijo Ellie—. ¿Por qué tienes su foto?
—Era mi amiga —susurré.
—¡Yo también, Newt! —gritó Ellie—. Pero no veo mi foto por aquí —hizo un gesto a su alrededor con su mano.
—¿Por qué te molesta? —pregunté con rabia.
—Me molesta que conserves su foto e intentes decir que era tu amiga cuando, en primer lugar, lo único que hizo fue herirte, y en segundo lugar, luego intentas pasar como si no tuvieras ni idea de quién es en cuanto alguien pregunta por ella —explicó Ellie.
—¿Realmente crees que conoces toda la historia? —pregunté. Ellie me miró con extrañeza y se puso de brazos cruzados, apartando el flequillo de sus ojos.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Quiero decir, que no sabes lo más mínimo de lo que estás hablando —repliqué.
—Oh, ¿de verdad? —se burló, riéndose—. ¿Acaso parezco ciega?
—No, pero ni siquiera has preguntado, Ellie —argumenté—. Sólo asumes algo de lo que no sabes nada. Leta era mi amiga, y sí, tienes razón, en efecto me hizo daño. No volví a saber de ella ni siquiera después de asumir la culpa de lo que hizo.
—Eso debería ser una razón más para no guardar una foto suya, Newt. Lo que dices no tiene ningún sentido —dijo Ellie exasperada.
—Otra vez, ¿por qué te importa de quién es la foto que tengo?
—Porque no entiendo cómo alguien tan infiel e hiriente para ti como ella puede entrar tan profundo en tu corazón, pero yo, que siempre he intentado estar a tu lado pase lo que pase y me he interesado realmente por ti y por tu vida, ¡no recibo ningún tipo de reconocimiento! —gritó Ellie—. Supongo que no significo nada para ti. Como pensé durante los nueve años en que nunca me escribiste.
—Sí te escribí —susurré.
—Oh, es verdad, lo siento. Escribiste una carta, Newt —Ellie frunció el ceño.
—¿De verdad crees que después de todo y de todo este tiempo no me importas? —le pregunté, ofendido y dolido por sus palabras. Podía entender que estuviera enfadada, pero no lo entiende y ni siquiera se molesta en preguntar.
—No supe nada de ti durante nueve años —respondió con frialdad—. No importaba cuánto te escribiera, pidiera y rogara para que me respondieras, tu carta nunca llegó. Entonces apareciste inesperadamente en Estados Unidos y lo único que hiciste fue rogarme que te perdonara y que fuera tu amiga. Me convenciste de que en realidad me echabas de menos y que te importaba, porque había construido tanta confianza en mi cabeza a lo largo de los años que me resultó difícil desprenderme de ella. Ahora, me encuentro con que llevas la foto de Leta Lestrange en tu maleta... ¡desde hace nueve malditos años! Ni una sola foto mía, ni nada que diga siquiera que me conocías, que te habías acordado de mí, que pensabas en mí o que me echabas de menos durante esos nueve años que no estuviste. ¿Cómo se supone que voy a sentir que en realidad te importo, Newt?
—¿Ningún reconocimiento de que te conocía o pensaba en ti? —pregunté. Entré furioso en mi cabaña hasta llegar a un pequeño escritorio y abrí un cajón en el que había metido todas las cartas que me había escrito Elle y que solía colgar en mi tablón de anuncios. Estampé cada carta sobre el escritorio y cerré el cajón con dureza. Me dolía pensar que la había alejado tanto que pensaba que nunca me había importado. Eso significa que tampoco tiene ni idea de que estoy enamorado de ella o de lo mucho que me importa.
Ellie se acercó lentamente y cogió una de las cartas con suavidad con sus perfectas manos, examinándola. La dejó de nuevo en la mesa y empezó a hacer lo mismo con todas las cartas. Sus ojos empezaron a lagrimear y frunció los labios mientras cerraba los ojos, haciendo que unas cuantas lágrimas se deslizaran por sus preciosas y sonrosadas mejillas.
—¿Las guardaste? —preguntó ella en voz baja. Me miró y yo asentí.
—Cada una de ellas —añadí—. ¿Por qué iba a guardarlas si no me importaras, Elle?
—Yo... —empezó, pero la interrumpí.
—¿Quieres ver una prueba de cuánto me importas? No importaba, en pasado. Aún me importas y siempre me importarás. ¿Quieres pruebas? ¿Quieres saber lo mucho que he pensado en ti? —le pregunté. Ni siquiera esperé una respuesta antes de caminar rápidamente hacia el cuadro que contenía la foto de Leta y borrar rápidamente el hechizo que le puse hace nueve años, cuando me resultaba demasiado doloroso pensar en Elle.
La imagen de Leta se desvaneció lentamente ante los ojos de Ellie, que se llevó una mano a la boca y se le escapó un sollozo al ver la foto que la sustituía. La foto que en realidad era la suya.
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