-ˋˏ 𝑪𝗮𝗽𝗶́𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟭𝟳: Cómo Hacer Escapadas Rápidas
Newt's POV
La celda a la que nos llevaron era completamente blanca y estéril, con un gran tanque cuadrado lleno de un líquido gris oscuro y una silla suspendida sobre la superficie ondulante. La verduga que sostenía a Ellie la condujo hasta el borde del tanque. Ella seguía temblando violentamente y trataba de ser silenciosa y sigilosa con su llanto y las lágrimas que corrían por sus mejillas.
—No lo hagas, Bernadette. Por favor —rogó Ellie con voz temblorosa.
Bernadette esbozó una sonrisa.
—No duele —respondió ella en un intento de consolar a Ellie.
Quería correr hacia ella, rodearla con mis brazos y besarla. Quería hacerle saber que la quería y que todo estaría bien. Quería que fuera feliz y que ya no tuviera miedo ni llorara.
Ellie comenzó a hiperventilar mientras Bernadette sostenía su varita contra su sien y lanzaba un hechizo que le permitió extraer un largo hilo plateado de la mente de Ellie. Se llevaba sus recuerdos para echarlos en el tanque. Ellie se calmó al instante y adoptó una expresión ausente, vacía. Bernadette echó los recuerdos al tanque lleno de poción, cuya superficie se rizó y cobró vida al aparecer en ella escenas de la vida de Ellie.
La primera imagen mostraba a Ellie recibiendo su carta de Hogwarts y rápidamente cambió a una escena que mostraba a Ellie sentada en un familiar taburete con el Sombrero Seleccionador sobre su cabeza y siendo colocada en Gryffindor.
A continuación mostró a Ellie en cada uno de sus tres años en su época original donde un grupillo de Slytherins se divertía empujándola al suelo y burlándose de ella diciéndole cosas. Una morena de pelo largo con túnica de Gryffindor les lanzó hechizos para ahuyentarlos y se marcharon llamando a la amiga de Ellie "sangre sucia" mientras la ayudaba a ponerse en pie.
La escena cambió a Ellie sentada en el despacho del director frente a un hombre muy mayor con gafas de media luna y pelo y barba largos y grises. «Esta es Ellie siendo expulsada», pensé, y los recuerdos se agolparon para mostrar a Ellie cogiendo el giratiempo y viajando atrás en el tiempo.
La silla del centro del tanque se dirigía lentamente hacia donde estaba Elle con la mano de Bernadette en su hombro.
—¿No le apetece? —preguntó Bernadette a Ellie mientras la escena cambiaba a cuando nos encontramos por primera vez. Ella sonrió y asintió con entusiasmo, con expresión ausente.
Bernadette ayudó a Ellie a subirse a la silla de ejecución y tanto ella como yo nos quedamos mirando fijamente la pantalla de sus recuerdos que mostraba mi tiempo con ella. Vi como nos reíamos mirando a las criaturas que había documentado en mi cuaderno.
Yo explicaba todos y cada uno de ellos, y Ellie añadía de vez en cuando algo que yo anotaba rápidamente. Había muchos de estos recuerdos, y de vez en cuando había recuerdos de ella y Theseus pasando tiempo juntos, lo que me provocaba una punzada de celos.
La siguiente imagen mostró las pruebas de quidditch de Ellie durante un breve momento, pero luego cambió instantáneamente a ella y a mí volando en escobas en el aire. La atrapé en el aire y nuestras caras estuvieron a centímetros de tocarse. Recordé ese momento. No tenía intención de besarla, pero quería hacerlo y probablemente habría pasado si Theseus no hubiera interrumpido.
La imagen a continuación, mostraba a Ellie molesta porque no podía pasar tiempo con ella. Fue entonces cuando empecé a pasar más tiempo con Leta. Theseus la condujo a las cocinas y se rieron durante horas de cualquier cosa que hablaban.
Todo era tan alegre... Me sentí fatal por no haber estado allí para ella. La imagen cambió y mostró una escena que me hizo enrojecer, pero esta vez de pura rabia. Theseus estaba besando a Elle y, para mi dolor y mi angustia, ¡ella le estaba correspondiendo el beso!
Luego mostró cómo empecé a pasar menos tiempo con ella y me pilló con Leta en la biblioteca. Ella se deprimió, y me sorprendió que Theseus no estaba allí para ella a pesar del beso que compartieron. «¡¿Cómo pudo no sólo besarla, sino también dejarla?!», pregunté con rabia en mi interior. Ya era bastante malo que se hayan besado en primer lugar.
Saltó a las Navidades, donde por fin conseguí acercarme a Elle y pasar más tiempo con ella. Entonces nos mostró bailando juntos en el baile, y la forma en la que me miraba Ellie en los recuerdos hizo que mi corazón diera un brinco en mi garganta.
Parecía la chica más feliz del mundo, y casi parecía tener una mirada de pura adoración en sus ojos. La imagen cambió por millonésima vez y la mostró enterándose de mi expulsión y despidiéndonos en la estación de tren.
El tren se alejaba y ella lo perseguía tal y como yo recordaba tan claramente. La única diferencia esta vez era que por fin podía saber lo que estaba tratando de decirme.
—¡Newt! ¡Te amo! ¡Te amo, Newt! —gritó ella.
Sentí que un sollozo subía por mi garganta y se me escapaba por la boca. Aparté la mirada de los recuerdos con los ojos llorosos y vi que a ella también le corrían las lágrimas por las mejillas mientras observaba el recuerdo. Me sentí más feliz que nunca en mi vida sabiendo que ella me amaba. «Todavía la amo. Siempre la he amado», pensé.
La escena cambió a ella escribiendo las cartas que yo recordaba demasiado bien, y finalmente llegó a su última carta. Estaba completamente destrozada en lágrimas mientras escribía y su mano temblaba.
—No puedo amarte más —susurró para sí misma—. Me niego a hacerlo. Es demasiado doloroso —hizo un hechizo para enderezar su letra, pero no hizo nada con las lágrimas que manchaban su papel.
No pude seguir mirando y aparté la vista, llorando. Estaba seguro de que mis mejillas estaban ya rojas por las lágrimas.
Sentí que Pickett salía de la manga de mi abrigo y tuve que evitar jadear, pues había olvidado por completo que estaba allí. Miré ligeramente por encima de mi hombro cuando sentí que terminaba de abrir los grilletes que llevaba en mis muñecas. Cuando me sentí liberado, me aparté dando un salto hacia atrás de la verduga y, sin pensarlo dos veces, saqué al Mal Acechador de mi abrigo, y lo lancé hacia el tanque de poción. A continuación me di la vuelta muy rápido y, de un puñetazo, dejé inconsciente al vigilante.
El mal acechador se expandió y se convirtió en un gigantesco, espeluznante pero extrañamente hermoso reptil con aspecto de mariposa, con alas escuálidas. Siguió sobrevolando el tanque, describiendo círculos.
El líquido del tanque empezó a alzarse alrededor de la silla de ejecución de Ellie cuando terminé de usar las varitas de verdugo para dejarlas fuera de combate con algo de ayuda del mal acechador. Una de las varitas fue arrojada al tanque en medio del caos y se desintegró inmediatamente. Ellie salió finalmente de su ensimismamiento y se puso recta en su silla.
—¡Newt! —gritó ella—. ¡Newt, ayuda!
—No te pongas nerviosa —le dije.
—¿Entonces qué hago? —preguntó.
Desvié la mirada hacia el Mal Acechador y le siseé, ordenándole que dé otra vuelta alrededor del tanque.
—Salta. Salta sobre su espalda —indiqué.
—¡¿Qué?! ¿Estás loco? ¡No, Newt, no puedo hacerlo! —sollozó. Mi corazón se rompió al verla así, tan cerca de su muerte.
—¿Confías en mí? —le pregunté.
—¿Qué?
—¿Confías en mí? —repetí.
—S-Sí —respondió.
—Entonces salta. Te juro que te atraparé y te prometo que nunca te dejaré ir —le prometí—. ¡Vamos!
Ella saltó en el intervalo entre dos olas, justo en el momento en que pasaba el Mal Acechador, y aterrizó perfectamente en la espalda. Cayó boca arriba, a sólo unos centímetros del líquido que se arremolinaba, y rápidamente saltó y cayó en mis brazos. Me aferré a ella con toda la fuerza que pude para que supiera que estaba a salvo. Seguía temblando y su respiración era pesada e irregular. Levanté mi varita, llamando a mi criatura, que volvió a plegarse formando un capullo e hice que Pickett liberara a Tina de sus grilletes.
—Vamos —dije agarrando la mano de Elle y saliendo corriendo de la habitación.
Cogidos de la mano, corrimos por los pasillos del sótano. De pronto se nos encara un grupo de aurores. Dimos media vuelta y corrimos a refugiarnos detrás de unas columnas, esquivando por los pelos las maldiciones y los hechizos que lanzaban los aurores en nuestra dirección.
Volví a lanzar el Mal Acechador, que se arremolinó en lo alto, volando entre las columnas, desviando las maldiciones y tirando a los aurores al suelo.
—No te comas más los sesos. Vamos. ¡Vamos! —le dije. Corrimos por los pasillos con brío hasta que casi nos chocamos con Queenie, que llevaba mi maleta en una mano y nuestras varitas en la otra. Nos empujó hacia la maleta y nos entregó las varitas.
—Adentro —ordenó—. Nos sacaré de aquí. ¡No pueden ser vistos!
Hicimos lo que nos dijo y bajamos por la escalera dentro de mi maleta. En cuanto se cerró la tapa y estuvimos a salvo, agarré a Ellie y la abracé más fuerte que nunca. Empezó a llorar de nuevo.
—Por favor, dime que no estabas mirando —sollozó. No quería mentirle, así que le dije la verdad.
—Sí, sí, lo hice —susurré.
—¡Oh, Dios! —exclamó. Enterró aún más su cabeza en mi pecho, y yo rodeé su cintura con mis brazos y apoyé mi barbilla sobre su pelo, inhalando su hermoso aroma.
—¡Newt! ¡Ellie! ¡Estáis bien, chicos! Queenie me dijo que ibais a... oh, lo siento mucho —Jacob había entrado corriendo en la cabaña y yo levanté la barbilla de la cabeza de Elle, pero me negué a soltarla.
—¡Jacob! Estás bien —exclamé con alivio—. Pensé que iban a desmemorizarte.
—Bueno, sí, lo iban a hacer, pero Queenie vino a buscarme antes de que pudieran hacerlo y luego vinimos a buscaros —respondió Jacob—. Para ser sincero, me preocupaba que ya se hubieran ido. ¿He vuelto a interrumpir algo?
—No —dijimos Ellie y yo al unísono.
Solté a Elle con vacilación y ella corrió a abrazar a Jacob, claramente aliviada y feliz de verlo. Sonreí al ver que por fin empezaba a calmarse al ver a nuestro amigo muggle. Me devolvió la mirada y se sonrojó cuando hicimos contacto visual.
—¿Dónde está Tina? —preguntó Ellie.
—Estoy justo aquí —respondió Tina, alertándonos de su presencia en la esquina de la cabaña.
Ellie la miró durante un segundo, dudando si debía seguir enfadada o simplemente sentirse aliviada de que todos estuviéramos bien y abrazar a Tina. Finalmente se decidió por agradecer que estuviéramos vivos y abrazó a Tina con los brazos abiertos. Tina le devolvió el abrazo con gratitud.
—Lo siento mucho —susurró Tina.
—Yo también —admitió Ellie—. Sé que sólo intentabas hacer lo que creías que era correcto.
Sonó un golpe en la tapa de la maleta y Queenie la abrió, asomando la cabeza.
—Vale, chicos, ya podéis subir —sonrió. Tina subió la escalera primero, luego Jacob y después yo para que cuando Ellie subiera la escalera pudiera ayudarla a salir de la maleta.
Ella temblaba de frío a pesar de tener el abrigo puesto y yo la rodeé instintivamente con mis brazos, envolviendo también su pequeña figura con un poco de mi abrigo para darle más calor. Miré la parte superior de su cabeza mientras se acurrucaba más cerca de mí y prácticamente podía sentir su sonrisa en el abrazo. Sonreí y levanté la vista para ver a Jacob sonriendo con Queenie y a Tina enviándome un guiño. Sacudí la cabeza y reprimí una risa.
«Merlín, amo a esta mujer. Podría quedarme así para siempre», suspiré internamente. No estoy seguro de si debo decirle lo que siento después de lo que vi en su poción mortal o no. Podría arruinar todo o podría ser lo mejor que he hecho. Conocerla ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida.
Suspiré externamente ante mis pensamientos y sentí que ella también dejaba escapar un pequeño suspiro.
—¿Te encuentras más calentita? —le pregunté con una sonrisa.
—Sí, gracias, Newt —contestó con voz apagada mientras su cara seguía enterrada en mi pecho. Me reí y presioné mis labios en la parte superior de su cabeza. Tina se acercó a mí mientras yo seguía sosteniendo a Ellie.
—Graves siempre ha insistido en que los disturbios eran obra de una bestia —comentó—. Tenemos que recuperar a todas sus criaturas para que no pueda seguir usándolas de chivo expiatorio.
—Bueno, todavía queda uno —le dije—. Dougal, mi demiguise.
—¿Dougal? —oí reír a Ellie—. ¡Eso es tan adorable! ¡Me encanta!
Tina y yo nos reímos de su reacción.
—Hay un problemilla... —añadí tratando de llevar la conversación a una visión realista de lo que estábamos tratando—. Que es invisible.
—¡¿Invisible?! —exclamó Tina.
—Sí, la mayor parte del tiempo se...
—¿Cómo se atrapa algo...? —empezó Tina.
—Con suma dificultad... —respondí, sabiendo ya por dónde iba su pregunta.
—¡Oh! —Tina suspiró con una pequeña sonrisa divertida. Luego, su rostro se volvió serio, como si hubiera caído en la cuenta de algo—. Gnarlak.
—¿Cómo dice? —pregunté confundido.
—¡Gnarlak! —repitió con una sonrisa cómplice, emocionada—. Era un informador mío cuando yo era auror. Comerciaba con criaturas mágicas, en su tiempo libre.
De repente me interesé por este Gnarlak y tuve la esperanza de que pudiera ayudarnos.
—No le interesarían las... huellas de animales, ¿no?
—Le interesa todo lo que pueda vender —Tina sonrió. Ellie se apartó de mí con una sonrisa determinada en la cara.
—¡¿Entonces qué estamos haciendo aquí?! ¡Vamos a ver a ese Gnarlak para poder encontrar a Dougal! —exclamó ella.
Me reí de su afán por ayudar, pero coloqué mis manos suavemente sobre sus hombros.
—Me encanta que quieras ayudar, pero ¿te sientes realmente capaz de hacerlo? ¿Estás segura de que estás en las mejores condiciones para...? —fuí interrumpido por Ellie.
—Escucha, Newt —espetó—. No me importa que me haya quemado en un volcán y que, de alguna manera, haya sobrevivido milagrosamente. No hay nada que pueda alejarme y evitar que te ayude. Especialmente cuando se trata de ayudarte a ti Y a tus criaturas Y a los magos. Voy a ir contigo.
Me quedé sorprendido.
—De acuerdo —susurré, todavía un poco sorprendido por su arrebato. Pensé que era muy cariñoso y valiente de su parte hacer esto después de haber estado a punto de morir hace menos de una hora—. Vale, puedes venir.
—Bien —respondió ella, sonriendo de nuevo—. Ahora que tenemos esto resuelto, ¡vamos!
Tina y Ellie nos guiaron mientras nos abríamos paso por las calles de la ciudad hasta llegar a un callejón insalubre, lleno de cubos de basura, cajas y objetos desechados. Bajamos por una escalera de hormigón y las chicas se situaron en la parte inferior, mientras que Jacob y yo nos situamos en uno de los escalones más altos.
Las tres chicas levantaron sus varitas y las agitaron sobre sus cuerpos para que sus ropas informales se fundieran en unos hermosos y formales vestidos de fiesta. Yo levanté mi varita e hice que mi corbata se volviera a anudar en su forma normal de pajarita. Tina se acercó al póster de una muchacha con vestido de noche que se mira en un espejo y sonríe tontamente, levantó la varita y dio cuatro golpes en la puerta, despacio. Se abrió una trampilla: los ojos de la muchacha del póster desaparecieron y dieron paso a la mirada de un receloso vigilante, que les dejó entrar.
Tenía un tamaño decente y era un simple bar y pub clandestino con carteles de búsqueda de brujas y magos colgados con orgullo por todas las paredes. Había una pequeña banda de jazz que tocaba música mientras una duende cantaba y hacía que su varita desprendiera imágenes vaporosas que iban ilustrando la letra de la canción. Seguí a Ellie y a Tina hasta una pequeña mesa y nos sentamos. Tina miró nerviosa a su alrededor mientras esperábamos.
—He detenido a la mitad de los que están aquí —explicó.
—Sé que no es asunto mío, pero me preguntaba por qué perdió su trabajo. ¿Por qué no puede estar cerca de los Segundos Salemitas? —le pregunté con curiosidad.
—Me enfrenté a Mary Lou Barebone en una reunión, delante de sus fanáticos adeptos. Ella tiene tres hijos. Dos niñas y un chico llamado Credence. Pega a todos los niños a los que ha adoptado, pero con él se ceba especialmente. Después de atacarla, todos los testigos tuvieron que ser desmemorizados. Fue un gran escándalo —respondió Tina—. Ellie intentó hacer cambiar de opinión a Madame Picquery, pero era demasiado tarde y yo había hecho demasiado daño.
La duende terminó su canción y vimos a quien supuse que era Gnarlak acercarse a nosotros. Se sentó en la cabecera de nuestra mesa, con un aire de seguridad en sí mismo y peligroso autocontrol.
—Así que... usted es el de la maleta llena de monstruos, ¿no?
—Las noticias vuelan —murmuré—. Esperaba que pudiera decirme si ha habido algún... avistamiento. Huellas y esas cosas.
—Han puesto un precio bastante alto a su cabeza, señor Scamander —respondió Gnarlak pronunciando mal mi nombre, debido a que sigue fumando su puro—. ¿Por qué debería ayudarle, en lugar de entregarle?
—Le aseguro que no se arrepentirá —susurré en respuesta.
—¿Tiene... algo para abrir boca? —estuvo de acuerdo. Saqué un par de galeones y los deslicé por la mesa hacia Gnarlak, que se mostró muy poco impresionado—. El MACUSA me ofrece bastante más —puse un lunascopio sobre la mesa y lo observó durante menos de un segundo—. ¿Un lunascopio? —asentí—. Tengo cinco.
Viendo que no conseguía nada ofreciéndole pequeñas baratijas, saqué de mala gana un huevo de color rubí, reluciente y helado.
—Un huevo de ashwinder congelado.
—Eso ya es otra... —Gnarlak se interrumpió al ver algo que le resultó más interesante—. Un momento. Eso es un bow... Eso es un bowtruckle, ¿no?
Miré hacia abajo y vi que Pickett había empezado a asomar la cabeza por el bolsillo de mi abrigo, así que puse mi mano sobre él, con gesto protector, para cubrirlo y mantenerlo fuera de la vista.
—No —declaré con firmeza.
—Claro que sí... Abren cerraduras, ¿cierto? —respondió Gnarlak.
—No se lo puede quedar —protesté. Gnarlak se levantó de la mesa y comenzó a alejarse.
—Pues... Buena suerte, que viva para contarlo, señor Scamander. Tiene a todo el MACUSA pisándole los talones —suspiró.
—Está bien —accedí, afligido. Gnarlak se detuvo y se volvió hacia mí mientras yo intentaba despegar a Pickett de mis dedos, que seguía aferrándose a ellos mientras gimoteaba y repiqueteaba desesperadamente.
—Pickett...
Con cuidado, le entregué el bowtruckle a Gnarlak. Pickett extendió sus bracitos suplicando que vuelva a cogerlo. No soportaba verlo así.
—Algo invisible ha estado causando estragos en la Quinta Avenida —me informó Gnarlak—. Pruebe en los almacenes Macy's. Podría encontrar lo que está buscando.
—Dougal —asentí—. Una última cosa. Hay un tal señor Graves que trabaja en el MACUSA, me preguntaba si sabe algo de él.
—Hace muchas preguntas, señor Scamander —Gnarlak sonrió con malicia—, eso podría costarle la vida.
No sabía a qué se refería y veía que nadie más lo sabía tampoco hasta que un elfo doméstico alertó a todo el bar de una cosa.
—¡El MACUSA está aquí!
—¿Les ha dado un soplo? —gritó Ellie con rabia. Gnarlak se quedó parado mirándonos y se rió amenazadoramente.
—Lo siento, señor Gnarlak —dijo Jacob antes de darle un puñetazo directo en la cara, haciendo que el duende cayera hacia atrás—. ¡Me recuerda a mi supervisor!
Me arrastré con las manos y las rodillas por el laberinto de patas de mesas y sillas hasta que encontré a Pickett subido a la pata de una mesa. Lo agarré y me puse de pie, corriendo hacia los demás y agarrando sus manos mientras Jacob tomaba un último chupito de agua de la risa de un trago antes de que los cinco desapareciéramos.
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