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-ˋˏ 𝑪𝗮𝗽𝗶́𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟭𝟲: MACUSA

Ellie's POV

Caminé por la maleta de Newt hasta llegar al hábitat de Phil, donde mi pequeño estaba añadiendo a su alijo algunos de sus nuevos objetos brillantes que no habíamos conseguido recuperar. Solté una risita y él me miró, acercando su pico hacia mí como si me olfateara.

—Veo que has coleccionado un buen alijo, imagino, que desde que has estado suelto por la gran ciudad —sonreí.

—Sí, ha estado añadiendo bastantes cosas nuevas —dijo una voz detrás de mí, haciéndome saltar.

Me di vuelta sólo para encontrarme con Newt.

—¡Newt! Por Merlín, ¡me has asustado!

—Oh. Lo siento mucho —dijo Newt disculpándose—.  La verdad es que este granujilla te echaba de menos, ya sabes. Yo también te eché de menos.

—Yo también os he echado de menos a los dos —respondí con sinceridad. Volví a mirar a Phil y admiré todas las cosas que había reunido, pero me detuve al notar algunas de mis cosas que reconocí como las que había perdido en el banco—. ¡Así que por eso desaparecieron mis cosas!

—¿D-Disculpa? —tartamudeó Newt.

—¡Este pequeño granuja me ha robado mis cosas mientras estaba suelto en el banco hoy! Estaba rebuscando en mi bolso y creo que no me había dado cuenta de que me había robado hasta que ya se había ido —expliqué. Newt miró a Phil y se inclinó hacia su hábitat fingiendo ser severo, pero no dejaba de enviar miradas de reojo en mi dirección mientras hablaba.

—A ver, Phil. Ya hemos hablado de robar cosas que no son tuyas. Creo que hoy mismo te había dejado claro que mantengas las zarpas alejadas de lo que no es tuyo —regañó Newt en tono de broma. Me reí.

—Guau, eres un gran papá escarbato —bromeé, ganándome una risa de Newt.

Se puso de pie y se giró para mirarme directamente. Me envolvió en un abrazo y nos quedamos así durante lo que pareció una eternidad, pero en realidad fueron probablemente unos cinco segundos. Finalmente se apartó y me miró fijamente a los ojos. Los dos nos reímos, y Newt llevó su mano a mi mejilla.

—Aún no me lo creo —musitó.

—¿El qué? —pregunté, confundida. Newt me sonrió, brindándome su sonrisa más genuina.

—Que de verdad estés aquí. Estás aquí, delante de mí, donde puedo hablar contigo y mostrarte todo en lo que he estado trabajando desde que me expulsaron —aclaró Newt—. Soñaba con el día en que pudiera compartir este mundo que he creado contigo para que vieras lo útil que resultó tu regalo para mí, pero siempre pensé que las posibilidades de que tú y yo nos cruzáramos eran escasas. Casi ninguna, de hecho.

—Vaya, Newt —jadeé—. Me alegro de que hayas compartido todo esto conmigo, y de hecho me alegro de que te hayas topado conmigo en el banco hoy.

—¿Pero por qué? Me viste en tu apartamento, así que ¿por qué iba a importar tanto nuestro encuentro en el banco? —preguntó Newt.

—Cualquier encuentro que tenga contigo es tan importante como el siguiente —respondí con una pequeña sonrisa.

Me di cuenta de lo cerca que nos habíamos quedado después del abrazo, y noté que aún tenía sus manos posadas en mi cintura. Yo también tenía mis brazos alrededor de su cuello, prácticamente sin separarme del todo y aún abrazándolo en cierto modo.

Mi respiración se detuvo, pero pude sentir su respiración lenta y acompasada sobre mí, que parecía estar aumentando. Nuestras narices prácticamente se tocaban y pensé que de verdad iba a besarme hasta que un repentino estruendo nos hizo separarnos y apartar la mirada sonrojándonos furiosamente. Newt empezó a frotarse la nuca mientras yo levantaba la vista para intentar encontrar el origen del ruido.

Jacob estaba parado no muy lejos con su cabeza asomando tímidamente por una esquina hacia nosotros. Hizo un gesto como si se avergonzara de que le hubiéramos pillado.

—¿Todo va bien, Jacob? —pregunté sin aliento.

Todavía estaba tratando de asimilar lo que casi pasa entre Newt y yo hace un momento.

«Seguramente, después de todo este tiempo de mis dudas, él no sentiría lo mismo. Probablemente fue una cosa del calor del momento, ¿no?» me pregunté.

—Sí, sólo me preguntaba algo —respondió Jacob, poniéndose más rojo que un tomate—. Sólo una pregunta. Lo siento, puedo volver más tarde si he interrumpido algo-

—No, por supuesto que no —respondí un poco demasiado rápido—. Newt y yo sólo estábamos admirando a Phil.

—¿Quién es Phil? —preguntó Jacob, volviendo de repente a su ser normal y recuperándose de su vergüenza.

—Phil es el escarbato de Newt —contesté con simpleza.

—En realidad, es el escarbato de Ellie —corrigió Newt.

—Era. Te lo di como un regalo, y tú lo has estado cuidando mucho más tiempo que yo, así que aquí y ahora declaro a Phil como tu escarbato y no mío —repliqué.

—¿Qué tal si Phil es nuestro escarbato? —se comprometió Newt, sonriendo.

—Trato hecho —dije, extendiendo mi mano para que Newt la estrechara.

Su tacto al estrechar mi mano era gentil y me tomé este tiempo para notar lo suave que era su mano y lo agradable que era al contacto. Y cómo su mano encaja perfectamente en la mía— Interrumpí mis pensamientos, sonrojándome con locura. Solté rápidamente la mano de Newt y le sonreí por última vez antes de irme a visitar a Frank.

Newt's POV

Observé a Ellie mientras se alejaba, complacido con lo mucho que disfrutaba y lo bien que se compenetraba con todas mis criaturas. «Yo también he estado disfrutando la cantidad de contacto que estamos teniendo», pensé para mí. Sonreí cuando Ellie desapareció de la vista y me volví para mirar a Phil, que estaba reorganizando su colección de cosas brillantes.

—Entonces, ¿cuál es el trato entre Ellie y usted? —la voz de Jacob sonó con curiosidad detrás de mí. Giré la cabeza para mirarle, con una amplia sonrisa todavía dibujada en mi cara.

—¿Qué quiere decir? ¿Ellie y yo? —pregunté.

—Bueno, vengo a la vuelta de la esquina para encontraros prácticamente pegados el uno al otro y en un casi beso. Por no hablar de que os sonrojáis constantemente cuando estáis cerca el uno del otro. ¡Basta con que os miréis para que os pongáis rojos por ello! —Jacob se rió.

—No hay nada entre Ellie y yo —insistí—. Hemos sido amigos desde que la conocí, y desearía haberla conocido antes.

—¿Me está diciendo que no hay la más mínima parte de usted que quiera que sean algo más? —me dijo Jacob. Me alejé del hábitat del escarbato para ir a ver el hábitat del thunderbird.

—La tengo desde hace mucho tiempo, Jacob —respondí con sinceridad.

—Entonces, ¿por qué no va tras ella? ¿Qué tiene que perder? Está claro que le gustas —Jacob esbozó una pequeña sonrisa.

—No. Nunca podría hacer eso. No después de lo que hice. Le hice demasiado daño. E Incluso si no lo hubiera hecho, no hay manera de que ella sienta lo mismo por mí —dije en voz baja.

Jacob y yo nos acercamos al hábitat del thunderbird y, para mi absoluta incredulidad, Ellie estaba sentada en la roca frente a Frank, que se encontraba tumbado. Estaba de espaldas a mí y le hablaba en voz baja a Frank. Agudicé mis oídos para tratar de entender lo que estaba diciendo.

—Nunca encajé, y supongo que sentía que a las criaturas mágicas no les importaban las cosas que hacían los humanos. Una bestia no discriminaría a alguien por apasionarse por algo que le gusta tanto —le habló suavemente a Frank—. Siempre me encantó hablar con Newt y la forma en la que le brillaban los ojos cuando me mostraba todos sus bocetos con descripciones muy detalladas y precisas de muchas más criaturas de las que incluso yo conocía. De donde vengo, incluso tenían una clase para ello, que es donde aprendí la mayor parte de lo que sabía antaño. Luego le conocí y aprendí mucho más y me encantó cómo sabía incluso más que yo con menos de la mitad de los recursos que yo tenía. Me demostró que no importa lo mucho o poco que tengas, que mientras ames algo puedes hacer cualquier cosa —Ellie suspiró mientras acariciaba las plumas de Frank y él pareció copiar sus acciones, suspirando satisfecho ante su tacto.

Estaba asombrado por cómo la quería a pesar de ser una completa desconocida para él, y sin embargo no la trataba como a otros desconocidos. Actuaba como si ella fuera la que lo hubiera cuidado todo este tiempo, y por más que pensaba que debía sentir celos por esto, no podía. Lo admiré. Sus palabras sobre mí también me conmovieron por completo.

Me sentí como si hubiera ganado un millón de galeones al saber que la hice tan feliz durante tanto tiempo, pero luego me recordé que también le causé el suficiente dolor como para compensar las cosas buenas que hice. Quería quedarme allí y mirarla todo el día. Probablemente lo habría hecho si no fuera por el sonido de unos golpecitos que provenían del interior de mi cabaña.

Ellie apartó su atención de Frank y yo aparté mis ojos de ella antes de caminar rápidamente hacia la fuente del ruido. Parecía provenir de la trampilla de mi maleta.

Subí rápidamente la escalerilla y abrí la tapa esperando ver a una sola persona, pero en su lugar me recibieron muchas de ellas en una sala que asemeja una cámara parlamentaria antigua. Parecía que acabábamos de imponernos en una importante reunión de todos los líderes más importantes y poderosos del mundo mágico. Sentí que Jacob aparecía con curiosidad detrás de mí mientras salía por completo de la maleta, tan avergonzado y cohibido como yo.

—¿Scamander? —oí una voz que me llamaba. Era el Ministro de Magia.

—Oh, hola, señor ministro —respondí con timidez. Volví a mirar mi maleta y vi que Ellie empezaba a salir con una expresión confusa que pronto se convirtió en una preocupación profunda y casi dolorosa. Tina estaba de pie detrás de mí con una expresión de culpabilidad en su rostro que me hizo darme cuenta de que nos estaba delatando.

—¿Theseus Scamander? ¿El héroe de guerra? —otro líder jadeó. Estaba acostumbrado a que me confundieran con mi hermano, mucho más exitoso y popular que yo.

—No, éste es su hermano pequeño —respondió el Ministro—. ¿Y qué hace en Nueva York?

—He venido a comprar un puffskein appaloosa, señor —mentí, con la misma mentira que le he dicho a todos los demás.

—Sí, claro. ¿Qué hace realmente aquí? —preguntó el Ministro con desconfianza, justo como lo había hecho Ellie. 

—Goldstein, ¿quién es él? —le preguntó Madam Picquery a Tina, refiriéndose a Jacob.

—Es Jacob Kowalski, señora presidenta. Un nomaj que ha sido mordido por una de las criaturas del señor Scamander —respondió Tina. La sala estalló inmediatamente en gritos preguntándose por qué no había desmemorizado a Jacob, y me sentí muy sobreprotector con él. No me gustaban los prejuicios contra los muggles, y aprecio muchísimo a Jacob y su personalidad.

La sala quedó en silencio y noté una figura fantasmal flotando alrededor de la sala circular. Era la figura de un hombre, y lo primero que noté fueron las extrañas marcas que hacían que su rostro pareciera destrozado y distorsionado. Las marcas del ataque de un Obscurial.

—¡Por las barbas de Merlín! —jadeé.

—¿Sabe cuál de sus criaturas es la responsable... señor Scamander? —preguntó Madam Ya Zhou.

—Esto... no lo ha hecho ninguna criatura. No finjan. Han de saber quién ha sido. Miren las marcas —me llevé la mano a la barbilla, mirando más de cerca el cadáver. Me preparé para las reacciones a lo que estaba a punto de decir—. Es obra de un Obscurus.

Consternación, murmullos y exclamaciones generalizados llenaron la sala al oír mis palabras, y Madam Picquery parecía que acababa de encontrarse cara a cara con un hombre lobo.

—Ha ido demasiado lejos, señor Scamander. No hay ningún Obscurial en Norteamérica —exclamó ella—. Incáutese de esa maleta, Graves.

Mi maleta salió volando de mis manos y se desplazó hasta él.

—Esperen, no. Devuélvamela —dije mientras sacaba la varita.

—Deténganles —ordenó Madam Picquery.

Graves me quitó la varita de la mano mediante un gesto de la mano y nos levantó en el aire con una ráfaga de hechizos a Tina, Jacob, Ellie y a mí antes de hacernos caer de rodillas inmovilizados con las manos cruzadas en la espalda.

—¡Señora Presidenta! Por favor, piense en esto. Escuche a Newt, él tiene más conocimiento que nadie que yo conozca sobre las criaturas mágicas. Por favor, ¡tiene que confiar en él! —rogó Ellie. Madam Picquery no dio señales de cambiar de opinión ni de escuchar nada de lo que una de sus mejores aurores tenía que decir.

—No hagan daño a esas criaturas —supliqué—. Por favor. No lo entienden. No hay nada peligroso ahí dentro. ¡Nada!

—Eso lo juzgaremos nosotros —respondió Picquery mientras cuatro aurores se ponen detrás de nosotros—. Llévenles a las celdas.

Nos levantaron bruscamente a los cuatro del suelo y nos alejaron. Luché por apartarme y correr hacia mis criaturas, desesperado por protegerlas. Sentí que Ellie hacía lo mismo.

—¡NO! —gritó ella—. ¡No puedes hacer esto! ¡Son inocentes!

—No hagan daño a esas criaturas. No hay nada peligroso ahí dentro. ¡No hagan daño a mis criaturas! ¡No son peligrosas! ¡Por favor, no son peligrosas! —lo repetí una y otra vez—. ¡NO SON PELIGROSAS!

—¡No son peligrosas! ¡Por favor! Señora Presidenta, ¡por favor! —Ellie lo intentó una vez más, pero era demasiado tarde. El vestíbulo se perdió de vista hace tiempo y estaba claro que nadie tenía la intención de dejarnos ir.

Nos condujeron a las celdas y nos metieron a todos en una. La puerta se cerró de golpe tras nosotros y Ellie se lanzó inmediatamente contra los barrotes. Apoyó la cabeza en el frío metal y empezó a llorar.

—Newt, lo siento mucho —se atragantó. Me hundí en un rincón y empecé a jugar con mis dedos, agustiado.

—¿Por qué te disculpas? —pregunté monótonamente, aún pensando en mis pobres criaturas que probablemente ya estaban siendo agredidas y torturadas.

—Intenté contraatacar. Pensé que tal vez me escucharía como lo ha hecho con otros asuntos en el pasado, pero me equivoqué. Tal vez nunca confió en mí en primer lugar —murmuró Ellie.

—Sí que confiaba en ti, Ellie. Creo que simplemente estaban aterrorizados —comentó Tina, poniendo una mano reconfortante en su hombro. Ellie apartó la mano de Tina de un manotazo y se volvió hacia ella con rabia.

—¡Si no fuera por ti, nunca habríamos estado en este lío en primer lugar! ¿En qué demonios estabas pensando, Tina? —gritó. Tina parecía muy arrepentida y culpable.

—Lo siento mucho. Esto no es para nada lo que pretendía hacer —dijo con la voz apenas por encima de un susurro—. Sólo quería aportar por fin algo útil para demostrar a la Madam Picquery que era digna de volver a formar parte del Equipo de Investigación.

—¿Así que era más importante hacer eso y traicionar a tus amigos que confiar en nosotros para encontrar a las criaturas de Newt? —soltó Ellie con brusquedad.

—Lo siento —repitió Tina. Ellie apoyó la espalda en los barrotes y se hundió en la misma posición en la que yo estaba con las rodillas subidas al pecho mientras dejaba caer sus lágrimas—. Siento mucho lo de sus criaturas, señor Scamander. De verdad.

Jacob, que ha estado observando todo el intercambio con los ojos muy abiertos, decidió hablar.

—¿Puede decirme alguien qué es eso del obscurial u obscurius, por favor? —preguntó con impaciencia.

—Hace siglos que no existe ninguno —murmuró Tina.

—Yo me encontré con uno en Sudán hace tres meses. Antes había muchos más, pero siguen existiendo —expliqué, sin apartar la mirada de mis manos—. Fue antes de que los magos pasáramos a la clandestinidad, cuando aún nos perseguían los muggles. Los jóvenes magos y brujas a veces intentaban reprimir su magia para evitar ser perseguidos. Así que en lugar de aprovechar o controlar sus poderes, crearon... lo que se llamó un obscurus.

Jacob seguía con cara de confusión, así que Ellie trató de explicarlo de una forma diferente.

—Es una fuerza oscura incontrolable e inestable, que aparece de repente y ataca, y luego se desvanece —añadió ella—. Los obscurials no viven mucho tiempo, ¿no?

—No hay ningún caso documentado de un obscurial que haya superado los diez años de vida. La que conocí en África tenía ocho años... —me detuve antes de continuar, dolido por el recuerdo y lo suficiente para pronunciar estas palabras—. Tenía ocho años cuando murió.

—¿Qué...? ¿Está insinuando que... al senador Shaw lo ha matado... un niño? —preguntó Jacob, atónito.

—Sí —respondió Ellie por mí con firmeza.

Jacob se quedó callado para asimilar toda esta información, y todos nos quedamos sentados dejando que el silencio de la celda continuara hasta que aparecieron tres mujeres con bata blanca y nos ataron con grilletes. Dejaron a Jacob solo en la celda para que lo viniera a buscar otra persona para desmemorizarlo. Volví a mirarle mientras me retiraban.

—Me alegro de haberle conocido, Jacob. Y espero que abra su pastelería —le dije con seriedad.

Se despidió de nosotros con la mano, apenado, y vi que Ellie también miraba hacia atrás.

—Siempre será mi amigo, Jacob —dijo ella afablemente.

La miré a los ojos y ella atrapó mi mirada, dedicándome una pequeña pero triste sonrisa.

Si nuestras manos no hubieran estado encadenadas a la espalda, podría haber intentado tomar su cálida mano entre la mía como gesto de consuelo. Nos condujeron por los pasillos hasta una sala de interrogatorios donde Percival Graves ya estaba sentado frente a nosotros en un escritorio con una carpeta abierta encima de ella.

Tuve que entrecerrar los ojos, deslumbrado por una luz intensa que me daba justo en la cara.

Había otras dos sillas frente al escritorio y nos indicó a Ellie y a mí que nos sentáramos mientras hacía que Tina se quedara de pie, y fuera flanqueada por las tres trabajadoras. Graves miró en silencio unos papeles que tenía delante, dejando un silencio muy incómodo en la habitación mientras esperábamos que hablara. 

—Es usted un hombre interesante, señor Scamander —dijo finalmente—. Lo expulsaron de Hogwarts por poner en peligro una vida humana.

—Fue un accidente —intervine.

—Con una bestia. Y aún así, uno de sus profesores se opuso firmemente a su expulsión. Dígame, ¿por qué Albus Dumbledore le aprecia tanto? —preguntó Graves.

—No podría decírselo —susurré.

—Bueno, yo sí —espetó Ellie—. ¡Es porque Newt tiene un talento extremo y nunca ha hecho nada malo y lo han maltratado por la forma en que ama a las criaturas mágicas que no merecen el daño que reciben! ¡Es porque es muy amable y compasivo y sobresale en lo que hace! ¡Es porque era un estudiante asombroso y leal con una personalidad rara e increíble!

Graves levantó una mano para silenciarla antes de girar la cabeza para poder verla.

—¿Y qué hay de usted, señorita Vance? —se burló de ella—. Trabaja para ser una de las mejores auroras aquí en el MACUSA sólo para tener altos rangos y ayudar a un hombre a provocar una guerra. Sólo eso te convierte en una fugitiva tanto como él.

—¡Ella no ha hecho nada! —defendí a Ellie, y me envió una mirada triste.

—Admito que le he estado ayudando a encontrar a las criaturas que se escaparon de su maleta, y estoy orgullosa de hacerlo —murmuró.

—Así que soltar a un montón de criaturas peligrosas aquí ha sido otro "accidente". ¿Correcto, señor Scamander? —presionó Graves.

—¿Por qué iba a hacerlo deliberadamente? —pregunté.

—Para exponer al mundo mágico —declaró Graves con toda claridad—. Para provocar la guerra entre el mundo mágico y el no mágico.

—¿Una masacre por el bien común? —pregunté. Graves asintió.

—Sí. Así es.

—No soy uno de los fanáticos de Grindelwald, señor Graves —escupí.

El sutil cambio de expresión de Graves me confirma que he dado justo en el blanco, y adoptó un gesto más amenazador.

—Me pregunto qué me puede decir de esto, señor Scamander —respondió el señor Graves mientras con un movimiento lento de la mano sacaba a mi Obscurus de la maleta y lo ponía encima de la mesa. El obscurus latió, se arremolinó y siseó.

Graves alargó una mano hacia el obscurus. Y al percibir su proximidad, mi obscurus se retuerce más deprisa, borbotea y se encoge, alejándose un poco.

—Es un Obscurus. Pero no es lo que cree. Logré separarlo de la niña sudanesa al intentar salvarla. Pero no puede sobrevivir fuera de esa burbuja, no podría hacer daño a nadie —expliqué.

—Entonces es inservible sin el huésped —declaró Graves con fiereza. Mi mirada baja que había estado sosteniendo se disparó para mirarlo fijamente.

—¿Inservible? ¡¿Inservible?! —espeté—. Es una... fuerza mágica parásita que ha matado a una niña. ¿Para qué querría que sirviera?

En la cara del señor Graves pareció reflejarse la preocupación y el temor por un momento antes de que éste volviera a poner cara de póquer. Ellie también pareció darse cuenta de ello.

—¿A quién pretende engañar, señor Scamander? —preguntó él—. Ha traído a este Obscurus a Nueva York esperando causar una gran conmoción, infringir el Estatuto del Secreto y dejar al descubierto al mundo mágico.

—Sabe que no puede hacer daño a nadie. Lo sabe —interrumpí, pero él continuó, ignorándome.

—Por lo tanto, es culpable de haber traicionado a sus colegas magos y es condenado a muerte. La señorita Goldstein, por ayudarlo y ser cómplice recibe la misma condena...

—¿Por qué? —interrumpió esta vez Ellie—. ¡Ella no ha hecho nada! ¡Sólo nos trajo aquí!

—En cuanto a usted, señorita Vance, también ha traicionado a sus colegas magos, así como a sus colegas aurores, a los que tenía tan alto rango —espetó Graves—. Usted también será condenada a muerte y será eliminada primero. Yo mismo informaré a la presidenta Picquery.

Tina empezó a sollozar y vi que Ellie empezaba a temblar incontroladamente mientras las lágrimas se agolpaban en los hermosos iris de sus ojos verdes. Graves se llevó un dedo a los labios como si estuviera intentando reconfortarla.

—Sólo háganlo inmediatamente —ordenó Graves.

Las verdugas nos obligaron a Ellie y a mí a ponernos de pie mientras nos llevaban a la muerte. Yo me mantuve en la retaguardia con Tina delante de mí y Ellie primero. Ella me miró apenada e intentó luchar contra la verdugo que la llevaba, pero fracasó mientras nos arrojaban a la sala blanca y comenzaban el proceso.

Vi cómo Ellie se asustaba cada vez más y perdía lentamente el control de sus emociones. No quería nada más que luchar y ayudarla. Quería ser el héroe. Su héroe. No podía soportar la idea de ver no sólo a mi mejor amiga, sino a la chica que siempre he amado dejar el mundo ante mis ojos.

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