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-ˋˏ 𝑪𝗮𝗽𝗶́𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟭𝟰: Newt y Jacob

Ellie's POV

Me aparecí en mi edificio de apartamentos donde subí las escaleras hasta mi piso, donde vivo con Tina y Queenie. Saqué mi llave y abrí la puerta, irrumpiendo. Al principio, era completamente ajena al hecho de que había dos hombres de pie en nuestra sala de estar.

—Oye Queenie, ¡ya estoy en casa! —llamé. Estaba en la cocina, donde Tina estaba de pie detrás de ella, pareciendo absolutamente agotada. Ambas me miraron con expresiones graciosas en sus caras—. ¿Qué?

Tina suspiró antes de mirar detrás de mí.

—Caballeros, esta es mi compañera de piso y amiga Eliana Vance —me presentó.

Me di la vuelta para ver a dos hombres, uno estaba sentado en el sofá con un bonito traje. Tenía el pelo oscuro y era un poco redondo alrededor del medio. El otro hombre lo reconocí inmediatamente como el hombre que se había topado conmigo en el banco por el atuendo basado en una gabardina azul y el maletín de cuero marrón; que no parecía querer dejarlo en el suelo. La única diferencia ahora era que podía ver cada rasgo y detalle en su cara y su pelo.

Jadeé mirando al hombre que se veía igual a pesar de que se había hecho un poco más mayor y era más alto. Todavía tenía la misma revoltosa mata de pelo castaño claro, y los mismos ojos verdes. Las mismas pecas por toda su cara, y la misma actitud tímida sobre él.

—Él es Jacob Kowalski, es un nomaj, y él es... —Tina se detuvo cuando vio mi expresión que apuntaba hacia el hombre del abrigo azul que solía ver con tanto amor.

Di unos pasos hacia adelante para ver mejor y luego tropecé un poco de nuevo.

—¡¿Newt?! —jadeé.

—H-Hola, Ellie —murmuró tímidamente. Me di la vuelta para mirar a Tina con una mirada feroz en los ojos.

—¿Qué hace él aquí? —pregunté.

—¿Lo conoces? —preguntó ella con una mirada de asombro.

—Sí, bueno. Fuimos juntos a la misma escuela de magia. ¿Qué hace él aquí? —repetí.

—Ha cometido una grave infracción del Estatuto Nacional del Secreto al no desmemorizar a este hombre hoy en el banco —explicó Tina—. El señor Kowalski fue mordido por una de las criaturas del señor Scamander y se ha enfermado.

Me volví hacia Newt con la misma mirada feroz.

—¿Qué haces aquí en Nueva York? —exigí.

—He venido a por un Puffskein Appaloosa —contestó—. ¿Cómo estás?

—Uno, no me tomes por tonta porque sé que no estás aquí por eso. Segundo, mi día iba bien antes de que aparecieras tú —dije fríamente.

Newt parecía avergonzado.

—Te ves bien —elogió. 

Estaba agradecida de que todavía tuviera mi abrigo puesto.

Me dirigí a la puerta y la abrí.

—¿Sabes qué? Lo siento. No puedo estar aquí ahora mismo —dije con un filo en mi voz.

Tina y Queenie parecían preocupadas, y sabía que Queenie estaba leyendo mis pensamientos, pero no me importó. Salí del apartamento y cerré la puerta con un portazo detrás de mí. Bajé rápidamente las escaleras, saliendo al aire fresco de la noche.

Acababa de salir y había empezado a caminar por la calle cuando oí que alguien me llamaba detrás de mí. Me di la vuelta y vi a Newt corriendo para atraparme.

—No quiero hablar, Newt —dije, mi voz rompiéndose por momentos sin poder evitarlo.

—Entonces no lo hagas. Solo escucha —rogó Newt. Me giré completamente para enfrentarme a él y crucé mis brazos con una mirada que decía que siguiera hablando—. Lo siento. Nunca quise hacerte daño. ¡Hice lo que pensé que era correcto porque pensé que nunca te volvería a ver! Fue muy estúpido y descabellado de mi parte hacer eso y me arrepiento mucho. Espero que puedas perdonarme y ser mi amiga otra vez, porque realmente no sé qué haría sin ti.

—Pues parecías estar bien sin mí durante nueve años —repliqué.

—No. En realidad estaba destrozado. Pensé en ti todo el tiempo y quería escribirte-

Comenzó Newt, pero le interrumpí.

—¡¿En serio?! Porque no recuerdo haber recibido una carta después de la primera que enviaste. Tuviste muchas oportunidades de escribirme y nunca lo hiciste. ¡Ni siquiera después de las múltiples cartas que te envié con cada una prácticamente rogándote que respondieras porque te echaba mucho de menos!

—Elle, lo siento mucho. No tienes ni idea de lo mucho que me importas —dijo Newt.

—Tienes razón. No tengo ni idea. Pero en cambio sé lo poco que te importo —respondí cortamente.

—No —intentó Newt.

—Sabes, Newt, en algunos casos lo siento puede curar una herida, pero disculparse no quita las cicatrices ni el dolor. Y lo siento definitivamente no arregla nada sin ninguna acción —dije.

—Sólo, por favor, piensa en ello —rogó Newt.

—¿En qué? —pregunté. Newt no respondió, así que me giré y comencé a alejarme con lágrimas empezando a pincharme los ojos.

—¡Ellie! —gritó Newt detrás de mí antes de que yo desapareciera de allí.

Aparecí en Central Park e inmediatamente me hundí contra el tronco de árbol más cercano, dejando que el llanto se apoderara de mí.

¡¿Por qué tiene que tener tal efecto en mí?! Me pregunté a mí misma. ¿Por qué no puedo dejarle ir? Pensé que lo había superado, pero tan pronto como aparece soy un desastre y, a pesar de que estoy muy enfadada y me hizo mucho daño, ¡de alguna manera sigo estando enamorada de él!

Me maldije a mí misma y me quedé sentada contra el árbol durante lo que parecía años, muy consciente de la nieve debajo de mí empapando mi trasero.

Pensé en lo que dijo Newt, y aunque no quería confiar en él y fingir que había hecho desaparecer toda confianza y todo lo que teníamos, todo lo que quería hacer era correr de vuelta a sus brazos y llorar. Haciéndole saber que le había perdonado, y que quería que todo volviera a ser como solía ser antes.

Lloré todo el tiempo que estuve sentada ahí, y mi trasero finalmente tuvo suficiente. Me levanté y sentí que el aire fresco de la noche golpeaba mi trasero calado hasta los huesos donde la nieve había empapado mi ropa. Metí mis manos en los bolsillos de mi abrigo y miré hacia el cielo estrellado de la ciudad. Suspiré y agité mi cabeza.

Maldito seas, Newt Scamander. Recuerdo haberte dicho que nunca podría estar enfadada contigo. Y creo que eso es desafortunadamente cierto. Pensé para mí misma. 

Sonreí y comencé a caminar de regreso al apartamento, dándome cuenta de que había estado fuera por lo menos unas horas.

Una vez que llegué, Queenie me recibió en la puerta y me envolvió en un abrazó.

—¿Estás bien, cariño? —preguntó. Asentí.

—Sólo necesitaba tiempo para pensar —expliqué. Ella se alejó del abrazo y asintió con una pequeña sonrisa—. ¿Leíste mis pensamientos?

Volvió a asentir.

—Es fácil para mí leerte cuando estás mal, eres como un libro abierto. Lamento lo que pasó.

—Ahora ya es cosa del pasado. Pensé que lo había perdido y que ya no le importaba. Pero luego está aquí, me ruega que lo perdone, y trata de decirme cuánto le importo —le conté—. No sabía qué pensar, pero si significa tener a mi mejor amigo de vuelta entonces vale la pena intentar olvidar lo que pasó y perdonarlo, ¿verdad?

—Desearías que él fuera algo más que un amigo, ¿no? —preguntó ella con una sonrisa. Puse mis ojos en blanco ante su pregunta, haciendo que se riera. Tina salió del dormitorio.

—Ya les di las bebidas —anunció. Entonces miró hacia mí y vio mi aspecto desaliñado—. ¡Elle! ¿Estás bien?

—Estoy bien, Tina. Me voy a la cama —dije yendo a nuestra habitación, donde se estaban quedando los chicos.

Tina me agarró de la muñeca y me detuvo.

—Nos quedaremos aquí esta noche —me dijo.

—Quiero dormir en mi cama, si eso está bien —dije más como una pregunta. Tina miró a Queenie, que le dio una mirada que la hizo suspirar y soltar mi muñeca.

—De acuerdo, bien. Sin embargo, si ves algo sospechoso, ven y dímelo —ordenó ella. Me reí.

—Buenas noches, Tina —dije antes de entrar en el dormitorio. Puse una mano en mi boca para evitar gritar mientras veía al Muggle en el suelo con su cuerpo a medio camino de entrar dentro de la maleta de Newt.

—¿Qué demonios está haciendo? —jadeé, cerrando la puerta. El muggle levantó la vista, aturdido y avergonzado de que lo hubieran atrapado.

—Oh, solo estaba-

Sin embargo, no tuvo tiempo de terminar porque fue rápidamente arrastrado completamente en la maleta, que luego se cerró. Corrí hacia la maleta y la abrí para ver una escalera que bajaba. Naturalmente por curiosidad, bajé y logré no quedarme atascada como el muggle. Salté de la escalera para ver que estaba en una cabaña y inmediatamente fui recibida por un par de Billywigs.

—¡Ellie! —escuché a Newt gritar de la sorpresa.

—¿Te importaría decirme qué es todo esto, Newt? —pregunté con una ceja alzada. Newt miró hacia otro lado y se puso rojo.

—Has vuelto —murmuró Newt.

—Sí, pasé por todo lo que tenía en la cabeza y todo volvió a algo que te dije en el colegio cuando me hiciste daño al dejarme por Leta —le dije.

—¿Y qué es lo que me dijiste? —me preguntó, todavía evitando mi mirada.

—Que sin importar lo que pase, nunca podría estar enfadada contigo porque eres mi mejor amigo, y porque yo tampoco sé qué haría sin ti —sonreí.

La cabeza de Newt se levantó de golpe para mirarme con una cara llena de sorpresa y alivio. Abrí mis brazos e inmediatamente corrió hacia ellos y nos abrazamos. Me levantó un poco del suelo y me hizo girar un poco antes de volver a ponerme en el suelo y alejarse para darme la sonrisa más grande y hermosa que he visto en él.

—¿Qué hice para merecerte? —preguntó él.

—Ser tú mismo —respondí descaradamente. Newt continuó sonriéndome y sus mejillas se tiñeron de un tono rosado. Me reí un poco y el muggle se aclaró la garganta detrás de nosotros.

—Cierto —dijo Newt corriendo a un mostrador y agarrando una taza de agua y algún tipo de hojas, así como una píldora. Él corrió hacia el muggle con estos, asumí que eran remedios, y comenzó a lamerse el dedo y deslizarlo por las hojas con el fin de mojarlas antes de frotarlas aplicarlas en una desagradable mordida en el cuello del muggle. Una vez que el muggle se dio cuenta de esto pone cara de asco.

—Ew... —murmuró él.

—Quédese quieto —ordenó Newt. El muggle gimió de dolor por un segundo antes de que Newt finalmente terminara y le diera un vaso de agua junto con unas píldoras—. Esto hará que deje de sudar. Y con una de esas pastillas dejará de molestarle la herida.

—Impresionante, Sr. Scamander —elogié. Newt se sonrojó.

—Espera a ver a las criaturas —Newt se rió con su adorable risa, y sonrió, mostrando sus dientes perfectos y su adorable y torpe sonrisa que encuentro muy atractiva.

—¿Criaturas? ¡¿Las tienes contigo?! —jadeé. Newt asintió, aún sin quitar su hermosa sonrisa de la cara.

—Tenga. Tome esto —le dijo al muggle.

Volvió a su mostrador y sacó algo de su bolsillo, y agarró una ampolla de cristal. Exprimió lentamente lo que fuera que había sacado de su bolsillo, y el líquido azul que parecía brillar comenzó a desprenderse dentro de la ampolla de cristal que Newt estaba sosteniendo con su otra mano.

—Vamos —instó Newt.

—¿Qué es eso? —preguntó el muggle a Newt con una mirada curiosa.

—Bueno, lo llaman... mal acechador. El nombre no es que suene muy amistoso —explicó Newt—. Es bastante ágil —para demostrárselo, Newt abrió la mano y una pequeña bolita se desenredó y quedó colgando elegantemente de su dedo. Me acerqué con curiosidad, deseando tocarla—. He estado estudiándolo... y estoy seguro de que su veneno podría ser muy útil, convenientemente diluido. Para eliminar los malos recuerdos.

Newt se acercó a una puerta en la cabaña de espaldas al muggle y a mí. Movió su muñeca y una hermosa criatura alada con cuerpo espinoso de color verde y alas azuladas como las de una mariposa, se avalanzó hacia nosotros, pero sin alcanzarnos. Soltó un alarido muy cerca de nuestras caras mientras mostraba sus colmillos, y finalmente quedé fascinada. El muggle, por otro lado, estaba completamente aterrorizado.

Newt devolvió la criatura a su forma de bolita, y se giró ligeramente para mirarnos con una sonrisa burlona en su cara como si acabara de hacer la broma más glamurosa.

—Quizá no debería dejarlo suelto por aquí.

—No me digas —reí un poco, todavía fascinada—. ¡Aunque es hermoso!

Newt sonrió.

—Vamos —marcó el paso antes de abrir la puerta que estaba delante de él e hizo un gesto para que el muggle y yo lo siguiéramos.

Caminé a través de la puerta e inmediatamente fui saludada con el sonido de varios truenos que venía de arriba, alcé la vista y vi a un hermoso Thunderbird volando sobre mí. Mi mandíbula cayó ante vista de la hermosa criatura, y vi a Newt acercándose a la gran roca en forma de percha en su hábitat, utilizando su varita para hacer aparecer un paraguas mágico que lo protege de la lluvia.

—¡Vamos! Baja. Vamos —lo llamó Newt. La magnífica criatura descendió batiendo sus almas mientras calmaba la tormenta que había creado hasta que finalmente dejó de llover, dando lugar a un sol intenso. Newt hizo desaparecer su paraguas mágico antes de guardar su varita y acercarse a la hermosa bestia.

—Gracias a Paracelso. Si hubieras escapado, habría sido una catástrofe. Él es la razón por la que he venido a Norteamérica. Para traer a Frank a casa.

El muggle, con la boca abierta, comenzó a tratar de acercarse al Thunderbird y Newt, dándose cuenta de esto, extendió una mano para detenerlo.

—Espere, no, quédese ahí. Es un pelín receloso con los desconocidos. Han traficado con él. Lo encontré en Egipto. Estaba encadenado. No podía dejarlo allí. Tenía que llevármelo. Voy a devolverte al lugar al que perteneces, ¿verdad, Frank? Al desierto de Arizona —Newt, lleno de optimismo y esperanza, abraza la cabeza de la criatura.

Newt sonrió tiernamente a su criatura y admiré cómo lanzaba algo hacia arriba. Frank vuela majestuosamente tras lo que parecían larvas, mientras sus alas desprendían rayos de sol.

Newt se alejó hacia otra zona de la maleta y dejó escapar una fuerte llamada de Graphorn. Sin embargo, en vez de seguirle, traté de acercarme al Thunderbird. Me miró y levanté las manos para demostrarle que no tenía intenciones de hacerle daño.

Frank se levantó y me miró con cansancio mientras lentamente me dirigía hacia él. Finalmente se acercó a mí y puso su cabeza contra mi mano. Me reí y deslicé mis dedos a través de sus hermosas plumas doradas. Frank soltó un chillido en deleite.

Newt se apresuró hacia donde estábamos nosotros y tan pronto como vio lo que pasaba, su mandíbula cayó al suelo.

—¿Cómo lo has... —comenzó, pero se detuvo, aún boquiabierto. Sonreí en su dirección.

—¡Es hermoso! Me encanta —reí. Newt sonrió y mientras lo miraba, Frank empujó mi mano para que siguiera acariciándolo.

—Vamos —me dijo Newt, tirando de mí hacia él por los hombros lejos de Frank. Frank lo miró con tristeza y Newt se la devolvió con una de disculpa—. Hay mucho más por ver.

Newt me cogió de la mano e hizo un gesto para que el muggle nos siguiera mientras caminábamos hacia un clima más selvático y entrábamos en un bosque de bambú. Jadeé y Newt me miró con una sonrisa ante mi admiración.

Me llevó hacia un arbolito lleno de Bowtruckles y soltó mi mano para sacar a otro Bowtruckle de su chaleco.

—Estaba resfriado. Necesitaba un poco de calor corporal —explicó Newt, y asentí en comprensión.

—Es muy adorable —le dije—. ¿Cómo se llama?

—Pickett —respondió él y miró hacia la pequeña criatura—. Venga, arriba —estira un brazo hacia el árbol y trata de convencer a Pickett para que se una a los otros. Pero la pequeña criatura se niega rotundamente a dejar el brazo de Newt.

—Tiene trastornos de dependencia —nos explica y sonríe—. Venga, vamos, Pickett. Pickett. No, no van a meterse contigo, venga —Pickett cayó y se agarró con sus patas largas y flacas a un dedo de Newt, resintiéndose a volver al árbol—. Está bien. No me extraña que luego me acusen de favoritismo.

Suspiró y volvió a poner a Pickett sobre su hombro. Eché un último vistazo a los bowtruckles antes de sentir a Newt agarrar mi mano otra vez y llevarme hacia otra dirección para ver más.

Continuó tomando mi mano y manteniéndome cerca de él mientras me llevaba a una pequeña y redonda cesta donde múltiples occamies yacían acurrucados en posturas de serpiente.

—Oh, no, Dougal se ha escapado —exclamó Newt con preocupación al ver su nido colgante vacío.

Me reí de los occamis que estaban en la cesta frente a la que estaba parada.

—Muy bien, voy. Ya voy. Mamá ya está aquí. Ya está aquí —Newt los consoló. Comenzó a contarlos antes de meter la mano en el nido y sacar una cría de occamy—. Hola. Deja que te vea.

—A éstos los conozco —dijo el muggle con una sonrisa en su cara.

Newt, con ambas manos bajo la cría, lo llevó hacia el muggle.

—Su occamy.

—¿Cómo que mi occamy? —preguntó el muggle.

—Sí, ¿quiere...? —preguntó Newt, ofreciendo la criatura al hombre curioso.

—¡Oh! Bueno, sí, claro. Muy bien. Eh —exclamó. Me reí ligeramente cuando él entró en pánico mientras la occamy se deslizaba en su mano.

Entonces, Newt me tendió una.

—¿Te gustaría sostener una tú también? —preguntó él con una sonrisa.

—¡Pensé que nunca lo preguntarías! —respondí felizmente, tomando la criatura de él. El muggle intentó acariciar la occamy que estaba sosteniendo, haciendo que casi le muerda—. No lo acaricie —le advertí—. Aprenden muy pronto a defenderse. El cascarón es de plata, así que tiene un gran valor.

Newt me miró sorprendido antes de esbozar una gran sonrisa mientras tomaba la occamy que el muggle sostenía y la volvía a poner en su nido.

—¿Te acuerdas? —me preguntó con un tono atónito.

—¿Cómo podría olvidarlo? —sonreí.

—¿Señor Scamander? —preguntó el muggle.

—Oh, llámeme Newt —respondió él.

—Newt —se corrigió el muggle—. No creo que esté soñando.

—¿Cómo lo sabe? —preguntó Newt con cierta ironía.

—No soy tan listo como para inventarme esto.

—Lo siento mucho, pero no creo que nos hayan presentado correctamente. Disculpe por lo grosera que fui antes —le dije al muggle—. Soy Eliana Vance.

—Jacob Kowalski —respondió el señor Kowalski sosteniendo una mano para que se la estreche, lo cuál hice con una sonrisa.

—Encantada de conocerle, señor Kowalski.

—Igualmente, señorita Vance —respondió él.

—Llámeme Ellie —insistí.

—Entonces usted llámeme Jacob —replicó él y le sonreí, asintiendo.

—Señor Kowalski, ¿le importaría... echarles de comer a esos mooncalfs? —preguntó Newt, señalando hacia donde estaban. Jacob tomó el cubo de pienso y comenzó a caminar hacia su hábitat.

—¿Sabes, Newt? Cuando dijiste que tenías una idea de qué hacer con esta maleta, esto no es exactamente lo que pensé que tenías en mente —me reí antes de que Newt se acercara a mí y me abrazara.

—¿Te gusta?

—¡Es lo más increíble que he visto o experimentado! —le aseguré. Se alejó del abrazo y me miró con una mirada llena de afecto y admiración. Extendió la mano y tomó el medallón que me regaló.

—Después de todo lo que te hice, ¡¿todavía tienes esto?! —murmuró en shock.

—No podría soportar deshacerme de él. No importa lo enfadada que estuviera contigo, nunca dejabas de importarme. Este medallón significó mucho para mí y me recordó todos los buenos recuerdos de nuestro tiempo juntos —respondí. Newt sonrió y yo le devolví la sonrisa.

—Entonces, ¿algunas de tus criaturas se han escapado? —pregunté. Newt asintió con la cabeza.

—Estoy tratando de averiguar cuáles se escaparon para poder encontrarlas lo antes posible —explicó Newt—. ¿Te gustaría ver a Phil?

—¡Me encantaría! —exclamé contenta. Newt me llevó hacia su hábitat sólo para ver que estaba vacío. Newt suspiró.

—Vaya por Dios. ¡El escarbato se ha escapado! Cómo no, pequeño granuja. ¡Con tal de echarle el guante a algo brillante! —exclamó él con fastidio y sonreí.

—Ese es mi Phil —reí, pero detuve mi risa cuando miré hacia el hábitat de los mooncalfs para no encontrar señales de Jacob. Fruncí el ceño—. Newt, ¿a dónde fue Jacob?

Newt miró hacia arriba para ver también que Jacob ya no estaba. Caminamos hacia esa área para verlo en un hábitat de aspecto invernal donde una masa negra y oleaginosa flotaba en el centro. Jacob estaba a centímetros de tocarlo cuando entramos sin que él se diera cuenta.

—¡Atrás! —exclamó Newt con ímpetu, asustando a Jacob y haciendo que diera un respingo—. ¡Atrás!

—¿Qué es esto? —preguntó Jacob.

—He dicho atrás —ordenó Newt. Jacob hizo lo que le dijo.

—Pero... ¿qué demonios es? —preguntó él. Miré a Newt con asombro y un toque de miedo evidente en mi cara.

—Newt, ¿es realmente un-

—Un Obscurus —terminó él, interrumpiéndome—. Sí —me llevé la mano a la boca, tapándola—. Tengo que irme y encontrar a los que se han escapado antes de que les hagan daño.

—¡¿Les hagan daño?! —preguntó Jacob.

—Sí, señor Kowalski. Ahora mismo están en territorio hostil, rodeados de millones de las criaturas más despiadadas del planeta —explica Newt antes de detenerse—. Los humanos.

Admiré su profundo amor y preocupación por sus animales. Newt caminó hacia un hábitat destrozado que parecía similar a las llanuras en África.

—¿Dónde creen ustedes que una criatura de tamaño medio... a la que le gustan las grandes llanuras, los árboles y las pozas...? ¿Adón... adónde creen que podría ir?

—¿En Nueva York? —preguntó Jacob.

—Quizás en Central Park —ofrecí, tratando de pensar rápido.

—¿Y dónde está eso exactamente? —preguntó Newt.

—¿Que dónde está Central Park? —le preguntó Jacob, y él asintió—. Bueno, me encantaría ayudarles, pero, Newt, ¿no cree que sería una jugarreta? Nos ofrecen cobijo, nos hacen un chocolate.

—¿No se da cuenta de que, en cuanto vean que ha dejado de sudar, le desmemorizarán? —razonó Newt.

—¿Qué es desmemorizar? —preguntó Jacob, de repente preocupado.

—Se despertará y, puff, no recordará nada mágico —me metí. Jacob miró entre Newt y yo con una mirada triste y sorprendido.

—Oh... ¿No recordaré nada de esto? —jadeó, mirando alrededor de la maleta de Newt.

—No —dijimos Newt y yo al unísono. Jacob miró hacia abajo por un momento antes de encontrarse con nuestras miradas otra vez.

—Está bien, de acuerdo, les... les ayudaré —dijo con una mirada determinada. Newt y yo nos miramos, y luego sonreímos a Jacob.

—Pues vamos —Newt sonrió.

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