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-ˋˏ 𝑪𝗮𝗽𝗶́𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟭𝟯: 9 Años Después

Ellie's POV

Me desperté en mi apartamento donde, mis amigas y compañeras de trabajo en MACUSA, me dejaban quedarme y ser su compañera de piso. Me habían transferido de trabajar como aurora en el Ministerio de Magia a hacer la misma carrera en el Congreso Mágico de los Estados Unidos de América hace unos seis años, donde y cuando conocí a las hermanas Goldstein, Queenie y Porpentina (Tina).

Queenie trabaja en la oficina de permisos de varitas, y Tina y yo trabajamos juntas en el Departamento de Investigaciones Principales. Al menos, solíamos hacerlo. Tina fue liberada recientemente de su deber como aurora para unirse a Queenie en la Oficina de Permisos de Varita. Ella estaba absolutamente devastada por perder su trabajo ya que amaba lo que hacía y era buena en ello, pero Queenie y yo constantemente le recordábamos que eso era aún mejor que tener que dejar MACUSA todas juntas.

Salí del dormitorio y entré en la cocina, donde Queenie estaba haciendo mágicamente el desayuno con sólo unas ondas de su varita. Ni siquiera tuvo que mirarme para saber que estaba allí.

Queenie es una legeremante, algo que siempre me recuerda a Clarisse. Debido a que me acostumbré mucho cuando estaba con Clarisse en la escuela, no me importa que Queenie me leyera la mente, pero normalmente no puede leer la mía muy bien porque soy británica. Dice que el acento la despista y hace que sea más difícil de entender.

—Buenos días, Ellie —cantó.

—Buenos días —gruñí, todavía adormilada.

—¿Estás preparada para tu reunión? Se supone que la debes de tener hoy, ¿verdad? —preguntó Queenie.

—Sí. Estoy lista. Creo que está programada para las once. De todas formas, ¿qué hora es?

—Las nueve —contestó Queenie contestó dando los toques finales en el desayuno y sirviéndome un plato. Lo envió a mi lugar habitual en la mesa, y me senté, recogiendo el periódico de la mañana.

—¿Dónde está Tina? —pregunté antes de meterme un trozo de huevo en la boca. ¡Me encanta la comida de Queenie!

—Oh, se fue temprano esta mañana, cielo —contestó dulcemente Queenie.

—Veo que los Segundos Salemitas siguen siendo fuertes —noté—. No crees que Tina esté en sus reuniones de hoy, ¿verdad?

—No, tuve una conversación muy seria con ella anoche y esta mañana antes de que se fuera. Leía sus pensamientos alto y claro, y decía que iba a mantenerse alejada de esa gente —contestó Queenie.

—Simplemente, odiaría verla atrapada y teniendo aún más problemas —dije. Queenie asintió y se consiguió algo de comida antes de sentarse frente a mí. Rápidamente me comí el desayuno y me levanté de la mesa—. Tengo que irme.

—Pero, Elle, no puedes ir en pijama —Queenie rió. Miré hacia abajo y me ruboricé con un profundo tono rosado al darme cuenta de que aún llevaba puesto mi pijama. Agité mi varita y se fundieron en un conjunto diferente que era apropiado para salir.

—Me alegro de haber vuelto de África —resoplé.

—Sí, ya lo mencionaste —Queenie se rió.

—Bueno, quiero decir, ¿de verdad tuve que buscar en todo el continente signos del escondite de Grindelwald? ¿Quién en su sano juicio pondría un escondite en África? —pregunté exasperada.

Queenie se rió y tomó un sorbo de café.

—Nunca se sabe. Tiene bastantes seguidores. Pero veo tu punto. África no es el mejor lugar para esconderse —estuvo de acuerdo.

—Me imagino que es más probable que se esconda en un lugar como Gran Bretaña, o aquí en los Estados Unidos —añadí. Queenie asintió—. Bueno, voy a seguir adelante y marcharme. Podría pulir mi varita si me sobra algo de tiempo.

—¡Oh, creo que es lógico que llegando allí dos horas antes te sobrará mucho tiempo! —, Queenie se volvió a reír.

—Tienes que tener en cuenta el tráfico —dije a la defensiva.

—Cierto. La espera cuando me aparezco es increíble —contestó Queenie con una sonrisa y un guiño.

—Oh, cállate —gruñí juguetonamente, golpeándole el brazo—. Estoy ansiosa. Es la primera vez que me llaman desde que regresé de África.

—Ellie, eres una de sus mejores Aurores. En todo caso, probablemente sólo te pedirán el informe y luego tal vez te den una nueva asignación, y eso será todo. No tienes nada de qué preocuparte, cariño —dijo Queenie reconfortantemente. Asentí.

—Tienes razón —suspiré—. Puede que también pase por el banco más tarde, sólo para comprobar algo, y hacer un retiro.

—Sigo sin entender por qué tienes una cuenta para el dinero Nomaj —Queenie suspiró, sacudiendo la cabeza.

—Y yo sigo sin entender por qué llamas a los no mágicos Nomajs en lugar de Muggles, pero estas cosas simplemente suceden —sonreí—. Hasta luego, Queen.

—Adiós, Ellie —dijo Queenie con una sonrisa y una risita. Empezó a limpiar la cocina mientras yo agarraba mi abrigo, sombrero y bufanda, y aseguraba mi varita.

Salí del apartamento y bajé al zaguán (entrada principal del edificio). Entré en un callejón vacío antes de aparecerme en un callejón cerca del MACUSA, asegurándome de que ningún muggle me viera. Me puse el abrigo para intentar bloquear todo el aire frío que pudiera e hice mi camino al edificio donde se encuentra MACUSA.

El guardia me miró expectante, pidiendo silenciosamente mi destino.

—MACUSA —dije claramente.

El guardia asintió y me dejó entrar al Ministerio de Magia Americano. Respiré hondo y me estremecí ante el repentino calor del edificio, y el cambio de temperatura proveniente del brutal frío de la ciudad de Nueva York.

El edificio era increíblemente alto, en el sentido de que cuando mirabas hacia arriba había cientos de pisos más por encima de ti, al igual que cuando mirabas hacia abajo. En lo alto, había un reloj gigantesco con varias esferas y ruedas dentadas, con inscripciones que permitían a la gente ver la urgencia de las situaciones que enfrentaba nuestro país.

En este momento, todo parecía estar en orden, dado todo lo que había estado sucediendo, como los Segundos Salemitas y algún tipo de bestia o criatura que estaba causando estragos en toda la ciudad, provocando destrucción y terror. Llegué al ascensor y me detuve mirando la hora.

Según la hora que marcaba mi reloj, eran las 9:34.

¡Maldita sea! ¡Llegué muy temprano! Exclamé internamente. Fui al elfo doméstico que manejaba un complejo artilugio compuesto con plumas. Le saludé y le tendí la varita para que le sacara brillo. Cuando terminó y me la dio, vi cómo el ascensor volvía de su último destino.

—Hola, Vance —me saludó el duende botones.

—Hola, Red —dije amablemente—. Departamento de Investigaciones Principales.

—Llega demasiado temprano, ¿no es así, Ellie? —Red rió.

Me reí algo incómoda.

—Sí, bueno, sólo nerviosa, ya sabes.

—¿Por qué? Es sólo una reunión. Eso nunca es malo a menos que hayas hecho algo mal, lo cual ya puedo decir que no has hecho nada malo, así que tranquilízate, chica —contestó Red.

—Solo llévame al Departamento de Investigaciones Principales —me reí.

Red suspiró.

—De acuerdo, si insistes —cerró la puerta con su llave y giró la llave hacia el letrero de mi departamento. El ascensor desciende rápidamente hacia los niveles inferiores hasta que finalmente se detuvo abruptamente y Red abrió las puertas.

—Gracias —murmuré torpemente mientras salía del ascensor. Caminé por los pasillos silenciosos, el único sonido que se escuchaba eran mis pasos tranquilos. La mayoría de las chicas usaban tacones, pero desde el baile en Hogwarts, los he encontrado poco prácticos, incómodos y muy difíciles de usar para hacer mi trabajo, así que uso zapatos planos. En casa o para recados ocasionales, a veces incluso llevo zapatos de hombre sólo porque son más cómodos que los de mujer.

Continué lentamente por el pasillo hasta que me detuve afuera de la sala donde iba a a tener lugar mi reunión. Las reuniones variaron en tamaño de grupos. A veces era uno a uno con la Presidenta Picquery o Percival Graves, otras veces era un pequeño grupo de Aurores que simplemente les asignaban misiones.

Teniendo en cuenta que volví hace sólo una semana de mi expedición a África en búsqueda de Grindelwald, y que ir a la caza de Gellert Grindelwald era una misión bastante importante e impresionante, estaba asumiendo que mi reunión de hoy sería uno a uno. Simplemente no sabía si sería con Picquery o Graves. Personalmente, a pesar de las opiniones opuestas de otras personas, prefiero a Madam Picquery.

El tiempo pasa mucho más lento cuando estás ansioso o anticipando algo. Revisé un reloj que estaba colgado en la pared por millonésima vez. 10:45, es lo que marca ahora. La última vez que lo comprobé era sólo un minuto antes. Suspiré y cerré los ojos, inclinando mi cabeza contra la pared que estaba detrás de la silla en la que estaba sentada. Pensé en lo que me dijo Queenie antes de que saliera del apartamento, sobre cómo probablemente iba a dar mi informe y seguir mi camino.

Genial. Pensé. Entonces, luego podré ir al banco. Me quedé sentada allí, tratando de cantar en mi cabeza para pasar el tiempo, que pasaba lentamente. 

Después de lo que pareció una eternidad, escuché pasos que se aproximaban hacia donde estaba yo. Mis ojos se abrieron y mi cabeza se alzó bruscamente para ver a la Presidenta Madam Picquery de pie a mi lado, con su habitual expresión seria.

—Vance. Escuché que llegaste muy temprano esta mañana —dijo ella.

—Sí, bueno, pensé que no hay daño en llegar temprano, ¿verdad? Mejor que llegar realmente tarde —dije intentando hacer una broma. Pero ni siquiera sonrió.

—Sígame —dijo ella. Entramos en la habitación en la que yo había estado esperando, y ella hizo un gesto para que me sentara frente a ella en el único escritorio en el medio. Sólo había una silla en cada lado que confirmaba mis pensamientos de que íbamos a estar solas—. ¿Qué se sabe sobre su misión en África? ¿Ha descubierto algo?

—No hay indicios de Grindelwald, Madam —respondí—. No hay indicios de seguidores, escondites, nada.

—Muy bien. ¿Alguna sugerencia sobre qué hacer con el asunto? —preguntó.

—Bueno, viendo que África es anodina, yo-

Empecé, pero fui interrumpida.

—Eso no es lo que quise decir, Vance —dijo Picquery, silenciándome—. Lo que quise decir es, ¿cuál es su opinión sobre la situación en general? ¿Qué cree que se deba hacer? Viniendo de una de mis Aurores del más alto nivel, espero que tenga una opinión desarrollada sobre el asunto.

—Oh, bueno, de hecho tengo a-algunas ideas, Señora Presidenta —respondí.

Se recostó en su asiento y me instó a hablar.

—Bueno, honestamente creo que África es una pérdida de tiempo. Personalmente no puedo imaginar a ninguna persona queriendo esconderse en África. Creo que los lugares más probables en los que podría estar son lugares más desarrollados o lugares a los que podría conectarse fácilmente y ganar seguidores. Inglaterra, por ejemplo, es donde creció, por lo que podría tener sentido para él volver allí. Por el contrario, es posible que tampoco quiera revivir sus recuerdos, por lo que busca otro país de gran poder como este, América. Lo que creo, Señora Presidenta, es que deberíamos centrarnos más en nuestro país, así como en Gran Bretaña. Ha sido conocido por atacar allí, y ahí es donde fue visto por última vez. ¿Quién dice que no se quedó? ¿Y quién dice que no subió a un ferry y viajó hasta aquí? También, él podría estar escondido a plena vista, Madam —una vez que terminé, Picquery me miró, pensando profundamente.

—Supongo que tiene razón. Es solo que todo este lío tiene a todos preocupados. Grindelwald desapareció hace algún tiempo y no sabemos cuándo atacará. Me resulta difícil creer que se haya ido sin la posibilidad de regresar —dijo Madam Picquery. Asentí de acuerdo con ella.

—Es una declaración justa —estuve de acuerdo.

—Bueno, creo que es todo por ahora. Ya se puede marchar. Buen trabajo —concluyó. Asentí y me levanté.

Salí de la habitación, rápidamente haciendo mi camino a través de los pasillos hasta el ascensor y saliendo del edificio lo más rápido que pude para poder llegar al banco.

El aire frío golpeaba mi cara y azotaba mi cabello mientras hacía mi camino a través de las calles de Nueva York. Finalmente me dirigí al banco donde vi, para mi consternación, a Mary Lou Barebone y a sus locos seguidores Segundos Salemitas. Rodé los ojos mientras sacudía levemente la cabeza, y mantuve la cabeza agachada, tratando de llegar al banco sin que se dieran cuenta de mi presencia. Me tropecé con alguien, e inmediatamente miré hacia arriba para ver a una familiar mujer comiendo un perrito caliente. Tenía el pelo castaño oscuro y ojos castaños oscuros. Llevaba su clásico abrigo gris y blusa blanca. Fruncí el ceño mientras Tina se encogía al verme.

—¡¿Qué crees que haces aquí?! —le siseé en un susurro.

—Te juro que no es lo que parece —intentó.

—¿En serio? Porque parece que estás tratando de seguir a los Segundos Salemitas —repliqué.

—Vale, bueno, eso se parece mucho a lo que realmente parece —contestó Tina.

—¡Tina! ¡Vas a hacer que te despidan por completo! —le dije—. Queenie dijo que ya no ibas a hacer esto y que finalmente te hizo entrar en razón.

—No puedo dejar pasar esto, Ellie. Soy una aurora. Es mi trabajo —argumentó Tina.

—No, no lo eres. Por culpa de esa gente, perdiste ese puesto, Tina. Ya no eres una aurora —suspiré. Tina miró hacia abajo—. Quiero que te vayas a casa. Tengo que ir al banco, pero estaré en casa después, ¿de acuerdo?

Tina asintió, pero me di cuenta de que no tenía intención de irse. Me di la vuelta y me abrí paso entre la multitud hasta que llegué a la escalinata de mármol, que rápidamente subí y entré en el banco. 

Había largas filas de personas esperando para entrar en sus cuentas por cualquier razón, y varias personas sentadas al margen esperando para hablar con un trabajador bancario. Me paré en la fila más corta que pude encontrar para poder hacer rápidamente mi retiro y comprobar mi cuenta antes de ir a casa. Ahora era cerca del mediodía.

Suspiré y golpeé un poco mi pie contra el suelo mientras esperaba. Después de estar en la fila durante unos treinta minutos, una empleada que atendía finalmente me llamó.

—Siguiente —gritó ella, haciendo que saltara, ya que estaba muy cerca de ella—. Hola, ¿en qué puedo ayudarle?

—Quería revisar mi cuenta y algunas otras cosas, así como hacer un retiro —le dije.

—¿Nombre y tarjeta de cuenta? —preguntó ella.

—Eliana Vance y mi tarjeta... —me detuve mientras hurgaba en mi bolso. Me di cuenta de que me faltaban varias cosas. Y curiosamente, todas esas cosas eran objetos brillantes. Saqué mi cartera y busqué mi tarjeta. Con cada segundo que pasaba, la señora detrás del mostrador se volvía cada vez más impaciente—. ¡Ja! ¡La encontré! —saqué mi tarjeta y se la entregué. Pulsó algunos números en una máquina y se volvió hacia mí. Me entregó un papel junto con mi tarjeta.

—Está todo correcto y equilibrado —me informó ella—. ¿Y cuánto quería sacar?

—Cien dólares —respondí.

—¿Cómo le gustaría tenerlo? —preguntó.

—¿Un billete de cien dólares? —respondí con incertidumbre. Me miró antes de sacar un billete y entregármelo.

—¿Algo más? Está demorando la fila —espetó.

—Sí, quería comprobar... —me detuve otra vez, debido a que por el rabillo del ojo, vi una pequeña figura negra arrastrándose por el banco. Era pequeño y de un aspecto de un cruce entre topo y ornitorrinco. ¡No! Pensé. No puede ser—. Disculpe —le dije a la señora antes de perseguir a la criatura. Que actualmente estaba debajo de un gabinete.

Corrí hacia la zona y me agaché para ver debajo. El escarbato me miró con sus ojos brillantes y sentí una sensación de familiaridad.

—¿Phil? —susurré. La pequeña criatura se me acercó lentamente como si me percibiera—. ¿Phil? ¿Eres realmente tú? —el escarbato se animó y corrió hacia mis brazos—. ¡Filbert! —jadeé. Lo abracé fuertemente.

Estaba a punto de llevarlo conmigo cuando un perro lo vio y ladró, sacándolo de mis brazos. Vio algo más detrás de mí y rápidamente se escapó.

—Phi-

Comencé, pero una gran figura se estrelló contra mí.

—Lo siento mucho —murmuró la figura. Era un hombre con una gabardina azul y un maletín de cuero marrón.

—¡Maldita sea! Vaya más despacio y mire por dónde va, ¿por qué no lo hace? —le regañé. No tuve tiempo de ver bien las características del hombre porque huyó.

El hombre empezó a perseguir a Phil y no tuve tiempo de perseguirlo porque ya se había ido.

—¡Idiota! —exclamé. Dejé escapar un suspiro frustrado y froté mi brazo donde el hombre me había golpeado, antes de girar para salir del banco con mi dinero, preguntándome quién era ese hombre y por qué tenía a Phil. Solo había una persona a la que le confíe a Phil, pero no he confiado en él por un tiempo. No después de lo que hizo. Sacudí mis pensamientos y rápidamente fui a un callejón desierto, asegurándome de estar sola antes de aparecerme en un bar llamado el Cerdo Ciego.

Di cuatro golpes en la puerta, despacio, y entré al bar clandestino, sentándome en una mesa. Un mesero vino y me miró expectante por mi pedido.

—Un chupito de agua de la risa, por favor —dije. El camarero se fue y rápidamente regresó con mi bebida, la cual tomé y tragué inmediatamente. Una risa se acercó y se me escapó de los labios, separándolos de la bebida. Tuve que evitar reírme aún más.

Me quedé sentada en el bar un tiempo antes de decidir finalmente volver a casa. Pero lo que no esperaba al volver a casa, era encontrarme con un extraño y la última persona que esperaba o quería ver, de pie en mi sala de estar.

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