2. Mientras que el lobo no está
No sabía cuándo se había quedado dormida pero cuando despertó, caliente y acobijada en una cama de madera, a Lucy se le revolvió el estómago pensando que la habían atrapado y vendrían pronto a azotarla. Se levantó como si un rayo le hubiera pasado por el cuerpo y se movió hacia la puerta. Aún y aunque no llevaba puesto su saco y tenía unas ropas extrañas, no se detuvo para investigar demasiado. Abrió el cuarto y se puso a correr de nuevo aunque no conociera del todo el lugar.
Se movió por los pasillos y bajó las escaleras dispuesta a escaparse de nuevo. Tenía miedo pero no tanto como para ponerse a llorar.
Para su fortuna, la casa parecía vacía al estar en silencio así que no le importó demasiado que la madera crujiera bajo sus pies. Siguió buscando la salida, con una gran sonrisa al saberse de nuevo libre.
La puerta diferente y que mostraba unos pinos congelados en sus ventanas opacas, le dijeron casi de inmediato que esa era la salida correcta. Movió sus manos hacia el picaporte y cuando la abrió, no pudo evitar volver a cerrarla de golpe.
Ahí, junto a las viejas escaleras de caoba, había tres lobos enormes que se habían girado al escucharla.
Tembló como gelatina al recordar a Lorena despellejada. ¡Terminaría como ella! Se dijo mientras se iba haciendo hacia atrás observando como la puerta se movía y agitaba. Puso sus manos en sus labios, intentando no gritar, pero cuando pensó que la puerta se rompería en mil pedazos, sintió un cuerpo tocarla tras ella.
Se giró en un movimiento rápido, observando entonces a un hombre enorme con un parche que escondía una cicatriz que le atravesaba el ojo derecho y parte del rostro.
Gritó y cayendo al suelo por la impresión, escuchó la puerta de la entrada abrirse.
Supo que los lobos se los comerían por lo que dejó de moverse mientras observaba a aquel hombre que no sonreía.
—Jack, ¿no te dijo Jayden que la cuidaras?
—Jayden no me dijo que tenía que estar junto a ella. —El hombre del parche la miró desde lo alto.
—Pobrecilla, ¿tendrá frío?
Lucy quiso voltearse pero el miedo no la dejaba. No podía dejar de observar a ese hombre que parecía odiarla.
—Ayúdala a pararse, Valeria. —Una voz, juvenil y masculina, sonó tras ella.
La pelirroja sintió unos brazos suaves que la alzaban, sintió ganas de correr de nuevo pero no pudo evitar recordar a los lobos fuera.
—¿Estás bien? —Una mujer, de cabello corto y ojos azules, se inclinó frente a ella—. ¿Tienes alguna herida? ¿Te duele algo?
Lucy la miró con la boca semi abierta.
—Los... los lobos —soltó con voz ahogada—, esos monstruos estaban afuera. Vamos a morir, nos van a comer.
Se hizo el silencio.
Lucy les miró esperando respuesta. «¿Sería que estaban atrapados también con ella?», pensó al observarles, más al obtener serias y disgustadas miradas, calló.
—Lleva esa cosa arriba, ¿quieres, Val? —Otra voz femenina soltó aquello con enfado—. Si la vuelvo a ver, la mato.
—Tranquilízate, Ruby.
—Lonan, ¿no la has escuchado?
—La he escuchado. —La voz jovial ya no parecía tan feliz ahora—. Y créeme que yo tampoco quiero verla.
La pelirroja no entendía por qué del mal trato pero no dijo mucho al sentir a la tal Valeria arrastrarla de nuevo por las escaleras. No pudo evitar caminar temblorosa al escuchar una discusión detrás. No sabía que estaba pasando pero no quiso regresar.
.
Tras un baño rápido, Lucy volvió a sentarse en la cama esta vez más tranquila. No podía darles toda su confianza pero sabía que ellos no conocían a Mike. No la habían reconocido como Alexa y eso le hacía sentirse más cómoda. Valeria aún estaba en la habitación con ella, en silencio, mientras servía dos tazas de café humeante.
—¿Gustas?
Lucy tomó la taza en silencio. Ya lo había meditado en la tina pero le parecía realmente misterioso que los lobos no los hubieran atacado a ellos primero. ¿Dónde estaban esos monstruos? ¿Se habrían ido o esperaban atacar al anochecer?
—¿Los lobos no nos matarán? —preguntó sin cortarse ni un poco.
Valeria soltó su taza y la miró con molestia.
—No sé por qué te empeñas tanto en decir que los lobos matan gente, pero no, no lo harán.
—¿Estás segura? Esos animales salvajes no hacen más que comer y desgarrar.
Valeria dejó de hablar. Lucy sintió un escalofrió tras su espalda, algo que le decía que dejase de hablar antes de que perdiera la oportunidad de esconderse por un tiempo.
«¿Sería que esas personas eran unos hippies extraños que amaban la naturaleza?».
—No es que los odie. —Trató de corregirse—, pero son peligrosos.
—¡Claro que son peligrosos, créeme! Si los insultas, puede que te maten.
Lucy sintió un tipo de sarcasmo que no entendió al final. ¿A qué se refería con ello? Los lobos no sabían español. Trató de reírse, pero Valeria la fulminó con la mirada. Dejó de mostrar sus dientes risueños y se concentró en seguir tomando su bebida caliente, pensando en cómo esas personas podían ser demasiado comprometidas al lema de: ama a los animales.
—Simplemente no entiendo cómo Jayden se atrevió a traerla. Es una alimaña. —Se escuchó tras la puerta, unos minutos después del silencio.
Valeria se levantó y sin decir ni una sola palabra, abrió la puerta en donde una rubia y un chico de cabello castaño, los cuales Lucy reconoció por las voces como Ruby y Lonan, peleaban por su estadía.
—Si no se va esta noche, juro que la mato en la mañana.
Lucy dejó de tomar para observar a ambos chicos que la miraron por igual. Ruby parecía querer asesinarla ahí mismo, de Lonan no podía decir mucho pero de Valeria, de quién pensó que tenía una conexión pequeña, no hizo más que paralizarla. La había mirado con un semblante tan serio que pensó que no le importaría verla morir a manos de la loca de Ruby.
Se cerró la puerta tras ello.
La pelirroja pensó en menos de un instante que corría peligro ahí. Tal vez la habían salvado de morir, pero eso no significaba que no lo harían ellos después. La histeria la atacó. No los conocía y por tanto, no debía tenerles confianza. Eso se lo repitió una y otra vez al recordar a Mike y aquella piruleta que le había desgraciado la vida.
Cuando cayó la noche y tras una cena silenciosa, supo que no podía quedarse más tiempo ahí. Mientras que los lobos no estuvieran, ella se iría.
Pasó el tiempo lentamente y aunque Jack y Valeria hicieron varias vueltas para saber si deseaba algo en especial, ella volvió a repetirse que debía obtener su libertad. Sonrió al conseguir una chaqueta al supuestamente tener frío y esperando a la media noche, observó la ventana que tenía a un lado de su cama.
Reconociendo su hospitalidad, volvió a mirar la caliente cabaña. Era una lástima, pero no podía quedarse ahí. Tal vez ellos no lo habían hecho con esa intención, pero sabía que no la querían en ese lugar. Ya no iba a aguantar que la despreciaran. Bastante había tenido con ser prostituta y no iba a tolerarlo de nuevo.
Agarró la chaqueta y tomando de vuelta su bufanda, se escabulló por la ventana sin hacer ni un solo ruido. Se alegró de no ver a aquellos animales salvajes y fue descendiendo cuando encontró la mejor manera de hacerlo. Cuando pisó la nieve, salió corriendo dejando la choza atrás.
«Todo irá bien mientras los lobos no aparezcan», pensó sutilmente al correr hacia los pinos. Sin embargo, cuando miraba hacia dónde ir, escuchó un aullido lejano proveniente de donde había estado antes. Dejó de pensar. Volvió a gritarle a sus piernas para que corrieran y encontrasen un buen lugar para esconderse.
Tal vez había sido muy estúpido salir de su refugio, pero Lucy realmente no confiaba en la gente.
Anduvo lo más rápido que pudo, pero cuando los aullidos se multiplicaron, tuvo un escalofrío que le sacudió de pies a cabeza.
¿Cuántos habían sido? ¿Cuatro... cinco aullidos?
Chilló en silencio mientras escuchaba algunas pisadas perseguirla. Se insultó un millón de veces por haber escapado de noche. Sintió su corazón golpearle el pecho una y otra vez. Los aullidos se hacían cada vez más fuertes conforme ella intentaba no caer en las ramas de los árboles.
Percibió que el peligro aumentaba y no pudo evitar voltear hacia atrás esperando que solo fueran pinos los que la saludaran.
Pero había errado de nuevo al observar a un enorme lobo negro que había saltado para atraparla.
Cayó de un golpe sobre la nieve empapándose en un solo segundo. Sintió baba cayéndole en la mejilla y una respiración acelerada cerca de su cabello. Tragó saliva al saberse muerta. Terminaría peor que Lorena.
—Jayden, no fue nuestra culpa, escapó por su propia cuenta. —Lucy reconoció la voz del hombre del parche.
Abrió los ojos al observarle acercarse y hacerle un gesto de repulsión.
—¿Para que la retienes si no desea estar aquí? Mejor mátala y terminemos con esto. —Ruby apareció tras Jack, con la respiración acelerada al igual que Valeria y Lonan, que llegaron al final.
La pelirroja estaba llorando pero seguía sin entender qué estaba pasando. ¿¡Es que esas personas estaban locas!? ¡Le estaban hablando a un lobo!
Para su sorpresa o mejor dicho, una pesadilla, las patas enormes del lobo que la sostenían se fueron transformando en las de un hombre con barba y una piel aperlada que la miraba con unos ojos terriblemente verdes.
—¿No les dije que la cuidaran?
—Escapó, Jay. —Lonan intervino, excusándose—. No quiere estar aquí.
—¿Pedí explicaciones? —La voz ronca del nuevo hombre dejó a todos congelados, inclusive a Lucy que quería gritar al ver a aquel monstruo sobre ella—. Llévenla a mi habitación, estoy cansado y ya he tenido suficiente por hoy.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro