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Borrachera

Ya eran las 3 de la mañana. El pequeño dormía plácidamente en su pequeña cama, mientras Tea y Yami se encontraban en la sala angustiados por Yugi, pues no había regresado aún y no respondía su celular.

— ¿Donde se habrá metido? Se fue hace más de 4 horas.

— Él no es así. Ni siquiera responde las llamadas.

Habían esperado suficiente. Era hora de actuar.

— Voy a ir a buscarlo. ¿Podrías cuidar a Yumi?

— Claro, Yami. Por favor avísame si lo encuentras.

— Claro.

El tricolor avanzó hacia la puerta, tomó su chaqueta del perchero y sus llaves de un pequeño platito de porcelana que se encontraba sobre un mueble junto a la puerta.

Salió del apartamento y del edificio. Avanzó hacia la izquierda donde se encontraban varios establecimientos de servicio de 24 horas, como cafés, farmacias, clubes nocturnos, entre otros. Preguntó en cada uno pero ninguno le pudo dar razón de él.

Caminó por unos cuantos minutos más hasta que llegó a un bar. Aunque sabía que Yugi no tomaba, se adentró en él a preguntar. Nada perdía con hacerlo.

— Buenas noches— saludó al bar man— ¿No vio a un muchacho de 1.50 más o menos, tez blanca, ojos amatista y cabello tricolor?

— ¿Como el tuyo?

— Si, solo que él tiene las puntas amatista, al igual que sus ojos.

— Si, lo recuerdo bien. Estuvo aquí hace un rato. Llegó como las 11 más o menos y se fue hace hora y media. Me sorprendió todo lo que estuvo bebiendo. Ese chico en realidad tiene problemas de alcoholismo.

— Pero... Él no bebe — respondió confundido y extrañado por la afirmación de aquel sujeto, a lo que éste sólo rió.

— Dile eso a las dos botellas de whisky que se terminó él solo. Sin contar las dos margaritas que pidió al final.

— ¿¡Que!? ¿Sabe hacia dónde se fue?

— La verdad no, pero cuando salió caminó hacia la izquierda.

— Gracias.

Sin esperar más, salió corriendo del local en dirección donde al parecer se había ido Yugi.

Todos los locales estaban cerrados ya. No había lugar donde pudiera estar.

Llegó aún parque, donde se adentró y buscó en cada rincón.

Finalmente se topó con la sección infantil, un pequeño espacio donde hay juegos para los pequeños. Ahí en los columpios, se podía ver sentada a una persona.

— Ah...

Suspiró aliviado al reconocer la singular silueta.

Caminó hacia él con paso silencioso. Se posicionó detrás y pudo escuchar pequeños sollozos provenientes de él.

— ¿Yugi?

Llamó, lo que provocó que el mencionado se sobresaltar.

— ¿Yami? ¿Qué haces aquí?

— Te estuve buscando. Y Tea te estuvo marcando.

— Me quedé sin batería...

Giró de nuevo su cabeza y se limpió las lágrimas.

Yami lo rodeó y se paró frente a él.

— ¿Estás bien?

— ¿Tú qué crees?... Mi vida es un asco. El destino me odia, mi matrimonio fracasa y para terminar me entero que mi hijo va a... a...— su voz comenzó a temblar y las lágrimas brotaron nuevamente de sus ojos— ¡Soy un fracaso de madre/padre! ¡No pude darle salud a mi bebé mientras estuvo en mi vientre! ¡Por mi culpa mi pequeño se va a morir! ¡No fui lo suficientemente fuerte para poder darle salud! ¡Por mi culpa su corazón salió mal! ¡Por mi culpa...!

Antes de poder terminar, Yami lo abrazó y lo apegó hacia él.

— Yugi... Estás borracho, no sabes lo que dices.

— ¡Claro que...!

— No es tu culpa.

— Pero... Era mi responsabilidad mientras estaba dentro de mí...

Las lágrimas salían sin parar. Entrelazó sus brazos al rededor de su espalda y se sujetó con fuerza de la chaqueta de Yami.

— Yugi... Tú hiciste un buen trabajo... Pero quizás el destino tenía otros planes para Yumi.

El pequeño tricolor no paraba de llorar. Incluso temblaba del dolor que sentía en su corazón.

— Vamos... Regresemos a casa.

Yugi se separó de Yami y secó sus lágrimas.

Ambos emprendieron juntos el camino de regreso al apartamento.

Caminaban a paso lento por la calle. Admirando las estrellas que se podían apreciar esa fría noche.
El silencio era cómodo pero triste.

Yami volteó a ver a Yugi, quién había comenzado a temblar y se había envuelto en un abrazo, tallando sus brazos para inútilmente generar calor.

Sin dudarlo, se quitó su chaqueta y se la colocó como si fuese una capa.
Sin decir nada, Yugi aceptó la chaqueta.

El resto del camino fue silencio total. Ninguno decía nada.
En un descuido, Yugi tropezó, pero Yami actuó rápido y lo sostuvo antes de que cayera.

— ¿Estás bien?

Yugi solo asintió con los ojos cerrados. Se reincorporó rápidamente y empujó a Yami para después correr hacia un callejón que estaba un par de pasos más adelante.
Un poco confundido, Yami corrió tras él para después entender la repentina acción, pues a causa de la borrachera Yugi presentaba los típicos síntomas, entre ellos el vómito.

— ¿Estás mejor?

Preguntó Yami una vez Yugi salió del callejón.

— Si...

Sin embargo, Yami sabía que no era así. Pues veía como el chico se tambaleaba un poco mientras se sostenía la cabeza.

— Te estás mareando ¿Cierto?

Yugi solo negó con los ojos cerrados.

— No estás acostumbrado a tomar tanto... Ven, te cargo.

— Estás loco. Solo faltan dos cuadras, estaré bien.

Yami sabía lo necio que llegaba a ser Yugi, así que no insistió. Sin embargo, los mareos fueron más fuertes, así que Yugi no tuvo opción más que dejar que Yami lo cargara.

Tea seguía pensando en lo que podía haber sucedido. Pero sus preocupaciones se esfumaron en cuanto vió a Yami entrar con Yugi en brazos al apartamento.

— ¡Yugi!

— Shhhh... Se durmió

Yami subió a la segunda planta y se dirigió a la habitación que alguna vez compartió con Yugi.

Lo recostó en la cama y lo arropó.

— dulces sueños... Aibou.

Susurró para después salir de la habitación.

Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina donde Tea se encontraba en ese momento.

— ¿Dónde lo encontraste?

— Estaba en el parque que está a cinco cuadras.

— Ya veo.

Tea le apagó al té que había preparado y sirvió un par de tazas.

— Aquí tienes — le dijo a Yami— es un té de flor de Sakura. Te hará bien.

— Gracias Tea.

Ambos se mantuvieron en silencio durante un buen rato. Hasta que Tea decidió romperlo.

— Yami... ¿Puedo hacerte una pregunta?

— Claro...

— ¿Tú aún... Sigues amándolo?

— ¿Qué?

— Hablo de Yugi... Tú aún lo amas...

Un tanto confundido por aquella pregunta, bajó la mirada hacia su taza de té. Podía ver cómo la rosada flor flotaba en el líquido un poco transparente con un pequeño toque de color rosa.

Con solo mover un poco la taza, pequeñas ondas comenzaban a crecer. Al parecer, en cierto punto daba la impresión que desaparecían, pero solo se fundían con el líquido para después volver a formarse. Sin embargo, esto solo pasaba cuando alguien agitaba la taza.

— ¿Yami...?

Así era el amor ¿cierto?... El amor que Yugi y Yami se tenían o tuvieron en algún momento.

— Si.

Afirmó sin titubear.

— ¿Seguro?

— Tea... Ahora yo te haré una pregunta. Mira tú taza y dime qué vez...

Un poco confundida, la castaña miró su taza que sostenía entre sus manos.

— ¿Que veo...? El té.

— Si pero... ¿Cómo está?

— Calmado.— respondió confindida.

— Ahora... Mueve la taza ligeramente— la chica obedeció— ¿Ahora qué vez?

— Ondas...

— Exacto. Las ondas salieron a la luz cuando moviste la taza, sin embargo, siempre estuvieron ahí aunque tú no las pudieras ver.

— Eso no responde la pregunta que te hice.

— Sí lo hace. Verás, aunque nadie vea el amor que aún siento por él, mi corazón siempre está latiendo por Yugi.

Tea solo observó a Yami, quién no apartaba la mirada de su té.

La castaña bebió lo que le sobraba de aquel liquido y se levantó.

— Ya es tarde... ¿Te quedarás o te irás a casa?

— Por hoy me quedaré. Quiero estar tiempo con mi pequeño y... Cuidar a Yugi. Además, Yumi tiene escuela y no creo que Yugi se levante temprano con esa cruda que va a tener.

Una risita se escuchó provenir de Tea, quién se encontraba lavando la taza que había ocupado.

— Bueno... — se secó las manos— creo que me iré. Sabes dónde están las sábanas, toma una y duerme en el sofá.

— ¿Dónde más podría dormir?

— Nos vemos, Yami. Hasta mañana.

— Hasta mañana Tea.

La castaña salió de la cocina y el apartamento, tomando el elevador que la llevaría a su vivienda en el piso de arriba.

Yami se terminó el té y lavo su taza. Después, subió las escaleras y dio un vistazo a la habitación de su pequeño. Desde la puerta, pudo apreciar como el pequeño tricolor dormía plácidamente en su cama, al mismo tiempo que abrazaba un pequeño peluche con forma de oso que una vez Yugi y él le habían regalado en navidad. Hace 4 años.

Sonrió tristemente ante aquel bello recuerdo. Yumi no dejaba de suplicarle a Yugi que le comprara ese peluche. Sin embargo no se lo compraron.

Dos semanas después llegó la navidad, y al abrir los regalos Yumi se alegró mucho al ver su osito de peluche ahí.

Pov Yami...

— ¡Este dice mi nombre!

— Entonces ábrelo— respondió Yugi con una sonrisa.

Yumi no perdió tiempo y comenzó a rasgar el papel de regalo. Entonces abrió la caja y sacó aquel osito.

— ¡Es el osito que yo quería!

— Como te has portado muy bien, tu padre Yami y yo decidimos comprártelo.

— ¡Son los mejores papás del mundo!

— Ahora, es turno de papá Yugi. Anda, toma el regalo que está ahí.

— ¿Éste?

Yugi abrió la pequeña caja que se encontraba debajo del árbol.

— Yami...

— ¿Te gustaron?

— ¡Me encanta! ¡Son hermosos!

Esa navidad, le regalé a Yugi un paquete de tres esferas para el árbol. Claro que no eran esferas comunes. Eran esferas de cristal con nuestros respectivos nombres grabados en ellas de color dorado. Una decía Yugi, otra decía Yumi, y la última decía mi nombre.

Sin perder tiempo, las colgó en el árbol.

— Muy bien, solo faltas tú. Ten, este es un regalo de parte de Yumi y mío.

— Feliz Navidad papi.

Entre mis manos tomé una pequeña cajita color carmín y decorada con un listón color dorado.

Al abrirla, me encontré con un dije redondo.
Cuidadosamente lo abrí, para encontrarme con la foto de los tres juntos.

— ¿Te gustó, papá?

— Me encantó, Yumi. Gracias.

Esa fue nuestra última navidad como familia. La siguiente fue diferente. Y desde entonces fue así. El 24 de diciembre Yumi pasa noche buena con Yugi, y el 25 la pasa conmigo.

Yumi nunca se ha quejado de nada, así que suponemos que es "feliz".

Pov narradora...

Yami se dirigió a la habitación que una vez compartió con Yugi. Abrió la puerta cuidadosamente y miró como su ex-pareja dormía en aquella cama la cuál compartió durante once años con él.

Entró sigilosamente y tomó una manta del armario. Cogió cuidadosamente una almohada de la cama y bajó a la sala para recostarse en el sofá.

Ya era muy tarde, así que decidió dormir. Después de todo, debía madrugar para llevar a Yumi al colegio, por lo que solo tenía aproximadamente 3 horas de sueño.


Continuará...

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