007
Dean se habia comunicado con Sam pero la llamada se habia cortado luego de escuchar un estruendo.
Se dirigieron a la última dirección donde sabían que Sam había estado, la casa donde había muerto la mujer de blanco. Cuando llegaron, el Impala estaba a la vista, y lo que encontraron los dejó atónitos: Sam estaba siendo atacado dentro del auto por el fantasma de Constance.
Dean rápidamente sacó su arma cargada y comenzó a dispararle a la figura espectral. La mujer de blanco soltó a Sam por un instante, pero inmediatamente trató de volver hacia él. Cassidy se quedó cerca del auto, vigilante pero preocupada, mientras Dean continuaba disparando.
-¡Voy a llevarte a casa!- gritó Sam desde el interior del Impala, su voz firme pero algo tensa. De inmediato giró la llave y arrancó el coche, dirigiéndolo directamente hacia la casa. El Impala atravesó sin problemas la fachada de madera, dejando escombros a su paso y chocando en seco dentro de la estructura.
Dean y Cassidy corrieron hacia el Impala y ayudaron a Sam a salir. Pero antes de que pudieran respirar aliviados, Constance, con una ira desbordada, posó su mirada en una vieja foto que había entre los escombros: era de sus hijos. Su furia se intensificó, y de un movimiento sobrenatural, derribó un refrigerador, empujándolo contra el Impala, atrapando a los tres allí.
Cassidy gritó de dolor por el impacto, y Dean, preocupado por ella y el bebé, se apresuró a preguntar:
-¿Cass, estás bien? ¿El bebé está bien?"
Cassidy asintió, aunque el susto todavía la tenía temblando.
-Estoy bien. Estamos bien- respondió, tratando de mantenerse firme.
De repente, unas figuras pequeñas comenzaron a aparecer en lo alto de las escaleras. Dos niños, envueltos en un resplandor espectral, observaban a Constance con ojos vacíos pero penetrantes.
-Has vuelto con nosotros, mami-, dijeron los niños al unísono, mientras bajaban lentamente. Constance los miró, aterrada y llena de culpa al mismo tiempo. Cuando ellos llegaron hasta ella, extendieron sus manos y la abrazaron.
Constance gritó mientras la abrazaban con fuerza. Poco a poco, su cuerpo se desvaneció, cayendo al suelo en un charco de energía espectral antes de desaparecer completamente.
Dean y Sam, liberándose del refrigerador con un empujón conjunto, miraron a Cassidy con preocupación.
-¿Estás bien, de verdad?-repitió Dean, todavía asegurándose de que ella y el bebé estuvieran bien.
Cassidy asintió, respirando profundamente.
-Estoy bien. Sólo... necesito aire.
Dean y Sam observaron alrededor de la casa, ahora calmados, aunque aún con la adrenalina recorriéndolos. Dean señaló la escena con su arma.
-Así que aquí fue donde ahogó a sus hijos,-dijo con un tono sombrío.
Cassidy, comprendiendo la conexión, murmuró:
-Por eso no podía volver a casa. Tenía miedo... miedo de enfrentarlos.
Dean asintió, comprendiendo finalmente su motivación.
-Encontramos su punto débil, eso es todo lo que importa,-dijo con una media sonrisa, tratando de aliviar la tensión. -Buen trabajo, Sammy.
Sam, ya recuperado, dejó escapar una risa irónica.
-Quisiera decir lo mismo de ti, Dean, pero no puedo creer que intentaras dispararle a la cara como si eso fuera a asustarla.
Dean se encogió de hombros, recuperando su actitud despreocupada.
-Te salvé la vida, así que cuenta. Pero si maltrataste mi auto...- señaló el destrozado Impala, -te juro que te aniquilo.
Sam soltó una carcajada.
El viaje de regreso fue largo y silencioso. Cassidy, agotada por el estrés y la acción reciente, terminó quedándose dormida en el asiento del copiloto, recostándose contra la ventanilla. Dean, mientras conducía, echaba un vistazo de vez en cuando, asegurándose de que estuviera cómoda. El ruido constante del motor del Impala parecía un suave arrullo para ella.
Finalmente, llegaron al lugar donde Sam vivía. Cassidy despertó al notar que el auto se detenía. Parpadeó varias veces, confundida por el cambio de escenario.
-¿Dónde estamos?-preguntó, todavía algo adormilada.
-En la guarida de Sammy,- respondió Dean mientras apagaba el motor y se recargaba en el volante.
Sam salió del auto y comenzó a recoger sus cosas del asiento trasero.
-Creo que por ahora estaré bien aquí. Quizás los vea luego,- dijo, deteniéndose un momento para mirar a su hermano y Cassidy.
Dean sonrió.
-Hicimos un gran equipo allá.
Sam se rió suavemente y asintió.
-Sí, supongo que no fue tan malo, después de todo.
Cassidy salió del auto con cuidado, agradeciéndole a Sam mientras lo abrazaba.
-Cuídate, Sam. Siempre es bueno verte.
Sam correspondió el abrazo con una sonrisa.
-Lo mismo digo, Cassidy. Y ten cuidado con él,-bromeó señalando a Dean.
Dean, al escuchar el comentario, fingió estar ofendido.
-¡Oye, sigo aquí!
Sam solo se rió y se dirigió a la entrada de su lugar mientras Dean arrancaba el Impala. Cassidy miró por la ventana mientras el auto se alejaba, con una ligera sonrisa en los labios. Aunque las cosas seguían complicadas, el grupo había salido adelante otra vez.
El viaje había estado tranquilo por un rato, con el rugido constante del Impala llenando el aire. Cassidy estaba recostada en su asiento, mirando por la ventana mientras Dean mantenía la mirada fija en la carretera.
Sin embargo, de pronto, Dean rompió el silencio.
-No sé... algo no está bien,-murmuró, apretando el volante.
Cassidy lo miró, confundida.
-¿Qué? ¿A qué te refieres?-
Dean negó con la cabeza, claramente intranquilo.
-Es solo una sensación. No sé, pero tenemos que volver a la casa de Sam.-
Cassidy frunció el ceño.
-¿Qué sucede?
Dean no contestó directamente. Simplemente giró el volante y dio media vuelta, aumentando la velocidad.
Cuando llegaron a la casa de Sam, Dean detuvo bruscamente el auto y ambos salieron rápidamente. Mientras subían las escaleras hacia la puerta principal, escucharon un grito desgarrador desde adentro.
-¡Nooo!
Era la voz de Sam. Dean no dudó ni un segundo y pateó la puerta para abrirla de golpe.
Al entrar, el calor era palpable. Un fuerte olor a humo y madera quemada invadió sus sentidos. Dean corrió hacia la habitación de Sam, seguido de Cassidy. Cuando llegaron, vieron llamas esparciéndose rápidamente por el techo y las paredes.
Pero lo que llamó su atención fue la figura de Jess, la novia de Sam, suspendida en el techo, consumida por las llamas. Era una escena aterradora, casi imposible de procesar. Dean intentó mantener la compostura mientras Sam, paralizado, miraba la escena en un estado de shock, murmurando su nombre repetidamente antes de comenzar a gritar:
-¡Jess! ¡Jess!
Dean lo tomó por los hombros.
-¡Sam, tenemos que salir de aquí! ¡Vamos!
Sam no reaccionaba. Solo seguía gritando mientras las lágrimas corrían por su rostro. Se acercaron a la puerta, manteniéndose fuera del alcance del fuego, mientras Dean prácticamente arrastraba a Sam fuera de la habitación.
Con un último esfuerzo, logró sacar a Sam de la casa antes de que el fuego se intensificara aún más. Los tres corrieron hacia el Impala mientras el techo comenzaba a ceder.
Más tarde Cassidy se quedó observando en silencio cómo los vecinos se congregaban alrededor, mirando el incendio mientras los bomberos llegaban al lugar. El sonido de las sirenas y las voces de los curiosos llenaban el aire, pero su atención se desvió cuando vio a Dean y a Sam junto al Impala.
Dean estaba apoyado en el auto, con los brazos cruzados, mientras Sam revisaba las armas en el maletero. Todavía estaba visiblemente afectado, pero había recuperado algo de compostura, aunque sus ojos reflejaban dolor y rabia.
Cassidy se acercó lentamente, preocupada por ambos. Cuando llegó junto al Impala, escuchó a Sam decir con voz firme:
-Hay trabajo que hacer.
Cerró el maletero con un golpe seco y miró a Dean, quien simplemente asintió.
Cassidy, sin palabras, observó a los dos hombres, sabiendo que algo profundo había cambiado.
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