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I. En la cabaña a la orilla de la oscuridad

Nunca me gusto la pequeña cabaña junto al faro, aun así, aquí estoy otra vez. Mi padre solía decir que todo aquello que alguna vez salió del vasto y desolado océano, volverá algún día a su seno; incluso hoy creo que solo era un anciano loco que se arrepentía de haber deja su vida en el mar.

El frío aire de la costa resulta reconfortante de alguna manera, siendo probablemente lo único en lo que Hali y yo concordaremos en este viaje. Sonrío débilmente cuando mi hija voltea a verme, ella apenas devuelve la sonrisa antes de fijar su mirada en dirección del mar. Nunca hemos sido muy unidos, aun así esperaba que este viaje cambiará un poco las cosas.

-¿Recuerdas que cuando eras más pequeña decías que había una criatura en el fondo? -le pregunto juguetonamente.

-Eso fue hace años, papá. -suelta intentando sonar ofendida, sin poder reprimir su risa -Ahora estoy segura de que era una sirena.

-Tal vez seas la primera en documentarla.

-Si...

No volvimos a hablar después de eso. Entramos a la cabaña en silencio, el cual solo se ve interrumpido por el fuerte movimiento de las olas golpeando la costa, "una tormenta". Nota mental: revisar las goteras y buscar lámparas, la oscuridad es peligrosa sobre todo en la cabaña.

Hali reclama el sillón como suyo, tal y como hacia cuando era una niña, quitándose los tenis y subiendo los pies. Los audífonos bien podrían no estar, aun estando lejos puedo escuchar la canción que esta escuchando aunque no soy capaz de identificarla. Suelto un suspiro cansado antes de buscar la reliquia de la familia: una viaja y oxidada lámpara de aceite; poco probable que alguien la quiera presumir como decoración pero bastante útil para el terrible clima del mar.

-Hal,... -llamo a mi hija -¡Hali!

La veo de reojo retirando sus audífonos.

-¿Recuerdas lo que hablamos mientras veníamos?

-Nada de aparatos electrónicos en el faro Hali, la carga del teléfono debe durar todo el fin de semana y para emergencias, matas abejas que no vienen por aquí con eso, bla bla bla -repite aburrida.

-Hal, ven y ayúdame a buscar algunas velas antes de que anochezca.

Sin muchas ganas, ella se pone de pie y camina hacia mí; el cojeo en su pierna derecha es apenas perceptible, pero para una chica tan activa como Hali Wellerman resulta llamativo. Sacudo la cabeza, intentando no pensar en lo que nos trajo aquí en primer lugar.

-Oye papá, -llama desde lo lejos -¿Esto siempre ha estado aquí?

Me dirijo a la sala con cuidado de no tropezar con alguna de las cosas que están tiradas en el suelo. Nota mental, levantar las cosas del suelo, puedes perder la cabeza si todo está en desorden. Llego junto a mi hija, quien está de pie mirando atentamente a una de las paredes.

-¿Pero qué...?

En los tablones de la pared una gran mancha negra pareciera salir de un hueco en la madera clara. La mancha deforme sube desde la base hacia arriba.

-No vayas a tocarlo, Hal. -digo nervioso -podría ser alguna clase de moho.

Ella asiente antes de salir del cuarto. Me tomo un momento para mirar aquella mancha antes de salir.

La noche llegó pronto y, con ella, la tormenta comienza a arreciar, picando el mar y levantando la marea. El viento helado que una vez fue agradable se torna violento y hace crujir las tablas de madera del techo.

-¿Olvidaste revisar el clima antes venir aquí? -comenta Hali terminando de comer su sopa.

-Sabes que no se usar esas cosas, -comento divertido -además, ¿Quién no ama una buena tormenta veraniega?

Ella se ríe un poco, aunque rápidamente su rostro se ensombrece.

-Mamá siempre lo ha odiado, -comenta en un susurro apenas audible -digo venir a esta cabaña en esta temporada.

-Ella odia todo. -respondo, sin mucho entusiasmo por el tema.

-Si...

-¿Sabes qué, coralito?, prepararé un poco de chocolate y vamos a descansar

Hali casi sale corriendo en dirección de la pequeña cocineta, sonrió al verla. Solo aquel que es padre puede comprender como aún viendo a una joven adolescente, la mente sigue aferrándose a la imagen de una pequeña niña cuyas largas coletas oscuras se agitan cuando corre.

Terminamos de preparar todo y acomodamos almohadas frente a la chimenea de la cabaña, poco después ella se queda dormida.

Mi mirada permanece fija en la extraña mancha en la pared, algo en ella es atrayente. Mientras más la observó más seguro estoy de que aquella mancha se está moviendo y adquiriendo una silueta conocida. Aparto la mirada, sintiendo un fuerte dolor de cabeza.


Sacudo la cabeza y vuelvo la vista hacia el espacio vacío junto a mi. Cierto los ojos, escuchando la tormenta golpear contra los cristales en las ventanas.

-¿Estás bien, papá?

Abro lo ojos.

Retiro un mechón de cabello de su rostro. Tan linda como siempre, definitivamente todo está bien.

-Todo está bien ahora, coralito. -mi voz se quiebra al llamarla -Vuelve a dormir.

Nota mental: elimina esa mancha, no quiero recordar.

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