Diferente; tal vez era esa la palabra. Rose era una Weasley diferente.

Cuando a sus escasos once años fue sorpresivamente seleccionada para la casa de las serpientes, siendo la única Weasley en estar en esa casa en la historia, eso quedó más que claro. Además, no era ni tan parecida a su madre como la gente pensaba, ni tan parecida a su padre como todos intentaban creer. Era única. Era bellísima y sí, era pelirroja y de ojos color azul como su padre, además de ser la mejor del curso como su madre, pero hasta ahí las igualdades. Jugaba quidditch como buscadora, pero si algo la definía era la confianza que sus progenitores nunca tuvieron en sí mismos. No se desvivía estudiando, pero eso no le impidió llegar lejos. Era en extremo astuta, orgullosa y ambiciosa, pero nunca le deseó el mal a nadie ni actuó de forma perjudicial hacia los demás. En poco tiempo se ganó el respeto de todos los que conocía, siendo considerada la princesa de Slytherin. Además, tenía el amor de la persona más preciada para ella, Scorpius Malfoy. Y para su pésima suerte, esa fue su condena. Su padre estaba verdaderamente decepcionado y enfadado con ella, por lo que ni siquiera se dirigían la palabra, y su relación con sus primos se basaba principalmente en el desprecio, en especial con la pelirroja menor, Lily. Y eso a Rose la destrozaba; podía tener el éxito asegurado y a todo Hogwarts bajo sus pies, pero lo único que ella deseaba era el amor de su familia, un amor que no existía. Era despreciada por personas con las que tenía un lazo de sangre; personas a las que amaba, pero que a ella le deseaban las peores desgracias, por ser eso, diferente. Así que la Rose Weasley que era considerada una diosa en todo su esplendor por el resto del mundo, vivía cegada por el dolor y la tristeza.

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Quería agradecer a las personas que han estado leyendo esta historia, se que son pocas, pero para mi es muy importante. Les dejo el capítulo de mi personaje favorito, Rose, espero que les guste. Comenten, así se que debo mejorar.

Besos.