Llevar el nombre de una gran mujer como la abuela Molly siempre significó mucho. Pero, además de eso, poseer el mismo tono de ojos y cabello que su abuela, ya era demasiado. Porque no, al parecer por obra del destino, ella no podía tener los ojos verdes como su hermana Lucy, o el cabello rojo fuego —totalmente diferente al resto de su familia— de su prima Rose; no. Tenía que ser igual a su abuela. Pero que quede claro, Molly no es que no quiera a su abuela, al contrario, la ama y la admira, pero no quiere que todo el mundo le diga siempre lo mismo: "Eres igual a ella".
Y por si esto fuera poco, tenía que parecerse a su padre para no decepcionar a nadie; responsable, aplicada, estudiosa.
Entonces, Molly dejó de ser ella misma, para convertirse en lo que su familia esperaba de ella, todo el que la conociera podría asegurar que ella era igual a su abuela y a su padre. Pero en lo más profundo de su ser, Molly odiaba cocinar —aunque siempre ayudaba a quien lo hiciera—, también detestaba estudiar —pero lo hacía sin rechistar—, y aborrecía ser prefecta y premio anual ya que implicaba tener responsabilidades que ella nunca deseó.
Pero, por sobre todo, se odiaba a si misma por no tener el coraje de estar con la persona que más amaba en el mundo, su primo Fred.
Por lo tanto, y en conclusión, Molly Weasley, es para todos —y aunque no lo quiera admitir, para ella misma también— una completa ilusión.