CAPÍTULO SIETE.
Mina no olvida su primer aniversario.
Nayeon llegó a casa con una sonrisa brillante, había dejado en su mesita de noche una nota pidiéndole que fuera paciente porque esa noche tendrían lindos planes. La pelinegra estaba feliz, se notaba en su mirada amorosa. Mina la recibió con un dulce beso y un fuerte abrazo.
—¿Qué haremos?—preguntó Mina entre risas y besos.
Nayeon suspiró como boba. —Sorpresa.
Al pasar unas horas, Nayeon se encontraba guiándola por tener los ojos cubiertos. Mina podía oír el mar y sentir la arena entre sus dedos. Sonrió totalmente enamorada de su esposa.
Esa noche, Nayeon le hizo sentir más amada que nunca. La hacía sentir suficiente. La hacía sentir en paz.
Ahora, ¿dónde quedó todo eso? Ya no era suficiente y tampoco sentía paz. Y la sola idea de pensar que ya no era amada la destruía.
Por un tiempo, Mina olvidó lo que era sonreír de verdad. Cuando Nayeon la llevaba con ella a cenas importantes o reuniones con sus amigos, Mina solamente actuaba como por compromiso. Sonreía y asentía. No se separaba de Nayeon y no hablaba si no era necesario.
Incluso, casi había olvidado que ella también tenía amigas.
—¿Mina?
La castaña estaba afuera de una tienda con su mano entrelazada con Nayeon. Ambas miraban vidrieras y habían parado a ver unos zapatos. Al girarse, Mina se encontró con Tzuyu.
Tzuyu era su amiga más íntima hace unos años. Mina no la veía hace mucho, así que su alegría fue genuina al verla. Iba a caminar en su dirección pero su mano parecía encadenada a Nayeon, quien mostró su sonrisa falsa y se quedó quieta. Sólo un rápido movimiento en una mirada fugaz fue suficiente para que Mina entendiera que no podía separarse.
—¡Es una alegría verte!
Tzuyu traía bolsas consigo, pero se las arregló para abrazar a Mina. La japonesa de verdad quiso disfrutar de un abrazo real por una vez, pero su mano quemaba.
—Creí que habías vuelto a tu país—mencionó Mina una vez separadas.
—Lo hice, pero fue aburrido. Es decir, la mayoría de mis amigos están aquí y no soy tan sociable.
—Entiendo—asintió—, oh. ¿Aún recuerdas a Nayeon?
—¡Por supuesto! Fui a su boda, ¿lo olvidas?—pero Tzuyu no abrazó a Nayeon, no tenía por qué hacerlo—. Es genial que sigan juntas.
—Mmh, sí.
—Te escribí un par de veces, ¿cambiaste tu número?
—O-oh, es, no. Es sólo que ya no utilizo celular, ya sabes cómo soy—y se instaló en ella una risa nerviosa.
—Tienes razón, Sana me mencionó algo sobre que no estás tan conectada con la gente—el teléfono de Nayeon comenzó a sonar, ella lo tomó y atendió disculpándose, luego se alejó unos pasos—. Es un poco raro eso, si te lo digo.
—¿Qué cosa?
—Bueno, que antes de la boda eras más activa con tus amigos. Salías más, ¿a caso Nayeon no te deja?—se rió por su chiste, Mina también lo hizo para no generar sospechas.
—Sólo he cambiado mucho, es todo.
—De acuerdo—Tzuyu miró hacia otra parte y luego volvió a Mina—. Tengo que irme, aunque te cueste, ¿puedes atender al menos de vez en cuando? Me encantaría volver a verte.
Mina estaba dudosa. —Lo intentaré.
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