Tener sexo con Nayeon la noche de su aniversario era como una tradición. Y Mina siempre se lo entrgaba todo.

Pero el monstruo había aparecido.

Nayeon estaba celosa, tan celosa. A sus ojos, Mina había coqueteado con el mesero. Él le guiñó un ojo y Mina se sonrojó. Él era joven y apuesto, tal vez tenía 23 años.

—Literalmente no hice nada, Yeonnie, sólo fui amable—dijo Mina.

—Amable, amable—negó—. Eres una maldita puta, no es la primera vez que haces algo así.

—¿Cuándo lo he hecho antes? Ni siquiera salimos juntas a hacer las compras.

—No soy ninguna estúpida, sé que algo te traes con tu supuesta amiga Jeongyeon.

—¡Tú eres la que viene a casa con un perfume que ninguna usa!

Mina se arrepintió de esas palabras al segundo de soltarlas. Nayeon se acercó a ella y agarró su rostro de forma brusca, sus dedos se clavaron en sus mejillas.

—¿De qué demonios estás hablando?

—N-nada. No e-es nada.

—¿Insinuas algo?

Mina miró esos ojos. El oscuro vacío ya no estaba, finalmente le decían algo; ella la odiaba.

Nayeon dejó de amarla hace mucho. Sólo la soportaba. Se pasaba horas fuera de casa, ya no compartía su día, ni siquiera la llamaba.

Los ojos de Mina derramaron un par de lágrimas ante ese pensamiento, a esa conclusión que explicaba por qué ya no era tan linda y dulce como cuando eran más jóvenes. Nayeon la odiaba.

Y Mina no lo hacía. Mina la amaba todavía.

—Deja de llorar, ¡siempre estás llorando!—y eso no ayudaba—. Sé lo que piensas. Soy una mierda, ¿verdad? Por eso te tratas de buscar a otra persona. Pero, ¿quién te mantiene después de tanto? Yo. Yo traigo todo el dinero a la casa, yo te pago tus cosas, todo esto es mío. Incluida tú, Mina. Tú eres mía.

De un momento a otro, Mina estaba presionada contra una pared. Nayeon seguía con su expresión de odio y Mina seguía llorando.

—Vamos a la habitación, te enseñaré bien de quién eres y por qué no debes hacerme enojar.