CAPÍTULO DIEZ.
La forma de amar de Nayeon siempre fue clara para Mina. Ella amaba con violencia, con dolor, fuerte y justo. Nayeon amaba con golpes y gritos. Nayeon amaba con odio.
Pero Mina amaba diferente a ella. Mina amaba ciegamente, en silencio y sumisa. Mina amaba dejando que marque su piel, Mina amaba con tal corazón que no le importaba ser usada.
Eran perfectas juntas. Nayeon lastimaba y Mina era herida.
Mina sabía que no podía tener nada mejor que Nayeon, porque con tantos años a su lado, ella no necesitaba amor diferente. Estaba acostumbrada al dolor. Mina no entendía otra forma de amar.
Mina se pasó años de su vida amando a la misma mujer que tambien la amaba. Ahora, Mina odiaba a Nayeon y Nayeon odiaba a Mina. Ese amor profundo y unico, ese amor inusual e irrepetible ya no existía. Solo había odio entre ellas.
Nayeon amaba odiar a Mina, amaba lastimarla y marcarla. Amaba hacerla llorar. Mina, en cambio, amaba ser odiada.
¿Existía la forma correcta de amar? Despues de tantos años, Nayeon concluyó que esa era su forma, su manera, y nadie más que ella podría entenderlo.
Excepto Mina. Mina lo entendía porque amaba ser amada de aquella manera.
Eran un complemento. Mina era una victima y Nayeon la villana. Mas Mina era la que buscaba más de ese odio, Mina se encargaba de ser odiada mientras que Nayeon buscaba nuevas excusas para odiarla.
Amar. Odiar.
Las rosas marchitas a su lado indicaban que había llegado a su límite. Despues de todo, esta vida no comprendía ni aceptaba nada de lo que sentían. Así que Mina, aún con las manos sucias, suspiró antes de darle punto final.
Nayeon la amaría diferente en otra vida y esperaba ser aceptada esta vez.
Fin.
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